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Michoacán

La Dama de la Cascada

Una leyenda de Tepuxtepec, Michoacán narra que a la cascada de El Salto, en el municipio de Contepec, un grupo de jóvenes entusiastas acudieron a nadar. A pesar de que sabían el peligro que corrían, decidieron desafia al destino. Estaban disfrutando de las frescas aguas, ya muy tarde por cierto, bajo una hermosa luna llena, cuando de pronto acertaron a ver a una mujer vestida con una túnica blanca. La dama era muy bella, su larga cabellera de un negro ala de cuervo, le llegaba más allá de la cintura. Su piel era extraordinariamente blanca, casi tanto como su vestido. La mujer caminaba, o más bien levitaba, por la orilla del río donde estaba la cascada; iba llorando lastimera y desgarradoramente.

La Dama de la Cascada

Al verla, los muchachos se dieron cuenta de que se iba acercando a ellos, Se entusiasmaron, pues pensaron que la mujer se iba a meter a nadar y así podrían ver el que adivinaban un hermoso cuerpo. Sin embargo, al irse acercando todos sintieron un espantoso escalofrío y la sensación de que los cabellos se les ponían de punta.

Al momento, todos salieron del agua y se echaron a correr como dios los trajo al mundo, huyendo del terrible chillido que lanzaba la fantasmagórica mujer de blanco. Al siguiente día, todos los atrevidos jóvenes estaban enfermos, no podían pasar bocado, no podían dormir, y cuando lo lograban sufrían de terribles pesadillas.

Una de las madres de los asustados, desesperada por ver a su hijo en tal estado de susto, decidió acudir a una curandera. Las madres reunieron a todos los chicos y la bruja procedió a hacerles una “limpia” con yerbas especiales.

Afortunadamente todos se curaron del susto, y nunca jamás volvieron a la cascada donde se les había aparecido tan siniestra mujer: La Dama de la Cascada.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Oaxaca

De por qué la Tortuga tiene el caparacho parchado

Después de que ocurriera un terrible diluvio  que inundó todo el mundo, incluido el hermoso Valle de Oaxaca, uno de los estados sureños más hermosos de México, todo el suelo estaba hecho un lodazal. De repente, de entre el barro se formó una figura que empezó a cobrar vida, y se puso a caminar en medio de tanto lodo. La figura del animalito caminaba muy despacito, pues se trataba de una Tortuga, que estiraba continuamente el cuello y abría muy grandes los ojos ante lo que no conocía y ante el Sol deslumbrador que se veía en al cielo.

De por qué la Tortuga tiene el caparacho parchado

La Tortuga caminó y caminó hasta que llegó a un lugar que le desagradó porque olía muy feo. En el lugar se encontraba un Zopilote que estaba devorando un cadáver. Al verlo, la tortuga se dirigió a él y le dijo: -¡Estimado Zopilote, serías tan amable de llevarme hasta el Cielo, pues quiero conocer a Dios! 

El Zopilote poco caso le hizo, la ignoró. Pero la Tortuga insistió y repitió su petición muchas veces. El Zopilote se hacía del rogar porque no quería dejar de comer al muertito que estaba muy delicioso. La Tortuga suplicaba, y metía y sacaba la cabeza de su caparazón porque no aguantaba el terrible olor de la carroña. -¡Por favor, Zopilote, llévame al Cielo para conocer a Dios!

Tanto insistió la pobre Tortuga, que Zopilote se impaciento y accedió a la petición. Colocó a la Tortuga en su espalda y emprendió el vuelo hacia el Cielo. Cuando iban volando muy alto, la Tortuga le digo a Zopilote: -¡Ay amigo, pero que feo hueles! ¡Hueles como a podrido, es espantoso! Y así, repitiendo esta cantaleta siguió la Tortuga, hasta que Zopilote se enojó de tanta crítica. Entonces, el paciente Zopilote se ladeó y tiró a la Tortuga, que cayó hasta la Tierra rompiéndose en mil pedazos.

Dios, que observaba la escena, bajó hasta la Tierra, juntó todos los pedazos de la rota Tortuga, y los pegó. Es por ellos que desde entonces todas las tortugas tienen el caparazón como remendado.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Monterrey

EL crimen de la Casa Aramberri

En Nuevo León, Monterrey, existe una leyenda que sucedió en la Casa Aramberri, localizada en el número 1026 de la Calle Silvestre Aramberri; en ella se relata que dos mujeres Antonia Lozano y Florencia Montemayor, madre e hija, murieron trágicamente. 

El crimen de la Casa Aramberri

Un cierto día Delfino Montemayor se fue a trabajar al amanecer y dejó a las dos mujeres solas, como era habitual. Al poco rato de haber partido su esposa, Antonia escuchó que llamaban a la puerta y fue abrirla. Recibió tres tremendos golpes en la cabeza y se desvaneció. Florinda se despertó al sentir que tres hombres la golpeaban y la violaban. Antonia regresó de su desmayo, acudió a la recámara de la hija y recibió tres cuchilladas en la garganta. Ambas fueron mutiladas. Cuando regresó el marido de Antonia se encontró con un macabro espectáculo, y se dio cuenta que en las uñas de las mujeres había carne y cabellos de los asesinos.

Cuando las autoridades empezaron con las investigaciones en la casa, notaron que el perico que era la mascota de Florinda, repetía sin cesar: ¡No me mates, Gabriel, no me mates! Gabriel era el nombre de un sobrino de la pareja. Atraparon al susodicho que confesó que junto con dos amigos habían perpetrado el crimen con el fin de robar. Al tratar de escapar, los asesinos fueron matados por la espalda en la Calle Zuazua del centro de la ciudad de Monterrey.

La leyenda cuenta que todas las noches en la casa se ven sombras, se escuchan los desgarradores lamentos de las asesinadas mujeres, y sus desesperados gritos de auxilio que nadie atendió. Las almas de las desafortunadas no han podido descansar en paz.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Tabasco

No sabían nadar

Una leyenda del estado de Tabasco narra la triste historia de dos mujeres: una madre y una hija pequeña. Cerca de la ciudad de Frontera se encuentra el puerto de Frontera, uno de los más importantes por su actual tráfico marino y su belleza, y porque ahí desemboca el Río Grijalva. Se localiza a setenta y ocho kilómetros de Villahermosa, la capital de Tabasco. En este puerto y ciudad, transcurre la leyenda que nos ocupa.

No sabían nadar

Hace ya muchos años, a principios del siglo XX, los habitantes de Frontera solían acudir de paseo al puerto los sábados, para descansar del trajín de toda la semana. Doña Rosa y su hija Ema, no eran la excepción, todas las mañanas de los sábados se dirigían al puerto y observaban maravilladas la belleza del mar, de la cual nunca se cansaban. Caminaban tranquilamente por los muelles, y como nunca faltaban a su paseo, los pescadores ya las conocían y las saludaban afectuosamente, saludo al que las dos mujeres respondían con alegría.

El tiempo fue pasando y Ema se convirtió en una adorable joven a quien todos admiraban por su belleza, donaire y gentileza. Un día que se encontraban caminando por los muelles, los pescadores las invitaron a subir a la lancha que efectuaba un recorrido por el mar con los paseadores que quisieran hacerlo. Doña Rosa y Ema aceptaron la invitación con mucho gusto, pues era un paseíto que ya habían realizado en otras ocasiones -aunque no en muchas porque como no sabían nadar y no dejaba de darles un poco de miedo-, y a ambas les gustaba mucho sentirse sobre el mar y recibir la brisa marina en la cara. Iban en el bote muy felices ya de regreso al muelle, después de haber pasado dos horas en el mar, cuando de pronto un barco golpeó a la lancha, todos cayeron al mar, pero desgraciadamente las madre y la hija murieron ahogadas porque no pudieron nadar para salvarse, y nadie pudo rescatarlas.

Los habitantes de frontera aseguran que todos los sábados por la tarde se ve a la madre, Rosa, y a la hija, Ema, caminar muy felices por el  muelle, pero al llegar al final ambas desaparecen como por arte de magia. Son los fantasmas de las infelices mujeres que murieron ahogadas por no saber nadar.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Michoacán

El Lago de Camécuaro

En el estado de Michoacán, a catorce kilómetros de la ciudad de Zamora, existe un lago que abarca 1.6 hectáreas, y cuya profundidad máxima alcanza los seis metros. El agua del lago proviene de manantiales que se encuentran al sur del mismo. Su nombre es Lago de Camécuaro. Desde 1940, el lago, junto con un conjunto de terrenos aledaños, fue declarado parque nacional por el ex presidente Lázaro Cárdenas del Río.

El Lago de Camécuaro

Como todo buen lago que se precie, el de Camécuaro tiene una leyenda que se ha trasmitido desde hace muchas generaciones en todo Michoacán. Esta leyenda nos refiere que hace muchos años, cuando México se llamaba la Nueva España, un rico noble español de nombre don Alonso de Quijano, decidió viajar a tierras indianas, a fin de visitar las nuevas tierra conquistadas por la Corona Española. Viajó por muchas partes de México, hasta que sus ansias aventureras lo llevaron al Estado de Michoacán, justamente a la ciudad de Zamora.

En dicha ciudad hizo muchas amistades, pues aparte de rico era muy simpático y buen mozo, razones por las cuales la vida se le facilitaba mucho y era aceptado en los ambientes selectos de españoles de Zamora. En una de las tertulias que frecuentemente se organizaban para diversión de las familias pudientes, conoció a Leticia de Zúñiga y Berriozábal, hija del alcalde de la ciudad. La joven era de una belleza exótica: su pelo lacio y negro y sus ojos rasgados le prestaban un aire oriental que fascinaba a todo el que la conocía. Ni que decir tiene que la encantadora muchacha contaba con muchos pretendientes a su mano. Pero ella se dejaba querer. Sin embargo, cuando conoció a don Alonso quedó absolutamente enamorada de su gallardía y su buen humor. Alonso, por su parte, quedó encantado con la belleza de Leticia, y decidió enamorarla. Tuvo éxito en su empresa, y a los seis meses se encontraban comprometidos para casarse.

En esas estaban, cuando don Alonso recibió una misiva de España, anunciándole que su padre estaba muy enfermo y pronto a morir, y que le llamaba constantemente para que se hiciera cargo de los negocios y la hacienda que tenían en Extremadura. Ni tardo ni perezoso, Alonso decidió partir, jurándole por la Virgen de los Remedios a Leticia que volvería por ella para casarse como tenían planeado, y llevársela a tierras hispanas. Muy triste y acongojada, la mujer se resignó a su suerte y le rogó a la Virgen que le diese paciencia para soportar la larga espera.

Un día del mes del julio, don Alonso emprendió el viaje a las costas para tomar el galeón que había de conducirlo a su tierra natal. Pero sucedió que en el barco conoció a una noble asturiana, rubia y sonrosada y se enamoró de ella, olvidando completamente a la pobre Leticia. Pasaron dos años, y la bella Leticia comprendió que el infiel Alonso jamás regresaría a su lado para casarse como había jurado ante la Virgen. Muerta de dolor y tristeza, la infeliz mujer se fue un día al campo y se sentó en una piedra a llorar su desventura, tanto lloró que se empezó a formar un hermoso lago de prístinas aguas con las lágrimas de sus bellos ojos. Al cabo de un largo tiempo, el lago creció tanto que cubrió a Leticia y la ahogó. Sus atribulados padres nunca la encontraron.

La leyenda nos cuenta que desde entonces, cuando algún hombre está a punto de ahogarse en el lago de Camécuaro, una linda doncella de pelo lacio y ojos rasgados acude en su ayuda y, jalándole de los pies, le saca del lago.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Michoacán

La tragedia de Hupanda

Hapunda, palabra purépecha que significa lago o laguna, fue una hermosísima princesa que vivía en la isla de Yunuén, una de las ocho islas que se encuentran ubicadas en el Lago de Pátzcuaro, en el estado mexicano de Michoacán. Siete de tales islas están pobladas actualmente. La isla de Yunuén y la llamada Pacanda, forman un conjunto; otro está integrado por las islas de Tecuena y Tecuanita; un tercero recibe el nombre de islas Urandenes, palabra que proviene del término urani, que quiere decir “batea”. El último conjunto lo forman las islas Jarácuaro y Copujo. Aparte de ellas se encuentra en el Lago la famosa isla de Janitzio.
 La tragedia de Hupanda

La hermosa isla de Yunuén tiene el significado de Media Luna, nombre que se le puso por tener  forma curvada. En este sitio vivió una princesa muy bella y muy buena que se llamaba Hapunda. Era tan atractiva que los invasores chichimecas decidieron un día raptarla para obsequiársela a su jefe y quedar bien con él. Al enterarse los hermanos de la dulce princesa, furiosos por tal atrevimiento de los chichimecas, se aprestaron a defenderla. Sin embargo, Hapunda sabía que las fuerza militares estaban a favor de los chichimecas y que los purépecha llevaban las de perder. Por lo tanto, la princesa acudió al Lago de Pátzcuaro, Cabello de Elote,  a contarle la terrible tragedia que se avecinaba. La chica acudió al lago porque se trataba de su novio.

Ante la terrible confesión el Lago de Pátzcuaro le aconsejó a la asustada princesa que lo que debía hacer era echarse al lago y unirse con él para siempre. Hapunda, muy obediente y enamorada, se lanzó a las aguas del lago. Poco después de haberse arrojado, la princesa resurgió convertida en una blanca garza, para vivir para siempre en el lago, su enamorado, y nutrirse de sus apacibles aguas. Después de pasado un cierto tiempo, llegaron más garzas a poblar la isla, tan plena de vegetación y de belleza.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Zacatecas

Los valerosos huachichiles

El Cerro del Papantón se encuentra ubicado en el estado de Zacatecas, en medio de un valle al cual asistían los indígenas huachichiles en tiempos anteriores a la conquista. Estos indígenas vivían  en cuevas y solían llevar a cabo sus rituales en lo alto del cerro. 

Los valerosos huachichiles

Cuando los guerreros hispanos tomaron por la mala la región, trataron de esclavizar a los indios para que trabajaran en una hacienda que se había construido para uno de los capitanes conquistadores. Pero los huachichiles no se dejaron invadir, pues era una de las tribus chichimecas más aguerridas,  y como represalia los españoles los pasaron a cuchillo a todos.

Los habitantes del pueblo de San Tiburcio, perteneciente al Municipio de Mazapil, cuentan que por las noches se ven bolas de fuego en la cima del cerro. Las tales bolas son los indios ejecutando sus danzas sagradas dedicadas a las estrellas, a las que adoraban como diosas. Tanto han bailado los “cabezas pintadas de rojo”, significado de su nombre, que el tope del Cerro de Papantón se encuentra completamente plano, lugar en el que hoy se puede ver una capilla dedicada a la Santa Cruz que construyeron los hacendados españoles para cuidarse de los fantasmas de los valerosos indios huachichiles.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Coahuila

El Gigante Severo

En la ciudad de Coahuila de Zaragoza, uno de los estados norteños de la República Mexicana, se cuenta una leyenda que la tradición ha perpetuado de boca en boca. En uno de sus callejones llamado el Callejón de la Delgadina, había una casa que tenía un local que fungía como carnicería. En la casa vivía el carnicero que era un tipo asqueroso que siempre estaba sucio completamente lleno de sangre y de la grasa de los animales que mataba y cortaba para la venta. Las personas del barrio le conocían como El Gigante Severo. Este hombre estaba casado con una mujer, que a su vez llevaba por mote La Trenzona. Se trataba de una mujer infiel que le ponía los cuernos al carnicero con gran desparpajo.
 El Gigante Severo

En una ocasión, encontró a un fulano con el que se ponía a platicar dentro y fuera de la casa. Como el Gigante Severo era confiado, no se ponía celoso de los tejemanejes de La Trenzona, la cual no solamente se conformaba con platicar con su amigo, sino que las cosas habían pasado a mayores y eran amantes. Pero como nunca falta un chismoso, alguien de barrio le fue con el chisme al carnicero de que su mujer le ponía los cuernos. En tío entró en dudas y espió a la dama: y efectivamente se dio cuenta del engaño de que era víctima.

Como castigo, colgó a la infiel en uno de los ganchos que utilizaba para colgar la carne, y la encerró en una de las habitaciones. Todos los días la torturaba y sólo le daba de comer mendrugos de pan y agua. Pasado algún tiempo, el cuerpo de la esposa fue encontrado tirado en un arroyo y completamente mutilado. La reconocieron por su larga cabellera que ella solía trenzar.

Cuando las autoridades acudieron a la carnicería para apresar al Gigante Severo, no lo encontraron. Había huido. Se cree que parte de la carne de la mujer sirvió como bisteces que hicieron las delicias de algunos de los clientes de la carnicería.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Veracruz

Nahuani y Ahuilizapan

Al Citlaltépetl, Cerro de la Estrella, también se le conoce como el Pico de Orizaba. Se encuentra situado en Veracruz; mide 5,610 msnm y es muy hermoso. En la época anterior a la llegada de los españoles, le llamaban Poyauhtécatl que significa en náhuatl “el que está donde adelgaza la niebla”. Después fue llamado Cerro de la Estrella, porque, a decir de los coscomatepequenses, desde la ciudad de Coscomatepec, en otoño e invierno se puede ver al planeta Venus como si estuviera sobre el cráter del volcán.

Nahuani y Ahuilizipan

Posteriormente, durante la Colonia, se le llamó Cerro de San Andrés por su cercanía con el poblado de San Andrés Chalchicomula.

Como todo buen cerro que se precie tiene una bella leyenda que narra que en tiempos de los olmecas había una guerrera  de nombre Nahuani, quien siempre estaba acompañada de su amiga Ahuilizapan, una hermosa águila. En una batalla en la que participó la guerrera, resultó herida y murió; entonces  Ahuilizapan, muy triste y desesperada, se elevó muy arriba en el Cielo, para después dejarse caer en picada. En el sitio donde cayó su emplumado cuerpo, se fue formando un promontorio que se convirtió en un enorme volcán: el Pico de Orizaba.

Cuando Ahuilizapan se acordaba de la muerte de su querida amiga Nahuani, hacía erupción por lo furiosa y enojada que se ponía. Para apaciguar al águila-montaña, los campesinos de los pueblos falderos, subían hasta lo alto del Citlaltépetl y efectuaban ceremonias en honor al águila que es también Orizaba, y a la joven y bella guerrera muerta en la batalla. Dos amigas que se quisieron entrañablemente y estuvieron juntas hasta la muerte.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Veracruz

Nahuani y Ahuilizapan

Al Citlaltépetl, Cerro de la Estrella, también se le conoce como el Pico de Orizaba. Se encuentra situado en Veracruz; mide 5,610 msnm y es muy hermoso. En la época anterior a la llegada de los españoles, le llamaban Poyauhtécatl que significa en náhuatl “el que está donde adelgaza la niebla”. Después fue llamado Cerro de la Estrella, porque, a decir de los coscomatepequenses, desde la ciudad de Coscomatepec, en otoño e invierno se puede ver al planeta Venus como si estuviera sobre el cráter del volcán.

Nahuani y Ahuilizapan

Posteriormente, durante la Colonia, se le llamó Cerro de San Andrés por su cercanía con el poblado de San Andrés Chalchicomula.

Como todo buen cerro que se precie tiene una bella leyenda que narra que en tiempos de los olmecas había una guerrera  de nombre Nahuani, quien siempre estaba acompañada de su amiga Ahuilizapan, una hermosa águila. En una batalla en la que participó la guerrera, resultó herida y murió; entonces  Ahuilizapan, muy triste y desesperada, se elevó muy arriba en el Cielo, para después dejarse caer en picada. En el sitio donde cayó su emplumado cuerpo, se fue formando un promontorio que se convirtió en un enorme volcán: el Pico de Orizaba.

Cuando Ahuilizapan se acordaba de la muerte de su querida amiga Nahuani, hacía erupción por lo furiosa y enojada que se ponía. Para apaciguar al águila-montaña, los campesinos de los pueblos falderos, subían hasta lo alto del Citlaltépetl y efectuaban ceremonias en honor al águila que es también Orizaba, y a la joven y bella guerrera muerta en la batalla. Dos amigas que se quisieron entrañablemente y estuvieron juntas hasta la muerte.

Sonia Iglesias y Cabrera