Pero… ¿qué es el miedo? En sí, podríamos definirlo como la angustia que todos los seres humanos sentimos ante un peligro real… o imaginario. De hecho, la mayor parte de las veces sentimos miedo cuando nos enfrentamos a algo desconocido.
Es cierto que en la actualidad el cine y la televisión nos han dado muchos monstruos que producen miedo. Pero definitivamente los antiguos mexicanos no necesitaron de ellos para crear leyendas tenebrosas y escalofriantes.
Por ejemplo, los aztecas o mexicas creían en una aterradora criatura llamada cuitlapanton que solía aparecer durante la noche, con cabellos largos hasta la cintura y caminando como pato. Si alguien trataba de atraparla, la cuitlapanton se escabullía, desaparecía y volvía a aparecer en un lugar distinto, burlándose de su perseguidor. Se creía que esta ilusión era provoca por Tezcatlipoca (un antiguo dios cuyo nombre significa “Espejo humeante”).
Los cazadores mexicas creían en una fiera salvaje muy peculiar: un tigre de pecho blanco y piel manchada que no huía ante las personas, sino que se sentaba mirándolas fijamente y comenzaba a hipar. Este hipo podía llenar de temor a cualquier ser humano o animal, e incluso era capaz de hacerlos desmayar. Los cazadores sólo podían arrojarle cuatro flechas; si fallaban, la fiera se les abalanzaba de un solo salto y se los merendaba.
Aunque no era un monstruo, el cóyotl (o coyote) te podía dar muchos buenos sustos. Cuentan las creencias antiguas que, si se te ocurría robar la presa que un coyote había cazado, éste podía seguirte sin que te dieras cuenta para vengarse matando a todas tus gallinas. Si no tenías gallinas, el coyote te acechaba en algún camino, ya fuera de noche o de día, y cuando menos te lo esperabas, te salía de frente ladrando para espantarte.
Sin embargo, el coyote también podía ser agradecido. Si alguna vez ayudabas a uno, éste te seguía hasta tu casa y te consentía llevándote una gallina muerta de vez en cuando. Se dice que Tezcatlipoca solía adoptar la forma de un coyote para presentarse ante los viajeros y advertirles de algún peligro que les aguardaba en el camino, como la presencia de ladrones.
Los Chaneques son dioses menores de la mitología mexicana, habitan en los bosques y selvas, cuidan de la naturaleza, animales silvestres, manantiales y árboles. Se dice que asustan a la gente que invade sus territorios y son capaces de hacer perder su “tonalli“.
A los Chaneques, se les suele describir como personitas que miden 1 metro 20 aproximadamente, con los pies al revés, con cuerpo deforme y con una cola, otra de las características más resaltantes es la ausencia de la oreja izquierda. Pero no siempre son descritos de la misma manera, a veces son descritos con cara de niño y piel color de chocolate y los asemejan mucho a los niños.
Los chaneques son de naturaleza traviesa, juegan con las cosas, y molestan a los animales de corral, suelen robarse una que otro objeto. También se dice que pueden ser muy peligrosos, ya que con solo tocar el rostro a un ser humano lo puede enfermar. También existe la leyenda de que se llevan a los niños para convertirlos en sus sirvientes.
En las leyendas actuales, los chaneques son identificados como niños con cara de viejos que hacen que las personas se extravíen durante tres o siete días, tras los cuales las víctimas no pueden recordar nada… aunque se piensa que las conducen a su hogar en el inframundo, cuya entrada es una ceiba seca.
Por último, el más célebre de los “monstruos mexicanos”, la Llorona, también tiene sus orígenes en las leyendas mexicas, donde recibía el nombre de Ciuahcóatl. Poco antes de la llegada los conquistadores españoles, los aztecas solían escuchar a una mujer que, por las noches, lloraba y gritaba lastimeramente “Hijitos míos: ¿a dónde los llevaré?”, haciendo un eco fantasmal entre las calles de la antigua ciudad de México-Tenochtitlan.
Como verás, en nuestro país también tenemos motivos de sobra para asustarnos muy a la mexicana… aunque no contemos con un tenebroso Frankenstein.