Xochitónatl, Flor de Alma, fue una criatura de la mitológica mexica que tenía forma de lagarto. Vivía sumergida en la laguna llamada Apanohuayan, “el lugar donde se tiene que cruzar el agua”, por donde necesariamente pasaban las almas de los muertos para poder acceder al Mictlan, el Inframundo, durante los cuatro años de arduo camino que duraba el viaje, sorteando lugares de increíble dificultad y dolor. Su tarea consistía en impedir que las dolientes almas pasaran las oscuras aguas.
Los Quinametzin, criaturas gigantescas creadas durante la etapa creadora del Sol de Lluvia, estaban sometidos al mandato de su patrono Tláloc, el dios del agua. Tláloc estuvo encargado de ser el Sol que alumbró dicha tercera época cosmogónica, la cual llegó a su término cuando Quetzalcóatl, con su gran poder y astucia, descargó una fulminante lluvia de fuego en la cual perecieron quemados todos los pobres quinametzin, a quienes de nada sirvió su enorme tamaño.
Cipactli era voraz, primitivo y monstruoso. Su cuerpo era mitad cocodrilo y mitad pez. Era tan hambriento que en cada una de las dieciocho partes de su cuerpo tenía una boca para devorar. Con el fin de atrapar a esta criatura maligna y famélica, Tezcatlipoca utilizó como cebo uno de sus pies, el cual perdió, por supuesto. Corresponde al nombre de Cipactli dar inicio al Tonalpohualli, el calendario ritual, ya que se trata de la representación más primitiva de la tierra, de la materia pura flotando en el espacio. Cipactli encarna al único ser viviente en el inicio de los tiempos, cuando nada existía aún, y a quien Quetzalcóatl matara para poder crear la Tierra con su largo cuerpo.
Xiuhcóatl, Serpiente de Turquesa, bella y brillante como el Sol, fue el arma que empuñó el dios de la guerra, Huitzilopochtli, para matar a sus cuatrocientos hermanos y a su mala hermana de nombre Coyolxauhqui, cuando la diosa lunar instigó para dar muerte a su madre, Coatlicue, acusándola de inmoral.
Xelhua, el gigante que construyó en Cholula, en el Tlachihualtépetl, el “cerro hecho de tierra”, una pirámide. Xelhua se salvó del terrible diluvio que azotara la Tierra, escondiéndose en las grutas de la montaña de Tláloc, junto con siete de sus hermanos. Otros gigantes no tuvieron la misma suerte y quedaron convertidos en peces. Una vez recuperado del susto, Xelhua se dirigió a Cholula y con adobes que fabricó en Tlalmanalco, llevados desde tan lejos por medio de una fila de hombres que se los pasaban de mano en mano, construyó la enorme pirámide como tributo a la montaña en que se salvó de las terribles aguas. Como la montaña crecía y crecía y ya llegaba al Cielo, Tonacatecuhtli, el padre de todos los dioses, enojado por tal invasión de los espacios celestiales, lanzó fuego sagrado y con una piedra en forma de sapo mató a muchos de los constructores de la pirámide.
Sonia Iglesias y Cabrera