Una leyenda de Tlalpan, una de las delegaciones de la Ciudad de México, relata que en el Jardín Principal, situado en la Plaza de la Constitución en el centro de Tlalpan, existe un árbol que se conoce con el nombre de El Árbol de los Colgados. Por las noches se pueden escuchar desgarradores lamentos de mujeres, y se aparecen fantasmas, por lo cual los vecinos no se aventuran a cruzar el jardín pasadas las doce de la noche.
Todo comenzó en el tiempo en el que reinaba el archiduque austriaco Maximiliano de Habsburgo en México. Como había muchos ladrones y malhechores en la zona, el general Tomás O’Horan, que era el prefecto de Tlalpan y que posteriormente fuera fusilado por las tropas de Benito Juárez por traidor a la Patria, decidió que para darles un escarmiento a los criminales, se les colgara en los árboles de lo que ahora es el Jardín Principal.
Así las cosas, en 1866, se descubrió una conspiración contra Maximiliano, que tenía el propósito de librar al país del dominio europeo. Los conspiradores, todos ellos juaristas, fueron apresados, fusilados y colgados de un árbol.
Ante tal hecho la población de Tlalpan y de México se indignó sobremanera, y las ansias libertarias se acrecentaron. El deseo de la libertad bullía y se dejaba sentir. La muerte de los insurgentes había servido de ejemplo.
El árbol donde fueron colgados los patriotas persiste hasta la fecha, se le conoce como El Árbol de los Colgados, y se mantuvo en su sitio cuando hicieron el Jardín Principal, en el año de 1872. Bajo el árbol se puede ver una placa en la que están inscritos los nombres de los conspiradores de la libertad: los coroneles doctor Felipe Muñoz y Vicente Martínez, el mayor Manuel Mutio, el capitán Lorenzo Rivera, y el teniente José Mutio.
Al final, como todos sabemos, el emperador fue fusilado en Querétaro, y Benito Juárez pudo gobernar al país.
Sonia Iglesias y Cabrera