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Durango Leyendas Cortas Leyendas infantiles Sin categoría

Martín y el Toro de los Cuernos de Oro

Cuenta una leyenda del estado de Durango, que en el Cerro de Mercado, formado de magna de cuerpos de óxido de fierro que le dan una bonita forma triangular, existe una cueva muy especial, pues se abre cada noche por unos cuantos minutos. Cuando la cueva se abre, por ella sale un toro de color negro que tiene unos hermosos cuernos de oro. Dicen que sale con el propósito de vigilar la entrada de la cueva.

Una cierta noche, un hombre que se llamaba Martín, salió a caminar por el campo. Cuando llegó cerca del Cerro del Mercado, escuchó unos ruidos que llamaron su atención. Se acercó más al cerro, y vio al gran toro negro cuyos cuernos brillaban, maravillosamente, a la luz de la luna.

Al verlo, Martín quiso torearlo. Cuando el hermoso toro vio que el hombre se le acercaba, se retiró de la entrada de la cueva, lo cual aprovechó Martín para entrar en ella, pues estaba muy curioso por ver cómo era por dentro.

El hermoso Toro de los Cuernos de oro

En ese preciso momento, el bello toro de los cuernos de oro entró en la cueva. Cuando Martín lo vio, se asustó tanto que salió corriendo por temor a que lo fuera a cornear.

En cuanto Martín estuvo fuera de la cueva, la entrada se cerró completamente. Martín ya no pudo volver a entrar, y perdió para siempre la riqueza del tesoro y los amores de la bella muchacha, que según supo después, era la hija del Toro de los Cuernos de Oro.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Leyendas infantiles Michoacán

La princesa Eréndira y el Lago de Zirahuen

Hace ya muchos siglos, cuando los españoles invadieron a tierras mexicanas para conquistarlas, un capitán con sus tropas llegó hasta las tierras de Michoacán. Iba a entrevistarse con el emperador purépecha que se llamaba Tangaxoan, que tenía una hermosa hija a la que había puesto por nombre Eréndira.

La joven princesa Eréndira era muy bella, y al verla el capitán se enamoró profundamente de ella. Un día, el capitán español raptó a la bonita muchacha y la escondió en un verde valle rodeado de muchas montañas. Eréndira estaba muy triste y sufría mucho. Se acordaba de su casa, de su madre y de su padre.

Estaba tan desesperada, que los dioses del Día y de la Noche, llamados Juriata y Xaratanga, oyeron sus trágicos sollozos y decidieron ayudarla. Hicieron que las lágrimas que brotaban de los ojos de la princesa se hicieran muy fuertes y poderosas. Entonces, sus lágrimas empezaron a formar un charco que, poco a poco, se convirtió en un gran lago. Los dioses con su poderosa magia convirtieron las piernas de Eréndira en una hermosa cola de pescado. Se había convertido en una linda sirena.

Vista del hermoso Lago de Zirahuen

Ahora el valle contaba con un nuevo lago al que pusieron por nombre el Lago de Zirahuen. Eréndira nunca se olvidó del lago por el que había podido salvarse, y desde entonces, las personas que viven por esos lugares, dicen que la princesa se va a nadar algunas noches al hermoso lago, y que al amanecer sale del agua para hechizar a los hombres que son malos.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Estado de México Leyendas Cortas Leyendas infantiles

La ermita de la Virgen de Tecaxic

El pueblo de Tecaxic se encuentra en el Municipio de Toluca, en el Estado de México. Antes de la conquista armada de las tropas españolas, hace ya muchos siglos,  fue habitado por grupos de indígenas matlatzincas. Tecaxic es un bonito pueblo que cuenta con muchos mitos y leyendas. Una leyenda nos relata que poco después de la conquista española, llegaron al pueblo varios frailes franciscanos para evangelizar a los indios, y para que los colonizadores españoles vivieran en él. Desde esa época, el poblado tomó el nombre de Santa María de la Asunción Tecaxic.

Poco después de la conquista española, llegó al poblado una tremenda epidemia que mató a todos los habitantes de la localidad, menos a dos hombres. Terriblemente asustados y consternados por encontrarse solos y sufriendo por la muerte de sus vecinos, decidieron abandonar Tecaxic. Al irse estos dos sobrevivientes, el pueblo quedó completamente abandonado, al igual que una ermita que había sido construida por todos los pobladores. En dicha ermita se encontraba una imagen de la Virgen de la Asunción, que había sido pintada al temple sobre un lienzo fabricado por los indígenas. Al quedar abandonada y sin recibir ninguna clase de cuidados, la ermita empezó a agrietarse, sus puertas se cayeron y el sol, el agua y el viento entraban libremente, hasta deteriorar la bella imagen de la Asunción que empezó a desteñirse.

Un cierto día en que caía un fortísimo aguacero, un vecino del pueblo de Almoloya de Juárez, llamado Pedro Millán de Hidalgo, buscaba desesperadamente donde refugiarse de las aguas que ya lo habían empapado en su tránsito hacia la ciudad de Toluca para efectuar ciertos negocios. En ese angustioso momento se percató que de la ermita salían cantos religiosos y se veían muchas luces maravillosas. Como sabía que Tecaxic estaba despoblado, pensó que los cantos eran de voces indígenas, y las luces velas que los mismos indios encendían. Entonces, le llamó a los cantores en lengua náhuatl, asegurándoles que no tuviesen miedo, pero nadie respondió. El hombre decidió sacar su espada y entrar a la capillita, pero no encontró a nadie.

La famosa ermita de Tecaxic

Al enterarse del prodigio Joseph Gutiérrez, padre superior del convento principal de Toluca, decidió que debía edificarse un santuario dedicada a Nuestra Señora de los Ángeles de Tecaxic. Muchos señores importantes de varios pueblos ayudaron económica y materialmente en la construcción, y mientras trabajaban hasta el cansancio por el día ayudados de albañiles, por la noche los ángeles contribuían a la edificación, acompañados de música de chirimía y teponaztle que ejecutaban tres seres vestidos con tilmas y que levitaban, es decir, no pisaban la tierra.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Leyendas infantiles Michoacán

El Ángel de la Guarda

Cuenta con una tierna leyenda de Michoacan que hace muchos años por el barrio de El Carmen una mujer iba caminando acompañada de su hijita de cuatro años, para dirigirse del mercado al que habían ido a su casa.

Como era el mes de mayo, hacía muchísimo calor y la niña, que se llamaba Tayita, empezó a tener sed. Era ya muy tarde y la madre de la pequeña le pidió  que se aguantara un poco más para llegar a la casa, y ahí darle un vaso con agua fresca y limpia.

Pero Tayita estaba sumamente acalorada y sedienta, e insistió por tres veces que quería beber agua. Al pasar por una fuente, la madre le dijo a su hija que si tenía tanta sed podía beber agua de ahí. La niña corrió hacia la fuente y empezó a beber auxiliándose de sus manitas.

Imagen del Ángel de la Guarda de Tayita.

Cuando más desesperada se encontraba por sus fracasados intentos, y la jovencita se encontraba a punto de morir ahogada, un ángel misericordioso bajo del Cielo y sacó a la niña rápidamente, evitando así que muriese. La madre, muy agradecida, trató de darle las gracias al ángel, pero éste había desaparecido. Al llegar a su casa, la mujer encendió un cirio dedicado al Ángel de la Guarda de la pequeña, y amabas se pusieron a rezar, por el gran favor que habían recibido.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Leyendas infantiles San Luis Potosí

Los tres huevos del Señor del Saucito

El Señor del Saucito se encuentra en un templo muy bonito en la ciudad de San Luis Potosí. La imagen del Señor de Burgos, su antiguo nombre, está elaborada en una rama de sauce. Mide de alto un metro con sesenta y siete centímetros, y se encuentra en un madero de dos metros cincuenta y cuatro metros, barnizado de color café oscuro y con pintura dorada en la puntas. Adornan la cruz dos soles de metal y flores que simbolizan al sauce con que está hecho. Además, la cruz cuenta con dos angelitos y dos aureolas coronan la cabeza del Señor de Burgos.

Se dice que la cruz y la imagen se empezaron a elaborar en el año de 1820, y quedaron listas dos años después, aunque ciertos detalles fueron modificados por la mano de un escultor llamado José María Aguado. Su primera fiesta se celebró el 26 de noviembre de 1826, el día de Nuestro Señor Jesucristo; y luego la fiesta se pasó al primer viernes de marzo que es el día de la Corona de Espinas, fecha que quedó como la oficial.

A los pies de esta sagrada imagen se pueden ver tres huevos de víbora, un ex voto cristiano de legendario origen. La leyenda refiere que hace mucho tiempo cuando la imagen fue colocada en el templo y las personas empezaron a venerarlo, en el campo se encontraba un pastor vigilando su rebaño. Como tenía mucha hambre, el hombre se comió tres huevos que se encontró en un nido de víbora. En cuanto acabó de devorarlos, le dieron fuertes retortijones, sudaba frío y no paraba de proferir desgarradores gritos de dolor.

Imagen del venerado Señor del Saucito

El pastor creía llegada su hora, pues nadie oía sus gritos, y era poco probable que alguien acudiese en su ayuda. Aterrado, el hombre trató de subirse a lo alto de un monte y, en su desesperación se acordó del Señor del Suacito y le pidió ayuda con toda su fe y devoción. El Señor le escuchó y milagrosamente le salvó de una muerte segura.

En agradecimiento, el hombre le llevó al altar tres huevos tallados en marfil que colocó a los pies de tan milagroso Señor. Desde entonces son muchos los milagros que ha realizado el Señor del Saucito.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Guanajuato Leyendas Cortas Leyendas infantiles

El usurero

A principios del siglo XX, vivía en una casa situada en la Plaza del Baratillo en la Ciudad de Guanajuato, un señor que vivía de prestar dinero a las personas que no tenían y lo necesitaban con urgencia. Este hombre era flaco, pálido, con bigote y una barbita de poco pelo; vestía un viejo pantalón negro y una camisa que repugnaba por su suciedad. Cuando prestaba dinero y pedía que se lo devolvieran en oro y con ganancias extras muy altas,  y exigía el pago rápido.

Era un hombre muy rico, al que le gustaba contar y sentir en la mano las monedas de oro que depositaba en la cama. Después de acariciar con sus monedas, las depositaba en baúles que guardaba en el sótano de su casa. El avaro prestamista tenía una frase que le había hecho famoso:”Peso que no deje diez, ¿para qué es?”

Era tan avaro que cuando el hambre le arreciaba por la mañana, salía de su casa a comprar un poco de atole y tamales. Por la tarde comía tortillas con nopales cocidos.La hermosa Plaza del Baratillo en Gunajuato

En una ocasión un hombre, llamado Pedro, le pidió prestados dos mil pesos, con los que el mal hombre iba a ganar casi en doble en tan sólo una semana. Pero Pedro huyó con el dinero y nunca le pagó nada.

Este hecho desquició por completo al usurero, que desde entonces se volvió más loco todavía. Su obsesión de contar y tocar el dinero se hizo mucho más apremiante, de tal manera que ya casi no comía, lo cual le llevó a la muerte. Pero antes de morir, el usurero logró enterrar su dinero, pero nadie sabe en donde lo enterró.

Desde entonces, en el cuarto de la casa donde el hombre contaba y recontaba sus dineros, se escuchan sonidos de tintineo de oro, y terribles suspiros de satisfacción. Los sonidos se escuchan hasta la calle acompañados de pasos que van de la recámara al sótano de la casa.

Pero en una ocasión una niñita de siete años entró en la casa con una veladora bendita y la prendió en el cuarto del hombre malo. Rezó mucho Padres Nuestros y los horribles sonidos se terminaron, pues con sus rezos el alma del usurero se fue a descansar en paz y ya nunca volvió a asustar a nedie.

Esta es la leyenda del usurero de La Plaza del Baratillo.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Aguascalientes Leyendas Cortas Leyendas infantiles

Azucena y su buena estrella

En el barrio de El Encino que se encuentra en la ciudad de Aguascalientes,  en una casa muy grande y muy bonita, hace mucho tiempo vivía Azucena Puñales. Una muchacha que se destacaba por su belleza y por la gracia de sus movimientos. Como era tan bonita contaba con muchos pretendientes que continuamente la buscaban. Pero ella siempre rechazaba sus avances amorosos con tacto y delicadeza, para no herir los sentimientos de los jóvenes. No pensaba ni quería  casarse todavía, pues era muy joven.

La vida siguió, y un terrible día el padre de Azucena se murió. Pasados nueve meses de su muerte, le siguió la madre de la chica que falleció de tristeza y dolor. Todo fue pesar y soledad para Azucena pues había perdido a sus adorados padres. La casa quedó muy sola y callada.

El tiempo fue pasando, los pretendientes se fueron muriendo poco a poco, y como todos la habían querido muchísimo, le dejaron dinero en abundancia. Azucena se volvió rica. Como se aburría estando sola y sin hacer nada, decidió ir a trabajar a la casa del cura Lorenzo Mateo Caldera. Trabajaba como ama de casa, pues Azucena era muy ordenada y limpia.

Catedral de Aguascalientes cerca de la Calle de la Buena Estrella

Con el paso de los años el cura se hizo viejito y enfermó. Azucena le cuidó lo mejor que pudo, con abnegación y cariño, pero a pesar de los cuidados, el sacerdote murió. Don Lorenzo, que tenía su buen dinerito guardado, la heredó y le dejó todos sus bienes. Azucena se hizo más rica. Todos en el barrio comentaban la buena estrella de la mujer, y el pueblo empezó a nombrar a la calle donde vivía la ricachona mujer con el nombre de Calle de la Buena Estrella. Aun cuando en nuestros días se la conoce como Calle 16 de Septiembre.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Leyendas infantiles Quintana Roo

Juan del Monte y Fernando

Juan del Monte es un personaje que vive en la selva de Quintana Roo. Cuando alguna persona tiene la mala idea de meterse en la selva, Juan imita la voz de algún familiar o amigo de esa persona, y la llama hasta conducirla por senderos oscuros que ocasionan que la persona se pierda y ya nunca pueda salir. Por eso todos le temen a Juan del Monte.

En cierta ocasión, Fernando, un niñito maya de seis años, tuvo una mala experiencia. Su madre que era una hermosa mujer, le pidió a Fernando que le llevase a su padre que estaba trabajando en los potreros de la selva, su ración de pozol. (1)

Fernando sonríe feliz porque salvó su vida

El muchachito emprendió la tarea ordenada y tomó por un sendero que había de conducirlo hasta donde se encontraba su papá. Cuando había recorrido un cierto tramo del camino, Fernando escuchó la voz de su padre que le decía: -¡Por aquí estoy, querido hijo, acércate a mí! El chico escuchó también el sonido de los cascos del caballo que montaba su progenitor, y no dudó en seguir la voz que con tanta insistencia repetía que lo siguiera. El niño iba tras él muy confiado, sin pensar por un segundo que se trataba de Juan del Monte.

Cuando el padre vio que no llegaba Fernando con el esperado pozol y ya era muy tarde, acudió en seguida a su casa.

Alllegar encontró a su esposa también my preocupada pues el niño no había regresado. Entonces, el padre pidió ayuda a las personas de su comunidad y todos se adentraron en la selva tratando de encontrar al niño.

Después de mucho buscar, encontraron a Fernando sentado en una piedra y llorando desconsoladamente. Juan del Monte no se lo había llevado porque Fernando era un niño muy inteligente y consiguió escaparse. Su madre lo abrazó y lo llevó a la casa, donde le sirvió un delicioso chocolate espumoso acompañado de galletas de canela.

Así se salvó Fernando de que Juan del Monte se lo llevara para siempre.

  • Bebida de maíz y agua endulzada típica de Quintana Roo

Sonia Iglesias y Cabrera

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Ciudad de México Leyendas Cortas Leyendas infantiles

La Llorona

 

Hace mucho tiempo, cuando los soldados españoles conquistaron la Ciudad de México,  existió una bonita muchacha india que se enamoró de uno de esos soldados. Se amaban tanto que tuvieron tres hijitos muy bonitos.

La mamá quería mucho a sus niños y los cuidaba muy bien. El papá no quería casarse con la mamá, porque le avergonzaba que fuera una india. Y un día, el papá decidió casarse con una joven española. Cuando la mujer se enteró de la traición del padre de sus hijos se quitó la vida ahogándose en un río junto con los chicos, porque sufría mucho.

Así lo hizo, y desde entonces empezaron a escucharse por todo el centro de la ciudad, los gritos desesperados de una mujer muy delgada y toda vestida de blanco, y su voz que decía: -¡Ay, mis hijos! ¿Dónde están mis queridos hijos?

La Llorona
http://www.leyendadelallorona.net/wp-content/uploads/2015/01/La_Historia_de_la_Llorona1.jpg

Pasaron diez años, y un día la Virgen de los Remedios, a la que adoraban los españoles, se enteró de la desgracia de la pobre mujer y se apiadó de ella. La Virgen la buscó por la ciudad, y cuando la encontró le dijo que la iba a revivir, con la condición de que tenía que ir al campo y plantar un rosal, y esperar a que crecieran las primeras rosas. Así lo hizo la pobre mujer.

Pasado un tiempo, el rosal floreció y brotaron tres maravillosas rosas blancas. Junto a cada una de ellas apareció uno de sus hijos en perfecto estado de salud. La madre los abrazó, y los tres juntos se fueron a la capilla que estaba destinada a la Virgen de los Remedios para rezar y agradecerle que los hubiera vuelto a la vida. No se olvidaron de llevarle un hermoso y grande ramo de rosas blancas.

Cuando acabaron de rezar, los cuatro se fueron a vivir a una pequeña casa que estaba en la afueras de la ciudad y vivieron muy felices para siempre. ¡Nunca más se volvieron a escuchar los lamentos de La Llorona¡

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Leyendas infantiles

Las orejas del conejo

Los cuentos del conejo son populares no sólo en Estados Unidos sino también en otras partes del Nuevo Mundo. Este animalito es un personaje astuto, travieso y alegre. Le gusta burlarse de los otros animales, grandes y pequeños, especialmente del coyote de México. Aunque es un pícaro, el conejo es generalmente el héroe de todos los cuentos. Esta leyenda es de origen maya.

Una vez, hace miles de años, el conejo tenía las orejas muy pequeñas, tan pequeñas como las orejas de un gatito. El conejo estaba contento con sus orejas, pero no con el tamaño de su cuerpo. Él quería ser grande, tan grande como el lobo o el coyote o el león. Un día cuando iba saltando por los campos, el conejo vio al león, rey de los animales, cerca del bosque.

-¡Qué grande y hermoso es!- dijo el conejo. -y yo soy tan pequeño y feo.

El conejo estaba tan triste que se sentó debajo de un árbol y comenzó a llorar amargamente.

-¿Qué tienes, conejito? ¿Por qué lloras?- preguntó la lechuza que vivía en el árbol.

-Lloro porque quiero ser grande, muy grande- dijo el conejito.

La lechuza era un ave sabia. Cerró los ojos por dos o tres minutos para pensar en el problema y luego dijo:

-Conejito, debes visitar al dios de los animales. Creo que él puede hacerte más grande.

Leyenda mexicana. Las orejas del conejo-Mil gracias, lechuza sabia. Voy a visitarlo ahora respondió el conejo. Y fue saltando hacia la colina donde

vivía el dios.

-Buenos días. ¿Cómo estás?- dijo el dios de los animales cuando vio al conejito.

-Buenos días, señor. Estoy triste porque soy tan pequeño.

Su majestad, ¿podría hacerme grande, muy grande?

-¿Por qué quieres ser grande?- preguntó el dios con una sonrisa.

-Si soy grande, algún día yo, en vez del león, puedo ser rey de los animales.

-Muy bien, pero primero tienes que hacer tres cosas difíciles. Entonces voy a decidir si debo hacerte más grande o no.

– ¿Qué tengo que hacer?

-Mañana tienes que traerme la piel de un cocodrilo, de un mono y de una culebra.

-Muy bien, señor. Hasta mañana.

El conejo estaba alegre. Fue saltando, saltando hacia el río. Aquí vio a su amigo, el pequeño cocodrilo.

-Amigo cocodrilo, ¿podrías prestarme tu piel elegante hasta mañana? La necesito para …

-Para una fiesta, ¿no?- dijo el cocodrilo antes de que el conejo pudiera decir la verdad.

-Sí, Sí- respondió rápidamente el conejo.

-¡Ay, qué gran honor para mí! Aquí la tienes.

Con la piel del cocodrilo, el conejo visitó al mono y a la culebra. Cada amigo le dio al conejo su piel para la fiesta.

Muy temprano a la mañana siguiente, el conejo fue despacio, muy despacio, con las pieles pesadas ante el dios de los animales.

-Aquí estoy con las pieles- gritó felizmente el pequeño conejo.

El dios estaba sorprendido. Pensó: «¡Qué astuto es este conejito!» Pero en voz alta dijo:

-Si te hago más grande, puede ser que hagas daño a los otros animales sin quererlo. Por eso voy a hacer grandes solamente tus orejas. Así puedes oír mejor y eso es muy útil cuando tus enemigos estén cerca.

El dios tocó las pequeñas orejas del conejo y, como por arte de magia, se le hicieron más grandes. El conejo no tuvo tiempo de decir nada, ni una palabra.

-Mil gracias, buen dios. Usted es sabio y amable. Ahora estoy muy feliz- dijo el conejo. Y fue saltando, saltando por los campos con las pieles que devolvió a sus amigos con gratitud.

Al día siguiente vio al león que estaba visitando a la lechuza.

La lechuza le dijo al conejo:

-Buenos días, amigo mío. Eres muy hermoso. Y para ti es mejor tener las orejas grandes que el cuerpo grande.

Con mucha dignidad, el león dijo:

-La lechuza tiene razón.

Y desde aquel día el conejo vivió muy contento con su cuerpo pequeño y sus orejas grandes.