En el estado mexicano de Oaxaca, se encuentra la llamada Isla del Gallo que forma parte de la Laguna de San José Manialtepec, que se encuentra en el Municipio de San Pedro Mixtepec. La Laguna dista 18 kilómetros de Puerto Escondido, la famoso ciudad y puerto de la región costera de Oaxaca.
La Laguna de San José Manialtepec es muy especial, pues se caracteriza porque cuenta con agua salada, agua dulce y agua termal.
La Isla del Gallo es pequeña y cuenta con muy pocos habitantes, que ocupan tan sólo cuatro viviendas. De esta isla salen en el día las embarcaciones que llevan a la Laguna de Manialtepec a los turistas interesados en ella. Por las noches, las embarcaciones se adentran en la laguna para mostrar la fosforescencia que se produce en el agua y que parece como si el agua se llenara de escamas de plata.
La conseja popular afirma que la Isla del Gallo se formó porque, hace ya muchos años, un pedazo de estrella cayó del cielo a la Laguna de San José. Entre los primeros habitantes de la isla se encontraba un señor cuyo nombre se ha perdido en los vericuetos del tiempo. Este hombre tenía como mascota a un hermoso gallo. Ni que decir tiene que los dos se querían mucho y nunca se separaban, salvo cuando el señor tenía que ir a cazar cocodrilos, trabajo con el que se sostenía, pues la vida era muy dura en esos lares en aquellos lejanos tiempos.
Cuando el hombre se alejaba de su casa para ir a cazar, el gallo le cantaba para despedirle, y lo mismo hacía cuando llegaba cansado y fatigado de ir a su labor. El hermoso gallo se quedaba solo y pacientemente esperaba hasta que su dueño volvía y le daba su alimento. Así iba pasando la vida de estos dos seres.
En cierta ocasión el señor de los cocodrilos salió a trabajar. Pasó el tiempo, llegó la hora en que debía encontrarse en su casa, pasó, y el hombre no volvió en toda la noche. Así sucedió durante varias tardes. El gallo cantaba llamando a su compañero, que no volvía; hasta que un 24 de diciembre el gallo lanzó su último canto de desesperación y murió de hambre, soledad y tristeza.
Desde ese día, cada 24 de diciembre se escucha en la Isla del Gallo el último canto lastimero del ave que murió esperando, inútilmente a su amo al que tanto había querido.
Sonia Iglesias y Cabrera