Categorías
Leyendas Cortas Leyendas de Terror Tabasco

El Látigo

Tabasco es un estado de la República Mexicana que se encuentra en la región sureste del país. Fue fundado el 7 de febrero de 1824 y su capital es Villahermosa. El nombre de Tabasco proviene de Tabscoob, como se llamaba el cacique indígena que gobernaba la región cuando arribaron los conquistadores españoles en 1518.

Este bello estado, como todos los estados que conforman nuestro país, cuenta con una rica tradición oral. Entre sus mitos, cuentos y demás expresiones del folklore, existe una leyenda que se ha trasmitido de boca en boca.

Dicha leyenda nos narra que hace ya muchos años, en la Plazuela de la Concepción, en una hermosa casa de piedra, vivía una mujer a la que se conocía con el nombre de doña Beltrana. Se trataba de una mujer robusta, buena y muy piadosa, que cuidaba mucho de su reputación y del qué dirán. Acudía a misa todos los días y destacaba por ser devota.

El Látigo que se convirtió en serpiente

Doña Beltrana tenía una hija, María Violeta, que pudiera decirse que era todo lo contrario de su madre: veleidosa, grosera, impía y, sobre todo, ligera de cascos. Le gustaban muchos los hombres y se acostaba con ellos sin discriminación. Como era una joven muy bella – rubia, delgada de piel como la nata y ojos verdes-, no le faltaban pretendientes. Todas las noches se escapaba por la ventana de la sala que daba a la calle y buscaba pareja para darle vuelo a la hilacha. Cuando regresaba a su casa, doña Beltrana la esperaba con un largo látigo que empleaba para azotarla, con la esperanza de que cambiara su lasciva conducta, pero esto no sucedía. La madre estaba desesperada.

Una cierta noche, María Violeta regresó a su casa y trepando por la ventana se introdujo en ella. En esta ocasión la bella ninfómana no había podido encontrar a nadie con quien retozar y satisfacer sus apetitos sexuales; de tal manera que estaba furiosa y muy nerviosa. Cuando la señora de la casa la vio entrar, cogió el famoso látigo dispuesta a castigarla una vez más; pero María Violeta, enardecida como estaba, empujó a su madre, le quitó el látigo y empezó a darle tremendos latigazos a los que la pobre mujer respondía con gritos de dolor y cara de estupefacción ante el atrevimiento de su malvada hija.

En esas estaban cuando, ante el temor y el azoro de ambas mujeres, el látigo se convirtió en una grandísima serpiente roja de cerca de seis metros que enseguida se enroscó en el delgado cuerpo de María Violeta y la trituró rompiéndole todos los huesos y convirtiendo su carne en una masa amorfa y sanguinolenta.

Una vez que la chica estuvo muerta, como es de suponer, la terrible y vengativa serpiente salió de la casona y se dirigió hacia el Río Grijalva en el cual se sumergió. Fue un suceso terrible que nadie se explicaba, doña Beltrana alegaba que era obra de la Divina Providencia como castigo de las acciones lujuriosas que su hija, María Victoria, cometía día con día, y por haberle levantado la mano a su madre para darle de latigazos. A otros la mano solamente se les seca.

Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Campeche Leyendas Cortas

«Santo Cristo de San Román, nadie puede herirte»

La Villa de Campeche, actual San Francisco de Campeche, capital del estado del mismo nombre, ubicada a orillas del Golfo de México y cuyo nombre original fuera Kaan Peech que significa en lengua maya “lugar de serpientes y garrapatas, por su cercanía con el mar se convirtió en uno de los puertos más importantes del virreinato, así como por su tráfico comercial hacia España. Razón por la cual fue continuamente acosada por piratas, tales como Jean Lafitte, Francis Drake, Laurens de Graaf, Henry Morgan y otros más. Es por ello que se convirtió de una ciudad fortificada, pues debía defenderse de los continuos ataques de los malhechores piratas.

Según nos cuenta la leyenda, en la ciudad de Campeche nació un famoso pirata conocido con el nombre de Román, quien pertenecía a la banda de Laurens de Graaf, popularmente conocido con el nombre de Lorencillo. Román había nacido dentro de una familia ilustre y rica a la cual había abandonado para seguir sus malos instintos y volverse pirata, por cierto, muy sanguinario y feroz.

Un cierto día, después de haber participado en el asalto a un barco en alta mar, sintió una repentina nostalgia por su ciudad de Campeche, y como la banda de piratas se encontraba en temporada de descanso, decidió darse una vuelta por sus lares. Emprendió el viaje y llegó a su ciudad natal. Al arribar se acordó de la imagen del Cristo Negro de San Román, que se encontraba en el templo de la ciudad y decidió hacerle una visita, no tanto piadosa como interesada.

Por la noche se introdujo, silenciosamente, en la iglesia para quitarle al Cristo todas las joyas que pendían de su ropa. Román se subió al altar cuchillo en mano, pero cuando se encontraba cerca de la imagen, el ladrón observó la cara compungida del Cristo y sintió vergüenza de su acción. Quiso bajarse del altar y huir; cuando iba huyendo a la carrera el cuchillo se le cayó de la mano y el ruido que produjo despertó a los frailes que dormían en el convento de la iglesia. El pirata levantó del suelo su arma y salió del templo por un cercano callejón que le conduciría al mar para poderse embarcar.El Cristo Negro de San Román.

Pasaron algunos años, y Román convertido en un hombre rico gracias a sus fechorías, arrepentido de su deplorable comportamiento de pirata, decidió regresar a su natal Campeche. Al llegar lo primero que hizo fue dirigirse al Templo de San Román por el mismo callejón por el cual había huido años atrás. Ante el altar del Cristo, el ex pirata le ofreció todas sus joyas mal habidas. Y como suprema prueba de su arrepentimiento, colocó a los pies de la imagen el cuchillo con el que anteriormente quería destruirle. El puñal había sido modificado y estaba cubierto de oro de la mejor calidad; además, ostentaba una inscripción que decía: “Santo Cristo de San Román, nadie puede herirte.” Así fue como Román terminó siendo un hombre respetable y personado por Jesús.

Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Durango Leyendas Cortas Leyendas Urbanas de Terror

La patada

En las postrimerías del siglo XIX, vivía en la Calle de la Pendiente Verónica Herrera, joven linajuda de dieciocho años comprometida con Ramón Leal del Campo, caballero emparentado con el conde de Súchil. Toda la sociedad durangueña estaba emocionada con la próxima boda de la pareja. Las jóvenes se habían apresurado a encargar hermosos y caros vestidos para la ocasión, y la madre de la novia había preparado una lista de complicados y exquisitos platillos que brindaría a los invitados. Las bebidas eran de lo más exquisito y selecto. La casa había sido arreglada con todo esmero para la ocasión. Verónica encargó un bello y suntuoso traje de novia a la costurera más famosa de la ciudad de Durango.

La boda tendría lugar el 5 de noviembre.  El día 2 Verónica, su familia y un grupo de amigas acudieron al Panteón de Oriente a rendir tributo a los muertos y ver las ofrendas. Sin embargo, la novia no pensaba sino en su próxima boda y no le importaba para nada el tan sagrado día. Ese día de casualidad la chica se encontró una calavera junto a un sepulcro, y Verónica al verla le dio una tremenda patada al tiempo que le decía: – ¡Te espero en mi boda! ¡No vayas a faltar! Este acto irrespetuoso fue observado por algunas personas.

Por fin llegó el 5 de noviembre. La novia vestida con la ayuda de sus amigas, estaba esplendorosa y bella. En la iglesia se escuchaba la música de órgano y todo estaba elegante y listo para la ceremonia. Los novios se encontraban hincados frente al altar escuchando al cura decir su tradicional discurso que a todos hizo llorar de emoción.

La calavera pateada

En la primera fila de los bancos, se encontraba un pálido caballero vestido todo de negro. Pero su traje, cara y cabellos presentaban algo de polvo blanco. Todos le miraban y sentían un inesperado miedo, a la vez que respeto. El misterioso hombre se mantuvo hincado durante toda la ceremonia, Cuando ésta terminó, el hombre de negro se acercó a los novios y los felicitó.

Cuando los recién casados llegaron a la casa donde se celebraría el ágape, se dieron cuenta de que entre los invitados estaba el hombre de negro polvoriento. La orquesta de músicos empezó a tocar un vals: la novia bailó con su suegro y el novio con su suegra. Después, amigos y familiares se turnaban para bailar con la recién casada.

De pronto, el misterioso hombre de negro tomó la mano de la muchacha y danzó con ella. Al segundo le preguntó: – ¿No me reconoces? ¡Soy tu invitado! Ante estas palabras Verónica hacía esfuerzos por recordar el rostro de hombre, pero no lograba dar con su identidad. Le respondió: -Usted me disculpara, pero no sé quién es. A lo que el hombre respondió: -Hace tres días me invitaste a tu boda y me dijiste que no faltara! En ese mismo momento y ante el pasmo y terror de todos los invitados, el hombre de negro se transformó en una horrenda calavera. Verónica cayó al suelo muerta: el corazón se la había parado de la terrible impresión. Muy caro pagó la joven novia el haberse burlado de los muertos en el panteón al haberle propinado una irrespetuosa patada a uno de los difuntos.

Aún ahora, después de haber transcurrido tantísimos años de la muerte de la pobre Verónica, se puede ver en la casona de los Herrera a una pobre mujer que danza en el gran salón de fiestas vestida con un albo y suntuoso traje de novia.

Sonia Iglesias y Cabrera.

 

 

 

Categorías
Jalisco Leyendas Cortas

Un brebaje fatal

En el año de 1708, vivía en Santa María de los Lagos, Jalisco, una bella joven mestiza llamada Francisca de Orozco. Su padre había sido un rico español y su madre una pobre india de la región. Todos los días acudía al Templo de la Asunción a oír misa, pues era devota.

En una ocasión en que se encontraba parada en el atrio de la iglesia una mujer española, rica y de alcurnia, se detuvo frente a ella y a voz en cuello la empezó a insultar acusándola de haber asesinado a una de sus criadas por medio de sus artes de hechicera.

Desde ese momento Francisca odio con toda su alma a la mujer que llevaba el nombre de San Juana de Isasi, y deseó vengarse lo más pronto posible de sus acusaciones. Y efectivamente, la joven mestiza sabía mucho de hechicería gracias a su madre que le había enseñado desde pequeña las artes de la brujería.Los granos de ololiuhqui

Un día, cuando se encontraba en su humilde casa, Francisca se puso a preparar una sustancia con la yerba llamada ololinque (ololiuhqui), a la cual también se le daban los nombres de Planta Sagrada y Hierba de la Culebra. Cabe mencionar que la tal planta estaba prohibida por la Santa Inquisición, ya que se le consideraba una planta demoníaca, por sus terribles efectos alucinógenos.

Francisca tenía mucho cuidado en la preparación de los menjurjes que preparaba con la hierba. Ya que terminó de elaborar el fatal brebaje empleando para ello nueve de sus granos, se lo entregó a Mariana, su amiga africana quien trabajaba como esclava en la casa de San Juana. Ella era la encargada de llevarle los alimentos a su ama, y como ésta la trataba de lo más mal, también la odiaba tanto como su amiga mestiza.

A la hora de la comida, Mariana puso parte del brebaje en el postre de leche de su ama, a quien le gustaba mucho y aun repitió ración. En seguida, la dama española arrojó espuma por la boca, el rostro se le llenó de sangre y corría desesperada por toda la casa al tiempo que repetía: – ¡Francisca, Francisca Orozco!

Mientras esto acontecía, la joven mestiza observaba a la española desde el huerto de la casa convertida en un gran tecolote. En un momento dado, Francisca-Lechuza se llevó en sus garras el cuerpo sin vida de la infeliz y malvada mujer, y dejó colgando en una rama su par de ojos azules.

Francisca había cumplido su venganza. Sin embargo, al día siguiente los familiares de la Santa Inquisición llegaron a la choza de la mujer y se la llevaron. Después de torturarla por varios días, la chica fue quemada en una hoguera en la plaza de la pequeña ciudad de Santa María de los Lagos.

Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Leyendas Cortas San Luis Potosí

Silbidos mortales

Existe en Cerro Prieto, San Luis Potosí, una leyenda acerca de los llamados alicantes. Cerro Prieto es una localidad que se encuentra en el Municipio de Mexquitic de Carmona de no muchos habitantes, tan sólo un poco más de quinientos. Los alicantes, que también pueden conocerse como cencuates, son unas víboras que han dado lugar a muchas leyendas tanto en México como en España. Se dice que algunos alicates son muy grandes, y pueden producir una espacie de silbido muy parecido a los silbidos del hombre. Además, les encanta beberse la leche de las vacas a las cuales hipnotizan con sus silbidos para luego chuparles las ubres.

Por otra parte, los famosos alicantes son muy enamorados. Hecho que ha dado lugar a una leyenda que narra la historia de un matrimonio que vivía en un pequeño rancho situado en Obregón. El marido trabajaba en el campo por lo que acostumbraba dejar su casa desde muy temprano para acudir a su parcela, y siempre le decía a su esposa que no se olvidase de llevarle el almuerzo a la milpa.

El terrible alicante

Sin embargo, en cierta ocasión cuando el marido le recordó lo del almuerzo, la mujer se negó y no quiso llevarle la comida. El hombre, enojado por la negativa, le pegó a la pobre señora. Ya que la hubo castigado, le preguntó la razón por la cual no quería llevarle los alimentos a la milpa, Entonces, la mujer llorando de dolor y de rabia, le contestó que le daba miedo porque cuando pasaba por la nopalera escuchaba unos silbidos y pensaba que un mal hombre estaba escondido por los arbolitos y la espiaba para aprovecharse de ella.

El señor se escamó, y en seguida pensó que se trataba de un fulano que estaba tratando de conquistar a su esposa. Le dijo a ésta que le llevara el almuerzo y que él estaría vigilando. Y efectivamente, el hombre se escondió y se puso a vigilar el lugar de la nopalera a ver qué era lo que sucedía.

Al poco rato escuchó unos silbidos de hombre, se puso alerta y enojado ante tal atrevimiento, pues creyó que se trataba de algún merodeador que intentaba tener relaciones con su esposa, si es que no las tenían ya, pues era un tipo malicioso y mal pensado. Salió de su escondite y se dirigió a la nopalera para ver de quién se trataba y matarlo, y de paso a su esposa si es que era su amante. Pero, ¡oh, sorpresa! Lo que encontró fue el cadáver de su mujer a la que un alicante había ahorcado sin clemencia. En ese momento vio meterse a la víbora por la boca de su señora y luego salir por abajo, por su vagina.

El campesino quedó traumado y siempre se reprochó el haber dudado de su querida esposa y hasta de haberle pegado. ¡Los dos fueron víctimas del terrible alicante!

Sonia Iglesias y Cabrera

 

Categorías
Leyendas Cortas Leyendas de Terror Michoacán

Otilia no tuvo «caballitos»

En el pueblo de Cuanajo, en el estado de Michoacán, vivía un matrimonio que contaba con una hija pequeña llamada Otilia. De repente la niña murió y los padres estaban desconsoladas ante tan terrible tragedia. A los cuatro meses de haber muerto Catalina, Llegó el Día de Muertos. Doña anastasia, la madre de la difuntita, le dijo a su marido, Pedro, que era necesario que preparara los tamales para los que se  iban a llevar  los Caballitos de las ofrendas de las casas en que vivían, – en este caso la pequeña difuntita- y que necesitaba leña para los fogones.

Un día antes del día de la celebración de los difuntos, Pedro se fue al cerro en busca de la madera que necesitaría su esposa para preparar los ricos tamales que Catalina colocaría en la ofrenda dedicada a su hijita. Pensaba llevar la leña a su mujer que regresar al cerro para quedarse varios días ahí, pues no le apetecía ver a tantas personas en su casa en ese día tan triste.

Pero cuando se encontraba en las proximidades del panteón, ya cerca del cerro, una gran rama le cayó encima y le dejó atrapado no permitiéndole hacer ningún movimiento para zafarse. Cansado de sus numerosos esfuerzos por salir del atolladero, se resignó a esperar que pasara alguien que le ayudase a salir del problema quitándola la rama de encima.

Pasaron el día y la tarde, ya empezaba a anochecer, cuando escuchó que un grupo de personas se acercaba hacia donde se encontraba. Escuchaba los sonidos que producían los cascos de los caballos y las voces de las personas que parecían muy felices. Se dio cuenta que la gente estaba de regreso s sus casas con los caballitos de madera plenos de flores y de frutas.

Muchas de las personas que vio llevaban hasta seis caballos, otras solamente uno dos, y algunas se conformaban con recoger las fruta que se las caía a los que iban a la delantera y lloraban tristemente. Los caballitos contienen las ofrendas que las ánimas recogen del altar el Día de Muertos. Si llevan muchos caballitos es porque sus familiares se encargaron de poner un altar llena de rica comida, flores y cirios, e implica que sus familiares los recuerdan con amor. Si llevan pocas, indica que la ofrenda no era tan rica. Y aquellos que van recogiendo lo que a las ánimas se les caen, están triste porque su familia no les puso ofrenda ni les recuerdan como debe ser, con amor.

Con tristeza y remordimiento, desde el suelo donde se encontraba atrapado Pedro vio a su hijita recogiendo frutas y llorando silenciosamente porque su madre no le había preparado ofrenda y creyendo que sus padres la habían olvidado.

Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Leyendas Cortas Veracruz

El hombre que no respetaba las tradiciones

En Rancho Nuevo, un antiguo pueblo de la Huasteca Veracruzana, vivía una señora llamada Dominga, muy respetuosa de su marido y de los deberes conyugales. Estaba casada con un señor que respondía al nombre de Abundio Saavedra, quien no era muy partidario de seguir las tradiciones y costumbres de su comunidad. Ambos eran padres de Irene, una muchacha muy bella a quien no le faltaban enamorados que admirasen sus bellos ojos verdes los cuales destacaban en su piel color miel.

El Día de Muertos el señor le ordenó a su esposa que no pusiese altar de muertos para sus parientes en la casa o en el panteón, porque consideraba que los difuntos no podían regresar a comer absolutamente nada. Al día siguiente cuando se dirigía su milpa a trabajar vio en el cementerio a muchos muertitos que disfrutaban la comida que sus familiares les habían colocado en la ofrenda. Y también observó a un hombre y a una mujer viejos que se retorcían de dolor porque llevaban una vela prendida en la espalda. Cuando se fijó bien se dio cuenta que esa pareja eran sus padres que lo miraban con enojo y reproche ya que no tenían nada que comer en ese día en que los muertos regresan a la Tierra para comerse la esencia de los alimentos que se les ofrendan.El Altar de Muertos y la Ofrenda

En ese momento el hombre lleno de miedo y de arrepentimiento por su mala acción, dio la media vuelta y se dirigió corriendo a su casa. Cuando llegó llamó a gritos a su mujer y le ordenó que matase a un puerco para hacer unos buenos tamales. Compró cirios. Imágenes y cohetes; alquiló músicos jaraneros para que tocaran al día siguiente en la tumba de sus padres que se encontraban en el Panteón de San Juan. Ya que terminó con los preparativos destinados a sus padres le dijo a Dominga que estaba muy cansado y muy triste, que tenía muchas ganas de llorar y que se iba a dormir porque tenía mucho sueño. Se durmió en un catre que se encontraba en al patio.

Pasadas dos horas, Dominga le dijo a su hija que fuera a traer a su padre, para que cenará chicarrones y tamales que estaban deliciosos. Al llegar la chica al patio y acercarse al catre, vio que su padre estaba muerto, rígido, y en la cara presentaba una terrible mueca de terror, tal cual si hubiese visto al Diablo. La joven se puso a gritar como desesperada. Los habitantes del pueblo se conmovieron ante tal tragedia y se dieron cuenta de que Abundio había programado su muerte y su propia ofrenda sin saberlo él mismo.

Desde ese terrible día, la madre y la hija se dedicaron con mucho fervor a la religión, e iban por todos los pueblos de la región celebrando las fiestas religiosas de los santos patronos y honrando a los muertos en sus funerales, en el panteón y en las ofrendas de muertos.

Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Ciudad de México Leyendas Cortas Leyendas de Terror

El gato gris

Luisito tenía doce años y vivía con sus padres en la Ciudad de México. Por las noches escuchaba que en el alfeizar de su ventana un gato gris maullaba. Un día el niño abrió la ventana, vio lo bonito que era el animal y decidió meterlo a la casa. Lo tuvo escondido por varios días en su cuarto sin que sus padres se enterasen.

Al tomar confianza, el gato gris dio inicio a una serie de maldades dirigidas contra el padre de Luis. Rasguñaba las puertas, rompía sus pantuflas, y decidió romperle con sus garras todas sus ropas que colgaban del ropero. Por fin el padre se dio cuenta que las maldades provenían del gato que había metido el chico a la casa. Se puso furioso y agarró un fuerte palo con la intención de matarlo al felino, al tiempo que el niño le suplicaba que no lo hiciera.

Cuando estaba a punto de asestarle el golpe fatal, el gato, con los ojos brillantes como ascuas le dijo: – ¡Hey, Basilio, quieres matarme por segunda vez? Al escuchar estas palabras el hombre empezó a temblar y a llenarse de miedo, pues reconoció la voz de un hombre al que había matado en una pelea de cantina. El gato se hizo visible y se convirtió en el espectro del ex amigo asesinado. Le indicó al asustado padre que no era su intención matarlo, sino simplemente hacerle la vida imposible y vigilar sus movimientos. Lo torturaría con sus maldades hasta hacerle la vida imposible… hasta volverlo loco.El vengativo gato gris

Y así lo hizo el gato. Siguió viviendo en la casa y cada día hacía una de los suyas. Se subía a los roperos y cuando Basilio pasaba se le echaba encima. Una vez le sacó un ojo. Se orinaba sobre el padre de Luis cuando estaba durmiendo. Mordisqueaba los planos que el hombre realizaba para su trabajo, pues era ingeniero. No podía recibir visitas porque a todas las arañaba. El gato estaba incontrolable y ni el mismo Luis tenía ascendiente sobre él.

Así pasaron muchos meses y el gato, a veces con apariencia de espectro y a veces con apariencia de gato, no dejaba de molestar a Basilio que ya estaba harto y sumamente nervioso. En cierta ocasión mientras el gato dormía, Basilio se le acercó sigilosamente llevando con una correa a un gran perro para que lo devorase. Pero el gato se dio cuenta y tomando su aspecto de fantasma, se echó sobre el perro y lo destripó. Nada podía matarlo.

Al cabo de dos años de esta situación. El hombre de suicidó colgándose de una viga de la casa. Al verlo balancearse, el gato gris alzó su hermosa cabeza para verlo y le dijo: – ¡Ahora estamos a mano, Basilio! Y desapareció para siempre.

Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Estado de México Leyendas Cortas

Soledad y la gata blanca

Una leyenda del Estado de México nos cuenta que hace ya bastante tiempo en un pueblo cercano a la Ciudad de Toluca, vivía un matrimonio en una casita blanca rodeada de un pequeño pero hermoso jardín. Ella se llamaba Soledad y él Jacinto Ramírez. Ambos contaban con treinta y cinco años y se habían casado hacía cinco muy enamorados. Pero ya para entonces el matrimonio no se llevaba muy bien, frecuentemente se peleaban y gritaban con odio. Todo el pueblo sabía de sus problemas maritales, pues escuchaban sus pleitos.

Cuando Soledad cayó enferma, los pleitos y los gritos aumentaron. La situación se puso imposible. Con tantos corajes que pegaba la mujer se puso muy grave, y el marido en lugar de apoyarla como debiera, se consiguió una amante una joven que vivía en el centro del poblado. Era más joven y más bonita que Chole.

Siempre que Jacinto acudía a la casa de su amante fogosos se abrazaban en la cama, y desde la ventana los observaba una gata blanca con curiosidad.

Un día Soledad empeoró, y sintiéndose muy enferma le pidió a su esposo que no saliera, que tuviera piedad y se quedara con ella, pues estaba cierta que su final se aproximaba. Pero Jacinto hizo oídos sordos a las súplicas de su mujer, y se marchó a gozar de la vida en los brazos de su amante.

Cuando llegó a la casa de su amiga, se dio cuenta de que en la ventana se encontraba la gata blanca que lo observaba con sus redondos ojos azules. Enojado contra el bello animal, Jacinto fue a la cocina y tomó un gran cuchillo cebollero, cogió a la gata por el cuello y le clavó el instrumento en la barriguita. La pareja de adúlteros escuchó horrorizada los lamentos y gritos desgarradores que lanzaba la pobre gata asesinada sin piedad. Eran muy fuertes y similares a los lamentos y gritos de una mujer en agonía.

Al día siguiente, Jacinto regresó muy campante a su casa. Abrió la puerta y se metió hasta la recámara donde vio a la pobre de Soledad muerta en la cama. Cuando habló con los vecinos, el malvado hombre se enteró que desde su casa se habían escuchado terribles maullidos de dolor, como si a una gata la estuviesen apuñalando…

Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Leyendas Cortas Michoacán

Los cerros enamorados

En la ciudad de Zamora, Michoacán, existen dos cerros muy famosos: La Beata y Patamban. La Beata se encuentra situada en el oriente de la ciudad y mide 2,520 metros de altura. De estos dos cerros se cuenta una hermosa leyenda. Hace ya muchos siglos el Cerro de Patamban, Keri Huata, se enamoró de La Beata. Pero era pobre y sin alcurnia, aunque muy bueno de corazón y trabajador. Todas las personas querían a Keri Huata y le respetaban mucho, y las mujeres, jóvenes o viejas, estaban enamoradas de él, y trataban de `provocar su interés de mil formas. Sin embargo, Keri Huata no les hacía caso a ninguna de las mujeres que le coqueteaban, pues su arrobamiento por la Beata era profundo y si amor inmovible.

Siempre estaba pensando en ella. Cuando se encontraba trabajando en el campo, miraba hacia la morada de su amada con el fin de verla, cuando lo lograba y sus miradas se encontraban era el hombre más feliz sobre la Tierra, pues comprendía que su amor era ampliamente correspondido.

Entonces, un día La Beata y Keri Huata se hicieron novios, porque la declaración del cerro de Patamban fue tan calurosa y sincera que la bella no pudo resistirle cuando él le dijo los hermosa que era y lo magnificente de la naturaleza que era su morada. Ella también lo amaba de todo corazón por su belleza natural. La Beata quedó embelesada al escuchar las palabras de su enamorado. Toda la naturaleza y los cerros aledaños estaban felices por esos amores entre dos cerros tan majestuosos y bellos, y veían con beneplácito tan rotundos quereres. Los habitantes de la zona estaban igualmente contentos ante tanto cariño de los dos cerros.

El Cerro Grande de Patamban

Para sellar su compromiso Keri Huata creó un hermoso manantial, y se lo obsequió a La Beata. Dicho manantial lleva el nombre de Lago de Camecuaro. Cuando el novio regresó a sus lares, sus amigos y los animales del bosque lo felicitaron por tener una novia tan bella y majestuosa.

El Cerro de la Marihuata, Las Tres Marías, sito frente al Cerro Keri Huata, le envió a La Beata un regalo consistente en cuatrocientos encinos, más cuatrocientos tukuses, y cuatrocientos cazahuates. Y el Cerro del Tuerto que se encuentra cerca del pueblo de Ocumicho, abrazó con efusión a su amigo Patamban, y hasta el Cerro de San Ignacio, siempre tan circunspecto y serio, le envió una sonrisa y un saludo.

Todo iba muy bien en el noviazgo, y todos comprendían que culminaría en un buen matrimonio que procreara muchos hijos.

Sin embargo, un cerro llamado Cerro Coco, chaparro, malvado y mujeriego, se puso muy celoso de tales amoríos, pues amaba a La Beata, pegó de saltos de la rabia y provocó temblores. Entonces decidió ir a ver a su tío el Popocatépetl para que lo aconsejara en lo que debía de hacer. El tío le aconsejó que la enamorara a base de darle regalos y decirle palabras amorosas. Y que incluso le escribiese poemas. Pero fracasó en su intento, pues La Beata lo rechazó rotundamente. Después de una gran pelea entre los cerros rivales, por fin los enamorados contrajeron matrimonio, y vivieron muy felices con sus hijos los cerritos. Cerro Coco ya no podía molestarlos más.

Sonia Iglesias y Cabrera