Los cochimíes, etnia que habita el estado de Baja California Sur, hablaban una lengua ahora extinta llamada cochimí laymón, mti´pá, de la Familia Yuto-Cochimí. Viven en la comunidad de la Huerta y en San Antonio Necua. Se denominan a sí mismos tai-pais. Hoy en día existen alrededor de 195 indígenas.
La cosmogonía cochimí cuenta que hace muchos miles de años, en el Cielo vivía un dios llamado Menichipa, Gran Capitán, El que Vive, quien creó la Tierra y todo lo que existe en ella, el Cielo, y un ser semejante a sí mismo que llamó Togomag. Poco después, Menichipa tuvo dos hijos, sin intervención femenina: El Veloz y la Perfección. Esta pareja de dioses tuvo a su vez un hijo al que llamaron Emai Cuaño; educado por su abuelo Menichipa heredó todos sus poderes, y que con el tiempo fue el patrono de los matrimonios entre los seres humanos. Cuando Menichipa llevó a cabo la Creación no tuvo mucho cuidado, por lo cual ciertas cosas quedaron imperfectas. Pero Emai Cuaño se encargó de componerlas. Por ejemplo, endulzó las semillas que eran amargas, y domesticó a los animales que eran salvajes; colocó debajo de la Tierra fuego a fin de que los indios no tuvieran frío.
Pero como los humanos se quejaron de que hacía mucho calor Emai Cuaño escupió y su saliva se convirtió en mares, ríos, y lagunas. Los indios se enojaron porque había mucha agua, entonces el dios empezó a llorar y sus lágrimas se transformaron en lluvia. Ante tanta lluvia que les envió el dios, los hombres se pusieron furiosos con él y trataron de matarlo. Emai Cuañó se puso sumamente triste ante tanta ingratitud, aun cuando fracasaron en el intento, pues sólo lograron herirlo. Los malhechores huyeron y no se sabe adónde fueron. El que Vive creó a unos seres invisibles que le traicionaron y se volvieron sus enemigos. Cuando uno de estos seres moría, el dios lo llevaba bajo tierra para impedirles acceder al Cielo y ver a su dios.
Poco después, dotó de nombre a todas las cosas y enseñó a los seres humanos a aparearse y procrear, pues los hombres existentes habían sido hechos con sus manos, y ya estaba cansado de tal tarea. Hecho lo cual enseñó a las persona a celebrar ceremonias y a ejecutar danzas sagradas. Asimismo, les enseñó a enterrar a los muertos que hubiesen perecido de forma natural, y a los muertos violentamente ordenó que se les incinerase. En cambio, los que murieron valientemente tenían derecho a acceder a un lugar situado abajo del Norte, donde comerían venados, conejos, ratones y liebres. El Norte era el punto cardinal más importante donde la tierra era fértil, y había excelentes alimentos; en cambio, el Sur contaba con una tierra infértil y al él arribaban todas las personas malvadas.
Sonia Iglesias y Cabrera