El Santo Niño Milagroso de Tlaxcala (el más pequeño de los estados del México) representa una de las figuras más importantes de las tradiciones religiosas y artesanales de nuestra imaginería popular. La tradición oral nos cuenta que en los primeros años del siglo XX, un humilde artesano que vivía en la ciudad de Tlaxcala trabajaba en la talla imágenes religiosas que elaboraba en madera de ayacahuite, para ganarse la vida y poder alimentar a su esposa y prole. Pero como el artesano no era muy artista ni contaba con mucha creatividad, las imágenes que tallaba no eran de buena calidad, sino bastantes toscas, y un tanto cuanto ingenuas.
La familia del artesano se encargaba de vender la producción recorriendo a pie las calles de la ciudad de Tlaxcala. Un día del mes de junio de 1913, en su recorrido diario los vendedores pasaron delante de la casa de la familia Anzures, de buenos recursos y pudiente. Al oír los pregones, la señora Anzures salió a la calle y les compró una escultura del Niño Jesús, aun cuando no le hacía mucha falta, pues tan sólo trataba de ayudar a la esposa y los hijos del artesano. Sin embargo, Concepción, Conchita como se la llamaba de cariño, la más dulce y bonita de las hijas de los Anzures, quedó fascinada con la imagen del Niño Jesús. Le gustó tanto que enseguida la tomó en sus brazos, y le otorgó su eterna devoción.
Cuando llegó el 23 de diciembre, Conchita colocó al Santo Niñito en el pesebre del “nacimiento”, como es costumbres entre los católicos de México. Tiempo después, el día 2 de febrero dedicado a la Virgen de la Candelaria y a la festividad de la Presentación del Señor, día ritual en que se “viste” al Niño Dios, y se le levanta del belén para arrullarlo y llevarlo a bendecir a la iglesia, la familia Anzures atavió a la imagen con un hermoso ropón de color azul celeste, y gorrito y zapatitos a juego tejidos con estambre. Conchita fue la encargada de “levantarlo”.
En el momento en que realizaba tal acción, sintió que el Niño se movía en sus brazos. Aunque la muchacha pensó que todo era producto de su imaginación, lo comentó a las personas invitadas a la celebración de la “tamalada” que se encontraban con ella y su familia. Intrigados todos los participantes se acercaron a mirar a la imagen y, efectivamente, se dieron cuenta de que se movía ligeramente. Ante tan maravilloso acontecimiento, se pusieron a rezar novenarios y le dedicaron triduos (celebraciones religiosas que duran tres días) al Niño Jesús.
Como es de suponer, tal milagro fue conocido por la población. La fama del Niño prodigioso se extendió por la ciudad, por lo que todos los días llegaban a la casa de los Anzures devotos a pedirle favores al dios o a agradecerle los recibidos. Ante esta circunstancia, la familia decidió donar la imagen a la iglesia para que el Santo Niño Milagroso tuviera un lugar adecuado donde fuera adorado. El obispo de Tlaxcala, el 26 de febrero de 1914 envío una carta al cura de la iglesia para que pusiera la imagen del Niño en un nicho cerrado bajo llave, el cual no debía abrirse sin una orden expresa del obispo en cuestión.
La Parroquia que albergó la imagen fue construida en el siglo XVI. Su fachada corresponde al estilo Barroco Palafoxiano; su interior es Neoclásico del XIX. Cuenta con una capilla barroca donde se encuentra una imagen de la Virgen de Guadalupe trabajada con trozos de conchas marinas. En otra capilla, también de estilo barroco, se puede ver al Santo Niño Milagroso, protector de los niños recién nacidos, los no natos, y las mujeres embarazadas con problemas de alto riesgo.
El Santo Niño Milagrosos de Tlaxcala llevó al cabo numerosos milagros. Por ejemplo, el 28 de febrero de 1934, una mujer fue herida de gravedad por una pistola, lo cual le provocó una severa hemorragia interna. Su casa estaba en un poblado donde no había médico ni nadie que pudiera auxiliarla. Sus hijos, enloquecidos de angustia, lloraban y rezaban al Niño Milagroso. Uno de sus hijos decidió ir a la ciudad de Tlaxcala, para buscar un médico que pudiese salvarle la vida. Encontró a un doctor que acudió prestamente a la casa de la mujer herida. Al revisarla, el médico comunicó al angustiado esposo que no había nada que hacer, la muerte era inminente. Pero la familia no perdió la fe. Esposo e hijos se pusieron a rezar y a rogarle al Niño Milagroso que la salvara. Cuatro días después, la mujer estaba completamente restablecida. Al otro día, la familia en pleno acudió a la iglesia para dar gracias al Niño por tan maravilloso milagro.
Otro milagro que se le atribuye se produjo cuando una señora que estaba muy enferma de paperas acudió al templo de San José, y le pidió al cura que le pasara la imagen sobre las partes inflamadas. El padre aceptó y, poco después, la mujer se curó del mal que la aquejaba.
La fiesta del Santo Niño Milagroso de Tlaxcala se celebra el 14 de febrero. Los fieles acuden a la Parroquia de San José a rezar, adorarlo, llevarle flores, dulces y juguetitos para que se divierta y siga ayudando a los sufridos mortales.
Una de las oraciones del Niño Milagroso es la siguiente:
Niño Divino, Niño Milagroso, sé siempre mi amparo, cuida mi camino;
Tú que los presos sacas de dura prisión,
Haz que sea preso, dame tu protección; cúrame niñito;
Si me sucediera una desgracia o algo me llegara a pasar,
¡Oh, Niño Milagroso! Tú me has de salvar.
Un enfermo grave pronto sana.
De ti me despido, Niño Adorado; todos mis apuros dejo a tu cuidado.
AMÉN.
Sonia Iglesias y Cabrera