Victoriana Hurtado era una joven que pertenecía a una familia rica y de renombre. Había nacido en el año de 1833 en la ciudad de Guadalajara, Jalisco. Desde pequeña fue muy consentida y nunca careció de lo necesario y aun de lo superfluo. Además de los lujos de que gozaba, tenía el amor incondicional de sus progenitores, quienes la adoraban.
Cuando llegó a la edad de merecer, sus padres le escogieron un buen partido para que formase un matrimonio que le fuese favorable.
El hombre elegido formaba parte de una buena familia y no carecía de fortuna, aun cuando no tan grande como la de su prometida. Los padres de Victoriana estaban satisfechos con la unión. La pareja se casó y vivían felices. Tuvieron tres hijos, Alejandro, Octavio y Javier, a los que adoraban y criaron sanos.
Pero la pareja no estaba del todo feliz, pues Victoriana padecía de una enfermedad llamada catalepsia, la cual le producía inmovilidad y rigidez del cuerpo cuando menos lo pensaba. Llegó el día en que los padres de la enferma murieron y, antes de morir, le entregaron al yerno un enorme diamante. Cuando murieron los padres, le dejaron toda su gran fortuna a su hija, quien se convirtió en una rica heredera.
Cuando los hijos crecieron se dieron cuenta que su padre estaba dilapidando la fortuna de su madre en juegos, borracheras y mujeres, y ellos, que también eran ambiciosos y despilfarradores, ansiaban la muerte de su madre para poder heredarla y llevar una vida de disipación.
Cuando el padre de los tres hijos de Victoriana murió a causa de sus excesos, se alegraron de su muerte, y aprovechando un ataque de catalepsia de su madre, la hicieron pasar por muerta y la enterraron prestos en el Panteón de Belén, aun cuando sabían muy bien que no estaba muerta.
Al día siguiente de haberla enterrado, un velador del panteón vio que la mujer había tratado de salir de su tumba, porque se escuchaban sus lamentos desgarradores. Abrió la tumba y se encontró a la pobre mujer que tenía la mano ensangrentada por tratar de cavar una salida en el ataúd. La pobre Victoriana sobrevivió al entierro malévolo de sus hijos.
Cuando verdaderamente murió Victoriana, no les dejó a sus hijos nada de su fortuna. Toda la cedió a obras de caridad. Poco tiempo después, los hijos murieron de manera misteriosa y en la más absoluta pobreza. Al poco tiempo de morir, sus caras aparecieron talladas en la tumba de su madre a la que habían asesinado. Nadie supo cómo aparecieron ahí, junto a la lápida de Victoriana que mostraba una mano de piedra que asía un testamento.
Sonia Iglesias y Cabrera