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Mitos Mexicanos

Los Trece Cielos

Hubo una vez Trece Cielos que se formaron de la cabeza de Cipactli, el Cocodrilo Sagrado, monstruo marino mitad pez y mitad cocodrilo. Los dioses así lo quisieron cuando decidieron crear los niveles verticales del universo: El Inframundo, la Tierra, y el Cielo. Son trece los cielos en que habitan los dioses, a saber:

El Ilhuícatl Meztli, El Cielo Donde Está La Luna, es el primer nivel celestial, donde llegan las nubes y la Luna;  morada del Tlazoltéotl, diosa de la lujuria, el sexo y el adulterio; de Meztli, la Luna, de Ehécatl, el divino dios del viento, y de Tláloc, señor de la aguas y de los terremotos.

En el Ilhuícatl Tetlalíloc, El Cielo Donde Está El Espacio, segundo nivel universal, las estrellas se mueven y las constelaciones siguen su rumbo. Es el dominio sagrado de Citlalicue, señora de las estrellas hembras, creadora de la Vía Láctea, y de su consorte Citlaltónac, señor de las estrellas varones. Esta divina pareja tiene a su cargo a las estrellas Centzon Mimixcoa, a las Centzon Huitznáhuac, y a las constelaciones Citlaxonecuilli (Osa Mayor; Citlaltachtli, (Gémenis); Citlalcólotl, (Escorpión); Citlalozomahtli (Osa Menor); Citalhuitzitzilin (Columba y Lepus); Citlalmiquiztli (Sagitario y Corona Australis); Citalxonecuilli, (Auriga y Perseo ); Citlaltécpatl (Picis Austtrinus y Grulla); Citlalcuetzpalli, (Andrómeda y Pegaso); Citlalolli, (Leo); Citlalmázatl, (Eridanus y Fronax); y Tianquiztli, (Pléyades).

El tercer nivel, el Ilhuícatl Tonatiuh, Donde Se Mueve El Sol, se sitúa en el Occidente, hacia donde el sol camina para perderse en el Mictlan, el Inframundo. Ahí reina el dios amarillo: Tonatiuh, nuestro señor el Sol.

Al llegar al cuarto nivel, llamado Ilhuícatl Huitztlan, El Cielo De La Estrella Grande, puede verse salir a Tlahuizcalpantecuhtli  de su morada para dar aviso de que llega Tonatiuh, el regidor del Este.
Citlalicue, la Vía Láctea,  y Citlaltónac, la pareja sagrada que comanda a las estrellas, reina en el Ilhuícatl Mamaloaco, Cielo Que Se Hunde, quinto nivel en donde se trasladan las estrellas errantes y los cometas.

Tezcatlipoca, dios de lo invisible, de la Osa mayor, y regidor del Norte, habita en El Cielo Donde Está Lo Negro, el Ilhuícatl Yayauhco, el lugar donde nace y se va extendiendo la noche.

Huitzilopochtli, señor de la voluntad y el sol, guerrero consumado regidor del Sur, vive en el Ilhuícatl Xoxoauhco, en el Cielo Donde Está lo Azul, séptimo nivel, donde el Sol aparece en el amanecer.

Mictlantecuhtli y Mictancíhual, la pareja mortal, los señores del Inframundo, habitan este lugar de tempestades, donde nace la oscuridad, nombrado Ilhuícatl Nanatzcáyan, El Lugar Donde Rechinan Los Cuchillos de Obsidiana. Octavo lugar de universo celeste.

En la Región del Blanco, el Ilhuícatl Teoiztac, noveno estadio divino, está  Quetzalcóatl, dios de vida, sabiduría y conocimiento, el regidor del Este; le acompañaban los tzitzimime, los terribles espíritus celestes que se divierten atacando al Sol al amanecer y al anochecer, e intentan destruir al mundo.
En la región amarilla del Oriente, el Ilhuícatl Teocozáuhco, décimo nivel celestial, reina Tonatiuh, y de ahí partía para dirigirse hacia el Occidente y cruzar el Mictlan.

Xiuhtecuhtli, nuestro dios del fuego, señor de la hierba, mora como amo y señor, con su rostro amarillo y envejecido, en el décimo primer nivel, el llamado Ilhuícatl Teotlatláuhco, la región  roja, el cielo rojo con rayos de luz para recordar que la primera creación del mundo fue el fuego terrenal. Le hacen compañía al buen dios Chantico, su esposa, reina de los fuegos del corazón y del hogar, responsable de la maduración de las niñas enanas. Junto a la pareja divina estan los Xiuhtotontli, los dioses del fuego: del blanco, Xiuhiztacuhqui; del rojo, Xiuhtlatlauhqui; del amarillo, Xiuhcozauhqui; y del azul, Xiuhxoxoauhqui.

En Donde Moran Los Dioses, el Ilhuícatl Teteocan,  se encuentran los dioses creadores, los Tezcatlipocas, lugar por excelencia  donde los dioses nacen, renacen y se transforman. En el Norte, Tezcatlipoca, el Espejo que Humea, Señor del Cielo y de la Tierra; en el Este, Xipetótec, El Desollado, la parte masculina del universo; en el Oeste Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, la deidad principal; y en el sur, Huitzilopochtli, Colibrí Zurdo, el dios más adorado de los mexicas, asociado con el Sol. Décimo Segundo Cielo.

Finalmente, en el décimo Tercer Cielo, el Ilhuícatl Omeyocan, Lugar de la Dualidad, el más alto de los cielos, reside  la pareja creadora: Ometecuhtli, regidor del ciclo de vida, dios de lo inerte y lo inherente; y Omecíhuatl, diosa del sustento y la furtividad.

Sonia Iglesias y Cabrera


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De cómo nacieron las mariposas. Mito pápago.

Un día después de que el dios I’itoi creó al mundo, Hermano Mayor se encontraba sentado en una piedra observando a unos niños jugar con mucha alegría. Se dio cuenta de la belleza que le rodeaba, de la fragancia de las flores y los árboles, oyó con beneplácito el alegre canto de  los pájaros, y se regocijó del maravilloso azul del cielo. Vio con gusto a las mujeres que molían el maíz, su pelo brillando al sol y su morena belleza. ¡Todo era tan hermoso! Pero al momento, el Hermano Mayor tomó conciencia de que toda esa belleza terminaría, que con el tiempos los niños envejecerían y morirían, que las mujeres serían gordas y feas, que sus cabellos sería grises, que las hojas de los árboles se pondrían cafés, y que las flores se marchitarían y perderían su aroma. Entonces, el corazón del dios se puso triste. En esas estaba cuando vio unas hojas de maíz en el suelo que danzaban a la luz del Sol, entonces comprendió que debía hacer algo para capturar todas las cosas hermosas que había estado observando. Tomó su bolsa de la Creación y empezó a meter en ella un poco del azul del cielo, algunos rayos de sol, algo de la negrura del cabello de las mujeres, amarillo de las hojas caídas, un poco del verde de los pinos, de las flores tomó el rojo, el púrpura y el color anaranjado, y guardó el canto de los pájaros. Una vez que metió todo en la bolsa de la Creación, llamó a los infantes y les ordenó que abriesen la bolsa. Así lo hicieron. Al momento salieron volando miles de hermosas mariposas de todas las combinaciones de colores imaginables. Las mariposas como flores voladoras volaban sobre las cabezas de los niños y de las mujeres iluminándolas, mientras emitían hermosos cantos.

Mito corto de mexico - Mariposas

Entonces, un pájaro que se paró sobre el hombro de I’itoi, le dijo al dios que no estaba de acuerdo en que las mariposas tuvieran el mismo maravilloso canto que los pájaros, que eso les pertenecía desde el inicio de la Creación, que las mariposas eran ya bonitas teniendo todos los colores del arco iris, que no era justo que, además, poseyeran el bello canto de los pájaros. Hermano Mayor estuvo de acuerdo con lo dicho por el ave y les quitó el canto a las mariposas. Desde ese momento no pueden cantar, pero alegran con su belleza colorida a todos los pueblos indios.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Ehecatl, dios del viento

Si Ehécatl no hubiese soplado sobre el Sol y la Luna durante la creación del Quinto Sol, los astros se hubiesen quedado fijos, pues con su aliento fue capaz de otorgarles el  sagrado movimiento, el Ollin. León Portilla nos dice: Sol y luna permanecen estáticos. El viento zumba, ventea reclamante y pone al sol en movimiento, que avanza, se desplaza con rítmica luz, cruza su camino y se guarda en su casa. Sopla de nuevo el viento y la luna comienza su andar. De esta manera se sucede el uno al otro y así salen en diversos tiempos, el sol en su camino diurno y la luna en la noche alumbran en ella.

Ehécatl, un día se enamoró de una hermosa joven llamada Mayahuel, pero como ella no sabía amar, Ehécatl decidió dar a todos los hombres la capacidad de enamorarse, y por extensión a Mayahuel, la diosa del maguey y de la borrachera. Enamorados los dos, simbolizaron su amor por medio de un maravilloso árbol, que se encuentra en el mismo lugar en que Ehécatl llegó a la Tierra. Ehécatl era guapo, aunque no lucía su belleza porque solía usar una máscara en forma de pico que le cubría la boca, y a veces hasta usaba dos máscaras que le servían para limpiar el camino a Tláloc, el dios de la lluvia, y a los tlaloques, sus ayudantes, pues Ehécatl siempre presidía a la lluvia. Algunas veces le gustaba presentarse con la máscara de la muerte y un cráneo enorme y desnudo, con la boca alargada para mejor soplar el viento. Gustaba de ponerse un caracol cortado en el pecho, el Joyel del Viento, que solía tocar  produciendo el sonido del viento; llevaba orejeras de epcololli (concha torcida), y una sarta de caracoles. Fray Diego Durán, el cronista, refiere:
El ornato deste ydolo era que en la cauveca tenía una mitra de papel puntiaguda pintada de negro y blanco y colorado, De esta mitra colgaban atrás vnas tiras largas pintadas con unos rapacejos al cavo que se tenían á las espaldas… Tenía una manta toda de pluma muy labrada de negro y colorado y blanco á la mesma hechura quel joyel como una ala de maripossa. Tenía un suntuosso braguero con las mesmas colores y hechura que le daua debajo de las rodillas. En las piernas tenía unas calcetas de oro y en los pies unas sandalias calcadas.

Si el viento soplaba por el Este, lugar en donde se encontraba el Tlalocan, Ehécatl adoptaba el nombre de Tlalocáyotl; si por el Norte, por el Mictlan, se hacía llamar Mictlanpachécatl; pero si el viento soplaba por el Oeste, por donde moran las mujeres muertas en parto, su nombre era Cihuatecáyotl; en cambio, si el viento procedía del Sur, se hacía llamar Huitztlampaehécatl.

Como a nuestro dios le gustaba ser venerado, tenía un templo que se localizaba en la ahora  calle de Guatemala, por el número 16, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Se trataba de un templo circular, situado frente al Templo Mayor de Tenochtitlan, de techo cónico almenado, miraba hacia el Este lo que debía haber producido asombrosos juegos de luz al pasar entre los dos adoratorios del Templo Mayor. A la entrada había dos fauces de serpientes, no olvidemos que una de las advocaciones del dios es Ehécatl-Quetzalcóatl, grandes ollas y demás elementos de ornato.

La fiesta a Ehécatl se celebraba el 3 de febrero. Un esclavo joven, que no tuviese ningún defecto, durante cuarenta días antes de la celebración debía pasearse por toda la ciudad de Tenochtitlan vestido con los atuendos del dios. Por las noches, se le encerraba en un cuarto celosamente vigilado. Se le servían las mejores comidas y se adornaba su cuello con flores ceremoniales. Por el día, el joven bailaba y cantaba por las calles, mientras recibía numerosos obsequios de las personas que acudían a verlo. Dos ancianos le visitaban nueve días antes de la fiesta para avisarle que ya se acercaba el Neyolmaxiliztli, el Apercibimiento. Para evitar que el joven se deprimiera y todo se arruinara, se le daba a beber Ytzpacalatl, una bebida elaborada con una planta alucinógena. A las doce de la noche del día 3 del mes Atlacahualo (Sahagún), se le sacrificaba y su corazón se le ofrecía a la Luna; durante el sacrificio le cantaban: Viento de oriente y poniente, /Viento del norte y del sur, /Viento que infunde la vida, /Música de caracol. /Ehécatl,/ Con corazón endiosado, /Canto yo para ti, /Las vibraciones sonoras, /Mi aliento es para ti.

Una vez descorazonado, su cuerpo se tiraba por las escaleras del templo, de donde lo recogían los pochtecas y lo cocinaban en la casa del principal comerciante, donde se realizaba un solemne banquete.

Sonia Iglesias y Cabrera


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Chikon Tokoxo se casa. Mito mazateco.

En la montaña sagrada Nindo Tokoxo vivían todos los dioses mazatecos, entre ellos una pareja de ancianos que tenía un hijo, el único. Los padres consideraron que ya era tiempo de casarlo y buscaron una buena chica que fuera también hija de dioses. Cuando los ancianos la encontraron, el padre fue a pedirla una madruga entre  las tres y las cuatro, a fin de que nadie se diese cuenta. Pero un pajarito de nombre Chalandi estaba de guardia en la casa de la muchacha.  El padre acudió tres veces a pedir a la chica, sin resultado satisfactorio. A la cuarta vez acudió el pretendiente, pero ante tal atrevimiento el padre de la muchacha se molestó y le preguntó si ya estaba capacitado para efectuar las tareas que correspondían a su sexo, como sembrar y cortar leña para poder casarse. El joven respondió que sí, y el futuro suegro le replicó que como condición para casarse con su hija debía sembrar maíz, calabaza, y frijol ayocote en todos los cerros de su propiedad en tres días. El muchacho aceptó en seguida, pensando en la manera de cumplir con tamaño compromiso en tan poco tiempo, dado lo enorme del terreno.

mito mexicano - se casa chikon

Entristecido por lo difícil de la tarea, se sentó en una piedra y vio una parvada de pájaros chajma chan. Habló con el líder de los pájaros y le relató el terrible problema en que estaba metido por amor a una bella joven. Los pájaros lo escucharon y se compadecieron. Le dijeron que ellos realizarían el trabajo de roza y sembrarían todo lo pedido por al padre de la novia convertidos en peones de labranza. Muy contento el novio acudió con el futuro suegro para avisarle que la faena estaba hecha.  Desconcertado, al hombre no le quedó más remedio que darle la mano de  su hija. Como los pájaros-peones estaban hambrientos le dijeron al joven que les diera comida, pero no sabía guisar; entonces ña prometida le dijo que eso tenía fácil solución y tomó un totsin, un colibrí, lo mató, y con la mitad hizo un tezmole que alcanzó para que comieran todos, incluido el padre y sus familiares. Terminada la comida, los novios se fueron a vivir al Nindo Tokoxo.

La suegra de Isabel, que así se llamaba la chica, todos los días le pedía que fuera a la milpa de su marido a traer maíz. Cuando llegaba, arrancaba un elote de cada esquina de la milpa y del centro, los llevaba a la casa de su suegro y, por arte de mágia, se convertían en cinco costales rebosantes de elotes. Asombrada, la suegra decidió espiarla y un día la siguió hasta la milpa. Se dio cuenta de los poderes mágicos de Isabel y de la imposibilidad para doblegarla como era su intención. Un día en que la chica se encontraba sola en la casa y el marido en la milpa, la envidiosa suegra la corrió de la Montaña Sagrada. Isabel salió huyendo, y conforme recorría el campo les iba poniendo nombres a los lugares por donde pasaba: Ndá Ninda, Agua de Zorra; Ndá Cho, Agua Animal, y así sucesivamente.
Esta diosa fue conocida por los antiguos con los nombres de Chjoon Ndave, Na Isabel, Na Lisa y Chjoon Cha Asay. Y a su joven esposo lo llamaron Chikón Tokoxo, el famoso dios y héroe cultural de los mazatecos.

Sonia Iglesias y Cabrera


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Pita Bezelao

El Dios de la Muerte, Pitao Bezelao aparece en la cultura zapoteca desde sus inicios,  pero alcanzó su mayor importancia durante el Período Postclásico. Fue tan conocido como Cociyo, el Dios del Rayo y de la lluvia. Pitao Bezelao también fue el dios de la masculinidad, el dios padre, dios del infierno, de la muerte, de las riquezas, la suerte, y las gallinas, abogado de la tierra y de la grana.  El encargado de su culto fue el sumo sacerdote de Mitla, el huija tao. Como en esta ciudad se le tenía verdadera veneración y había muchas tumbas destinadas a los grandes señores y sus familias, la ciudad tomó el nombre de Lyobáa, “lugar de sepulturas”.

Pitao Bezelao estaba casado con Xonaxi Quecuya, la Madre Muerte, y con Coquí Bezelao. La primera era una deidad que traía la muerte. Se encargaba de recoger las almas de aquellos que morían en su presencia. Se la representaba con todos los insectos que ayudan a la descomposición de los cadáveres. En tanto que deidad femenina, siempre estaba embarazada; está dentada en todos sus orificios, los cuales representan la vagina de la tierra que devora a los seres humanos cuando se los sepulta. Coquí Bezelao, la otra esposa del dios, presenta atributos masculinos y femeninos: vagina y pene. Su madre, la diosa de la Tierra, Tlaltecuhtli, la engendró por medio de la partenogénesis; es decir, sin intervención masculina. Se la representa por medio de caracoles.

mito mexicano de pitao
Pitao

A Pitao Bezelao se le adoraba en todo el Valle de Oaxaca, en sus ceremonias se sacrificaban hombres, niños, perros, gallinas, palomas, y codornices. Su centro ceremonial se encontraba en Mitla, precisamente en el llamado Salón de las Columnas. El dicho salón estaba dividido en dos áreas. En una de ellas se recibía a los feligreses de todas las clases sociales, y se llevaban a cabo los rituales y sacrificios al dios. En la segunda área, había cuatro cuartos situados alrededor de un patio, pintados de color rojo, aquí moraba el sacerdote del dios. Se unían las dos partes por medio de un pasillo. Los aposentos del sacerdote eran muy lujosos, y en ellos recibía  a las nobles jóvenes vírgenes que le apetecía y que le traían de diversas poblaciones para que, una sola vez al año, disfrutase sexualmente con ellas. Si alguna de las mujeres llegaba a embarazarse, el hijo tomaría el puesto del padre como sacerdote.

Mitla era la puerta de entrada al Inframundo, al que conducían calles muy largas llenas de podredumbre y de malos olores. Se le representaba al dios como una calavera, con manos en forma de tenazas, orejeras de papel, y un cuchillo por nariz. A veces se le ve como un esqueleto con las rodillas flexionadas, la boca abierta, que lleva en su mano derecha un fémur humano, y en la otra mano un cuchillo para el sacrificio. Asimismo, se le representaba con arácnidos y lagartos, y con un enorme falo.

Pitao Bezelao presidía los rituales de los entierros de los nobles zapotecas. A la llegada de los españoles el cuto al dios de la muerte estaba en su apogeo, y duró hasta bien entrado el siglo XVII en las comunidades indígenas más apartadas del dominio hispano.

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Itztlacoyouhqui. Mito mexica

Cuchillo Curvo de Obsidiana fue el dios de la oscuridad, los desastres, la obsidiana, la temperatura, las heladas, el pecado, el castigo, y las miserias humanas. Pero también fue el dios de la justicia y la objetividad. Se le representa con la cara de piedra y con los ojos vendados, a veces una punta de flecha le atraviesa la cabeza. A decir de fray Bernardino de Sahagún: Los atavíos que llevaba eran la carátula del pellejo metida por la cabeza y un capillo de pluma metido en la cabeza, que estaba pegado a un hábito de pluma que tenía sus mangas y su cuerpo; la punta del capillo, que era larga, estaba hecha una rosca hacia atrás; tenía un lomo como cresta de gallo en la rosca, y llamaban a este tal capillo itztlacoliuhqui, que quiere decir dios de la helada.

En el principio de los tiempos Itztacoliuhqui fue Tlahuizcalpantecuhtli, el Señor de la Estrella del Alba, el Señor de la Aurora, representado como un esqueleto que flecha. Era pues, completamente diferente al actual, pero después de combatir con Tonatiuh, el Sol, quien le agredió cegado por los celos ya que Tlahuizcalpantecuhtli había adquirido mayor importancia durante la creación del Quinto Sol llevada a cabo por los dioses en la ciudad de Teotihuacan, Tonatiuh lo castigó y lo convirtió en Itztlacoliuhqui, arrojándole una certera flecha a la cabeza hasta perforársela. Como nos dice el Códice Chimalpopoca: Le disparó y no le acertó. ¡Ah! ¡Ah! le dispara y flecha el Sol a Tlahuiz-calpanteuctli con sus saetas de cañones de plumas rojas, y en seguida le tapó la cara con los nueve cielos juntos. Porque Tlahuizcalpantecuhtli es el hielo.

Mito mexica

A Itztlacoliuhqui se le considera un aspecto o advocación de Quetzalcóatl y de Tezcatlipoca. Se le asocia con la noche y el frío del norte. Asimismo, rige la trecena, el período de trece días del calendario, que da comienzo con en 1-Cuetzpallin, Uno Lagarto. La fiesta al dios Itztlacoliuhqui se celebraba en el mes Ochpaniztli, con ofrendas de comida, bebida, sacrificios humanos, danzas y cánticos.

Sonia Iglesias y Cabrera


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Los Centzon Huitznáhuac y los Centzon Mimixcoa

Los Cuatrocientos Biznagas, dioses de las estrellas meridionales, fueron hijos de la diosa Coatlicue, patrona de la fertilidad, de la vida y de la muerte, y hermanos de los Centzon Mimixcoa, las estrellas septentrionales, y de Coyolxauhqui, la diosa lunar. El mito nos cuenta que cuando la diosa Coatlicue, la Madre Tierra, quedó embarazada por un plumón que le cayó en el pecho, los Centzon Huitznáhuac y Coyolxauhqui se indignaron y se enojaron ante este hecho que consideraron depravado. Entonces la diosa Coyolxauhqui llevó a sus hermanos hasta el cerro de Coatepec, donde se encontraba Coatlicue, para que le dieran muerte. Sin embargo, uno de ellos le avisó a Huitzilopochtli, que aún no había nacido, del espantoso proyecto que traían entre manos sus hermanos. Cuando los frustrados asesinos llegaron a Coatepec, el dios principal de los mexicas ya había nacido y se encontraba pertrechado y preparado para la guerra con un escudo y un xiuhcóatl, “serpiente de fuego”, pues nació adulto. Furioso contra la hermana instigadora, Huitzilopochtli procedió a desmembrar a Coyolxauhqui y a matar a los Centzon Huitznáhuac. Esta acción simboliza la llegada del Sol que hace desparecer del cielo nocturno a las estrellas.

mito mexicano de los centzon

Fray Bernardino de Sahagún nos relata en su libro Historia general de las cosas de Nueva España el final de la matanza:
Y dicho Huitzilopochtli levantóse y armóse y salió contra los dichos Centzon Huitznáhuac, persiguiéndoles y echando fuera de aquella sierra que se dice Coatepec, hasta abajo, pelendo contra ellos y cercando cuatro veces la dicha sierra, y los dichos indios Centzon Huitznáhauc no se pudieron defender… y así fueron vencidos y muchos de ellos murieron, y los dichos indios… rogaban y suplicaban… diciéndole que no los persiguiese y que se retrajese de la pelea, y el dicho Huitzilopochtli no quiso ni les consintió, hasta que casi todos los mató, y muy pocos escaparon y salieron huyendo de sus manos, y fueron a un lugar que se dice Huitzilampa, y les quitó y tomó muchos despojos y las armas que traían que se llamaban anecúhiotl.

Los Centzon Mimixcoa, Cuatrocientas Serpientes Flechas de Nubes, los dioses de las estrellas septentrionales, fueron también hijos de la diosa Coatlicue, hermanos de los Huitznáhuac y de la Coyolxauqui. Como sus hermanos estrellas vivían en el Ilhuícatl Cintlalco, Donde se mueven las Estrellas, segundo nivel vertical de los Trece Cielos resultado de la cabeza de Cipactli cuyo cuerpo sirvió a los dioses para dar forma al universo, junto a La vía Láctea, Tezcatlipoca Océlotl, la Osa Mayor, Citlaxonecuilli, la Osa menor, y Cólotl, la Constelación del Escorpión. Este Cielo se encuentra gobernado por Citlalicue, La de la Falda de Estrellas, la diosa de la estrellas hembras, y Citlaltónac, Brillo de Estrellas, dios de las estrellas masculinas. Esta pareja creadora de estrellas tuvieron como hijo a Técpatl, con forma de cuchillo, quien fuera arrojado del Cielo en que vivía por su hermano. Cayó en Chicomoztoc rompiéndose en mil seiscientos pedazos que se convirtieron en los dioses del panteón mexica.

Los Centzon Mimixcoa representaban la oscuridad y la estructura del universo, eran atentos y aguerridos, y observaban a los seres humanos desde el Cielo. A ellos los mexicas dedicaron un canto:
De Chicomoztoc enechizado,/ solo emprendí la marcha./ De Tzivactitlan enhechizado/solo emprendía la marcha./Yo ya nací, yo ya nací,/ con la flecha de mi cacto,/yo ya nací, yo ya nací,/con mi caja de red/ de una mano lo cojo, de una mano lo cojo./ Ah de su mano va a coger.

Sonia Iglesias y Cabrera


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Mitos Cortos

Chaak, nuestro dios del agua.

Chaak tenía la trompa larga inclinada hacia arriba, y dos enormes colmillos enrollados; semejaba un hombre viejo muy parecido a un reptil, siempre llevaba un hacha, símbolo del trueno y del rayo, pues era el dios del agua, de la lluvia y de la fertilidad de los antiguos mayas. Contaba nuestro dios con cuatro personalidades: Chak Xib Chaak, era el Chaak Rojo del Este; Sac Xib Chaak, el blanco del norte; Ek Xib Chaak, el negro del oeste; y Kan Xib Chaak, el amarillo del sur. Cuando tomaba la personalidad del  Chaak Negro, se convertía en Cuervo; si se trataba del Chaak blanco, aparecía como una paloma blanca; cuando era el Chaak Amarillo, volvíase una magnífica águila; y se encarnaba en faisán el Chaak rojo. Al dios del agua le gustaba vivir en las cuevas y los cenotes, que servían de entrada a las almas para llegar al Inframundo.

Mito corto de mexico - El chaak

Chaak era bondadoso, dador de vida y agua con la cual los campesinos podían cultivar sus sementeras y obtener buenas cosechas de maíz. Por algo había sido quien enseñara la agricultura a los seres humanos. Para que el dios prodigase sus bondades había que tenerlo contento; se le celebraba una gran fiesta en el noveno mes llamado Chen (del 11 al 30 de septiembre) o en el mes Yax. La fiesta recibía el nombre de Ocná, “entrar en la casa” o “renovación del templo”. Antes de la celebración se consultaba a los Bacabes los encargados de sostener las cuatro esquinas del mundo, seres asociados con los Chaces. Los bacabes indicaban el día propicio para llevar a cabo los rituales de la ceremonia. En el día indicado, se renovaban los ídolos y los incensarios, y si el templo lo ameritaba, se le reconstruía para que quedase como nuevo, conmemorando el hecho con una placa colocada en la pared.

Fue tan importante este dios en la cultura maya, que aún en nuestros días los milperos de Yucatán siguen efectuándole ceremonias de petición de agua, para que el maíz no deje de germinar y de crecer, y los hombres puedan seguir viviendo en la Madre Tierra.

Sonia Iglesias y Cabrera


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Leyendas Mexicanas Prehispanicas

Coyote y la Mujer-cometa. Leyenda purépeccha.

Hace ya mucho tiempo, cuando todo era naturaleza y el hombre no había aún sido creado por los dioses,  en el Cerro de Guizachtlan vivía un Coyote que tenía la piel del color del oro, suave y brillante como las plumas del quetzal. Se trataba de un Coyote muy tierno, nada agresivo y sí muy dulce, de mirada bonachona. Lo que más destacaba Coyote eran sus ojos: negros como el azabache y luminosos como las luciérnagas. Siempre estaba Coyote paseando por la serranía, investigando entre las peñas y acercándose a los arroyos para beber agua fresca y transparente. Sus movimientos eran tranquiles y majestuosos, se sabía hermoso y poderoso, era el rey de los animales. Cuando se cansaba de sus paseos, volvía a su guarida para pasar el tiempo con su familia a la que adoraba.

Por las noches Coyote gustaba de caminar hasta la cima del cerro, después de haberse bañado en un arroyo y de haberse acicalado hasta quedar de una belleza majestuosa. Entonces, en medio de la magnífica naturaleza que lo rodeaba, veía a Nana Cutzi, la diosa de la Luna, la madre encorvada, que se movía en el Cielo acompañada de miles de estrellas y de las Pléyades que él conocía como sus Cabritillas. Una de esas noches en que Coyote se entretenía mirando hacia el infinito, vio un puntito en el Cielo. El puntito cada noche crecía más, y conforme se agrandaba iba tomando la forma de una serpiente de fuego y a veces, la de una mujer de largos y espléndidos cabellos refulgentes.

Leyenda mexicana - Coyote y la mujer cometa

La mujer hacía alarde de su belleza, y le gustaba que Coyote la admirara, era tan bella que opacaba a todas estrellas. Las Cabritillas al ver a la estupenda mujer tuvieron envidia, pues fácilmente las superaba en brillo y belleza. Las Cabritilla y las demás estrellas, incluyendo a El Arado, se sintieron ofendidos ante tanta belleza que las hacía aparecer como unos simples foquitos de escasa luminosidad. Nana Cutzi, siempre tan bella y tan blanca, no escapó a la envidia que había causada la bella mujer, de la furia que sintió al verse superada, le empezaron a salir manchas en su lisa cara que la dejaron marcada para siempre.

El Cazador del Cielo, Orión, se acercó a Coyote y le dijo: -Querido Coyote, hermano, esa mujer que apareció en el Cielo es bella, ostentosa y atractiva, pero no te preocupes, su aparición no durará mucho tiempo, pues dentro de poco desaparecerá tan rápido como llegó para irse a otros espacios siderales. Esta mujer-cometa se irá como tantas otras que de vez en vez pueblan los cielos para desaparecer tan rápido como llegaron. Entonces todo será como antes de su llegada, y la calma volverá al Cielo, a Nana Cutzi,  a El Arado, y a las Cabritillas.

Sin embargo, a pesar de las tranquilizadoras palabras de Orión, Coyote no quedó en paz. Se había percatado de que la Tierra había sufrido la influencia de la aparición de la mujer-cometa: las barrancas eran más grandes y profundas que antes y algunas desaparecían completamente, los cerros crujían, el agua de los arroyos, lagunas, y riachuelos se evaporaba, nuevos volcanes surgían en la faz de la Tierra, y los ya existentes se volvían locos y echaban fumarolas, azufre y lava, los animales se ponían a actuar extrañamente como poseídos por demonios, los animales de los cerros eran reemplazados por otros animales extraños venidos de otras tierra, todos abandonaban a sus crías. Ante estos increíbles hechos, Coyote decidió subir a la a la parte más alta del Pico de Tancítaro, el volcán más alto del estado de Michoacán, y con su voz varonil y potente, se dirigió a la mujer luminosa: -¿Quién eres extraña y bella mujer que te atreves a perturbar nuestra paz, y desequilibras la armonía de nuestro Cielo, y pones a la naturaleza en tan terrible caos? ¿Quién eres que te has atrevido a ofender a nuestra Nana Cutzi, a las Cabritillas, y a todas las otras estrellas del firmamento, causándoles desazón y envidia? A causa de tu súbita aparición la Luna se ha manchado de la cara. Pero nosotros, los animales, no te permitiremos que la ofendas, ella es nuestra amada y querida Madre Luna. Por lo tanto, te conmino a que sigas tu camino y te vayas inmediatamente. Al oír tales palabras, la mujer-cometa detuvo su camino y volteó a mirar a Coyote, al tiempo que decía: – ¿Y quién eres tú animal de cuatro patas que vive en las cuevas, tonto y majadero, cómo te atreves a insultarme? Por tus ofensas desde ahora carecerás de la capacidad de hablar, serás mudo, sólo te será dado aullar para expresar tus emociones o necesidades.

Con la voz débil por la maldición, Coyote alcanzó a decir: – ¡La Luna y las estrellas son mis amigas, con ellas platico todas las noches. Nana Cutzi siempre será nuestra Madre Luna, la Reina del Cielo, aunque me quites la voz nada cambiará! La mujer-estrella replicó indignada: – ¡Sabe, pequeño animal peludo, que mi maldad y mi crueldad pueden ser tan grandes como mi belleza, yo puedo ocasionar terribles desgracias y calamidades. Después de mi llegada ya nada será igual ni en la Tierra ni en el Cielo, pues entérate soy Citlalmina, la Estrella con Flechas, la creadora de todas las estrellas!

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas

Atzimba y Villadiego.

Atzimba era una hermosa princesa purépecha, su piel lucía morena como la vaina del cacao, sus ojos rasgados y negros, el pelo, como el azabache, le caía lacio hasta la cintura, nadie podía dejar de verla. Atzimba estaba enamorada de Francisco Villadiego, un capitán español a quien Hernán Cortés había enviado al reino de Michoacán como explorador. Francisco era lo contrario de Atzimba, su piel blanca como las garzas, los ojos verdes como el trigo, y el pelo tan dorado como Tonatiuh. Francisco correspondía con fervor a los amores de la princesa. Ambos se amaban sin reservas, qué importaba que  fueran uno blanco y la otra india de pura cepa. En una ocasión la joven enfermó y solamente pudo curarse con el beso que le dio su enamorado, tanto era el amor que se tenían.

Leyenda mexicana corta - Atzimba y villadiego

Pero su amor estaba sancionado. Los españoles criticaban al soldado por amar a una nativa, y los purépecha no aceptaban el amor que Atzimba sentía por un invasor. Ante esta situación tan conflictiva y llena de oposiciones, los amantes decidieron casarse, tal vez así detendrían las murmuraciones. Aguanga, el padre de Atzimba, por entonces cazonci de Zinapécuaro, no deseaba ver a su hija casada con el soldado español. Pero ante la insistencia de los enamorados, no le quedó más remedio que acceder, no sin antes decirles que sería un matrimonio muy problemático, que lo mejor que podrían hacer era irse lejos, a tierras desconocidas donde nadie les conociese. La pareja estuvo de acuerdo con el cacique. Una vez terminada la ceremonia a la usanza católica, la pareja preparó su equipaje  y se aprestaron a emprender el viaje que los haría libres. Sin embargo, antes de siquiera poder salir de Zinapécuaro, una partida de purépecha rebeldes los capturó y los encerró en una cueva que se encontraba a la salida de la ciudad a la que cerraron con pesadas piedras y argamasa Al cacique los indios le dijeron que los recién casados no volverían más. Imaginando lo peor, Aguanga se volvió triste y desgraciado, no comía, no dormía, no vivía pensando en la terrible desgracia de su hija.

Pasaron muchos años, más de veinte. Un día, unos españoles ocupados en explorar las tierras cercanas a Zinapécuaro pasaron por la cueva y no sé qué les dio por abrirla. Al hacerlo se encontraron maravillados con un prodigio: ahí estaban Villadiego y Atzimba fuertemente abrazados, convertidos en un par de esqueletos que ni la misma muerte pudo separar.

Sonia Iglesias y Cabrera