Hace ya algunos años, una pareja de novios que vivía en la Ciudad de Guadalajara, estaba tan enamorada que decidió casarse, Ella se llamaba Imelda y él Jacinto. Ambos pertenecían a familias honradas y decentes. Los enamorados se conocían desde siempre, pues de niños habían asistido juntos a la primaría y vivían en el mismo barrio.
Cuando ya estaban en edad de merecer, las familias de ambos jóvenes decidieron que era hora de que contrajesen matrimonio. Empezaron los planes. Se casarían en la iglesia del Panteón de Belén, y la gran comilona se llevaría a cabo en la hacienda del padre de la novia, don Pedro. Todo eran preparativos y todos eran felices. Los nuevos esposos se irían de luna de miel a París.
Llegado el día de la boda, los jóvenes entraron en la iglesia repleta de invitados y adornada profusamente con gardenias que dejaban esparcir su fuerte olor por todo el recinto. Había fotógrafos que se agasajaron tomando placas de tan importante acontecimiento, dentro del recinto y en la escalinatas de la iglesia.
Al siguiente día, los fotógrafos acudieron a la hacienda de don Pedro a entregar las fotografías ya reveladas. Los trabajadores de la lente se sentían inquietos, pues en todas las fotografías por ellos tomadas, aparecía junto a la pareja un extraño monje que portaba un crucifijo como los que se elaboraban en 1700, de eso no cabía duda. El monje aparecía en las fotos cruzando a la pareja de novios.
Ellos habían ya partido a su viaje, y no se enteraron. En el barco en el cual habían emprendido el viaje, todo era amor y felicidad. Se trataba de una hermosa pareja que se quería mucho.
Cuando se encontraba a medio camino en alta mar, el barco, misteriosamente naufrago. Todos los tripulantes y los pasajeros se salvaron, menos la pareja formada por Imelda y Jacinto a la que nunca pudieron encontrar. La noticia anonado a los padres de ambos jóvenes, como es natural, y cuando acudieron a la iglesia del Panteón de Belén, estando en plena misa por los infelices, todos los concurrentes vieron parado en al altar, al espantoso monje que se aparecía en las fotografía, el cual lanzó una terrible carcajada, y desapareció en la nada.
Desde entonces son muchas las personas que han visto al monje pasearse por las tumbas vacías de los enamorados que murieron ahogados en su viaje de luna de miel.
Sonia Iglesias y Cabrera