Los tres días restantes de la Semana Santa reciben el nombre de Triudo Sacro. El Jueves Santo nos cuentan los Sagrados Evangelios que Cristo cenó acompañado de sus doce discípulos, hecho que conocemos como la Última Cena. Consistía ésta en un cordero macho asado, absolutamente sin ningún hueso roto, pan ázimo y una ensalada de amargas hierbas; tal como lo ordenaba el Éxodo en su capítulo XII, para conmemorar el día de la Pascua Judía, en memoria del cordero que los judíos, esclavizados por el faraón egipcio, sacrificaron en sus casas, y con cuya sangre marcaron sus puertas, para preservarse de la matanza; pues Jehová, enojado por el trato de esclavos que se daba a su pueblo, había mandado al Ángel de Dios a exterminar a todos los primogénitos de las familias judías.
Al termina de cenar, Jesús lavó los pies de casa uno de sus apóstoles como símbolo de su sagrada humildad. Cumplida su tarea, tomó de la mesa un trozo de pan, rezó, lo bendijo lo distribuyó en pedacitos entre sus discípulos, mientras decía: –¡Tomad y comer, éste es mi cuerpo! Poco después cogió el cáliz de plata que contenía el vino, oró, lo bendijo y exclamó: -¡Bebed todos de él, que ésta es mi sangre. Haced esto en memoria de mí! En ese momento quedó instituido el sacramento de la Sagrada Eucaristía, que siguió celebrándose como parte del ritual de Semana Santa, al igual que el lavatorio de pies. Este día, los feligreses realizan la famosa “visita a las siete casas”. En cada una de las iglesias rezan una “estación” o un “viacrucis” entero. Este peregrinaje simboliza los lugares por donde transitó Cristo cuando fue apresado.
El Viernes Santo Jesús, en el Huerto de Getsemaní del Monte de los Olivos, rezó aguardando a ser capturado por los soldados romanos, a consecuencia de la traición de Judas Iscariote, y Jesús fue sentenciado a morir en la cruz en el Monte Calvario o Gólgota.
Así pues, el Viernes Santo se celebra la Pasión y Muerte de Cristo. Es un día de ayuno y de abstinencia. Los oficiantes de la iglesia se visten de negro, el altar se vacía, y las velas se apagan como señal de luto, porque Cristo murió hace dos mil años.
Este día, en muchos pueblos de México y en la ciudad capital se representa la Pasión de Cristo como parte de las expresiones del teatro popular religioso, cuyo origen se remonta a los tiempos en que los frailes evangelizadores se dieron a la tarea de implantar el teatro religioso medieval, como parte de sus instrumentos evangelizadores. Fue entonces cuando organizaron la representación de “pasos”, forma teatral de corta duración, de tres o cuatro personajes que se escenificaba el día del Santo Entierro, y se acompañaba de música y danza. El primero de estos pasos escenificado en suelo conquistado, se llamó El Auto de la Pasión de Cuernavaca, presentado entre los años de 1525 y 1540. A finales del siglo XVI, fray Francisco de Gamboa, todos los viernes de Cuaresma representaba, en la Capilla de San José de los Naturales de la Ciudad de México, Pasos de la Pasión que organizaba la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, donde los actores no hablaban. En la mencionada Capilla, fray Juan de Torquemada escenificó los famosos neixcuitilli, escenas mudas ejemplares sobre el Calvario del Señor. Hacia 1583, se tienen noticias de la representación de la Pasión en Chalco Amecameca, organizada por frailes dominicos. Asimismo, en el Pueblo de Coyoacán se presentaba una obra todos los viernes santos. En el siglo XVIII, se escribió en lengua náhuatl La Pasión del Domingo de Ramos que se escenificaba en Tepalcingo, Morelos, organizada por la Cofradía de Jesús Nazareno e integrada por españoles e indígenas, obra desaparecida a mediados del siglo XIX. Su contenido está basado en los Evangelios bíblicos, en los apócrifos y en la inventiva popular.
En Axiopan, Morelos, se presentó a mediados del siglo XVIII, la Pasión según San Mateo, cuyo manuscrito se encuentra, actualmente, en el Archivo Histórico del Museo Nacional de Antropología e Historia. Esta obra incluía cuarenta personajes en escena. En la antigua provincia de Chimalhuacán-Chalco que comprendía Tlalmanalco, Amecameca, Ozumba, Chimalhuacán, Chalco, Cuautla, Yautepec, Yecapixtla, Xochitlan, Tepoztlán, Huexotzingo y Tepalcingo, se escenificaba lo que conocemos como el Ciclo de la Pasión de Tlalmanalco-Amecameca, obras escritas en náhuatl y castellano. En 1768, su representación fue prohibida, pues el dominico fray Antonio Victoria, Comisario del Santo Oficio, aseguraba que las representaciones eran irrespetuosas, ya que Cristo salía semidesnudo y Judas hacía puras payasadas. Las obras de este ciclo fueron escritas y dirigidas por frailes franciscanos, dominicos y agustinos.
Actualmente, las representaciones de la Pasión siguen escenificándose en muchos de los estados de la República tales como Campeche, Chiapas y San Luis Potosí, destacando por su número y belleza las del Estado de México, Distrito Federal, Guerrero, Hidalgo, Michoacán, Morelos, Puebla y Querétaro.
El Sábado Santo es el día en que se sepultó a Cristo. Cuando murió, uno de sus discípulos llamado José de Arimatea, se presentó ante Pilatos para solicitarle el cuerpo del Señor. Junto con su amigo Nicodemo, embalsamó y perfumó el cadáver, y lo envolvió en una sábana, para sepultarlo en una pequeña gruta que tapó con una losa. Ese mismo día, Jesús bajó al Infierno y sacó a las almas de los santos que quién sabe porqué se encontraban ahí atrapadas
Anteriormente, se le conocía como Sábado de Gloria, por conmemorarse la resurrección de Cristo. Pero en 1962, el Concilio Vaticano II convocado por el Papa Juan XXIII, dispuso que la ceremonia conmemorativa se realizase no por la mañana como antaño, sino a la medianoche. Este día, en muchos estados y en la Ciudad de México, se realiza la tradicional “quema de Judas”, y, en las zonas más populares es costumbre mojar a las personas con cubetadas de agua, como símbolo de buena suerte y bendición, y jalarles el pelo o darles de “cocos” a los niños, para que crezcan saludables. Es entonces cuando aparecen apostados en las esquinas los vendedores de judas de cartón y matracas de colorida madera.
El Domingo de Pascua, Cristo resucitó en la madrugada. Pasados cuarenta días, se les presentó a sus apóstoles y todos se fueron al Monte de los Olivos donde los bendijo; hecho lo cual subió al Cielo en medio de una maravillosa nube. Mientras tanto, un ángel bajó de las alturas y les dijo:- ¡Qué esperáis creyentes galileos, Jesucristo no volverá a la tierra hasta que, con esta misma majestad, venga a juzgar a todos los hombres!
Sonia Iglesias y Cabrera