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Guanajuato

La princesa de la Bufa

Leyenda de Guanajuato

Dícese que en el pintoresco y bello picacho del cerro de la Bufa alienta una princesa encantada de rara hermosura, que en la mañana de cada uno de los jueves festivos del año, sale al encuentro del caminante varón, pidiéndole que la conduzca en brazos hasta el altar mayor de la que hoy es la Basílica de Guanajuato, y que al llegar a ese sitio volverá a renacer la ciudad encantada, toda de plata, que fue esta capital hace muchos años, y que ella, la joven del hechizo, recobrará su condición humana.

Pero para romper este encantamiento hay condiciones precisas, tales como que el viajero, fascinado por la belleza de la joven que le llama, tenga la fuerza de voluntad suficiente para soportar varias pruebas: que al llevarla en sus brazos camine hacia adelante sin turbación y sin volver el rostro, no obstante escuche voces que le llamen y otros ruidos extraños que se produzcan a su espalda.

Si el elegido pierde la serenidad y voltea hacia atrás, entonces la bella muchacha se convierte en horrible serpiente y todo termina ahí.

La oferta es tentadora: una lindísima muchacha y una fortuna inacabable, pero, ¿quién es el galán con temple de acero que puede realizar esta hazaña?

Por lo visto las condiciones son precarias, pues Guanajuato, el Estado que hoy conocemos, tiene más de cuatro siglos de vida y no ha habido quien cumpla los requisitos para deshacer el hechizo.

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Leyendas Urbanas del Mundo

Tráfico de órganos

Leyendas Urbanas 

Desde al menos comienzos de los años 90 circula en múltiples versiones una leyenda urbana cuyo tema es el robo de órganos. En su versión más común, su protagonista es una persona que se despierta en la habitación de un hotel, en una bañera llena de hielo. Comprende que alguien le ha drogado, y encuentra una nota en la que se la informa de que se le ha extraído algún órgano (por ejemplo, los riñones o el hígado) y se le aconseja que llame al servicio de urgencias para que vengan a buscarlo.

El folclorista estadounidense Jan Harold Brunvand, especialista en leyendas urbanas, afirma en su libro The Baby Train que escuchó por primera vez la leyenda en 1991. En las primeras versiones que circularon, unos amigos descubrían a la víctima tendida en la cama ensangrentada de un hotel o en el suelo de una habitación, o apoyada en la pared de un edificio. Sólo al acudir a urgencias averiguaban la verdad. Hacia 1995, la historia mutó: la víctima despertaba sola en una bañera llena de hielo, con una nota de sus verdugos: «si quieres vivir, llama al 911» (teléfono de Urgencias). La víctima era ahora un hombre de negocios, y el lugar de los hechos solía ser Las Vegas. En 1997, la historia se difundió a traves de la Red con una cadena de correos electrónicos. La localización cambió a Nueva Orleans y Houston, entre otras ciudades. El rumor cobró tanta fuerza que el 30 de enero de 1997 el Departamento de Policía de Nueva Orleans tuvo que lanzar una página web para desmentirlo.

En España, las versiones que circulan suelen tener como protagonista a un adolescente que realiza un viaje de estudios a Estados Unidos. En algún garito, liga con una mujer fascinante y se separa de sus amigos. Tras una noche de excesos, despierta al día siguiente en una bañera llena de hielo. Sus compañeros y profesores lo llevan al hospital, donde descubren que le han extirpado un riñón.

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Guanajuato

La plazuela de Carcamanes

– leyenda de los Carcamanes –

Hace más de siglo y medio que viniero a establecerse a esta ciudad dos hermanos extranjeros procedentes de Europa, según se decía por entonces.

Su apellido Karkaman fue degenerado en "Los Carcamanes" para referirse a ambos.

Su opcupación de comerciante, pronto los hizo muy populares. La casa en que vivieron, aún puede verse al fondo, a la izquierda, de la que se llama Plazuela de San José, por su proximidad al Templo de este nombre. Es una casa de tres pisos, de la cual los hermanos ocuparon el entresuelo.

La vida transcurría tranquila y bonancible para los hermanos, pero un mal día, al amanecer la mañana del 2 de junio de 1803, ocurrió como reguero de pólvora la noticia de que los vecinos habían encontrado los cuerpos yertos de los hermanos " Carcamanes".

Y cuentan cuando entraron a la casa que se hallaba abierta, el cuadro que se ofrecía a su vista era horrible, trágico y espeluznante.

Un doble asesinato para robarlos, fue la primera hipótesis que se formo en torno a su inesperada muerte.

Sin embargo, la realidad fue otra.

Una joven también bella como frívola que allí vivía, fue hallada también con una tremenda herida en medio del corazón esa misma mañana del 2 de junio.

El lector podrá dilucidar que la frívola doncella sostenía relaciones amorosas con los hermanos, Arturo y Nicolás. El primero, poseído de profunda cólera, esperó a que llegara el segundo y, como acontece en esos casos, ni el parentesco ni la vida en común a través de los años fueron obstáculo para que ocurriera la terrible tragedia.

En ciega e iracunda pelea se trabaron los "Carcamanes", de la cual quedo tendido Nicolás, Arturo a pesar de hallarse muy mal herido, apoyándose en la pared con las manos ensangrentadas llegó hasta donde vivía la infiel y en su propio lecho la asesinó, volviéndose luego a su casa, donde se suicidó con la misma arma homicida.

Cuando las autoridades intervinieron y se corrieron los trámites de rigor, el cuerpo de Nicolás fue inhumado en el que es templo de San Francisco, y Arturo en el Panteón de San Sebastián.

Y cuenta la leyenda que por, ese rumbo de San José, a la casa hacen el recorrido, apenas cae la noche, hasta la madrugada lamentando su suerte y llorando su castigo.

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Leyendas Urbanas de Terror

La carta misteriosa

Un día una mujer estaba caminando por la calle como cualquier día normal, en eso pasó en frente de una gitana, la gitana la vio con unos ojos de preocupación y la abordó enseguida diciéndole señora venga esta misma noche aquí mismo que tengo que decirle algo muy importante… la mujer extrañada no le dio importancia y siguió su camino…

Esa misma noche la mujer inquieta pensó en lo que le había dicho la gitana pero no fue a su encuentro. Al día siguiente la mujer volvió a pasar por el mismo lugar en donde se encontraba el día anterior la gitana, pero esta ya no estaba ahí, así que la mujer tocó la puerta que se encontraba en la misma calle donde estaba la gitana y le abrió una anciana, la mujer preguntó por la gitana a lo cual la anciana respondió que la gitana la estaba esperando la noche anterior pero como no vino le dejó encargada una carta escrita la noche anterior por a la anciana para que se la diese a la mujer a la brevedad posible… la mujer recibió la carta pero no la abrió diciendo: "Mejor la abro en mi casa"… una cuadra antes de llegar a su casa, la mujer muere atropellada por un camión… y los policías que llegaron a la escena del accidente encontraron la carta la abrieron y esta decía: "Estimada señora esta carta es para advertirle que el día de mañana no salga usted de su casa para nada, ya que ese día usted morirá atropellada por un camión"

Por Minoku

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Leyenda de la calle del truco

– leyenda del Truco –

Según se dice, el nombre de esta calle viene de esa palabra que significa ardid o artimaña, trampa en el juego aún cuando también puede ser corrupción de la voz "trueque", que significa cambio o permuta.

La gente que vive por allí asegura que una sobra de varón, vestido a la usanza, con larga capa, sombrero de ancha ala calado hasta las cejas, de modo que sólo deja de ver dos chispas a manera ojos sobre el rostro pálido y desencajado, se desliza apresurado a lo largo de esta calle cuando el silencio y las sombras de la noche son completas

Es la sombra de Don Ernesto, que sigiloso se detiene delante de una puerta.

Llama tres veces. Se oye un chirrido de ultratumba. Entra el caballero. Es la Casa de Juego, a la que sólo van los más ricos. Se juega en grande, Primero las bolsas repletas de oro, después las fincas, luego las haciendas. Es mal día para don Ernesto. Ha perdido tres o cuatro de sus mejores propiedades. Está nervioso como nunca. La Fortuna le ha dado las espaldas. Hace un recuento en la mente y advierte que lo ha perdido todo.

"No todo, amigo, aún queda algo de valor".
-"¡ El diablo lo supiera! ¿Qué es?"
-" Y va en una jugada por cuanto habéis perdido, en el primer albur" – agrega la primera voz.
Don Ernesto, fuera de sí exclama:
-"¿ A qué os referís? ¡Decidlo de una vez!- y hace él además de incorporarse.
¡"Calma, calma!" –Agrega el contrincante.
"¡ Que tenga vuestra madre!
– grita de nuevo el desafortunado caballero
Su adversario se inclina sobre la mesa para musitar unas palabras al oído de don Ernesto…
-"¡No por Dios! ¡Ella no! –Grita el perdidoso en el colmo de la exaltación.
-" Resolveos, así podréis recuperar vuestras riquezas"…
Transcurre unos instantes de lucha en el interior del sombró jugador, y al fin exclama
-"¡Sea pues! ¡A la carta mayor!"
Su amigo, parsimoniosamente, coloca sobre la mesa dos cartas; una sota de oros y un seis de espadas…
-"¡ A la sota !" – Grita don Ernesto temblando de emoción.
Se deslizan los naipes fatídicos… siete de bastos, tres de oros, caballo de copas y al fin aparece la carta maldita, el seis.
-"Perdéis nuevamente".
El caballero queda mudo, sin moverse, como desplomado sobre sí mismo.
Ha jugado a su bella esposa. Es hombre de palabra y tiene que cumplir.
Esa vez su adversario fue el propio diablo, por eso don Ernesto no vio una sola jugada…
Es la Calle del Truco.

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Leyendas Urbanas de Terror

Mary Ann

Todo empezó en Tetbury, una pequeña localidad de la campiña inglesa, situada a unos cuarenta minutos de Oxford. Hacía muchos años, en aquella localidad había vivido una chica guapísima llamada Mary Ann Sawford. Su dorada melena rubia, su cuerpo escultural y un rostro de facciones perfectas la convertían siempre en el centro de atención, y con una sola mirada de sus preciosos ojos azules todos los chicos del pueblo caían rendidos a sus pies.

Pese a su belleza, Mary Ann no era un ángel. Su soberbia y su arrogancia no tenían límites, y pensaba que por ser tan hermosa era superior al resto del mundo. esto hizo que con el tiempo la envidia que sentían las chicas del pueblo por ella se convirtiera en un odio profundo.

A Mary Ann le gustaba meterse especialmente con una chica jorobada de nombre Elizabeth, que tuvo que aguantar sus insultos constantes durante muchos años. Un día, Mary Ann se superó a si misma y humilló a Elizabeth delante de Robert, el chico a quien Elizabeth amaba.

Tres días más tarde, Elizabeth fue colérica a buscar a Mary Ann, y cuando la encontró le arrojó aceite hirviendo a la cara en venganza. Mary Ann logró sobrevivir al ataque, pero pagó un precio muy alto. Su cara angelical había quedado brutalmente desfigurada, tenía quemaduras en el pecho y el cuello, y había perdido parte de su reluciente melena.

Cuentan que la primera vez que Mary Ann vió su nuevo aspecto se pasó toda la noche gritando, y que sus alaridos desgarradores resonaron por todo Tetbury. Tras lo sucedido, Mary Ann no volvió a ser la misma.

Pasaba los días enteros encerrada en su casa, sin permitir visitas. Tapó todos sus espejos con viejas sábanas para evitar verse reflejada en ellos, y se pasaba largas horas peinándose el poco pelo que le quedaba, mientras, se repetía una y otra vez que ella era la chica más guapa del pueblo. Con el tiempo Mary Ann fue enloqueciendo y un día, incapaz de soportarlo más destapó uno de sus espejos y al verse reflejada en él lo rompió en pedazos y uso uno de los cachos de cristal para cortarse las venas.

Días más tarde encontraron su cuerpo desangrado encima de los restos del espejo, y la enterraron en el cementerio del pueblo, nadie acudió al funeral.

Transcurridos unos años desde su muerte empezaron a correr extraños rumores por Tetbury. se decía que el espíritu de Mary Ann no había abandonado este mundo, y que aún se podía contactar con ella si se la invocaba.

Cuentan que para hacerlo, debes estar solo en tu casa y esperar a que se haga de noche. entonces tienes que escribir el nombre de Mary Ann en un espejo, y acostarte. a la mañana siguiente ese espejo estará roto, y tu reflejo habrá desaparecido para siempre y en su lugar,aparecerá el rostro desfigurado de Mary Ann, observando cada movimiento que haces mientras se peina con delicadeza su raída melena.

Al principio pensarás que son alucinaciones pasajeras, pero poco a poco empezarás a verla en todas partes, en el cristal de la ducha, en el reflejo de las ventanas, en el monitor del ordenador, hasta en sueños… la espantosa cara de Mary Ann te acosará como una sombra inseparable, y si se lo cuentas a alguien pensarás que te has vuelto loco.

La medicación no podrá ayudarte, y tu vida irá empeorando hasta que llegué un día y harto de ver su horrenda cara, rompas uno de los espejos en los que se refleja.

Ese día, morirás….

 

Por Melissa

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El usurero del baratillo

– Leyenda del Baratillo –

En la Plaza del Baratillo fue muy conocido. Allí vivió todavía en tiempos de la Revolución de 1910. Dos o tres veces al día, cuando el hambre lo acosaba materialmente clavando sus aguijones en las paredes del estomago bajaba la escalera de su casa. Sólo así se habría el pesado zaguán, hermético por el resto de las 24 horas del día. Rápidamente cambiaba unos centavos por atole y tamales o bien por nopales y tortillas, según la hora, y sin cruzar palabra con nadie, volvía otra vez a su encierro.
La gran puerta de madera dejaba oír el crujido de sus goznes herrumbrosos, para continuar irremediablemente cerrada. Era el usurero del Baratillo, como dio en llamarle la gente del pueblo.

Hombre enjuto, de mirada extraviada, blanco, estatura regular, bigote y piocha que dejaban ver evidentemente un rostro sin afeitarse. Vestía pantalón negro y camisa que se suponía blanca en otros tiempos. Este hombre eran tan rico, que por haber acumulado tan inmensa cantidad de monedas de oro perdió la razón. Del ropero y del arcón donde guardaba su caudal, llevaba las talegas a su casa y allí las depositaba. Ese ruido tan peculiar era toda su obsesión…Dicen que ese tesoro provenía del montepío que tuvo en su propia casa por muchos años y por prestar con muy altos intereses.

Fue también proverbial que la gente atribuyera al sombrío prestamista esta frase: "peso que no deje diez, para qué es." Prestaba su dinero en oro y ponía como condición que se le devolviera en oro. Una ocasión tropezó con un hombre demasiado listo, quien logró sacarle a plazo corto como dos mil pesos con el 25 por ciento, pagaderos en ocho días, pero que lejos de liquidarle, huyó llevándose el dinero. Fue esta la causa definitiva de su locura. Desde ese día para el usurero no hubo más obsesión que contar su dinero y chapotear con sus manos repletas de monedas, que dejaba escurrir para escuchar cómo sonaba al golpear unas con otras.

Los vecinos lo ven casi todas las noches, y las familias que han vivido en esa casa oyen sus pasos en las escaleras que suben o bajan, y por las noches oyen también en tintineo de las monedas. Es el usurero del Baratillo que cuenta su tesoro, tesoro que, como hasta ahora nadie lo ha encontrado, se asegura que sigue escondido en varios sitios de la casa, pues en medio de su gran avaricia pensaba que de ese modo jamás podrían encontrarlo.

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Leyendas Urbanas del Mundo

La muchacha de la curva

 Leyenda urbana

Lugar: Navalmoral de la Mata 

Una noche iban en un coche una muchacha y su familia por una carretera de la Vera. Cuando llegaron a una curva muy cerrada y peligrosa se estrellaron, y la muchacha y su familia (padre, madre y hermana) desaparecieron. Sus familiares no volvieron a saber nada de ellos.
 
En la actualidad cada cierto tiempo (probablemente cada año, en el mismo día y a la misma hora) la muchacha hace autostop a los camioneros que pasan por allí y el propio camionero la recoge.
 
El camionero le pregunta por qué está haciendo autostop una muchacha tan joven. Ella le dice que tenga cuidado en la curva, que se va a matar. Entonces, la muchacha desaparece y el camionero se mata en la misma curva donde desapareció ella.
 
Hoy en día, la muchacha todavía sigue apareciéndose por la noche a los camioneros que pasan por allí. Todavía no se sabe con exactitud cómo y cuándo se aparece.
Por Alicia Barroso, 21 años, La Vera (Cáceres)
Nombre del recopilador: Raúl Barroso Curiel.
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Leyendas Mexicanas Prehispanicas

El callejón del diablo

Leyenda Maya

    Hasta hace algunos años existía, a corta distancia de lo que hoy es el centro de la ciudad, una estrecha  callejuela conocida con el nombre de Callejón del Diablo. La citada vía, que empezaba en el descampado de San Martín y desembocaba en la Zanja, consistía en un pasadizo sombrío bordeado de árboles frondosos y atravesaba un paraje solitario en el que, a modo de vivienda, se descubría una casucha paupérrima habitada por un tísico. Como se comprende, ya sea por el enfermo, por el nombre del callejón o quizá por su lobreguez, el hecho es que poca gente se aventuraba de día por esa ruta; y quien la utilizaba, procuraba salvar su recorrido apresuradamente. Naturalmente, de noche únicamente los temerarios se atrevían a cruzar la tal callejuela; teniendo para ello que valerse de todos sus sentidos, pues después del ocaso reinaba allí una profunda obscuridad.

    Y viene el cuento. En cierta ocasión, uno de aquellos bravos que son capaces de tragarse el propio diablo volvía a casa, luego de una sabrosa plática con sus compañeros de la ritual tertulia nocturna. Se internó en el callejón y, hallándose casi a mitad del camino, acertó a vislumbrar una figura que se apoyaba en el tronco de uno de los árboles mencionados. Tuvo un ligero sobresalto, per inmediatamente se recuperó y mustió para sus adentros: -¿Con que forajidos a mí, eh? ¡Ahora verás!-. Y empuñando las manos, se dirigió resueltamente hace el sujeto. Ya se encontraba a unos metros del individuo cuando, de pronto, se iluminó la escena y surgió ante los ojos del valiente un ser horrendo que reía malignamente. El noctámbulo sintió que la tierra se hundía bajo sus plantas; pero, acicateado por su instinto de conservación, en lugar de desmayarse se puso pies en polvorosa, logrando así evadirse de una segura desgracia.

    La noticia de que el callejón de marras se aparecía el demonio cundió entre la población y, a consecuencia del incidente ocurrido al trasnochador de la historia, se propaló que otras personas ya habían sido asustadas por el monstruoso espectro. Y, si regularmente el callejón  era escasamente transitado en las noches, al comprobarse que Lucifer se había establecido en él, ya nadie osaba ni por equivocación usar este camino después de ocultarse el sol.

    Y, como sucede siempre que se trata de las calamidades públicas, alguien ducho en cuestiones diabólicas aconsejó que, para evitar que el diablo comenzara a incursionar fuera de su reducto y se abatiese sobre la comunidad quién sabe con qué malditos fines, se depositaran diariamente bajo el árbol infernal algunas ofrendas, de preferencia joyas y monedas de oro. Y así se hizo. Lo curioso del caso es que los supersticiosos que todas las mañanas iban a dejar obsequios a Satán, observaban que los del día anterior se habían esfumado, lo que les afirmaba en su convicción de que el diablo se complacía con los regalos que el pueblo le brindaba.

    Pero el misterio llegó a oídos de dos fornidos pescadores sanfrancisqueños, que ya se las habían visto en sus correrías marinas hasta con basiliscos, de manera que estaban curados de espanto. Y dialogaron así los lobos de mar: -¿Qué te parece lo del diablo de San Martín?
    -A mi me parece que hay gato encerrado, y que el diablo ése tiene costumbres de ratero. Y tengo para mí que, como buenos hijos de Dios, si hay algo que no debemos permitir es el robo a sus ovejas, aunque el ladrón sea el mismo Belcebú
    -¿Crees que podamos hacer algo?-, preguntó el primero; -Sospecho que sí-, contestó filosóficamente el interpelado.

    Esa vez, al filo de la medianoche, dos siluetas penetraron resueltamente en el pavoroso callejón. Y, como es de rigor, el presunto diablo esperaba pacientemente apoyado en su árbol para infundir el terror del más allá al desprevenido transeúnte que se arriesgase a ingresar en aquellos dominios del infierno. Ya estaba el padre de las tinieblas listo para encender su cartucho de azufre y mostrarse a los que se aproximaban cuando súbitamente, a la luz de una antorcha nacida de la nada, vio emerger la imagen peluda, armada de negros cuernos y larga cola, del auténtico Satanás. No se reponía todavía de la sorpresa cuando experimento en las posaderas la mordedura de un fuego que le quemaba las entrañas, y que no era más que un tizón al rojo vivo que diestramente acababa de aplicarle en esa región uno de los pescadores; pues ya supondrá el lector que los sanfrancisqueños eran los autores del contraataque diabluno. Presa de un pánico indescriptible, el cavernícola sólo atinó a decir: -¡Jesús, el diablo quiere llevarme!-; y, profiriendo aullidos demoníacos, emprendió velocísima carrera, comparados con la cual los récords olímpicos no son sino juegos de niños.

    A la noche siguiente, los pescadores se apostaron en el callejón, y, aunque montaron guardia hasta el alba, el diablo no apareció por ningún lado. Sin embargo, al poco tiempo de la vergonzosa retirada del adversario, se averiguó que un prominente personaje de la localidad se debatía entre la vida y la muerte a causa de una extraña y repentina enfermedad que, en forma de llagas, se le manifestó en los glúteos, aparentemente producidas por quemaduras profundas. El individuo sanó porque, según opinión del vulgo, se arrepintió de sus culpas y donó a una institución par pobres un lote de joyas, entre las cuales muchos creyeron reconocer las que ofrecieron al diablo junto al árbol.

    Así fue ahuyentado el Angel Malo de su madriguera de San Martín. Y solamente quedó como recuerdo de los sucesos acaecidos el sugestivo nombre de Callejón del Diablo con que se designó durante largos años al siniestro recoveco antes de que, con el avance de la urbanización, desapareciera definitivamente de la red de vías pintorescas de la ciudad.
     
     

    Fuente: Libro LEYENDAS APOCRIFAS
                Folklore Campechano
                Autor: Guillermo González Galera
                Editado por el Depto. de Difusión Cultural de la Universidad Autónoma del Sudeste
                Septiembre de 1977

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La capilla enterrada

Esto sucedio hase muchos anos cuando en un cerro habia una capilla.