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Tú y los dioses en Monte Albán. Cuento y realidad

Sé que, desde los más variados ángulos y circunstancias, escribir hoy de dioses no es sabio para un antropólogo serio. No soy ni lo uno ni lo otro, y sucede que yo, sin decírselo a nadie, hablo casi todos los días con los dioses, sin dejarme de considerar un hombre normal. No lo digo a nadie, naturalmente. Hoy, desde el silencio y tranquilidad de mi hogar, te lo digo a ti, que vas volando entre ángeles.

No, no estoy loco: en el tiempo y espacio de la Grecia Clásica, cualquier ciudadano que se preciase, hablaba varias veces al día con los dioses. Si yo llego hoy a la universidad, por ejemplo, y digo que acabo de hablar con los dioses, o ya no se me hará el menor caso, o se me enviará a un hospital psiquiátrico: “¡Pobre Genovés!”, se dirá.
Algunas personas, hombres o mujeres, tienen “ángel”: se les quiere, se les aprecia, nos dan confianza de inmediato. Otras, muy, pero muy de vez en cuando, tienen “duende”.
El ángel siempre está ahí. Al duende es necesario propiciarlo.
¿Cómo, cómo llega? Pasando del simplemente estar, al sencillo pero difícil ser-dada las convencionales vidas que vivimos.
Sobre un avión, como tú ahora, se propicia al ser: no hay juntas de consejo o presencias indispensables; no hay bibliotecas que consultar, ni existen tontas distracciones.
Estás, estamos solos con nuestras almas. Sólo nosotros en lo más íntimo y nuestro, aquí arriba, sobre nubes, acercándonos al cielo azul: lo más propicio para que el duende aparezca. Nos ensimismados, nos entimismamos, queridos dioses. Volamos con vosotros, lo más real que existe en este breve tránsito que llamamos vida.
¿Y si no volamos en avión? ¿Dónde, donde? En Monte Albán, lugar de los dioses. Y no porque así lo denominasen o nombrase famosos arqueólogos, sino porque así es, era antes, muchísimo antes que respetable arqueólogo alguno lo descubriese.
No sé con qué decirlo porque aún no está hecha mi palabra
Eso es Monte Albán: cariñosa, amorosa, sublime real-irreal presencia, en donde sin decir palabra alguna, con mucho misterioso duende, los dioses se comunican con los hombres que hasta allí suben. Encanto.
¿Qué es el misterio? Lo que no se puede expresar ni describir con palabras. Por eso es el misterio.
Presentimiento suave es todo lo que no cabe dentro del lenguaje humano
Todo en Oaxaca es bello. Desde sus habitantes. Hasta los turistas embellecen, por ósmosis, al contagio de la noble ancestral circunstancia en que está envuelta; ante su naturaleza. No obstante, tengo el presentimiento de que, si te olvidas de todo lo que te lleva a Oaxaca y, al bajar del avión subes a Monte Albán, te entimismas, te ensimismas: volarás en la tierra como jamás has volado. Serás Dios, sin petulancia alguna, sin tomarte en serio. Penetrándote de que no es posible vivir como si la belleza no existiera; belleza que se aparece a través de la comunicación con lo imperecedero, con la eternidad, con los dioses; contigo mismo: te habrá llegado el duende.
En Monte Albán te enamorarás más de tu amor, de tus verdaderos amigos, de la palabra, del silencio; de lo que haces y de lo que jamás has hecho; de la razón y de la sinrazón; de la verdad; de lo blanco y de lo negro como de la penumbra. Tocarás el cielo sin olvidar la tierra. Estarás, con Rubén Darío, en
Los hermanos hombres
los hermanos bueyes
hermanas estrellas
hermanos gusanos
Entenderás en
Un saber no sabiendo
toda ciencia trascendiendo
Serás

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