Varios guerreros ya han sido sacrificados y su sangre se ha convertido en volutas floridas a lo largo deI abdomen; en sus rostros, junto a los cuales están sus nombres respectivos, se refleja Ia angustia deI sacrificio.
Quinientos años antes de Ia era cristiana esto era común entre los pueblos, especialmente en un pueblo guerrero como Monte Albán, pues había que mostrar a los que Ilegaban su fuerza y su sabiduría. Los ancianos explicaban a los jóvenes que el gran muro era una composición de figuras humanas colocadas en sentido vertical y horizontal, dispuestas así con Ia intención de que el muro pudiera leerse a medida que uno caminaba frente a él. Los personajes que se encontraban en sentido vertical eran los principales y por ello se representaban con todo y sus nombres y lugares de origen.
Los otros, los que iban en sentido horizontal, eran los acompañantes de los señores principales. Era importante que los cautivos Ilevasen consigo algunos acompañantes, no sólo para su viaje eterno, sino para mostrarse resguardado ante los ojos extraños, es decir que los sacrificios secundarios se hacían exclusivamente para mostrar que los guerreros no estaban solos.
No sólo por el hecho de ser guerreros estos personajes fueron especialmente representados, eran también seres humanos con ciertas características; algunos eran enanos, otros jorobados o con otros defectos físicos; eran guerreros muy especiales porque provenían de linajes ya en extinción y eso les daba doble valor en Ia guerra. Su apariencia física les recordaba a ciertos hombres de una raza antigua, de bocas y narices anchas, ojos oblicuos y cuerpos muy robustos, que habían sido sus ancestros y que aparecían en todas Ias leyendas de los pueblos deI Valle de Oaxaca.
Mientras en la ciudad se vivía de manera ordenada y en paz, era muy importante recordar a aquellos que habían muerto en sacrificio, por eso los ancianos tenían que hacer entender a los jóvenes el valor de ser guerrero y zapoteco. Así, llegado el momento, los nuevos guerreros sabrían manejar los valores, como no tenerle miedo a ser cautivo, y menos a ser sacrificado para los dioses y en beneficio de la supremacía de Monte Albán sobre otros pueblos y otras regiones. Durante los siguientes siglos el edificio se cubrió con otras construcciones, pero Ios más de 300 cautivos 6 fueron muy bien protegidos para ser enterrados entre Ios muros, pues había que cuidar que no se dañaran o se perdieran.
AI contrario, algunos fueron separados deI muro para ser colocados en edificios más visibles, trascendiendo así eI tiempo en que fueron concebidos, para conservar su carácter sagrado en Ia posteridad. Estos verdaderos monumentos, como explicaban Ios ancianos, fueron Ios primeros que plasmaron eI gran poder zapoteco en el Valle de Oaxaca, que sigue siendo en los nuevos siglos una raza invencible.