La Casa Blanca se ubica en la calle de Hidalgo 43 en San Ángel, uno de los barrios más hermosos del sur de la Ciudad de México. Fue edificada en el siglo XVII por los condes de Oploca, al estilo de las casas campiranas de la época. Su portal es sencillo y bello; en la parte superior del zaguán puede verse un escudo de armas. Los condes, un poco más tarde, fundaron en ella una institución de frailes evangelizadores con destino a catequizar a los niños filipinos, por lo cual se la conoció como La Casa de los Niños de China.
Durante la intervención norteamericana de 1847, dio alberge a las tropas extranjeras; y más tarde, de 1863 a 1867, fue ocupada por las fuerzas armadas francesas, con la anuencia de su entonces propietario José del Villar y Bocanegra. Posteriormente, la casa pasó a ser una congregación de monjas. El inmueble se vendió varias veces; en 1902 era propiedad de Willam Lucien Morkil.
La leyenda de la Casa Blanca nos dice que doña Giomar, dueña de la casa, tenía un enamorado que le prometió, formalmente, matrimonio. Pero don Lope, mujeriego y casquivano, faltó a su promesa. Decepcionada y herida en lo más profundo de su femineidad, doña Giomar murió de la pena. Años después, de regreso a México, don Lope pasó por la puerta de la Casa Blanca, y oyó una voz que desde adentro le llamaba. La curiosidad le hizo acercarse a una ventana, agarrar los barrotes y tratar de ver hacia el interior. Cuando don Lope asustado quiso huir, no pudo despegar las manos de las rejas. Lamentablemente, al día siguiente fue encontrado muerto en la ventana y con las manos fuertemente apretadas a las rejas de hierro forjado. Desde el día de este hecho legendario hasta hoy, por la ventana puede verse a la luz de la Luna a doña Giomar sentada y acongojada, esperando la llegada de su amado.
Sonia Iglesias y Cabrera