Este maravilloso juguete tan estrechamente ligado a las Posadas, llegó a México con los conquistadores españoles para subyugar a los indígenas y formar parte de nuestras tradiciones culturales populares.
Su origen no es del todo claro, ya que existen varias teorías al respecto. Una de ellas afirma que fue Marco Polo (1254-1324), ese famoso viajero veneciano, quien llevó la piñata a Italia desde la remota China, una vez cumplida su estancia en ese país. Efectivamente, los chinos de la etapa dinástica tenían la costumbre de elaborar una figura de buey, búfalo o vaca en cartón, a la que adornaban pegándole papel de colores. A esta efigie le colgaban los diversos implementos agrícolas que usaban los campesinos para trabajar la tierra. El interior del animal se llenaba con cinco clases de cereales: mijo, sorgo, arroz, cebada y trigo. La piñata se colgaba y los mandarines se encargaban de golpearla y romperla con largas varas multicolores. Una vez rota, los papeles, cartones y semillas desparramados por el suelo, se quemaban y sus cenizas eran recogidas por los participantes y guardadas como amuletos para obtener suerte y una buena cosecha. Obviamente, se trataba de un rito propiciatorio de carácter agrícola.
Cuando la piñata llegó a Italia cambio su función ritual por la lúdica y se la utilizó como parte de los festejos del primer domingo de Cuaresma, que recibió el nombre de Domingo de Piñata. En este día se forraba una olla con papeles, se la rellenaba de dulces y se la rompía con un palo. Fueron famosas las piñatas que se emplearon en Nápoles en la corte de los Borbones, pues la conseja popular nos dice que se les ponían joyas en su interior, entre otros objetos de menor valía.
De Italia la costumbre pasó a España, donde se la elaboraba en ocasión del Baile de la Piñata que tenía lugar en el tiempo de Carnaval, el cual se prolongaba hasta el primer Domingo de Cuaresma.
Otra versión, debida a la pluma de la doctora Ruth Lechuga nos afirma que:
La piñata se originó en Italia. “Pignatta” significa olla. Durante la Cuaresma se acostumbraba obsequiar a los trabajadores agrícolas una olla llena de regalos. De Italia la práctica pasó a España, donde se fijaba el primer domingo de cuaresma para “romper la olla” como solía decirse. La fiesta se denominaba “domingo de piñata“. Según noticias de este tiempo, ni en España, ni en Italia, se adornaba el recipiente. Pocos años después de la conquista, los misioneros trajeron la costumbre a la Nueva España, pero cambiaron la fecha por los días de las posadas.
Efectivamente, al llegar a México la piñata se rompía el llamado Domingo de Piñata que correspondía a la doménica siguiente al Miércoles de Ceniza. La fecha cambió a las Posadas Navideñas por razones posiblemente ideológicas, para atraer adeptos indígenas a las celebraciones litúrgicas de la Natividad del Señor; pero en un principio debió haberse seguido la costumbre española, ya que aún hoy en día, en algunos lugares de la República como en Magdalenas, Chiapas, y en Mérida, Yucatán, se sigue conservando la fecha inicial.
Existe un testimonio que sostiene que en el siglo XVII, las piñatas ya eran de uso frecuente, pues el pintor Juan Rodríguez Juárez (1675-1728), inmortalizó un rompimiento de piñata acaecido en Iztacalco, Distrito Federal, en una pintura donde pueden verse dos piñatas sostenidas por una cuerda desde la azotea de una iglesia. Dos indígenas las soportan, mientras que otros, alborozados y vendados, intentan romperla.
Fray Juan de Grijalva, conquistador y fraile español, aseguraba que la olla de la piñata representaba a Satanás; su colorido y adornos eran el anzuelo para atraer a los hombres hacia el pecado; la colación y las frutas simbolizaban los placeres pecaminosos; la persona vendada que golpeaba al juguete, encarnaba a la Fe, que es ciega; el acto de golpear a la piñata, representaba la destrucción del mismísimo Demonio; y los picos de la tradicional figura de estrella, simbolizaban los siete Pecados Capitales.
Así pues, la forma clásica de la piñata ha sido la de una estrella de siete picos, aunque según Sebastián Verti, en el siglo XIX se pusieron de moda las piñatas hechas en forma de gajos, amarrados todos en la parte de arriba con listones de colores. Estos, en un momento dado se jalaban y los dulces caían quedando al alcance de todos.
En el momento en que se va a “quebrar” la piñata, chicos y adultos suelen cantar rondas populares. Por ejemplo:
Dale, dale, dale,
No pierdas el tino,
Porque si lo pierdes
Pierdes el camino
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Dale, dale, dale,
No pierdas el tino,
Mide la distancia
Que hay en el camino
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No quiero oro
No quiero plata
Yo lo que quiero
Es romper la piñata
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Echen confites
Y canelones
Pa’ los muchachos
Que son muy tragones.
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Ándale María
No te dilates
Con la canasta
De los cacahuates.
Ándale Juana
No te dilates
Con la canasta
De los cacahuates.
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La piñata tiene caca,
Tiene caca,
Tiene caca,
Cacahuates de a montón.
Sonia Iglesias y Cabrera