Categorías
Mitos Cortos

Huehuecóyotl, el Coyote Viejo. Mito mexica.

Huehuecóyotl, también conocido como Tambor Viejo, fue el dios tramposo de la música, el baile, la canción, la narración, y  la alegría. Los mexicas le asociaron con la buena suerte y la narración histórica. Acertadamente, se le consideró el patrón de la sexualidad desenfrenada; símbolo de la astucia, la sabiduría y el pragmatismo. Los códices y los mitos nos cuentan que Coyote dio el fuego a los hombres, fungió como intermediario entre este mundo y el más allá, curó por medio de los sueños enfermedades tales como  la artritis; y adquirió la fama de seductor capaz de incrementar la potencia sexual de los humanos y  poseedor de la capacidad de cambiar de género a su gusto; a más de poder transformarse en cualquier animal u  hombre. Huehuecóyotl formó parte de los dioses mexicas, fue numen del dios Tezcatlipoca, Señor del Cielo y de la Tierra.

La mitología nos refiere que Huehuetéotl estaba casado con Temazcalteci, la diosa de los temascales, y tenía como amante a Xochiquetzal, que aparte de ser la diosa del amor, lo era de la sexualidad, las prostitutas y las jóvenes. En su advocación homosexual tuvo como amantes a Opochtli, dios de la cacería y la pesca, y a Xochipilli, deidad de las artes, patrón de los homosexuales y de la prostitución masculina. Se trataba de un dios dual, en él se representaban el bien y el mal, la juventud y la vejez, lo masculino y lo femenino.

En el Códice Borbónico, uno de los códices mexicas precolombinos, lo vemos representado como un coyote bailando, con las manos y los pies de ser humano, y tañendo un par de sonajas que muchas veces se convierten en un tambor vertical. Siempre está bromeando, embromando a otros dioses, y metiéndose en terribles problemas. Cuando se aburre, incitaba a los hombres a guerrear tan solo por el placer de verlos pelear. Sus poderes mágicos le permiten utilizar la transformación para llevar a cabo fechorías de muy diversa índole. En el Códice se le ve pintado de color rojo –el color solar- con tocado de coloridas plumas, vestido con un máxtlatl, taparrabo, calzando fuertes cacles, y cubierto de vendas de papel amate; porta una canasta  con cuatro círculos -símbolos del calor, de la vida y de la espiritualidad-, que representan el signo solar tonallo. En el calendario azteca su día sagrado era el cuetzpallin, lagartija (símbolo fálico de Mesoamérica), en posición cuarta de la trecena, cuyo punto cardenal corresponde al Sur

En el Códice Telleriano Remensis, a Huehuecóyotl se le identifica como una energía tutelar de los artesanos de la pluma, y como el encargado de los atavíos de los dioses y señores. Se le ve arreglando al dios Tezcatlipoca con un penacho de plumas, apanecáyotl, y una barba, también de plumas del ave xiuhtótotl, de color azul turquesa, para que el Espejo Humeante acudiera a Tollan regiamente vestido y se enfrentara a Quetzalcóatl, su dualidad rival. Recordemos que Coyote es uno de los tonalin (espíritus asociados al día del nacimiento) de Tezcatlipoca, el famoso y omnipotente dios de los gobernantes, hechiceros y guerreros, hijo de Ometéotl, el creador del universo y principio dual masculino y femenino.

Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Leyendas Cortas

Los Pak’an y los Lints’i’. Leyenda huasteca

Cuentan los indios teenek de San Luis Potosí que hace muchos muchos años, cuando Dios creó a los hombres, el universo, y la naturaleza, le dio vida también a los pak’an, criaturas gigantescas cuya morada fueron las sierras. Los pak’an tuvieron una gran descendencia, algunos descendientes muy inteligentes y otros no tanto; todos conformaron las diferentes razas que hay en el mundo. Unos de los descendientes fueron los lints’i’, gigantes casi tan grandes como los pak’an. Los lints’i’ poseían dos brazos y tres pies, y su cuerpo estaba cubierto de pelo. Eran robustos, carecían de dientes pues no los necesitaban, ya que se nutrían de la esencia de los alimentos crudos: satisfacían su apetito con el olor de los frescos granos de maíz y del aroma de las flores. Por esta razón, contaban con un olfato muy desarrollado. Su característica principal era la pasividad, pues no les gustaba  entablar peleas ni guerrear con sus vecinos. Nadie se metía con ellos ni intentaba darles caza.

La vida transcurría tranquila para los lints’i’, hasta el día en que apareció una nueva raza que decidió sentar sus lares en la Huasteca Potosina. Se trataba de seres humanos, de menor estatura que los lints’i, que se alimentaban de carne cruda y de los frutos silvestres que recogían en sus cacerías. Cuando los humanos descubrieron a los gigantes, sintieron mucho miedo, pero poco a poco el miedo fue desapareciendo al darse cuenta de que eran pacíficos e inofensivos. Los seres humanos entablaron una guerra contra ellos con el fin de  correrlos y quedarse con las tierras que les  pertenecían a los tranquilos lints’i’.

Los gigantes no opusieron ninguna resistencia al ataque de los humanos. Llevaron a cabo una reunión y decidieron ir a establecerse a otras tierras, para continuar como hasta ahora habían vivido: en paz y en armonía, sin tener que soportar a los invasores. Pero los humanos no cejaron en su crueldad y los perseguían y provocaban a todo momento, hasta que lograron extinguirlos con sus sanguinarias matanzas. Según nos cuenta la leyenda, no todos los lints’i’ murieron, los que sobrevivieron se fueron a vivir al interior de la Tierra a la que se metieron por una cueva que se encuentra en la Sierra de Piaxtla. Ahí viven todavía y rara vez salen a la Tierra.

Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Tradiciones

La Semana Santa II, El Triudo Sacro.

Los tres días restantes de la Semana Santa  reciben el nombre de Triudo Sacro. El Jueves Santo nos cuentan los Sagrados Evangelios que Cristo cenó acompañado de sus doce discípulos, hecho que conocemos como la Última Cena. Consistía ésta en un cordero macho asado, absolutamente sin ningún hueso roto, pan ázimo y una ensalada de amargas hierbas; tal como lo ordenaba el Éxodo en su capítulo XII, para conmemorar el día de la Pascua Judía, en memoria del cordero que los judíos, esclavizados por el faraón egipcio, sacrificaron en sus casas, y con cuya sangre marcaron sus puertas, para preservarse de la matanza; pues Jehová, enojado por el trato de esclavos que se daba a su pueblo, había mandado al Ángel de Dios a exterminar a todos los primogénitos de las familias judías.

Al termina de cenar, Jesús lavó los pies de casa uno de sus apóstoles como símbolo de su sagrada humildad. Cumplida su tarea, tomó de la mesa un trozo de pan, rezó, lo bendijo lo distribuyó en pedacitos entre sus discípulos, mientras decía: –¡Tomad y comer, éste es mi cuerpo! Poco después cogió el cáliz de plata que contenía el vino, oró, lo bendijo y exclamó: -¡Bebed todos de él, que ésta es mi sangre. Haced esto en memoria de mí! En ese momento quedó instituido el sacramento de la Sagrada Eucaristía, que siguió celebrándose como parte del ritual de Semana Santa, al igual que el lavatorio de pies. Este día, los feligreses realizan la famosa “visita a las siete casas”. En cada una de las iglesias rezan una “estación” o un “viacrucis” entero. Este peregrinaje simboliza los lugares por donde transitó Cristo cuando fue apresado.

El Viernes Santo Jesús, en el Huerto de Getsemaní del Monte de los Olivos, rezó aguardando a ser capturado por los soldados romanos, a consecuencia de la traición de Judas Iscariote, y Jesús fue sentenciado a morir en la cruz en el Monte Calvario o Gólgota.

Así pues, el Viernes Santo se celebra la Pasión y Muerte de Cristo. Es un día de ayuno y de abstinencia. Los oficiantes de la iglesia se visten de negro, el altar se vacía, y las velas se apagan como señal de luto, porque Cristo murió hace dos mil años.

Este día, en muchos pueblos de México y en la ciudad capital se representa la Pasión de Cristo como parte de las expresiones del teatro popular religioso, cuyo origen se remonta a los tiempos en que los frailes evangelizadores se dieron a la tarea de implantar el teatro religioso medieval, como parte de sus instrumentos evangelizadores. Fue entonces cuando organizaron la representación de “pasos”, forma teatral de corta duración, de tres o cuatro personajes que se escenificaba el día del Santo Entierro, y se acompañaba de música y danza. El primero de estos pasos escenificado en suelo conquistado, se llamó El Auto de la Pasión de Cuernavaca, presentado entre los años de 1525 y 1540. A finales del siglo XVI, fray Francisco de Gamboa, todos los viernes de Cuaresma representaba, en la Capilla de San José de los Naturales de la Ciudad de México, Pasos de la Pasión que organizaba la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, donde los actores no hablaban. En la mencionada Capilla, fray Juan de Torquemada escenificó los famosos neixcuitilli, escenas mudas ejemplares sobre el Calvario del Señor. Hacia 1583, se tienen noticias de la representación de la Pasión en Chalco Amecameca, organizada por frailes dominicos. Asimismo, en el Pueblo de Coyoacán se presentaba una obra todos los viernes santos. En el siglo XVIII, se escribió en lengua náhuatl La Pasión del Domingo de Ramos que se escenificaba en Tepalcingo, Morelos, organizada por la Cofradía de Jesús Nazareno e integrada por españoles e indígenas, obra desaparecida a mediados del siglo XIX. Su contenido está basado en los Evangelios bíblicos, en los apócrifos y en la inventiva popular.

En Axiopan, Morelos, se presentó a mediados del siglo XVIII, la Pasión según San Mateo, cuyo manuscrito se encuentra, actualmente, en el Archivo Histórico del Museo Nacional de Antropología e Historia. Esta obra incluía cuarenta personajes en escena. En la antigua provincia de Chimalhuacán-Chalco que comprendía Tlalmanalco, Amecameca, Ozumba, Chimalhuacán, Chalco, Cuautla, Yautepec, Yecapixtla, Xochitlan, Tepoztlán, Huexotzingo y Tepalcingo, se escenificaba lo que conocemos como el Ciclo de la Pasión de Tlalmanalco-Amecameca, obras escritas en náhuatl y castellano. En 1768, su representación fue prohibida, pues el dominico fray Antonio Victoria, Comisario del Santo Oficio, aseguraba que las representaciones eran irrespetuosas, ya que Cristo salía semidesnudo y Judas hacía puras payasadas. Las obras de este ciclo fueron escritas y dirigidas por frailes franciscanos, dominicos y agustinos.

Actualmente, las representaciones de la Pasión siguen escenificándose en muchos de los estados de la República tales como Campeche, Chiapas y San Luis Potosí, destacando por su número y belleza las del Estado de México, Distrito Federal, Guerrero, Hidalgo, Michoacán, Morelos, Puebla y Querétaro.

El Sábado Santo es el día en que se sepultó a Cristo. Cuando murió, uno de sus discípulos llamado José de Arimatea, se presentó ante Pilatos para solicitarle el cuerpo del Señor. Junto con su amigo Nicodemo, embalsamó y perfumó el cadáver, y lo envolvió en una sábana, para sepultarlo en una pequeña gruta que tapó con una losa. Ese mismo día, Jesús bajó al Infierno y sacó a las almas de los santos que quién sabe porqué se encontraban ahí atrapadas                                                                                                                                          

Anteriormente, se le conocía como Sábado de Gloria, por conmemorarse la resurrección de Cristo. Pero en 1962, el Concilio Vaticano II convocado por el Papa Juan XXIII, dispuso que la ceremonia conmemorativa se realizase no por la mañana como antaño, sino a la medianoche. Este día, en muchos estados y en la Ciudad de México, se realiza la tradicional “quema de Judas”, y, en las zonas más populares es costumbre mojar a las personas con cubetadas de agua, como símbolo de buena suerte y bendición, y jalarles el pelo o darles de “cocos” a los niños, para que crezcan saludables. Es entonces cuando aparecen apostados en las esquinas los vendedores de judas de cartón y matracas de colorida madera.

El Domingo de Pascua, Cristo resucitó en la madrugada. Pasados cuarenta días, se les presentó a sus apóstoles y todos se fueron al Monte de los Olivos donde los bendijo; hecho lo cual subió al Cielo en medio de una maravillosa nube. Mientras tanto, un ángel bajó de las alturas y les dijo:- ¡Qué esperáis creyentes galileos, Jesucristo no volverá a la tierra hasta que, con esta misma majestad, venga a juzgar a todos los hombres!

Sonia Iglesias y Cabrera


Categorías
Leyendas Mexicanas Época Colonial

Juan Cansino y la bella esclava herrada. Leyenda colonial.

En el esplendoroso Valle de México un día, muy temprano por la mañana, una hermosa joven indígena de larga cabellera negra y ojos de obsidiana, se desataba los cordones de sus sandalias hechos con cintas de oro y guarnecidas de piedras preciosas. Ya despojada de sus cacles y con los pies libres, procedió a quitarse el suntuoso huipil de fino algodón blanco, entretejido con pelo de conejo y piececillas de oro trabajadas finamente. La joven se quedó sólo con su  cuéitl, su enagua, decorada con estampados de flores y de aves exóticas. En seguida, procedió a desatarse las gruesas trenzas para dejar caer libre a su lustrosa cabellera, y proceder a la limpieza de su melena y de su joven y fuerte cuerpo con las clarísimas aguas del arroyo junto al que se había colocado. Usando como jabón la yerba llamada amolli se aseó cabellera y cuerpo. Secóse con un lienzo de suave algodón y empezó a vestirse nuevamente. La joven no se había dado cuenta que, escondido entre los matorrales y muy cerca del arroyo, la observaba un joven soldado de Hernán Cortés llamado Juan Cansino. El muchacho era fuerte, guapo, y mujeriego. Al ver a la doncella, Juan quedó muy impresionado con su belleza. Tres días seguidos volvió al mismo lugar con la esperanza de volverla a ver, pero ella no apareció. Al cuarto día, cuando Juan ya desesperaba, la bella india regresó y procedió a asearse cabellera y cuerpo como acostumbraba. En esas estaba cuando sintió que unos fuertes brazos la aferraban y la conducían un bosque cercano el cual atravesaron hasta llegar al campamente en donde se encontraban las tropas del Capitán Cortés. Juan, sigilosamente y sin que nadie se diese cuenta, metió a la chica en una choza y la sentó en un icpalli, la silla indígena que había robado a un cacique. Ante tanta hermosura e impresionado por su increíble cabellera, Juan le declaró su amor a la asustada niña quien, sin proponérselo, había sucumbido ante la gallardía de Juan Cansino y se había enamorado de él.

Las ordenanzas oficiales de Cortés decretaban que todas las joyas, dinero, piedras preciosas, plumajes, y en fin, todas las riquezas que se encontrasen, debían serle entregadas para apartar el quinto real y distribuir lo restante, de manera equitativa, entre sus capitanes y la soldadesca; además, los esclavos indios debían ser herrados y confiscados para que Cortés dispusiera de ellos como más le conviniese. Juan y la joven india estaban muy angustiados porque no había dado parte de su hallazgo a Cortés, y en caso de ser descubierto sería ejecutado lo que implicaba que ya nunca más podría ver a su amada. Un buen día la joven le dijo a Juan que como ambos se querían con locura lo mejor sería que le herrase la cara y la convirtiera en su esclava. A la niña no le importaba perder su belleza con tal de permanecer al lado de su amante. Así se hizo Juan y herró ambas mejillas a su amada con un hierro al rojo vivo.

Culúa,  el cacique padre de la india, por mucho tiempo la estuvo buscando, hasta que alguien le informó que estaba con los españoles y era la esclava de uno de ellos, de un tal Cansino. Culúa, inmediatamente, acudió a ver Cortés para contarle lo que le habían hecho a su hija predilecta, la cual, a causa del herraje sufrido, había perdido se hermosura y se había convertido en una pobre esclava al servicio de Juan Cansino. El conquistador, conmovido ante la pena de Culúa, mandó apresar a Juan y ordenó que se instalase un cadalso en el Real, para que el desobediente joven pagara por sus delitos y fuese degollado.

Juan CansinoAnte  tan terrible situación, Juan Cansino  nombró su defensor al doctor Alonso Pérez. Sin embargo, de nada valieron las valiosas artes del letrado, ni sus argucias ni su sabiduría, pues Juan fue declarado culpable y merecedor de la pena que se le imponía. Sin muchas esperanzas, el joven le pidió a su abogado defensor que fuese a ver a Hernán Cortés para solicitarle una entrevista a solas. Cortés, magnánimo, le concedió la entrevista. Poco después, el capitán y Juan se encontraban en el sitio donde estaba ya construido el cadalso en que había de morir el enamorado raptor.

Los tambores de las capitanías estaban listos para tocar el redoble, las banderas se veían gachas en señal de luto, los conquistadores, tan sanguinarios y duros generalmente, estaban tristes y llorosos. Ante un terrible silencio, Hernán Cortés tomó la palabra: -Capitanes y soldados, Juan Cansino desobedeció y no hizo caso de mis ordenanzas, por lo cual le he sentenciado a  ser degollado. Ya está listo el cadalso, el hacha y el verdugo para que sea cumplida la sentencia. Sin embargo, yo soy una persona agradecida y siempre recordaré con gratitud que cuando me encontraba en la Isla La Española, preso y vejado, Juan Cansino me liberó con riego de perder su propia vida, la arriesgó para salvarme de una muerte segura. Por este hecho, del que siempre estaré agradecido, hoy yo le perdono la vida y conmutó la pena a ser desterrado a España.

Juan, emocionado y lleno de gratitud, abrazó a Cortés, al cacique Culúa y a la hermosa india de espectacular cabellera negra y lacia. Los tambores redoblaron alegres, las banderas ondearon al viento, todos los capitanes reían y se abrazaba de contento, y Juan Cansino fue llevado en hombros por todo en campamento Real. Culúa también perdonó a Juan.

Poco tiempo después, el soldado de Cortés y la bella esclava herrada, llegaron a Castilla, se establecieron en una modesta pero bonita y confortable casa, donde vivieron muy felices y tuvieron muchos mesticitos…

Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Mitos Cortos

Criaturas fantásticas nahuas.

Xochitónatl, Flor de Alma, fue  una criatura de la mitológica mexica que tenía  forma de lagarto. Vivía sumergida en la laguna llamada Apanohuayan, “el lugar donde se tiene que cruzar el agua”, por donde necesariamente pasaban las almas de los muertos para poder acceder al Mictlan, el Inframundo, durante los cuatro años de arduo camino que duraba el viaje, sorteando lugares de increíble dificultad y dolor. Su tarea consistía en impedir que las dolientes almas pasaran las oscuras aguas.

Los Quinametzin, criaturas gigantescas creadas durante la etapa creadora del Sol de Lluvia, estaban sometidos al mandato de su patrono Tláloc, el dios del agua. Tláloc estuvo encargado de ser el Sol que alumbró dicha tercera época cosmogónica, la cual llegó a su término cuando Quetzalcóatl, con su gran poder y astucia, descargó una fulminante lluvia de fuego en la cual perecieron quemados todos los pobres quinametzin, a quienes de nada sirvió su enorme tamaño.

Cipactli era voraz, primitivo y monstruoso. Su cuerpo era mitad cocodrilo y mitad pez. Era tan hambriento que en cada una de las dieciocho partes de su cuerpo tenía una boca para devorar. Con el fin de atrapar a esta criatura maligna y famélica, Tezcatlipoca utilizó como cebo uno de sus pies, el cual perdió, por supuesto. Corresponde al nombre de Cipactli dar inicio al Tonalpohualli, el calendario ritual, ya que se trata de la representación más primitiva de la tierra, de la materia pura flotando en el espacio. Cipactli encarna al único ser viviente en el inicio de los tiempos, cuando nada existía aún, y a quien Quetzalcóatl matara para poder crear la Tierra con su largo cuerpo.
Xiuhcóatl, Serpiente de Turquesa, bella y brillante como el Sol, fue el arma que empuñó el dios de la guerra, Huitzilopochtli, para matar a sus cuatrocientos hermanos y a su mala hermana de nombre Coyolxauhqui, cuando la diosa lunar instigó para dar muerte a su madre, Coatlicue, acusándola de inmoral.

Xelhua, el gigante que construyó en Cholula, en el Tlachihualtépetl, el “cerro hecho de tierra”, una pirámide. Xelhua se salvó del terrible diluvio que azotara la Tierra, escondiéndose en las grutas de la montaña de Tláloc, junto con siete de sus hermanos. Otros gigantes no tuvieron la misma suerte y quedaron convertidos en peces. Una vez recuperado del susto, Xelhua se dirigió a Cholula y con adobes que fabricó en Tlalmanalco,  llevados desde tan lejos por medio de una fila de hombres que se los pasaban de mano en mano, construyó la enorme pirámide como tributo a la montaña en que se salvó de las terribles aguas. Como la montaña crecía y crecía y ya llegaba al Cielo, Tonacatecuhtli, el padre de todos los dioses, enojado por tal invasión de los espacios celestiales, lanzó fuego sagrado y con una piedra en forma de sapo mató a muchos de los constructores de la pirámide.

Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Leyendas Cortas

El penacho de Moctezuma. Leyenda colonial.

El famoso penacho de Moctezuma Xocoyotzin (1466-1520), pudiera ser tan solo uno de los muchos que poseía el emperador, pues es sabido que su vestuario era variado y excesivo. Cuenta la leyenda que este penacho formó parte de otras piezas, ciento cincuenta y ocho en total, que el emperador mexica dio a Hernán Cortés para que se las entregase al rey Carlos V, como un obsequio que le permitiría  ganar tiempo ante la inminente guerra de conquista y para quedar bien con el soberano. Por lo tanto es muy factible que el penacho nunca fuera usado por Moctezuma. Las piezas fueron enviadas por barco hasta Alemania, país donde en ese momento residía el monarca. Si el penacho le gustó o no, nadie lo sabrá nunca.

El penacho es en realidad un quetzalapanecáyotl; es decir, un tocado de plumas de quetzal engarzadas en oro, y adornado con piedras preciosas. Lo elaboraron los amantecas, los artistas de la pluma mexicas, encargados de hacer las capas, los escudos y los tocados del monarca y de los nobles señores. El  quetzalapanecáyotl mide 116 centímetros de alto con un diámetro de 175; en su centro está trabajado con plumas azules de xiuhtótotl, el ave con plumaje color turquesa; lleva plaquillas de oro y piedras preciosas. Alrededor del centro, el trabajo se realizó con plumas rosas de tlauquecholli, un ave parecida al flamenco, y con plumas cafés de cuclillo; siguen cuatrocientas hermosas plumas de quetzal, algunas de hasta 55 centímetros de largo. El penacho, que se encuentra en el Museo Etnográfico de Viena, fue evaluado por el gobierno austriaco en cincuenta millones de dólares. Desde la Segunda Guerra Mundial, se exhibe en una sala junto con algunos objetos litúrgicos destinados a las ceremonias dedicadas a Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, y a Ehécatl, el dios del Viento. En el Museo Nacional de Antropología e Historia, se exhibe una excelente réplica del tocado elaborada en 1958.

Según nos relata la leyenda, el penacho fue propiedad de la Casa Real de Austria cuando el barco que lo llevara a Alemania fue asaltado en Jamaica por corsarios franceses. Pasado el tiempo, el archiduque de Austria, Fernando II (1529-1595) duque del Tirol, y sobrino de Carlos V, lo compró a un ladrón italiano, para colocarlo en su gabinete como parte de su colección de arte mexicano. En el año de 1817 llegó a Viena, donde permaneció en la bodegas del Museo hasta 1878, donde se le redescubrió, y se le restauró completamente, pues se encontraba bastante deteriorado.

El penacho tal vez nunca regrese a nuestro país, como desean algunos amantes de la cultura mexica.

Sonia Iglesias y Cabrera


Categorías
Tradiciones

La Semana Santa I

La Semana Santa corresponde a la última semana del período de Cuaresma. Se inicia con el Domingo de Ramos y termina con el Domingo de Pascua de Resurrección. La Semana Santa es la festividad más solemne de toda la cristiandad por su sentido reivindicativo. En México reviste suma importancia por la multitud de manifestaciones culturales que origina en todos los estados de la República y en el Distrito Federal, tales como las representaciones y viacrucis de la Pasión, las procesiones de Cristo y del silencio, ofrendas de flores al Señor, el lavatorio de imágenes sacras o de prendas de vestir de los santos, ofrendas de ceras y flores a Cristo, bendición colectiva en las iglesias de palmas, pan, cereales, agua, comida y bebida rituales; ceremonias de Fuego Nuevo, ritos de fertilidad y de purificación, juegos y bromas rituales, danzas tradicionales, y música de banda. Además de verbenas, ferias y bailes populares acompañados de juegos pirotécnicos.

EL DOMINGO DE RAMOS
Después de mucho peregrinar acompañado de sus apóstoles para divulgar el cristianismo por el mundo antiguo, Jesucristo llegó a la ciudad de Jerusalén donde fue recibido por una multitud de hombres y mujeres que, entusiastamente, lo aclaman portando ramos y palmas. A su paso por las calles, el pueblo le extendían alfombras a sus pies y le obsequiaban con flores al tiempo que exclamaba: ¡Hosanna al Hijo de David!, ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

Este hecho bíblico dio origen a una emocionante ceremonia el Domingo de Ramos con la bendición de las palmas en las iglesias. Esta costumbre llegó a México procedente de España, gracias a los primeros frailes evangelizadores. En los primeros tiempos de la Colonia, los artesanos empezaron a tejer figuras con fibras vegetales, a la manera en que se hacía en Alicante, región donde inicialmente se emplearon el laurel y el romero para, posteriormente en el siglo XV, sustituirse por la palma.

Palma del Domingo de RamosActualmente, en México el Domingo de Ramos se acostumbra adornar las capillas exteriores de las iglesias, y los fieles acuden a bendecir sus palmas, para colocarlas en las puertas de sus casas o en sus altares domésticos, con el propósito de proteger los hogares y librarlos del mal. Esta ceremonia ha dado lugar a una manifestación artesanal muy extendida a todo lo largo del país y en la misma Ciudad de México, donde podemos ver cálices, cruces, custodias, palomas y cristos tejidos con palma,  o con tallos y espigas de trigo. Es creencia generalizada que con las palmas benditas se espantan a los malos espíritus y se protege la casa de enfermedades y mala suerte. Al colocar las palmas se debe rezar la siguiente oración:
Bendice, Señor, nuestro hogar.
Que tu hijo Jesús y la Virgen María en él.
Por tu intercesión danos paz, amor y respeto,
Para que respetándonos y amándonos
Los sepamos honrar en nuestra vida familiar.
Sé tú el rey de nuestro hogar.
Amén.

EL LUNES, MARTES Y MIÉRCOLES SANTOS
Al Domingo de Ramos le continúa el Lunes Santo, día en que la liturgia de la Iglesia Católica, ordena que se efectúe una Misa de Pasión del Señor de la Espina, y por la noche se rece un Rosario y se escuche el Sermón.

El Martes Santo da inicio con una Misa de Pasión al Divino Preso; después se reza el Rosario, se efectúa el Sermón.

El Miércoles Santo acontece la Misa de Pasión del Señor de las Maravillas, y se realiza la ceremonia del Aposentillo, en la cual:
Al caer la tarde del miércoles [Santo] se realiza la celebración del «Aposentillo», celebración que surge en la Nueva España alrededor del siglo XVII a iniciativa de los misioneros franciscanos que habían llegado a estas tierras para evangelizar a los indios, la cual tiene como finalidad recordar y acompañar a Jesús dentro de su prisión.

Iniciada la noche, se inicia una procesión encabezada por el Señor del Golpe, que culmina con un Rosario cantado y un Sermón. Este día, hasta mediados de este siglo XX, se realizaban dos ceremonias importantes: la Seña, por la mañana, y el oficio de Tinieblas, por la noche. Estas ceremonias, que poco a poco fueron perdiendo vigencia, se celebraban, solamente, en la Catedral de Sevilla, España, y en las de Puebla, Guadalajara y la Ciudad de México.

En la ceremonia de la Seña, los canónigos se vestían de negro y cubrían sus cabezas con un capirote. Del coro, salían uno a uno, acompañados por el solemne toque de una campana oculta. Al llegar a la primera grada del presbiterio, se arrodillaban, se persignaban y acto seguido tomaban su lugar correspondiente. Después, aparecía otro capitular con una enorme bandera negra cruzada, en su totalidad, por una ancha cruz roja, y cuyas puntas sostenían dos canónigos.

Colocado el abanderado en el centro el círculo formado por los hombres de negro y volteado hacia los fieles, inclinaba la bandera hacia la derecha y la izquierda, la echaba una y otra vez sobre sus hombros, y la abatía; en tanto que los canónigos se tendían sobre el suelo boca abajo. Después, desde el presbiterio y con la bandera enarbolada, hacía la señal de la cruz para bendecir a los fieles. Finalmente, colocaba el estandarte en el altar mayor.

Esta espectacular ceremonia simbolizaba el triunfo del cristianismo sobre los paganos. El color negro representaba las sombras en que Jesús quedó envuelto al morir, y el rojo de la cruz, la sangre que derramó en el Monte Calvario.

En la ceremonia de las Tinieblas, se colocaba un candelabro triangular con quince velas encendidas a un lado del altar mayor. Mientras los canónigos entonaban cantos rituales, las luces se iban apagando una a una, hasta quedar sólo aquélla que representaba a Cristo y simbolizaba que éste no moría porque resucitaba. Las quince velas representaban a los doce apóstoles y a las tres Marías.

Sonia Iglesias y Cabrera


Categorías
San Luis Potosí

El Callejón de las Manitas. Leyenda potosina.

San Luis Potosí es una bella ciudad mexicana localizada hacia el norte del país, en el estado del mismo nombre. En un principio fray Diego de la Magdalena la llamó Pueblo de San Luis de Mezquitique, en honor a  Luis IX, rey de  Francia; y Potosí se le denominó por las ricas minas de plata de Bolivia a las cuales se dijo que emularía. En los siglos XVII y XVIII estaba llena de frailes franciscanos, jesuitas y agustinos que construyeron muchas iglesias y edificios. En el año de 1780, llegó a las tierras de San Luis Potosí un sacerdote de la orden de los franciscanos. No se sabe a ciencia cierta qué atrajo al sacerdote para emigrar a San Luis, tal vez le sedujo el clima o la riqueza de sus minas de plata, el caso es que el cura llegó y se quedó a vivir en esos acogedores lares de buen clima y de gente bondadosa.

Ya asentado en la ciudad, se dedicó a buscar trabajo, y pronto lo encontró como maestro en una de las mejores escuelas de la ciudad enseñando latín y otras materias de las cuales era docto. Ya con trabajo seguro, buscó donde vivir y los azares del destino lo llevaron a alquilar una casa en el barrio de la Alfalfa, uno de los más solitarios de la ciudad. Todo marcaba a satisfacción, hasta que un día el sacerdote decidió dejar la escuela y partir a buscar aventuras y trabajo con dos acompañantes que se consiguió; eran estos unos jóvenes mozos de la misma ciudad. Se fue a recorrer varios pueblos. Con el dinero que junto durante sus aventuras pueblerinas, pensaba comprarse algunas cosas de las que tenía necesidad, y destinar una parte para ayudar a los necesitados. Cuando regresó a su casa, dio órdenes a sus ayudantes para que desensillaran los caballos, atendieran a las mulas y llevasen a los equinos al establo para que reposaran. Los mocitos obedecieron lo mandado por su patrón y, una vez cumplida la faena, se fueron a comer porque ya era hora y tenían mucha hambre. Pero nuestro sacerdote, como se encontrara muy cansado de las fatigas del viaje, decidió irse a la cama en seguida, cumplir con Dios rezando sus oraciones y dormirse.

El Callejón de las Manitas

Cuando ya era bastante noche, los mocitos que no tenían un lugar mejor a dónde ir a divertirse porque no lo había, y además eran casi unos niños pobres y humildes, regresaron a la casa del sacerdote. Al llegar, lo primero que vieron llenos de espanto y sorpresa, fue el cuerpo del sacerdote tirado a medio cuarto, todo cubierto de sangre. ¡Su patrón estaba muerto!

Medio locos de terror, ambos jóvenes salieron pitando a la calle dando gritos de espanto y pidiendo ayuda a todo aquél que les oyese. Las personas, sobrecogidas, empezaron a reunirse. Alguien alertó a las personas del  Hospital Militar que se encontraba cerca, acudieron soldados y médicos a la casa del sacerdote y confirmaron que era verdad lo que gritaban los mozalbetes, el sacerdote estaba absolutamente muerto y su muerte era un clarísimo y cruel  asesinato.

Las autoridades de la ciudad en seguida se dieron a la tarea de investigar lo que había pasado con el pobre hombre asesinado. Buscaron por todos los rincones de la ciudad, y pueblos aledaños, en busca de sospechosos que permitiesen dar con el asesino del religioso. Apresaron a varios candidatos, pero por falta de pruebas no pudieron arrestar a ninguno y todos fueron puestos en libertad. Los muchachos ayudantes participaron en la búsqueda con diligencia y comedimiento, pero no se pudo apresar al asesino de marras.

Como los dos muchachos quedaron desvalidos, la gente del barrio y de la ciudad ni prestos ni perezosos les brindaron techo, comida, y trabajo. Sin embargo, un funcionario de la comisaría no se dejó convencer del desamparo y la tristeza de los jóvenes, y sospechó de ellos. El funcionario, consciente de su deber, decidió apresarlos en el Hospital Militar. Los colocaron en cuartos separados, de tal manera que quedasen incomunicados. Se les sometió a fuertes interrogatorios. Ante tal presión, los presos se culparon uno al otro. Uno de ellos dijo que el otro era su primo, que era mayor que él, y que había asesinado al sacerdote para robarle el dinero que había conseguido en su recorrido por los pueblos, que por cierto no era mucho. Las autoridades, acompañadas de los reos, acudieron a la casa del religioso y encontraron el dinero y el puñal que había servido para ultimar al pobre hombre.

Una vez descubiertos, los asesinos alegaron que el móvil del crimen no había sido el robo del dinero, sino que se trataba de una venganza por el mal trato que el sacerdote les había dado en el tiempo que estuvieron a su servicio trabajando por los pueblos. De nada les valió tan torpe excusa, se les acusó, formalmente, de ser los responsables de tan cobarde homicidio y se les sentenció a la horca y a que les fuesen cortadas ambas manos.

Los chicos consiguieron abogados defensores que lograron que la sentencia fuese interrumpida en varias ocasiones. El juicio duró cerca de cinco años. Pero al final venció la justicia y los acusados fueron ahorcados, y sus manos cortadas y exhibidas en la morada del sacerdote donde había ocurrido el triste suceso. Las manos asesinas se colgaron del muro exterior de la casa del Callejón de la Alfalfa que era solitario, oscuro, triste y tenebroso. Desde entonces, el callejón recibió el nombre del Callejón de las Manitas. Todas las personas tenían miedo de pasar por tal callejón; si era necesario caminar por él, se entraba rezando una oración que no debía finalizar sino hasta haberlo cruzado totalmente.

Alguna persona piadosa o fastidiada del olor de las manitas podridas, las quitó un día del muro… pero, ¡Oh prodigio, al otro día volvieron a aparecer! Y así sucedió por mucho tiempo: si las manitas se quitaban, al poco tiempo volvían a aparecer colgadas en el muro.
Pasaron los siglos y el prodigio persistía; hasta que un buen día el barrio se modernizó, el callejón se convirtió en una vía ancha… y ¡las manitas nunca más se volvieron a ver!

Sin embargo, la leyenda nos dice que en el lugar donde antes estuviese la famosa casa del sacerdote, en las noches del mes de noviembre se ven flotar en el espacio cuatro manos esqueléticas que tratan de encontrar el muro del que fueran colgadas; asimismo, puede verse el fantasma de un sacerdote pequeño y triste, vestido con una vieja y raída sotana, que aparece por la calle y desaparece al doblar la esquina.

Si usted no cree en lo relatado, vaya a la ciudad de San Luis Potosí, localice el lugar donde estuviera el antiguo Callejón de la Alfalfa, y trate de cruzarlo una noche de noviembre… le aseguro que se llevará un tremendo susto.

Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Mitos Cortos

Kauymáli, el héroe cultural. Mito huichol.

Kauymáli es el nombre  del dios que dio forma y coherencia al universo. Para lograrlo tuvo que luchar, escarnecidamente, contra los malvados seres del Inframundo, los baatsik’i aatslaab. Los indios huicholes lo representan como remolino, un pino, un venado o un lobo. Kauymáli enseñó a los dioses y a los hombres a elaborar las flechas, tan importantes para la cacería; además, fue el primero en usar el “ojo de dios”, el si’kuli, símbolo del poder, que sirve para observar y entender al mundo y sus fenómenos naturales; con el “ojo de dios”, el demiurgo tuvo la posibilidad de ver dentro de la tierra. Kauymáli es el Hermano Mayor Lobo, nació de una sandalia del Padre Sol. Su es carácter voluble, travieso, desenfrenado sexualmente, chistoso, y embaucador. En una de sus representaciones aparece como un joven bello y fuerte con un pene  descomunal, dada su asociación con  la fertilidad y el renacimiento de la naturaleza.

Mito HuicholKauymáli es el héroe cultural que enseñó a los indios todo lo que saben: les dio la capacidad para de establecer sus instituciones culturales, y para crear su patrimonio material; es decir, su cultura. Kauymáli fabricó el primer penacho que usaron los chamanes, enseñó a los huicholes a fabricar las silla donde deben sentarse los mara’akáme para llevar a cabo sus prácticas religiosas y mágicas; ayudó a Tatewari, el Abuelo Fuego, y a Nakaawe, la Gran Abuela, a ordenar el universo y a designar a los dioses el lugar que debían ocupar en él. Protegió al Santo Cristo de las malas artes de los “judíos” y anunció su llegada junto a un grupo de extraños extranjeros; enseñó a los indios a curtir el cuero y a cultivar el trigo. A este maravilloso héroe cultural se debe la fabricación del arco para el violín de San José. Fue él quien le elaboró a la Virgen de Guadalupe cinco vasijas votivas que ella le pidiese, para ponerlas a sus pies; las tales vasijas se colocaron en el altar de la Virgen.

Kauymáli aparece en numerosos relatos de la mitología huichola; por ejemplo, en el relato de la creación de los hombres a partir de maíz, o en el mito que se refiere al  Sol cuando le ordenó que colocara dientes en las vaginas de las mujeres, a fin de evitar la sobrepoblación. Este héroe cultural está asociado con el origen del Sol, con sus rayos, con el sacrificio del venado, y con la desaparición de las enfermedades por medio de cantos y  ceremonias, con la lucha contra Kieli Tewíali, un malvado chamán, la ceremonia del peyote, la protección contra la viruela. De este último hecho heroico el mito nos cuenta que: Entonces se le reveló a Kauymáli que debía vacunar a los huicholes sanos con el pus extraído de las llagas de un hombre enfermo. Luego de cantarle toda la noche a Tatevalí (el Abuelo Fuego, el más grande chamán cantor y curandero), Kauymáli le dijo a la gente que confesara sus pecados alrededor de la fogata. Así lo hicieron todos y después de la confesión se les limpiaba frotándoles el cuerpo con hierba seca que luego era quemada. A continuación, con una espina del huizache, se los vacunó en los hombros, pechos y frentes con marcas en forma de cruz. Todos sanaron, salvo el hombre que había proporcionado la vacuna, puesto que su mal fue usado para infestar a los otros. Luego Kauymáli repitió esta ceremonia en las otras cuatro regiones del mundo. He aquí la importancia de nuestro héroe cultural.

Sonia Iglesias y Cabrera


Categorías
Leyendas Cortas

Yetl, el tabaco.

La planta del tabaco es originaria del altiplano andino. Hace de 2 a 3,000 años a.C. llegó a  la zona del Caribe. Mesoamérica también conoció el tabaco, los códices, las piezas de cerámica, las esculturas y demás pruebas arqueológicas lo demuestran. Los antepasados lo fumaban, lo bebían, se lo untaban por el cuerpo, o lo empleaban como narcótico. Primero fue una bebida ceremonial, luego se le masticó y, por último, se le fumó. Las hojas del tabaco se enrollaban, se encendían, y se exhalaba el humo. Más adelante, el tabaco machacado se enrollaba en hojas de maíz o en laminitas de corteza, y se fumaba. Poco después, los hombres inventaron las pipas. Los teotihuacanos lo fumaron en la época del Preclásico (900-1521), tal vez junto con la ingesta de pulque, y seguramente con carácter ritual. Los mayas cultivaban el k’uuhtz, el tabaco, mezclado con semillas de estramonio o con hojas de angélica, para aumentar su poder psicoactivo. Lo fumaban en cañas que medían aproximadamente veinticinco centímetros. Aparte de fumarlo, los mayas lo hacían polvo y lo inhalaban, cuando no lo masticaban mezclado con cal; servía contra el cansancio, para contrarrestar el hambre, acabar con la sed, apaciguar los dolores de cuerpo, y favorecía el fortalecimiento de los dientes, se dice que curaba el tétano, los dolores de muelas, de riñón, combatía las enfermedades del corazón, y el reumatismo. Asimismo, el tabaco se empleó como moneda de intercambio, para la adivinación, la magia, y como talismán. A más, el tabaco constituyó un elemento psicopompe, pues fumarlo permitía tomar contacto con el dios del agua Chaac. La leyenda nos cuenta que las estrellas fugaces eran las cenizas de los cigarros de los dioses cuando caían del Cielo. Se empleaba como yerba ritual y religiosa; por ejemplo, se daba a los jóvenes unas fumadas de tabaco como parte de los ritos de iniciación, y se ponía en las ofrendas dedicadas a las divinidades.

Mexicas fumando tabacoA la diosa Cihuacóatl, los mexicas le ofrecían el humo del tabaco. Los tributos que recibían los tlatoanis incluían fanegas de tabaco procedente de los pueblos dominados. Durante los sacrificios humanos que se llevaban a cabo con carácter religioso, los sacerdotes y señores principales llevaban ramos de flores y fumaban tabaco en largas cañas, a fin de contrarrestar el fuerte olor de la sangre y de la muerte. Se le mezclaba con ámbar líquido en las ceremonias religiosas con el propósito de propiciar un mayor acercamiento con los dioses.

Sabemos que don Rodrigo de Xeréz y Luis de la Torre, en 1492, fueron los primeros europeos que fumaron el tabaco indígena. Cuando Cristóbal Colón desembarcó en la bahía de Bariay, cacicazgo de Maniabón, hacia el noroeste de la isla de Cuba, en la actual provincia de Holguín, vieron a los indígenas exhalar humo de unos rollos de hierba. Ambos navegantes relataron a Colón lo que habían visto. El Almirante anotó en su diario con fecha 6 de noviembre de 1492: …Iban siempre los hombres con un tizón en las manos (cuaba) y ciertas hierbas para tomar sus sahumerios, que son unas hierbas secas (cojiba) metidas en una cierta hoja seca también a manera de mosquete…, y encendido por una parte del por la otra chupan o sorben, y reciben con el resuello para adentro aquel humo, con el cual se adormecen las carnes y cuasi emborracha, y así diz que no sienten el cansancio. Estos mosquetes… llaman ellos tabacos.

Poco después el santo Oficio  condenó a de Xeréz a siete años de prisión por considerar que echar humo por la nariz y por la boca era prueba de estar endemoniado.

Sonia Iglesias y Cabrera