LA LEYENDA DE LA RISA DEL HORNERO Y EL ORIGEN DEL FUEGO
Aunque el hornero era muy trabajador, le gustaba mucho reírse. Construía su casa, vivía allí un tiempo y luego la vendía.
Los otros animales hacían fiestas y no invitaban al hornero porque creían que se iba a reír de ellos. Estos animales eran la tortuga, el quirquincho, el pichi, el suri o ñandú, la chuña, el conejo, el coy y la abuelita araña. Todos iban a comer a lo del Itoj Pajla,
el Hombre de Fuego.
Un día el hornero los alcanzó. Pero la avispa le pidío que por favor no se fuera a reír porque el
Hombre de Fuego se enojaría.
El Itoj Pajla estaba sentado y cada uno de los animales le pasaba su olla. Él las ponía de a una sobre sus rodillas y de este modo el agua de la olla no tardaba en hervir.
El hornero estaba alrededor del Hombre de Fuego junto con los otros animales. El suri abrió sus alas y el Hornero, temeroso de que riera, aunque el hornero le había asegurado que no lo haría.
Había un gran silencio en el lugar. El hornero vio que el Hombre de Fuego tenía todo el cuerpo cubierto de fuego. Cuando vio los testículos con fuego, no pudo contener la risa.
-¿Quién se ríe de mí? -quiso saber el Itoj Pajla.
lo-Ahora se va a quemar todo el mundo.
Y comenzó a largar fuego mientras todos huían. El fuego se extendió por todas partes, persiguiendo a los animales. La tortuga alcanzó a meterse en el agua y el fuego le pasó por encima. Los demás corrían hacia el mar. El suri y la chuña fueron los primeros en llegar. Parecía que el fuego ya alcanzaba a los otros, pero también llegaron a tiempo y pasaron al otro lado del mar.
El hornero tenía la culpa de eso, pero hasta hoy sigue riéndose.
La tortuga se quedó en el agua, convirtiéndose en tortuga de agua.
Antes la gente no tenía fuego.
Sólo Itoj Pajla lo tenía. Pero luego del incendio el fuego quedó en los árboles. Si el hornero no se hubiera reído no tendríamos fuego.
Fuente: El ciclo de Tokjuaj y otros mitos de los wichis (compilación, prólogo y notas de Buenaventura Terán), Biblioteca de Cultura Popular, Ediciones del sol, pp-33-34. La fuerte oral de la historia es el wichi Carlos Ortiz.