Huehuecóyotl, también conocido como Tambor Viejo, fue el dios tramposo de la música, el baile, la canción, la narración y la alegría. Los mexicas le asociaron con la buena suerte y el relato histórico. Acertadamente se le consideró el patrón de la sexualidad desenfrenada; símbolo de la astucia, la sabiduría y el pragmatismo. Los códices y la tradición oral nos cuentan que Coyote Viejo dio el fuego a los hombres, fungió como intermediario entre este mundo y el más allá, curó por medio de los sueños enfermedades tales como la artritis; y adquirió la fama de seductor capaz de incrementar la potencia sexual de los humanos y, por ende, poseedor de la capacidad de cambiar de género a su gusto, a más de poder transformarse en cualquier animal u hombre. Huehuecóyotl formó parte de los dioses mexicas y fue numen del dios Tezcatlipoca, Señor del Cielo y de la Tierra.
La leyenda nos refiere que Huehuetéotl estaba casado con Temazcalteci, la diosa de los temascales, y tenía como amante a Xochiquetzal, que aparte de ser la diosa del amor, lo era de la sexualidad, las prostitutas y las jóvenes. En su advocación homosexual Coyote tuvo como amantes a Opochtli, dios de la cacería y la pesca, y a Xochipilli, deidad de las artes, patrón de los homosexuales y de la prostitución masculina. Se trata de un dios dual, en él se representan el bien y el mal, la juventud y la vejez, lo masculino y lo femenino.
En el Códice Borbónico, uno de los códices mexicas precolombinos, lo vemos representado como un coyote bailando, con las manos y los pies de ser humano y tañendo un par de sonajas, que muchas veces se convierten en un tambor vertical. Siempre está bromeando, embromando a otros dioses, y metiéndose en terribles problemas. Cuando se aburre incitaba a los hombres a guerrear tan solo por el placer de divertirse. Sus poderes mágicos le permiten utilizar la transformación para llevar a cabo fechorías de muy diversa índole. En el Códice se le ve pintado de color rojo –el color solar- con tocado de coloridas plumas, vestido con un máxtlatl, taparrabo, fuertes cacles en los pies, y vendas de papel cubriéndole el cuerpo; porta una canasta con cuatro círculos -símbolos del calor, de la vida y de la espiritualidad-, que nos remiten el signo solar tonallo.
Sonia Iglesias y Cabrera