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La Sirena y Taqsjoyut

Un día la Sirena, que vivía en el mar, salió a pasear a la Tierra. En todas las casas por las que pasaba pedía hospedaje, pero nadie la aceptaba. En el quinto pueblo al que llegó la aceptaron en una casa. Agradecida, la Sirena le pidió a la dueña una jarra para ayudarla a acarrear agua, y le solicitó que una sus hijas le indicase donde estaba el pozo.

Cuando llegaron la Sirena le dijo a la niña que no tuviera miedo de lo que iba a presenciar. Tomó la jarra, la echó al pozo e inmediatamente el agua se arremolinó, salió un arcoíris y el viento se levantó. Entonces, la Sirena se arrojó al agua. La niña corrió a la casa a buscar a su padre. Cuando ambos llegaron al pozo vieron que el agua estaba arremolinada y lodosa.

El padre, al darse cuenta de que se trataba de la Sirena, fue a buscar al presidente del pueblo. Llegaron al pozo acompañados de toda la comunidad y se dieron cuenta de que se había convertido en una laguna. Acudieron a los adivinos para que les dijesen cómo podían sacar a la Sirena del agua, pero éstos se declararon incapaces y remitieron al presidente y compañía, con el sacerdote del pueblo. El sacerdote efectuó una misa cerca de la laguna, pero la Sirena no salió. El presidente decidió ir a consultar con el mejor adivino. El adivino sacó sus cristales mágicos y confirmó que la Sirena se encontraba dentro de las aguas. Se puso a la orilla del pozo y rogó a la Sirena que saliese.

Ella vaticinó que al final del año habría un tremendo diluvio que terminaría con la Tierra. Les dijo que saldría si le traían doce pollitos, trece gallos, doce guajolotas, trece guajolotes, doce puercas, trece puercos, doce muchachas y trece muchachos. Las personas, muy asustadas, decidieron ir a consultar a los Truenos para que las ayudasen, pero los Truenos respondieron que la Sirena era una compañera y que nada podían hacer para que saliera, pero si Taqsjoyut, El Hombre que Come Brasas, les ayudaba, ellos desatarían al Relámpago para que lloviera. Cuando fueron a verlo, Taqsjoyut les dijo que cuando sacara del agua a la Sirena la Tierra iba a temblar muy fuerte, pero que no debían asustarse.

Taqsjoyut dio cita a los Truenos en la cima de una colina en donde se encontraba un árbol enorme. Al llegar los Truenos se posaron en las ramas del árbol. Durante una hora discutieron lo que debían hacer. Al término, ordenaron a las personas que buscaran dos cargas de leña, les prendieron fuego, hasta que no quedaron sino pequeñas brasas. Taqsjoyut tomó las brasas de la primera carga de leña y se las tragó; a continuación se revolcó en las brasas de la segunda carga y todo el cuerpo se le incendió. Mientras tanto, se escuchaban fuertes tronidos y la lluvia caía a torrentes.

Taqsjoyut dio tres saltos y se arrojó al pozo. Al sentir el agua caliente la Sirena gritaba que no quería salir, pero el pozo acabó por secarse; entonces, Taqsjoyut la tomó de su trenza, la amarró y la sacó fuera del pozo. Hecho lo cual, El hombre que Come Brasas, se fue volando a su casa. En agradecimiento, toda la población le obsequió con pollos, guajolotes, ranas, y demás animales comestibles. Sonia Iglesias y Cabrera

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Nueve Viento

La Serpiente Emplumada mixteca era el nahual de Nueve Viento. En el contexto personal se llamaba Coo Dzavui; es decir, Serpiente de Lluvia, dios muy venerado por los mixtecos antiguos, sobre todo durante el Período Posclásico mesoamericano.

Quetzalcóatl

Nuevo Viento tuvo la suerte de nacer de un pedernal, y en su llegada al mundo fue dotado de divinidad por el Señor Uno Ciervo-Serpiente de Jaguar y por Uno Ciervo-Serpiente de Puma, los creadores dioses primarios del universo. Así, Nueve Viento poseyó la máscara de pájaro y demás atributos de su divina nobleza.

Una vez convertido en dios, bajo a la Tierra desde el Cielo, acompañado de diversos dioses portadores de la Casa del Sol y de la Casa de Xipe. Pasado cierto tiempo, en el año 6-Conejo, llevó a cuestas la bóveda celeste y dividió al Cielo de la Tierra, tanto era su poderío. Otra de sus hazañas consistió en horadar las orejas de los cuarenta personajes que dieron inicio a los señoríos mixtecos, quienes nacieron en el Árbol sagrado de Apoala donde se puede encontrar al Yutatnoho, el Río de los Linajes. Nueve Viento, el héroe cultural por excelencia de los mixtecos, enseñó a los seres humanos a aprender las artes y las ciencias que propiciaron su desarrollo.

Debido a tantos dones que ofreció a la humanidad se le veneraba en las cavernas, sitios sagrados, en tanto que deidad agrícola, asociada con Dzahui, el dios tutelar. En su advocación de Coo Dzavui, dios acuático, se le representó con orejeras, bigotera y colmillos, y a veces aparecía bajando del Cielo con una olla de agua, con la cual mojaba a los señores del reino mixteco. Su principal centro ceremonial estuvo en Achiutla, Ñuu Ndécu, adorado en forma de envoltorio o bulto sagrado. Actualmente, los mixtecos adoran las piedras en forma de gotas de agua que son sagradas y representan al dios Coo Dzavui, como es el caso del poblado de San Juan Mixtepec, a las que sus pobladores llaman Piedras de Savi.

Sonia Iglesias y Cabrera

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El Cielo, la Tierra, y el Inframundo

Para los antiguos pueblos purépecha el cosmos estaba conformado por tres importantes partes. En Cielo recibía el nombre de Avándaro; la Tierra era conocida como Echerendo; y al Inframundo se le denominaba Cumiechúcuaro. Las tres partes del mundo formaban planos superpuestos. En todos ellos los dioses moraban. Así pues, había dioses del firmamento: los astros y las aves; dioses terrestres, y dioses de la muerte. Todos ellos podían tener la apariencia de los hombres y de los animales. En cada una de las partes que componían al universo, se encontraban cinco rumbos sagrados, cuatro laterales y uno central. El estos puntos reinaba un dios y estaba regido por un color determinado. Los Dioses de la Mano Derecha se encontraban en el Norte, y en el Sur moraban los Dioses de la Mano Izquierda. Los dioses del Cielo, de la Tierra y del Inframundo se encontraban simbolizados por el número Tres. A su vez, el número Cinco representaba a los dioses de los cinco rumbos sagrados mencionados. Por otra parte, al número Cuatro se le asignaba la connotación de los dioses llamados Las Cuatro Partes del Mundo. A los dioses que habitaban las cinco regiones míticas, los purépecha los adoraban en templos de piedra revestidos de arena y cal, a los que se les anexaba canchas de juegos de pelota y casas para el baño. De las deidades más antiguas de este pueblo, podemos mencionar a Xaratanga, cuyo templo principal se encontraba en la población de Tzintzuntzan. Se trataba de la diosa de la Luna, a la que ofrendaban frutas y maíz, pues ella los había creado. El más importante de los dioses tarascos llevó por nombre Curicaveri, El Gran Fuego, al cual representaban en una lanza de pedernal o como un guajolote, y que había creado a todos los demás dioses del panteón. Este dios tuvo como hermanos a los Tiripemencha, quienes rigen las cinco casas del la Tierra: el centro y los rumbos sagrados. En Zacapu se le conoció como Querenda Angápeti, La peña que está en el Templo. Cuando el dios iba por el Cielo tomaba la forma de un águila, cuando se encontraba en la Tierra era un coyote, y cuando deambulaba por el Inframundo, se arrastraba cual una serpiente. Este dios era acompañado en importancia por Cuerahuáperi, la Madre Naturaleza, La que hace Nacer. La Diosa Madre esposa de Curicaveri. Representación de la Luna, diosa dual de la vida y de la muerte. Moraba en Zinapécuaro, acompañada de sus cuatro hijas: la Nube Roja, la Blanca, la Amarilla y la Negra. La plata provenía de sus heces sagradas. Diosa múltiple de varias advocaciones: Pehuame, Parturienta, esposa del Sol Poniente, en Zacapu, dueña de los hurínguequa, los temazcales, y patrona de las parturientas; Xaratanga, Luna Nueva, habitante de la casa central de Xarácuaro, desde donde se dirigía a los otros cuatro rumbos cardinales , madre de Mano-Uapa, llamada Mauina en su advocación de diosa de la fertilidad. Sonia Iglesias y Cabrera

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El Faisán, El Venado, y la Serpiente de Cascabel

Un buen día, Itzamná tuvo el capricho de crear El Mayab, un lugar paradisíaco en la Tierra que fuera muy bello. La lleno de plantas y flores, de cenotes y de cuevas. Cuando estuvo listo, regaló el Mayab a los hombres. Agregó tres animales para que vivieran siempre es esa hermosa región: el Faisán, el Venado y la Serpiente de Cascabel. Todo era felicidad y paz en El Mayab, hasta que cierto día los Chilam, los sacerdotes sagrados, convocaron a todos los habitantes para anunciarles que pronto llagarían a las tierras en que vivían unos extraños hombres que llegarían de lugares muy lejanos. Vendrían armados con poderosas armas y pelearían y matarían a muchas personas. Y todos serían esclavizados. Al oír estas terribles palabras de los Chilam, el Faisán se escondió de inmediato en la selva y dejó de volar, como antes lo hacía. Cuando el Venado se enteró de lo que le esperaba a los mayas, lloró tanto que sus lágrimas formaron aguajes y sus lindos ojos quedaron húmedos para siempre. La Serpiente de Cascabel cuando supo de la inminente catástrofe que se acercaba, decidió luchar contra los enemigos, y se inventó un nuevo sonido en sus crótalos. Llegaron los conquistadores y vencieron a El Mayab. El más importante de los sacerdotes decretó que los tres animales creados por Itzamná tendrían una importante tarea que cumplir en la Tierra: -¡Mientras en El Mayab existan las ceibas y las cavernas continúen abiertas, siempre habrá la esperanza de que llegará un día que los mayas recobren sus tierras unidos en el combate. Recibirán tres señales: la primera será cuando vean al Faisán volver a volar muy alto sobre los árboles; la segunda señal la traerá el Venado, cuando sea capaz de atravesar las tierras de El Mayab de un solo salto; la tercera señal estará dada por la Serpiente de Cascabel, que recuperará la hermosa música que producía con sus crótalos y deja el horrible sonido que ahora escuchamos. Estas serán las señales de que nuestra victoria se acerca. Ese glorioso día aún no ha llegado, pero los sagrados animales están listos y preparados: el Faisán alisa y cuida sus alas; el venado afila y limpia sus pezuñas; y la Serpiente de Cascabel frota sus cascabeles continuamente. Sonia Iglesias y Cabrera

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Los dioses y el Zempoaltépetl

Naaxwyu’ini, la Madre Tierra, es la diosa-espacio sagrado donde habitan los seres humanos a quienes cobija y ayuda, morada de algunos de los dioses del panteón mixe, los Inää, los elementos de la naturaleza: el Sol, Xï, el Agua, Nï, la Boca del Cerro, Tun’a, el Rayo, Jitsuk, la Tona, Tso’ok, y los Vientos, mensajeros informadores de la Madre Tierra a quien ponen al tanto de lo que acontece sobre ella, y causantes de no pocas enfermedades en los seres humanos. Los Inää se localizan en los Inääpatajk, donde se les rinde culto. El dios superior del Agua, llamado Kontiji. Kong-Änää, es el Trueno, a quien se le pide la lluvia que da vida y alimentos; Ana-Witsuk, el Rayo Trueno. El Padre es el Sol, nombrado Yikkospe; la Madre, la Luna, quienes en el inicio de los tiempos crearon al universo. Los Ayos Mayores y a los Ayos Menores representan los temblores, la lluvia, el viento, y los huracanes. La Serpiente de Petate vive en un hermoso manantial, gusta de ver el Arcoíris que es la Lluvia del Sol, mismo que aparece cuando el Trueno lo bautiza. Los nahuales de las personas poderosas son los Rayos, habitantes de los cerros. Cuando los Rayos se pelean entre ellos, sus machetes se van rompiendo en trocitos y forman las obsidianas que los hombres encuentran en los cerros. Cuando los Rayos pasan por algún sitio, dejan una huella de serpiente reptando. En el tiempo en que los mixes van a sembrar la milpa, se dirigen los dioses de la Tierra en los Kiyajktaajk, con las siguientes palabras: Tú Lluvia, tú Viento, tú Rayo, tú Dueño de la Noche, tú Dueño de los Nahuales, tú Madre, tú Senos te pido perdón porque te he cortado, porque he derribado, porque he sembrado. Pido el favor para que me ayudes, para que los animales no hagan daño en el cultivo, para que éste sea abundante, para que pueda dar de comer a mis hijos, encontrará precio esta ofrenda, tendrá valor porque lo hago con toda humildad y todo respeto, en este momento estoy depositando el respeto ante ti, pido para que cuides los cultivos, para que no haya demasiada agua, ni demasiado viento. Por eso te vengo a dejar esta guajolote y este pollo, este mezcal, estos cigarros, aquí te traigo tu limosna y tu veladora. Los dioses viven en los cerros y las montañas. De entre ellas, la de mayor importancia por el centro cósmico es el cerro Zempoaltépetl, donde se unen la Tierra y el Cielo al cual sostiene firmemente. Los Dueños, los Espíritus de la Naturaleza y los Ayos, junto con la Vírgenes y los Santos católicos, viven en las cuevas, los cerros, y en los manantiales del Zempoaltépetl, Cerro de los Veinte Cerros, en el se asientan los montes sagrados: La Mitra, La Malinche; y las cuevas sagradas: la de La Virgen y la de El Trueno. El Zempoaltépetl es alto, tiene tres mil quinientos metros de altura; su nombre en lengua mixe es Ipyx Ukp. El Zempoaltépetl, el corazón de la cosmovisión mixe, inicio y fin de todo lo existente. Sonia Iglesias y Cabrera

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Zamná y el henequén

Hace muchos siglos Zamná, el héroe deificado por sus acciones benéficas para los itzáes, llegó a los territorios de la ahora ciudad de Izamal, situada a sesenta kilómetros de Chichén Itzá. En la región no había nada de agua, ni ríos ni montañas. De pronto, surgieron unas oscuras nubes en el cielo y empezó a caer una pertinaz lluvia. Todos los itzáes se pusieron muy contentos. Zamná, al ver tanta agua, decidió ir a buscar adónde podría guardar un poco para los momentos de escasez.

En esas estaba cuando se acercó a una planta cuya espina se le clavó en  el muslo; la sangre brotó inmediatamente. Sus compañeros, al ver que el dios-hombre estaba herido se pusieron a cortar las hojas de la planta y a azotarlas contra unas grandes piedras planas y lisas que se encontraban cerca, para castigarla por el daño ocasionado al dios. Al ver lo que hacían sus súbditos, Zamná se dio cuenta que de las hojas se desprendían unas fibras largas y muy fuertes, y pensó que serían de mucha utilidad para todos. Entonces, el héroe bondadoso, enseñó a los itzáes a trabajar el henequén para obtener buenas fibras para hacer cestos, ropa, cuerdas, morrales, y poder atar lo que se necesitase.

Así fue como Zamná dio a los hombres el henequén y fundó en ese sitio la noble ciudad de Izamal, como le fuera señalado por los dioses.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Los dos mundos

Tääy-Jërëëny, los espíritus principio y fin de todas las cosas, dispusieron formar otro mundo, el Ja Tuk It, cuando se dieron cuenta que los seres humanos, de los cuales descienden todos los indios mixes, eran muy desobedientes, y por lo tanto no tenían derecho para la inmortalidad. En ese nuevo mundo los hombres vivirían y morirían, era muy parecido al que vivimos ahora, pero mucho más bello: la naturaleza era más hermosa, los hombres y las mujeres también. Habría tranquilidad, paz, armonía, e igualdad; las penas no existirían, ni las enfermedades ni el egoísmo ni la maldad. Ya que los Tääy-Jërëëny no dejaron pasar a Ko’oypyë, El Malo, que había llevado la maldad y la desobediencia a Tuk It, el primer mundo donde, viven los hombres. Los habitantes del mundo alterno son muy superiores a los que viven en Tuk It, son más sabios y aprenden mucho más rápido; son fuertes y tienen mucha energía.

Cuando estos hombres privilegiados van a visitar el mundo Yuk It, nadie puede verlos, solamente los seres superiores  y sabios tienen la facultad de poderlos ver, por esta razón, son los intermediarios entre los humanos y Tääy-Jërëëny. Para tenerlos contentos, los mixes llevan a cabo en el nacimiento y en la muerte celebraciones con comidas, bebidas, danzas y ofrendas a los dioses.

Ya que una persona muere, anmajä’äwën, su alma, sale del cuerpo, e inicia su recorrido por las cuatro grandes aguas, los cuatro grandes caminos de la vida: el camino rojo, el del nacimiento; el camino blanco de la bondad, siempre pleno de luz; el camino amarillo, el de la muerte; y el camino negro, siempre lleno de maldad y oscuridad.

Al momento en que el alma se desprende del cuerpo se dirige al camino amarillo, el mismo camino del dios Sol, cruza una región oscura, hasta que vuelve a encontrar el camino rojo y vuelve a nacer, de la misma manera que sucede con el Sol, nuestro dios. Tal es la razón por la cual todo en los pueblos mixes está orientado hacia el camino rojo: las comunidades, las casas, las iglesias… Durante el camino de regreso, las personas pueden observar todas las acciones que efectuaron en vida, desde que eran chiquitas, hasta que muere en el Tuk It, y llega al momento en que nació, al límite entre este mundo y el más allá. Cuando el alma llega a este punto está sumamente cansada, es cuando los familiares le ofrecen agua y comida para mitigar su hambre y su sed. En este punto, el alma  se demora y no puede pasar, entonces emplea el machete que siempre debe llevar para poder abrirse camino, así como los obligatorios huaraches le permiten no espinarse. Este paso es mucho más difícil para los aatsu’ux’okpë; es decir, los que murieron en accidentes, llenos de desgracias o se suicidaron. En cambio, las personas muertas por muerte natural no tienen dificultad en dar el paso. A los primeros se debe ayudarlos con rezos y ceremonias, y con ofrendas para la Madre Tierra y demás dioses.

Al lograr pasar, las almas se encuentran con un río, que divide a los dos mundos. Ahí se encuentran el Tecolote, el Águila, la Comadreja, la Culebra Prieta, el Wakoo (especie de zopilote que se ríe a carcajadas cuando anuncia desgracias) y otros muchos animales más. Todos estos animales son los mayuut, los mensajeros al servicio de los dioses, que anuncian a los humanos cuando ya deben acudir al Ja Tuk It. Para ayudar a cruzar el río que llevará a las almas al Más Allá hay un perro negro, pues las aguas del río nunca se deben tocar porque están impuras, y al llegar al más allá no podrían volver a nacer por estar sucias. Al cruzar el río el camino es bello, lleno de luz, flores y plantas; continuamente lo están barriendo para que esté impoluto. Ahí se reciben las almas que deben estar muy limpias, por lo cual al muerto se le debe bañar, vestir con sus mejores ropas y zapatos. Si se trata de una mujer, los familiares le agregan sus collares y aretes, que colocan en su cuello y orejas y en el ataúd, porque a donde llegan es un lugar de alegría donde las almas siempre están felices. Donde empieza la verdadera y mejor vida.

Sonia Iglesias y Cabrera


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Las tonas

Los indios mixes tienen la creencia de que las personas son poseedoras de dos almas: Una de ellas es el alma mortal; la otra, nunca muere, ya que es inmortal. A esta alma se la nombra tso’ok, o sea, tona o tonalli.  La tona entra en el hombre cuando hay coincidencia entre su nacimiento y el de algún animal. De tal manera que el hombre y el animal quedan para siempre unidos indisolublemente, y sus destinos serán similares.

La tona de cada persona la averigua el adivino-curandero, quien es el encargado de consultar el calendario ritual y tiene la habilidad de leer las cenizas, pues los curanderos poseen una tona fuerte y buena, a diferencia de las tonas fuertes-malas que tienen los brujos. Los demás seres humanos se caracterizan por presentar tonas débiles-buenas o débiles-malas, según sea su comportamiento.

Los brujos-nahuales, los curanderos tradicionales, tienen la capacidad de transformarse en elementos de la naturaleza y en animales; a más de que pueden causar las enfermedades  y toda serie de males. Ellos pueden hacer que las personas pierdan el alma o introducir objetos de todo tipo en ellas. Cuando los brujos-nahuales han hecho daño, los curanderos pueden curar a los lastimados por medio del pulso, que les permite dar un diagnóstico acerca del tipo de daño que ha sufrido; o bien, ingieren hongos alucinógenos o semillas de la virgen para aumentar sus capacidades terapéuticas.

Sonia Iglesias y Cabrera


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El viaje al Más Allá

Cuenta un mito huichol que cuando un hombre  muere su alma emprende un largo y difícil camino hacia el Más Allá, trayectoria que es observada por el mara’akáme. El muerto hace un repaso de todas las acciones que ha hecho en vida. A continuación, llega a una bifurcación. El camino de la derecha corresponde a aquellos que tuvieron buen comportamiento durante su vida; el de la izquierda es para las personas que hicieron acciones malas, las cuales deben sumergirse en aguas hirvientes o ser quemados por el fuego, para luego pasar entre montañas y rocas que están chocando continuamente. Si cometieron adulterios, cargan a cuestas con los genitales de la persona con quien pecaron. Una vez terminado el castigo, regresan al camino bifurcado y toman el canino de la derecha.

El alma sigue su rumbo y llega a un estanque que debe atravesar, y donde hay un perro que ataca al alma pecadora. Para defenderse, el alma lleva consigo un palo o tortillas para darle y apaciguarlo. Siempre llevando consigo los genitales. En seguida, se encuentra con todos los animales que en vida hizo dañó; es entonces cuando ellos toman venganza de todos los golpes y ofensas recibidos. Si el difunto en vida fue dueño de un perro negro al que no cuido como es debido; es decir, no lo alimentó ni le dio agua, el perro le esperará a la puerta de su casa para atacarlo y morderlo cuando el alma deje su hogar. En su recorrido mortal, el espíritu pasa por un túnel en donde se encuentra un perro blanco que le está esperando con un vaso con agua lleno de gusanos el cual le hará beber, en caso de haber maltratado a los perros cuando vivía. Pero si el alma fue bondadosa con los canes, entonces el perro blanco le ofrecerá comida, bebida, y le brindará muchos parabienes. Si por algún motivo el muerto comió carne de tlacuache, una enorme roca lo aplastará, pues tal animalito se considera sagrado por haber robado el fuego en beneficio de los huicholes.

Una vez pasadas las pruebas establecidas por los dioses, el alma del difunto arribará al lugar en donde se encuentran los antepasados y demás muertos, quienes organizan una celebración alrededor de un árbol sagrado. En la fiesta todos bailan, comen y beben tesgüino. Al momento en que todos están borrachos, el curandero-mara’akáme atrapa el alma del muerto y, auxiliado por un espíritu, la lleva hasta donde se encuentran sus familiares que lo reciben llorando y le dan la bienvenida. Los parientes le preparan una sabrosa comida y le ofrecen todas las cosas que al muertito le gustaban cuando vivía. Después de que el alma ha saboreado la sabrosa comida, se despide y emprende su última partida. Pasados cinco años, el alma toma la apariencia de un cristal de roca y regresa a la Tierra a visitar a los suyos, quienes no lo han olvidado y siempre le rezan en al altar doméstico con mucho cariño.

Sonia Iglesias y Cabrera


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Kong Hoy, el héroe

El rey Kong Hoy, el Jefe y Juez Bondadoso, o Kontoy, como también suele escribirse, héroe mitológico de los indios mixes que nació de un huevo, es un líder guerrero que fundó los lugares sagrados de la cosmografía mixe. Vive en las cuevas del cerro llamado Zempoaltépetl, Cerro de los Veinte Lugares Sagrados, siempre acompañado de su nahual, la Culebra. Desde dicho cerro se encarga de hacer los rayos y los truenos.

En la cima del cerro, Kontoy edificó una troje que está repleta de dinero, dones y salud. Es asimismo, el arquitecto que elaboró las cuevas y los túneles que conectan la región mixe, y de las barrancas, los lagos, lagunas y los valles. En su tarea creativa, el héroe llegó hasta los Valles Centrales de Oaxaca. Ya en plano territorio zapoteco y plantó su vara en la tierra, la cual se convirtió en el hermoso Árbol del Tula. También suele habitar los árboles y las lagunas, e incluso se piensa que su nacimiento tuvo lugar en una laguna  que se encontraba adentro  del mencionado Zempoaltépetl.

Cuenta la tradición que Kontoy tiene una hermana que tiene la forma de una serpiente con cuernos. Cuando repta, la hermosa sierpe deja barrancas de forma sinuosa, como es el movimiento de las víboras.

De los lugares sagrados que fundó el héroe Kontoy, podemos mencionar las cuevas relacionadas con el agua, donde se llevan a cabo ritos y procesiones, como por ejemplo los que se realizan el Día de la Candelaria. Todos los lugares sagrados y sobrenaturales están relacionados con el Zempoaltépetl, límite del territorio mixe, señalado por piedras, ríos, manantiales y montañas.

Sonia Iglesias y Cabrera