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Aguascalientes

Chulinche y la india chichimeca

Una leyenda relata que antes de que la ciudad de Aguascalientes fuera una villa, vivía cerca del actual Jardín Zaragoza una familia chichimeca en un pequeño jacal. La pareja de jóvenes esposos contaba con una hijita de nueve años; la niña era muy bonita y de muy buen carácter. Como buenos religiosos que eran, los padres veneraban al dios de los mercados, y la nena era devota de Chulinche, un dios ciego. Todos eran muy felices hasta que los padres murieron. Cuando la jovencita quedó huérfana, el dios que ella veneraba le envió a un emisario para que la cuidase.

 Chulinche y la india chichimeca

 Pero la joven era un tanto frívola, coqueta y desubicada, y su vida no era precisamente una muestra de buen comportamiento. Por tales razones, Chulinche se le presentó y le preguntó que cuáles eran sus ambiciones, que lo que quisiera se le concedería hasta el día de su muerte; pero el cerebro de la joven no estaba muy bien, desvariaba y estaba un poco loca.

Así fue creciendo la jovencita. En un momento dado, Chulinche se compadeció de la mujer y le pidió ayuda a otros dioses para que la ayudaran a sanar a la india chichimeca. Así lo hicieron y la joven sanó gracias al poder divino, a condición de que poblara todo el territorio donde vivía. 

Entonces, la joven se dirigió a un adoratorio que tenía en su jacal, donde guardaba un libro que trataba de sucesos notables y misteriosos. Pero Chulinche le advirtió que aún no era el momento adecuado de poblar la región, a lo que la bella india replicó que mientras más pronto cumpliera lo pedido por los dioses, mejor. El dios volvió a decirle que esperase. Mientras tanto la joven seguía escribiendo en su libro su proyecto de población. Cuando terminó le dijo a Chulinche que debía empezar, el dios aceptó, y la joven se puso a fabricar muñecos de barro que distribuyó y les dio vida con su aliento.
Los seres humanos creados por la muchacha la quisieron mucho porque era muy bondadosa con ellos, la creían una diosa, a la que ofrendaban miel y leche. Cuando murió le ofrecieron novenarios y ayunos en los cuales solamente comían queso y miel, y se clavaban espinas de maguey en las rodillas.

Poco después, los pobladores de Aguascalientes le dedicaron una calle, que se encuentra al final de la Calle Juárez de la actual ciudad.

Sonia Iglesias y Cabrera

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San Luis Potosí

El Cuervo y la Serpiente

En la época de la conquista hispana, llegó un momento en que los españoles decidieron invadir el territorio del actual estado de San Luis Potosí. Los invasores se encontraban ya en Charcas, en el Cerro de San Pedro, y en Mexquitic, asesinando a los indígenas con lujo de crueldad, en aras de una supuesta religión que los salvaría, pero en el fondo satisfaciendo sus ambiciones de ser poseedores de riquezas, buscando minas de plata y oro.

El Cuervo y la Serpiente

Los indios huachichiles que vivían en la región, estaban alarmados y furiosos, por lo cual tomaron la decisión de reunirse para poner fin a tantas atrocidades. Acordaron que los brujos de las tribus emplearían las fuerzas de la naturaleza, para neutralizar las poderosas armas de los blancos. Se reunieron durante tres lunas y, cuando la luna roja de octubre se vio en el Cielo, sus poderosas mentes crearon una enorme serpiente que tenía siete cabezas y unos terribles ojos de fuego.

Cuando amaneció, un gran cuervo se materializó, dio vueltas por el Cielo, y voló hacia el Sur seguido por la serpiente. El guía era la negra ave que dirigía a la serpiente para que destruyera a los asesinos españoles.

La armada hispana se dirigió al encuentro de la enorme sierpe, pensando que se trataba de una fantasía creada por los indios para espantarlos y ahuyentarlos. Pero cuando la vieron el terror que experimentaron fue terrible, lucharon contra la serpiente, pero no logaron vencerla. Hubo pocos supervivientes españoles.

En una cercana ermita que estaban construyendo los frailes para catequizar a los indios, los religiosos vieron a un cuervo que se dirigía hacia ellos. Presto, uno de los frailes prendió incienso, sacó varias imágenes de la iglesia, y se enfrento al ave que era gigantesca. Los otros frailes lo secundaron, pero cuando vieron que atrás del cuervo iba una serpiente de siete cabezas, huyeron muertos de miedo. La serpiente quemaba todo lo que había a su paso. Entonces, uno de los frailes se puso de rodillas y rezó fervientemente para que Dios le ayudase a destruir a tan terrible monstruo. Cuando el cuervo voló sobre la cabeza del religioso que rezaba en latín, emitió un terrible chillido e inmediatamente se convirtió en un cerro. El fraile siguió rezando, la serpiente le lanzó fuego de sus ojos y le mató. Pero antes de morir alcanzó a levantar la mano derecha con la cual hizo la señal de la cruz. Inmediatamente, la serpiente se convirtió en otro cerro.

Así con el conjuro católico, el fraile aniquiló los poderes de los chamanes huachichiles, quienes perdieron su independencia. Sin embargo, dice la leyenda que algún día el conjuro se terminará. y los cerros volverán a ser el cuervo y la serpiente, y los indios serán libres otra vez.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Guanajuato

Los extraterrestres

El Cerro Culiacán, el Teoculhuacan Chicomoxtoc  Aztlan, se encuentra situado en el estado de Guanajuato. Tiene una altura de 2,830 msnm, y en él se encuentran vestigios arqueológicos de algunas antiguas culturas. Se dice que de este cerro salieron en peregrinación las famosas Siete Tribus Nahuatlacas. Acerca de tal cerro mágico se ha forjado una leyenda la cual afirma que se trata de una base de seres extraterrestres. Existe en tal sitio una cueva que se abre en determinadas fechas. por la cual desaparecen animales que se encuentran pastando alrededor de ella. Cuando el ganado regresa de la cueva poco tiempo después, se ve muy saludable y con las patas llenas de un lodo que no corresponde al de la región.

los extraterrestres

Según un estudioso, debajo del cerro se ubica una ciudad donde viven extraterrestres con los cuales puede establecer contacto por medio de sueños y viajes astrales. Dice el señor, que en la ciudad se encuentra una pirámide oculta por la tierra que contiene en su interior esferas que están habitadas por extraterrestres, los cuales se asemejan en el físico al Arcángel Gabriel. Son blancos, muy altos y se comunican telepáticamente.

Del cerro emana una fuerte energía. El señor Uriel Almanza, que así se llama el investigador, afirma que Los pasajes son de un material parecido al cristal, y son los conductos de comunicación hacia las grandes esferas en donde deambulan estos seres todos ellos muy pulcros con vestimentas blancas quienes aparentan una paz absoluta que contagia y estimula algo espiritual. Son seres superiores que dominan la materia, tiempo y espacio pues entran y salen de este cerro en forma de nube para desaparecer en un santiamén y así se enlazan con el cosmos, mar y tierra, ellos han estado desde el inicio de nuestros tiempos, según dijeron, y así nos acompañarán hasta el último de nuestros días.

He aquí la leyenda del Cerro Culiacán.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Ciudad de México

La tragedia de la Calle de Chavarría (Hoy Justo Sierra)

En la calle de Chavarría de la Ciudad de México, en el número 18, existía una casa abandonada conocida como La Tenebrosa Casa del Inquisidor y a la que todos los habitantes del centro de la Ciudad le temían. En el mes de noviembre del año 1692, un médico joven de nombre don Andrés Camargo llegó para ejercer su oficio a la ciudad. Al conocer la casa mencionada, decidió comprarla, a pesar de saber que ahí  había vivido un inquisidor hacía tan solo setenta años.

La tragedia de la calle de chevarria

La casa en cuestión mantenía los muebles lujosos de su antiguo dueño, aunque un tanto cuanto deteriorados por el paso de los años. Al entrar en la casa, el joven vio un sillón que le pareció cómodo, y como estaba algo cansado se sentó en él para reponer sus gastadas energías. De pronto, sintió una extraña sensación, como si alguien estuviese parado a sus espaldas, y un horrendo escalofrío recorrió su cuerpo. En seguida se levantó del sillón, pero no había nadie, solamente vio que de la pared colgaba el retrato de un hombre de aspecto truculento.

 

Andrés al darse cuenta de que la limpieza de la casa dejaba mucho que desear, salió a la calle a buscar quién le hiciese la faena. Tocó en suerte que pasara una humilde pareja, y el médico se dirigió a ellos con la petición de que le ayudaran a asear la casa mediante el correspondiente pago. Pero la pareja se negó rotundamente y se alejaron más que asustados.

Después de mucho buscar y de recibir muchas negaciones, Andrés se encontró con una pareja de léperos borrachines que accedieron a limpiar la casa. Al finalizar la tarde, ya casi concluida la tarea, uno de los borrachines estaba limpiando el cuadro del inquisidor cuando se dio cuenta que se le movían los ojos. Le avisó a su compinche. Ambos se dieron cuenta que el retrato movía los ojos y salieron huyendo despavoridos de la casa, sin siquiera cobrar su paga. Andrés no pudo alcanzarlos, y decidió ponerse a descansar de todas las actividades del día. En eso estaba cuando escuchó un terrible alarido. Pensó que eran los léperos que regresaban por su dinero. Pero no. Entonces, el joven médico tomó su espada y salió de su cuarto ver quien profería tan tremendo grito. Vio un búho que profería esos terribles alaridos y que se trepaba en una cuerda amarrada a una campana. Azorado, Andrés escuchó una voz que le decía que la campana tocaría la hora de su muerte. Al volverse a ver el retrato del inquisidor vio que eran los mismos ojos del búho. Regresó a su recamara y se quedó dormido.

Al siguiente día, Andrés se fue a la Taberna del Toro a platicar lo que le había pasado y a tratar de que alguien le explicase los fenómenos que había vivido. El joven le dio al tabernero unos cuantos ducados de oro para que le contase la historia de la casa que rentaba y éste habló. Le dijo que en esa casona había vivido un inquisidor de nombre don Pedro Sarmiento de Tagle, quien había sido uno de los más crueles y temidos de la Nueva España, hombre malvado que gozaba con los tormentos aplicados a los reos y con sus sufrimientos cuando eran quemados en la hoguera. Todos le temían al tañer de su campana, pues eran indicio de que su maldad había encontrado nuevas formas de atormentar a los prisioneros de la Inquisición. Y cuando la campana sonaba siempre moría alguien de forma novedosa y por demás sanguinaria. El inquisidor había muerto y nadie sabía en donde estaba enterrado.

Regresó a su casa Andrés. Por la noche volvió a sentir el mismo terrible escalofrío y vio al búho que emitía los mismos alaridos. Quiso matarlo, pero no pudo. En esta situación pasaron varias noches: Andrés muerto de miedo, y tratando de matar a un búho que no se dejaba atrapar. Una noche, alumbrado con una vela, el médico se percató de que en el retrato el inquisidor no estaba. Se volvió y vio que el malvado  se encontraba detrás de él y le señalaba un banquillo donde sentarse. El joven obedeció aterrado. Aparecieron tres personajes igualmente siniestros con candelabros en las manos, que junto con el inquisidor murmuraban y le señalaban. De pronto, una fuerte corriente de aire apagó las luces de las velas. Todo quedó oscuro. Andrés vislumbró que el inquisidor sacaba un enorme libro, y que estaba rodeado de ratas que  empezaron a morderlo.

Pasada la media noche salieron los últimos clientes de la taberna y escucharon unos terribles gritos de dolor que provenía de la casa del médico. Al otro día regresaron a la casa a ver qué había sucedido y se encontraron con el cuerpo de Andrés que colgaba de la campana completamente mutilado por los roedores, mientras que la campana dejaba oír sus fúnebres sonidos.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Sonora

La Estrella del Norte

Mecha era la hija del jefe de una tribu ópata del estado mexicano de Sonora. La bella chica estaba prometida para casarse con Tutulzin, un joven guerrero de no malos bigotes. Para la ceremonia, los padres de la novia pusieron a coser la mejor carne de venado que encontraron, para darle gusto a los padres del novio. Si a éstos llegaba a no gustarles la carne, la boda debía suspenderse, según la tradición del pueblo. Cuando acabó de coserse la carne, Mecha se fue a dormir, convencida de que el guiso había quedado muy sabroso y sería del gusto de sus futuros suegros.

La Estrella del Norte

Pero Umola, una joven bella tremendamente envidiosa, que estaba enamorada de Tutilzin, por la noche encendió el fuego del hogar de Mecha y quemó la carne a propósito. Al otro día, cuando Mecha vio lo ocurrido se moría de angustia y lloraba sin parar. Inmediatamente, la desdichada joven corrió a un bosque y le rezó al dios Taa, Tata Sol, y le pidió que se la llevara al Cielo. Ante sus ruegos, el dios le envió una escalera, por la cual Mecha subió. Cuando iba a medio camino, la vio un señor y dio la voz de alarma. Para hacerla bajar de la escalera, y como era la usanza, el padre de Mecha empezó a cantar: -¡Baja, querida Mecha, soy yo tu padre quien te pide que bajes por el amor de Dios! Pero la hija le respondió que no debía bajar, ya que iba a conseguir una buena carne de venado, y que si no la conseguía seguiría siendo su hija desde el otro mundo.

Todo el pueblo se puso a cantar, pero Mecha no bajó. Tutulzin, desesperado, se subió a la escalera para alcanzarla, pero no pudo, y a medio camino se convirtió en la Estrella del Norte. Se quedó para siempre en el Cielo para cuidar a su querida Mecha, quien nunca consiguió la carne de venado y tuvo que quedarse en el Cielo.

La malvada Umola había ganado la partida, aunque tampoco ella puedo casarse con el valiente guerrero Tutulzin.  Fue una marga victoria.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Puebla

Un ladrón engañador

Una vez un niño nació en la capilla de una casa en Tepepantzin, Puebla. Era un niño extraño que nunca dormía. Cuando su papá lo llevaba al campo hacía gala de mucha energía y agilidad: se subía a los árboles, a las peñas y se columpiaba sobre los barrancos. El papá era carbonero y cuando le decía al muchacho que le acompañara al bosque a hacer el carbón, siempre se negaba y decía que mañana iría y se iba tranquilamente a pasear. Sin embargo, un día, cuando el padre despertó para irse a fabricar carbón, vio que ya estaba hecho y los troncos carbonosos ardían. Le preguntó a su hijo cómo lo había hecho y éste le respondió que solito había aprendido. Cuando el joven se ponía a hacer el carbón lo hacía muy rápido y después se iba a pasear.

Un ladrón engañador

Con los años, el muchacho creció y llegó a la edad  de veinte años. Se convirtió en redomado ladrón que iba a las tiendas del pueblo y las saqueaba. En el poblado le empezaron a  apodar El Pillo. No conforme con robar las tiendas de Tepepatnzin, se iba hasta la ciudad de Puebla a llevar a cabo sus fechorías.

Una vez se robó una campana y se la puso de sombrero. Todo lo que hurtaba lo guardaba en una cueva del cerro por Huetziatl. Pero además de ladrón a El Pillo le gustaba engañar a las personas. Por ejemplo, si encontraba tirado un hueso de caballo lo se convertía en un bello animal brilloso  de largas crines. Cuando algún jinete se acercaba El Pillo le decía que quería cambiar su caballo por el que traía el caballero. Al ver lo bello que era el caballo de El Pillo, todos aceptaban. Un día le cambió el caballo a un señor y le dijo que no lo montara hasta dentro de un rato. Pero cuando llegó a su casa el caballo se le desbarató al pobre hombre.

Cansados de tantos robos, un día los soldados le persiguieron para meterlo a la cárcel. El Pillo se metió a una iglesia. Cuando los soldados entraron al recinto sagrado, solamente vieron a una pobre anciana desdentada que rezaba hincada. Cuando la vieron, le preguntaron si había visto a El Pillo, pero la mujer contestó que no. Otra mujer que observaba la escena, les indicó a los soldados que la viejecita era nada menos que el ladrón tan buscado. El Pillo salió huyendo hacia el cerro donde se escondió en una cueva. Vistió a un maguey con sus ropas y le agregó una vara de chinamite, a manera de fusil. Los soldaos al verlo le dispararon hasta agotar municiones pero nunca lo lograron matar, pues sólo se trataba de un maguey.

Un día, se robó a una muchacha y se puso a vivir con ella. Tuvieron un hijo que prometía ser peor que el padre. Pero como no era lo que El Pillo deseaba, con un cuchillo le abrió el vientre a la mujer y le sacó al nene. Ambos murieron.

Cansado de tanta maldad, un cierto día El Pillo se entregó a los soldados y les dijo que lo mataran y lo cortaran en muchos pedazos, tantos que no pudiera volver a unirse y seguir robando y engañando. Así se hizo: mataron al ladrón, lo cortaron en muchos pedazos, los enterraron muy lejos uno del otro y  santo remedio, nunca más volvió a aparecer El Pillo, y todos descansaron de sus fechorías.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Guerrero

El hombre más rico de la Nueva España

En un año no muy seguro (1699 o 1700), y en un lugar no muy seguro: Aragón, España, o Bearne, Francia) nació Joseph Gouaux de Laborde Sánchez, para nosotros José de la Borda. Fue hijo de un oficial del rey Luis XIV de Francia llamado Pierre Laborde, y de una mujer de nombre Magdalena Sánchez.

Leyenda Mexicana. El hombre más rico de la Nueva españa

Don José decidió viajar a México invitado por su hermano, Francisco que le decían, para que le ayudase a trabajar en la mina llamada La Lajuela, situada cerca de Taxco, Guerrero, en un pueblo de nombre Tehuilotepec, zona fabulosamente rica en metales como la plata, el oro y el hierro. Hacia el año de 1720, don José decidió casarse con su cuñada, una joven de nombre Teresa Verdugo. El matrimonio procreó un hijo y una hija, quien murió siendo todavía una niña.

José se quiso independizar de su hermano y decidió probar fortuna en Tlalpujahua, donde fundó una mina. Poco tiempo después, en 1738, su hermano se murió y le heredó, entre otras cosas, la mina de La Lajuela, que le produjo mucho más dinero, lo cual le permitió edificar el famoso Templo de Santa Prisca, cuya construcción duró siete años y medio, y donde oficiaba su hijo Manuel. Se empleó el churrigueresco y su capilla fue totalmente decorada con azulejos de talavera. Su retablo mayor fue dedicado a la Purísima Concepción y a los santos patronos de Taxco; a saber, Santa Prisca y San Sebastián.

Como La Lajuela estaba ya bastante explotada y a punto de agotarse, don José tuvo la suerte de encontrar otra a la que llamó San Ignacio, que no duró en explotación muchos años: nueve. El buen hombre estaba casi en la quiebra, por lo cual tomó la decisión de ir a Zacatecas para trabajar en la mina La Quebradilla, lo cual no le sacó mucho de apremios, y así decidió invertir todo lo que la quedaba en  la mina La Esperanza, cuya explotación le convirtió en el hombre más rico de Zacatecas, ciudad de la cual fue nombrado regente.

Para 1776, Borda se encontraba muy envenenado por mercurio, a más de padecer otras enfermedades, por lo cual su hijo clérigo le convenció de irse a refugiar a su casa de Cuernavaca, donde él mismo residía. Dos años después don José de la Borda murió.

La fortuna de este minero alcanzó la fabulosa suma de cuarenta millones de pesos, que le convirtió en el hombre más rico del Virreinato de la Nueva España.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Veracruz

Las botas del patio

Orizaba ciudad situada en el centro del estado de Veracruz, cuenta con la Alameda Central, fundada en 18543, uno de los paseos más socorridos de los orizabeños donde acuden a relajarse y a pasar un buen rato. Frente a la Alameda se encuentran dos escuelas muy conocidas. Los sábados, en una de ellas, se impartían clases de inglés. En una ocasión la maestra de inglés, junto con su grupo, estaba esperando que abrieran el salón de clase. Todos se encontraban en el patio, cuando de pronto escucharon el sonido de unos pasos, pero no vieron a nadie. Siguieron aguardando, y los pasos se repitieron. Al principio pensaron que se trataba de una broma, pero al volverlos a oír, decidieron ir a ver de dónde provenían. Buscaron y buscaron, pero no había nada ni nadie.

Las botas del patio

Su búsqueda les llevó hasta la barda de la escuela, donde se detuvieron a conversar acerca de lo ocurrido. En esas estaban cuando volvieron a escuchar los misteriosos pasos y al levantar la vista, vieron un par de botas militares que caminaban sobre el filo de la barda. Ante tal visión, se asustaron mucho y se agacharon en el suelo. Unos a otros se miraban muertos de miedo, cuando, repentinamente, las botas empezaron a bajar de la barda, para dirigirse a un tronco muy grueso que estaba tirado en el suelo y desaparecieron.

Tirados en el pasto y temblando de terror, los encontró el portero, el encargado de abrirles el salón. Cuando le vieron, le contaron lo que habían visto, y esperaron con paciencia sus burlas. Sin embargo, el portero no se río ni se burló. Les dijo que era muy frecuente que en ese lugar sucedieran cosas sorprendentes que nadie se explicaba. Y que él había visto tantos sucesos misteriosos que ya ni miedo tenía. Aunque no todas las personas le creían y muchos le consideraban loco de atar. Pero esta vez les había sucedido a la maestra y los alumnos y no dudarían de sus palabras.

Desde entonces, todo Orizaba cree en las apariciones del patio de la escuela y en las botas militares que caminan solas sobre la barda.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Ciudad de México

La tragedia de Casilda Baena

En el siglo XVII, vivía en la Ciudad de México, en la Calle de Santo Domingo, una muchacha de nombre Casilda Baena la cual provenía de una adinerada familia. Leía mucho, y su sueño era convertirse en actriz. Amaba tanto la lectura que todo su dinero lo gastaba en libros, haciendo a un lado las frivolidades como las joyas y los vestidos bonitos, que suelen gustar tanto a las jóvenes de su edad. No solamente leía los libros, sino que los actuaba, tomando las características de los personajes e imitándolos, cual si estuviera actuando en un teatro.

La tragedia de Cadilda Baena

A fuerza de tanto insistir, los padres accedieron a que fuese actriz de teatro, cosa más bien insólita para la época, pero los padres sabían que la inclinación de Casilda era innegable y que de nada serviría contrariarla en su vocación. La joven dejó el Colegio de Niñas al que asistía y lo cambió por el Coliseo de la Ciudad de México al que acudía para ver y rozarse con los actores que en él trabajaban. Tiempo después, Casilda debutaba en el teatro Coliseo con mucho éxito.

En la segunda función, sus compañeros de actuación y los espectadores se dieron cuenta de que la joven actuaba de extraña manera, sus movimientos no correspondían a los marcados por el director, hacía gestos que no tenía por qué hacer, y decía “morcillas” que no venían al caso. Sin embargo, las funciones mal que bien continuaron.

Un día, cuando la Plaza Mayor de la ciudad estaba llena de gente porque eran tiempo de posadas y se formaba una verbena, vieron correr por entre los puestos a una mujer desquiciada, con el pelo alborotado y con los ojos desorbitados. La perseguían unos gendarmes, pues la mujer enloquecida era Casilda que acababa de prender fuego en la bodega del Coliseo, rociando en la utilería y el vestuario de actuación alcohol con trementina. Mientras corría, la infortunada Casilda decía: Amor es llama divina/ que me ha robado el sosiego, / porque todo lo que es fuego/ me subyuga y me domina.

Estas palabras formaban parte de los versos de la primera obra con la cual había debutado Casilda. Cuando la apresaron, la llevaron directamente a la institución para mujeres demente del Divino Salvador. Los padres de la joven sufrieron terriblemente con la tragedia de la hermosa joven que se volvió loca de tanto leer…

Sonia Iglesias y Cabrera

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Sinaloa

La tragedia de Guadalupe

Una leyenda que corre de boca en boca desde hace muchos años  en el estado de Sinaloa, nos refiere que en la Ciudad de Culiacán Rosales, antigua ciudad fundada en 1531 por Nuño Beltrán de Guzmán, vivía Guadalupe, una joven que se destacaba de las demás por su inteligencia y su belleza. Era muy joven, tenía veinte años, y mantenía relaciones amorosas con Jesús, un joven de la ciudad muy responsable y formal, a quien todos apreciaban. La pareja contaba con un amigo, Ernesto, a quien conocían desde que eran niños. Era su mejor amigo. Sin embargo, Ernesto estaba enamorado de Guadalupe secretamente.

La tragedia de Guadalupe

Llegó el día en que Guadalupe y Jesús formalizaron su matrimonio y fijaron la fecha para la boda. Pensando en quiénes serían los padrinos de la boda, Jesús no dudó en decirle a Ernesto que lo fuese. Y aunque éste se sacó mucho de onda ante la inminencia de perder a su adorada, aceptó ser el padrino.

En cuanto dejó a Jesús, Ernesto corrió a la casa de Guadalupe y le reclamó el hecho de que fuese a casarse con Jesús, siendo que la amaba tanto. La chica le respondió: -Querido Ernesto aprecio mucho el amor que me profesas, pero solamente te quiero como a un hermano, al que adoro es a Jesús, y nunca dejaré de hacerlo.

Ernesto se retiró de la casa de su amada cabizbajo y sumamente triste. El día de la boda en el atrio se encontraban los dos jóvenes esperando la llegada de la blanca novia. Cuando llegó, Guadalupe se acercó a Jesús y le dio un beso apasionado. Al ver la escena, Ernesto, herido en lo más profundo de su orgullo, sacó una pistola y le disparó a Jesús, para enseguida suicidarse ante la azorada novia, cuyo vestido se había manchado completamente de sangre.
Guadalupe enloqueció por la terrible tragedia, nunca más se quitó su vestido de novia. Durante mucho tiempo se la veía deambular por las calles de Culiacán, adelgazada, ojerosa y muy flaca, siempre de blanco. Un año después, Guadalupe moría de amor y tristeza.

Sonia Iglesias y Cabrera