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¿Qué es un mito? Definición, características, funciones y tipos de mitos

Definición de mito

La palabra mito deriva del griego mythos, que significa relato. Así pues, el mito es un relato fabuloso que pertenece a la tradición oral de los pueblos, en el cual intervienen como actores principales personajes sobrenaturales como dioses, semidioses, héroes y personajes fantásticos. Con los mitos, los hombres pretenden dar una explicación a los fenómenos naturales y a acontecimientos sociales. Los mitos siempre dan respuesta a preguntas relacionadas con la existencia, como por ejemplo cómo se creó el mundo, cómo se crearon los animales y las plantas, adónde van los hombres después de que mueren, y cómo el hombre ha llegado a existir.

Por tanto, los mitos son parte de la cosmovisión o concepción del mundo de las culturas que las produce. Por medio de la cosmovisión el ser humano conoce su remoto origen, la composición y distribución del universo y de las leyes encargadas de regular el equilibrio del cosmos. Tales conocimientos hacen posible la ejecución de sus acciones en la Tierra, y la continuidad, cohesión e identidad del grupo cultural al que pertenece.

Características del mito

El mito es un relato de carácter sagrado que narra un hecho ocurrido en los lejanos tiempos primigenios, cuando el mundo aún no era lo que conocemos actualmente, o de hechos que sucedieron cuando ya se había originado el mundo. Lo que define fundamentalmente al mito, es que en la narración siempre aparece uno o varios dioses que llevan a cabo acciones entre ellos mismos o en relación con los humanos. Sin dioses no hay mitos.

El mito, en tanto que es parte de la tradición oral (o folklore, como algunos estudiosos lo llaman), es de carácter anónimo, carece tiene autor identificable. Por ejemplo, nadie puede decir quién es el autor del mito referente a la Fundación de Tenochtitlan.

Por otra parte, cada nueva narración que se realiza de un mito cambia, en mayor o menor grado, el relato original, aunque en esencia nunca pierde su temática ni sus personajes principales.Este continuo movimiento y cambiodel mito debido a su oralidad, le confiere una dinámica propia regida por leyes de la transformación en el transcurso de su devenir histórico.

A pesar de su gran dinamismo el mito tiene carácter deubicabilidad; esto es, aparece en un determinado tiempo y lugar para cumplir un papel activo en la vida de la colectividad, reflejando las condiciones sociales en que surge y adquiriendo así su característica de funcionalidad.

Diremos entonces que la carencia de un autor identificable, el ser una creación popular oral, el estar sujeto a un continuo cambio narrativo, el poseer una condición diacrónica y sincrónica, y el ser ubicable y funcional constituyen las características esenciales del mito y de otros géneros de la tradición oral como en ocasiones las leyendas. Al conjunto de mitos de una comunidad determinada se le da el nombre de mitología.

Muchas de las mitologías existentes en el mundo, han dejado atrás su carácter de tradición oral al quedar plasmados en libros, para su difusión. Aunque esto no sucede con todas las mitologías existentes.

Las funciones de los mitos

Una de las funciones principales de los mitos constituye la de expresar la ideología de una cultura o comunidad; es decir, su especial manera de concebir al mundo, a la sociedad y las reglas que la rigen. Se trata de relatos que permiten la cohesión y propician la identidad de los grupos humanos que han existido desde el principio del hombre. A través del conjunto de mitos que llamamos mitología, el ser humano se identifica como parte de la comunidad a la que pertenece.

Por medio del mito, los hombres encuentran respuestas a aquellos fenómenos de la naturaleza que no pueden explicarse. Por ejemplo, cuando el hombre no podía explicarse el fenómeno de la lluvia porque sus condiciones científicas no se lo permitían, surgió el mito del dios Tláloc y de cómo el dios producía la lluvia, auxiliado por sus ayudantes los tlaloques, los duendecillos que se encargaban de provocar los truenos y vaciar el agua de sus cántaros sobre la Tierra y los seres humanos. La razón de la lluvia estaba explicada.

Así pues, podemos decir que los mitos tienen tres funciones básicas:

La primera de ellas es la explicación y justificación de la existencia del mundo en que viven los hombres por medio de las acciones que ejecutan los dioses.

La segunda función de los mitos se explica de la siguiente manera. A través de los mitos los hombres aprenden dogmas y reglas morales de convivencia social. Los dioses rigen sus vidas y ellos obedecen, les enseñan la diferencia entre lo bueno y lo malo, y el camino del bien y la rectitud. Las leyes de comportamiento las dictan los seres divinos como es el caso de la mitología judeocristiana en la cual jehová le indica a Moisés los Diez Mandamientos que deben regir el comportamiento humano.

La tercera función de los mitos proporciona esperanza ante la muerte. Pues al hombre la muerte le es desconocida y le asusta el hecho de no saber a dónde se dirigirá cuando muera, le aterra el hecho de desaparecer completamente de la faz del mundo, y se aferra a los dioses para hacer más soportable el tránsito al más allá, que le asegura que la vida no termina en este mundo, sino que continúa en el Más Allá. De ahí el mito del Tlalocan o Paraíso de los mexicas, a donde accedían los guerreros y las mujeres muertas durante el trabajo de parto. O el mito del Paraíso católico al que accederán todos aquellos que han tenido un buen comportamiento en este mundo.

Tipos de mitos

Los mitos cosmogónicos. Los mitos de creación o mitos cosmogónicos -del griego κοσμογονία o κοσμογενία, siendo κοσμος «el mundo», y la raíz γί(γ)νομαι, γέγονα, «nacimiento, nacer»- son relatos orales tradicionales que expresan la cosmovisión, y en los cuales los personajes, son dioses primarios o secundarios, héroes culturales, y seres mágicos y fantásticos.

Su temporalidad remonta al inicio del mundo o aun a antes, cuando el mundo no existía, como en el mito mexica de TloqueNahuaque, el dios primordial antecesor de todo lo existente. A través de tales mitos, los seres humanos se explican la creación del mundo, de los hombres, de la naturaleza y de los animales. Dentro de la mitología pueden ser considerados, sin temor a exagerar, como los de mayor importancia, dada la temática de los mismos: creatio ex nihilo, o sea, “desde la nada”.

Los mitos cosmogónicos expresan la ideología de la sociedad en que se producen, mantienen la conciencia de pertenencia e identidad al justificar las reglas, prácticas rituales y ceremonias de los pueblos, sea cual fuere la religión que profesan y el tipo de sociedad en que viven.

Es por medio de los mitos de creación que los hombres justifican su aparición en la Tierra y en el universo, a la vez que les otorgan la posibilidad de dar respuesta a las incógnitas que les plantean la adversidad de los fenómenos naturales. Los mitos son, pues, la explicación y justificación de la existencia del mundo. Justifican la existencia de normas de conducta que les son dictadas a los hombres por los dioses, o por los héroes culturales a quienes las deidades emplean como conductos mediadores eficaces.

Es un hecho curioso, a la vez que lógico, el que todos los pueblos del mundo posean mitos de creación, entre muchos otros que no atañen a la cosmogénesis; muchos de ellos presentan elementos comunes, otros son sui generis(especiales o específicos), pero todos cumplen las mismas funciones; a saber, obtener una visión integradora del mundo; una explicación necesaria, tranquilizadora o no, para la comprensión de los fenómenos naturales; la forja de patrones de identidad comunitaria; y la indispensable cohesión del grupo al que se pertenece.

La estructura conceptual de los mitos de creación conlleva, narrativamente, algunos elementos indispensables; a saber: el tiempo inicial o primario en que se efectuará la creación; el espacio donde brotará la vida; el surgimiento de dioses primarios, casi siempre creados por sí mismos o preexistentes eternamente; el proceso de la creación de los dioses creadores secundarios por obra de los dioses primarios o de algún elemento que ellos propician; la creación de héroes culturales cuyas acciones tienen como meta civilizar a los pueblos; la creación del hombre y de la mujer primigenios; la creación de los elementos y los fenómenos que integra a la naturaleza (plantas, montañas, animales, ríos, etc.); el ordenamiento del universo en planos superpuestos; el ordenamiento del universo en atención a los rumbos sagrados; la existencia de ciclos o etapas necesarias a la creación, que varían de una hasta muchas más, que se destruyen y resurgen, hasta llegar a la etapa sin retorno, donde el mundo debe acabarse para siempre.

Es por ello que a partir de los mitos cosmogónicos -y de ahí su importancia-, se desprenden diferentes tipos de mitos que conforman las diversas mitologías. Mencionemos algunos de ellos.

Los mitos teogónicos. Estos mitos son los encargados de explicar el surgimiento de los dioses de una mitología determinada. Nos explican la historia de sus vidas y de sus hazañas.

Mitos antropogénicos. En ellos se relata el surgimiento de los hombres que son creados por los dioses empleando diferentes medios, materiales vivos como los animales o inertes como lo serían el barro y el lodo. También nos narran cómo los dioses enseñan a vivir a sus seres creados en la Tierra, en su sociedad.

Los mitos etiológicos. Son los relatos mitológicos que tienen como objetivo explicar el origen de las cosas, los animales, las plantas, y de las instituciones que rigen la vida de los hombres.

Los mitos escatológicos. Son aquellos relatos que tienen a su cargo la explicación del fin del mundo, el cual será destruido por medio de causas naturales que se desencadenaran como el agua, el fuego, los terremotos, y en general debido a cualquier catástrofe o desastre natural al que el hombre tiene pavor. Por ende, la desaparición de los hombres.

Los mitos morales. Como los tipos anteriores se presentan a las mitologías de todas las culturas, civilizaciones y comunidades. En estos mitos se relatan la lucha entre el bien y al mal, la lucha de los contrarios siempre presente en el quehacer humano.

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La Sirena y Taqsjoyut

Un día la Sirena, que vivía en el mar, salió a pasear a la Tierra. En todas las casas por las que pasaba pedía hospedaje, pero nadie la aceptaba. En el quinto pueblo al que llegó la aceptaron en una casa. Agradecida, la Sirena le pidió a la dueña una jarra para ayudarla a acarrear agua, y le solicitó que una sus hijas le indicase donde estaba el pozo.

Cuando llegaron la Sirena le dijo a la niña que no tuviera miedo de lo que iba a presenciar. Tomó la jarra, la echó al pozo e inmediatamente el agua se arremolinó, salió un arcoíris y el viento se levantó. Entonces, la Sirena se arrojó al agua. La niña corrió a la casa a buscar a su padre. Cuando ambos llegaron al pozo vieron que el agua estaba arremolinada y lodosa.

El padre, al darse cuenta de que se trataba de la Sirena, fue a buscar al presidente del pueblo. Llegaron al pozo acompañados de toda la comunidad y se dieron cuenta de que se había convertido en una laguna. Acudieron a los adivinos para que les dijesen cómo podían sacar a la Sirena del agua, pero éstos se declararon incapaces y remitieron al presidente y compañía, con el sacerdote del pueblo. El sacerdote efectuó una misa cerca de la laguna, pero la Sirena no salió. El presidente decidió ir a consultar con el mejor adivino. El adivino sacó sus cristales mágicos y confirmó que la Sirena se encontraba dentro de las aguas. Se puso a la orilla del pozo y rogó a la Sirena que saliese.

Ella vaticinó que al final del año habría un tremendo diluvio que terminaría con la Tierra. Les dijo que saldría si le traían doce pollitos, trece gallos, doce guajolotas, trece guajolotes, doce puercas, trece puercos, doce muchachas y trece muchachos. Las personas, muy asustadas, decidieron ir a consultar a los Truenos para que las ayudasen, pero los Truenos respondieron que la Sirena era una compañera y que nada podían hacer para que saliera, pero si Taqsjoyut, El Hombre que Come Brasas, les ayudaba, ellos desatarían al Relámpago para que lloviera. Cuando fueron a verlo, Taqsjoyut les dijo que cuando sacara del agua a la Sirena la Tierra iba a temblar muy fuerte, pero que no debían asustarse.

Taqsjoyut dio cita a los Truenos en la cima de una colina en donde se encontraba un árbol enorme. Al llegar los Truenos se posaron en las ramas del árbol. Durante una hora discutieron lo que debían hacer. Al término, ordenaron a las personas que buscaran dos cargas de leña, les prendieron fuego, hasta que no quedaron sino pequeñas brasas. Taqsjoyut tomó las brasas de la primera carga de leña y se las tragó; a continuación se revolcó en las brasas de la segunda carga y todo el cuerpo se le incendió. Mientras tanto, se escuchaban fuertes tronidos y la lluvia caía a torrentes.

Taqsjoyut dio tres saltos y se arrojó al pozo. Al sentir el agua caliente la Sirena gritaba que no quería salir, pero el pozo acabó por secarse; entonces, Taqsjoyut la tomó de su trenza, la amarró y la sacó fuera del pozo. Hecho lo cual, El hombre que Come Brasas, se fue volando a su casa. En agradecimiento, toda la población le obsequió con pollos, guajolotes, ranas, y demás animales comestibles. Sonia Iglesias y Cabrera

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El Cielo, la Tierra, y el Inframundo

Para los antiguos pueblos purépecha el cosmos estaba conformado por tres importantes partes. En Cielo recibía el nombre de Avándaro; la Tierra era conocida como Echerendo; y al Inframundo se le denominaba Cumiechúcuaro. Las tres partes del mundo formaban planos superpuestos. En todos ellos los dioses moraban. Así pues, había dioses del firmamento: los astros y las aves; dioses terrestres, y dioses de la muerte. Todos ellos podían tener la apariencia de los hombres y de los animales. En cada una de las partes que componían al universo, se encontraban cinco rumbos sagrados, cuatro laterales y uno central. El estos puntos reinaba un dios y estaba regido por un color determinado. Los Dioses de la Mano Derecha se encontraban en el Norte, y en el Sur moraban los Dioses de la Mano Izquierda. Los dioses del Cielo, de la Tierra y del Inframundo se encontraban simbolizados por el número Tres. A su vez, el número Cinco representaba a los dioses de los cinco rumbos sagrados mencionados. Por otra parte, al número Cuatro se le asignaba la connotación de los dioses llamados Las Cuatro Partes del Mundo. A los dioses que habitaban las cinco regiones míticas, los purépecha los adoraban en templos de piedra revestidos de arena y cal, a los que se les anexaba canchas de juegos de pelota y casas para el baño. De las deidades más antiguas de este pueblo, podemos mencionar a Xaratanga, cuyo templo principal se encontraba en la población de Tzintzuntzan. Se trataba de la diosa de la Luna, a la que ofrendaban frutas y maíz, pues ella los había creado. El más importante de los dioses tarascos llevó por nombre Curicaveri, El Gran Fuego, al cual representaban en una lanza de pedernal o como un guajolote, y que había creado a todos los demás dioses del panteón. Este dios tuvo como hermanos a los Tiripemencha, quienes rigen las cinco casas del la Tierra: el centro y los rumbos sagrados. En Zacapu se le conoció como Querenda Angápeti, La peña que está en el Templo. Cuando el dios iba por el Cielo tomaba la forma de un águila, cuando se encontraba en la Tierra era un coyote, y cuando deambulaba por el Inframundo, se arrastraba cual una serpiente. Este dios era acompañado en importancia por Cuerahuáperi, la Madre Naturaleza, La que hace Nacer. La Diosa Madre esposa de Curicaveri. Representación de la Luna, diosa dual de la vida y de la muerte. Moraba en Zinapécuaro, acompañada de sus cuatro hijas: la Nube Roja, la Blanca, la Amarilla y la Negra. La plata provenía de sus heces sagradas. Diosa múltiple de varias advocaciones: Pehuame, Parturienta, esposa del Sol Poniente, en Zacapu, dueña de los hurínguequa, los temazcales, y patrona de las parturientas; Xaratanga, Luna Nueva, habitante de la casa central de Xarácuaro, desde donde se dirigía a los otros cuatro rumbos cardinales , madre de Mano-Uapa, llamada Mauina en su advocación de diosa de la fertilidad. Sonia Iglesias y Cabrera

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Los dioses y el Zempoaltépetl

Naaxwyu’ini, la Madre Tierra, es la diosa-espacio sagrado donde habitan los seres humanos a quienes cobija y ayuda, morada de algunos de los dioses del panteón mixe, los Inää, los elementos de la naturaleza: el Sol, Xï, el Agua, Nï, la Boca del Cerro, Tun’a, el Rayo, Jitsuk, la Tona, Tso’ok, y los Vientos, mensajeros informadores de la Madre Tierra a quien ponen al tanto de lo que acontece sobre ella, y causantes de no pocas enfermedades en los seres humanos. Los Inää se localizan en los Inääpatajk, donde se les rinde culto. El dios superior del Agua, llamado Kontiji. Kong-Änää, es el Trueno, a quien se le pide la lluvia que da vida y alimentos; Ana-Witsuk, el Rayo Trueno. El Padre es el Sol, nombrado Yikkospe; la Madre, la Luna, quienes en el inicio de los tiempos crearon al universo. Los Ayos Mayores y a los Ayos Menores representan los temblores, la lluvia, el viento, y los huracanes. La Serpiente de Petate vive en un hermoso manantial, gusta de ver el Arcoíris que es la Lluvia del Sol, mismo que aparece cuando el Trueno lo bautiza. Los nahuales de las personas poderosas son los Rayos, habitantes de los cerros. Cuando los Rayos se pelean entre ellos, sus machetes se van rompiendo en trocitos y forman las obsidianas que los hombres encuentran en los cerros. Cuando los Rayos pasan por algún sitio, dejan una huella de serpiente reptando. En el tiempo en que los mixes van a sembrar la milpa, se dirigen los dioses de la Tierra en los Kiyajktaajk, con las siguientes palabras: Tú Lluvia, tú Viento, tú Rayo, tú Dueño de la Noche, tú Dueño de los Nahuales, tú Madre, tú Senos te pido perdón porque te he cortado, porque he derribado, porque he sembrado. Pido el favor para que me ayudes, para que los animales no hagan daño en el cultivo, para que éste sea abundante, para que pueda dar de comer a mis hijos, encontrará precio esta ofrenda, tendrá valor porque lo hago con toda humildad y todo respeto, en este momento estoy depositando el respeto ante ti, pido para que cuides los cultivos, para que no haya demasiada agua, ni demasiado viento. Por eso te vengo a dejar esta guajolote y este pollo, este mezcal, estos cigarros, aquí te traigo tu limosna y tu veladora. Los dioses viven en los cerros y las montañas. De entre ellas, la de mayor importancia por el centro cósmico es el cerro Zempoaltépetl, donde se unen la Tierra y el Cielo al cual sostiene firmemente. Los Dueños, los Espíritus de la Naturaleza y los Ayos, junto con la Vírgenes y los Santos católicos, viven en las cuevas, los cerros, y en los manantiales del Zempoaltépetl, Cerro de los Veinte Cerros, en el se asientan los montes sagrados: La Mitra, La Malinche; y las cuevas sagradas: la de La Virgen y la de El Trueno. El Zempoaltépetl es alto, tiene tres mil quinientos metros de altura; su nombre en lengua mixe es Ipyx Ukp. El Zempoaltépetl, el corazón de la cosmovisión mixe, inicio y fin de todo lo existente. Sonia Iglesias y Cabrera

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Los dos mundos

Tääy-Jërëëny, los espíritus principio y fin de todas las cosas, dispusieron formar otro mundo, el Ja Tuk It, cuando se dieron cuenta que los seres humanos, de los cuales descienden todos los indios mixes, eran muy desobedientes, y por lo tanto no tenían derecho para la inmortalidad. En ese nuevo mundo los hombres vivirían y morirían, era muy parecido al que vivimos ahora, pero mucho más bello: la naturaleza era más hermosa, los hombres y las mujeres también. Habría tranquilidad, paz, armonía, e igualdad; las penas no existirían, ni las enfermedades ni el egoísmo ni la maldad. Ya que los Tääy-Jërëëny no dejaron pasar a Ko’oypyë, El Malo, que había llevado la maldad y la desobediencia a Tuk It, el primer mundo donde, viven los hombres. Los habitantes del mundo alterno son muy superiores a los que viven en Tuk It, son más sabios y aprenden mucho más rápido; son fuertes y tienen mucha energía.

Cuando estos hombres privilegiados van a visitar el mundo Yuk It, nadie puede verlos, solamente los seres superiores  y sabios tienen la facultad de poderlos ver, por esta razón, son los intermediarios entre los humanos y Tääy-Jërëëny. Para tenerlos contentos, los mixes llevan a cabo en el nacimiento y en la muerte celebraciones con comidas, bebidas, danzas y ofrendas a los dioses.

Ya que una persona muere, anmajä’äwën, su alma, sale del cuerpo, e inicia su recorrido por las cuatro grandes aguas, los cuatro grandes caminos de la vida: el camino rojo, el del nacimiento; el camino blanco de la bondad, siempre pleno de luz; el camino amarillo, el de la muerte; y el camino negro, siempre lleno de maldad y oscuridad.

Al momento en que el alma se desprende del cuerpo se dirige al camino amarillo, el mismo camino del dios Sol, cruza una región oscura, hasta que vuelve a encontrar el camino rojo y vuelve a nacer, de la misma manera que sucede con el Sol, nuestro dios. Tal es la razón por la cual todo en los pueblos mixes está orientado hacia el camino rojo: las comunidades, las casas, las iglesias… Durante el camino de regreso, las personas pueden observar todas las acciones que efectuaron en vida, desde que eran chiquitas, hasta que muere en el Tuk It, y llega al momento en que nació, al límite entre este mundo y el más allá. Cuando el alma llega a este punto está sumamente cansada, es cuando los familiares le ofrecen agua y comida para mitigar su hambre y su sed. En este punto, el alma  se demora y no puede pasar, entonces emplea el machete que siempre debe llevar para poder abrirse camino, así como los obligatorios huaraches le permiten no espinarse. Este paso es mucho más difícil para los aatsu’ux’okpë; es decir, los que murieron en accidentes, llenos de desgracias o se suicidaron. En cambio, las personas muertas por muerte natural no tienen dificultad en dar el paso. A los primeros se debe ayudarlos con rezos y ceremonias, y con ofrendas para la Madre Tierra y demás dioses.

Al lograr pasar, las almas se encuentran con un río, que divide a los dos mundos. Ahí se encuentran el Tecolote, el Águila, la Comadreja, la Culebra Prieta, el Wakoo (especie de zopilote que se ríe a carcajadas cuando anuncia desgracias) y otros muchos animales más. Todos estos animales son los mayuut, los mensajeros al servicio de los dioses, que anuncian a los humanos cuando ya deben acudir al Ja Tuk It. Para ayudar a cruzar el río que llevará a las almas al Más Allá hay un perro negro, pues las aguas del río nunca se deben tocar porque están impuras, y al llegar al más allá no podrían volver a nacer por estar sucias. Al cruzar el río el camino es bello, lleno de luz, flores y plantas; continuamente lo están barriendo para que esté impoluto. Ahí se reciben las almas que deben estar muy limpias, por lo cual al muerto se le debe bañar, vestir con sus mejores ropas y zapatos. Si se trata de una mujer, los familiares le agregan sus collares y aretes, que colocan en su cuello y orejas y en el ataúd, porque a donde llegan es un lugar de alegría donde las almas siempre están felices. Donde empieza la verdadera y mejor vida.

Sonia Iglesias y Cabrera


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El viaje al Más Allá

Cuenta un mito huichol que cuando un hombre  muere su alma emprende un largo y difícil camino hacia el Más Allá, trayectoria que es observada por el mara’akáme. El muerto hace un repaso de todas las acciones que ha hecho en vida. A continuación, llega a una bifurcación. El camino de la derecha corresponde a aquellos que tuvieron buen comportamiento durante su vida; el de la izquierda es para las personas que hicieron acciones malas, las cuales deben sumergirse en aguas hirvientes o ser quemados por el fuego, para luego pasar entre montañas y rocas que están chocando continuamente. Si cometieron adulterios, cargan a cuestas con los genitales de la persona con quien pecaron. Una vez terminado el castigo, regresan al camino bifurcado y toman el canino de la derecha.

El alma sigue su rumbo y llega a un estanque que debe atravesar, y donde hay un perro que ataca al alma pecadora. Para defenderse, el alma lleva consigo un palo o tortillas para darle y apaciguarlo. Siempre llevando consigo los genitales. En seguida, se encuentra con todos los animales que en vida hizo dañó; es entonces cuando ellos toman venganza de todos los golpes y ofensas recibidos. Si el difunto en vida fue dueño de un perro negro al que no cuido como es debido; es decir, no lo alimentó ni le dio agua, el perro le esperará a la puerta de su casa para atacarlo y morderlo cuando el alma deje su hogar. En su recorrido mortal, el espíritu pasa por un túnel en donde se encuentra un perro blanco que le está esperando con un vaso con agua lleno de gusanos el cual le hará beber, en caso de haber maltratado a los perros cuando vivía. Pero si el alma fue bondadosa con los canes, entonces el perro blanco le ofrecerá comida, bebida, y le brindará muchos parabienes. Si por algún motivo el muerto comió carne de tlacuache, una enorme roca lo aplastará, pues tal animalito se considera sagrado por haber robado el fuego en beneficio de los huicholes.

Una vez pasadas las pruebas establecidas por los dioses, el alma del difunto arribará al lugar en donde se encuentran los antepasados y demás muertos, quienes organizan una celebración alrededor de un árbol sagrado. En la fiesta todos bailan, comen y beben tesgüino. Al momento en que todos están borrachos, el curandero-mara’akáme atrapa el alma del muerto y, auxiliado por un espíritu, la lleva hasta donde se encuentran sus familiares que lo reciben llorando y le dan la bienvenida. Los parientes le preparan una sabrosa comida y le ofrecen todas las cosas que al muertito le gustaban cuando vivía. Después de que el alma ha saboreado la sabrosa comida, se despide y emprende su última partida. Pasados cinco años, el alma toma la apariencia de un cristal de roca y regresa a la Tierra a visitar a los suyos, quienes no lo han olvidado y siempre le rezan en al altar doméstico con mucho cariño.

Sonia Iglesias y Cabrera


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Tres mitos de Tamaychi

EL DZIU Y EL MAÍZ En el Mayab Tamaychi fue una divinidad que protegía a los animales, y a veces también a los hombres. Genio invisible del que se cuentan muchos mitos interesantes. En algunas ocasiones Tamaychi es un ave agorera que presagia cosas fatales, de ahí que su nombre signifique “mal agüero”. Sea uno u otro, ha pasado a formar parte de la tradición oral de los pueblos mayas.
Un mito nos cuenta que cierto día Tamaychi convocó a todas las aves de la región para avisarles que todo el campo iba a quemarse, y por lo tanto les recomendaba que tomaran las semillas que pudieran, o quisieran, y las pusieran a buen recaudo con el objeto de usarlas una vez que hubiese pasado el peligro.

Las aves le respondieron al dios que estaba bien, que ya lo harían en cuanto diera comienzo el incendio. Pero los campos comenzaron a quemarse y los pájaros, temerosos, huyeron y se olvidaron de recoger las semillas. Solamente el pájaro Dziu, arrojado y valiente, atravesando las llamas cogió algunos granos de maíz. Gracias a su acción, el sagrado maíz pudo salvarse. Como premio, Tamaychi le permitió poner su nido y sus huevos en cualquier parte, como hasta la fecha lo hace.

LAS LAGARTIJAS. Otro mito del buen Tamaychi nos cuenta que en cierta ocasión la más vieja y sabía de las lagartijas, acudió a ver a Tamaychi para pedirle ayuda ya que los hombres perseguían y mataban a las lagartijas continuamente, o las mutilaban cortándoles la cola. Tamaychi le respondió a la vieja Lagartija, que lo sentía mucho, pero que no podía hacer nada para impedirlo. Sin embargo, dijo, les voy a dotar de una facultad: -¡Cada vez que una persona les corte la cola, les volverá a salir y mucho más larga que la anterior! Muy contenta, la vieja Lagartija corrió a avisarles a sus compañeras  del don que el dios les había otorgado.

EL ARMADILLO. Un día un hermoso Armadillo acudió a ver a Tamaychi a su casa. Muy acongojado le contó que ya no aguantaba a los hombres y a los animales que constantemente lo perseguían para comérselo, y que le costaba mucho trabajo defenderse de tales ataques porque sus patas eran muy cortas y no podía correr velozmente, tampoco tenía alas para volar ni cuernos para atacar ni veneno para matar a sus verdugos; y que además carecía de la suficiente inteligencia para planear su defensiva. Por todas estas razones, le rogaba al dios Tamaychi le proporcionara los medios para defenderse. Compadecido, el geniecillo le contestó al Armadillo: -¡Tienes toda la razón, te encuentras muy indefenso ante los ataques de los hombres y los animales, por eso, desde ahora, te doto de un grueso y fuerte caparazón que pueda defenderte de la crueldad de los otros!
Desde entonces, el Armadillo cuenta con un fuerte y bello caparazón.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Zamná, el héroe

El hombre-dios Zamná, sacerdote de los chanes de Bacalar, de los itzáes, “los brujos del agua”, que emigraron a Yucatán en el siglo IV desde el Noh Petén, la Gran Isla, fundó la maravillosa ciudad ceremonial de Chichén Itzá, alrededor del año 525. Así pues, Lakin Chan, el Sacerdote Chan llegó desde el oriente. Zamná fue un gobernador anciano y casto, un Ah Itzaés. Al llegar a Yucatán se dio cuenta de lo prodigioso de la región y de las bondades que dispensaba la tierra por su fertilidad. Dióse también por enterado de que los montes y las selvas estaban pletóricos de hermosos animales, y ante tanta abundancia decidió sentar sus lares en Yucatán. Entonces pronunció palabras sentenciosas con las que advertía que tres veces los itzáes serían vencidos, como ya lo habían sido por los Señores de Xibalbá, el Inframundo. Nuevamente serían vencidos por seres crueles, astutos y avaros, pero que, a pesar de todo, prevalecería la constancia de los itzáes asentados en la nueva región.
Zamná empezó a nombrar las cosas por su nombre para tomar posesión de ellas: al faisán lo llamó faisán, al conejo, conejo, a y a la paloma dióle el nombre que lleva. Después, ordenó a los Vientos: gritó hacia el Este y surgió el Viento de la Lluvia; gritó hacia el Oeste, y apareció el Viento de la Ruina; se dirigió hacia el Sur y se creó el Viento del Hambre; finalmente, de cara al Norte, dio un grito y apareció el Viento de la Revelación. Así, los hombres conocieron a los vientos, a los que amaron y temieron. A continuación, puso nombre a las poblaciones, nombres de los oficios. Después, vio las flores y los frutos, que además de comerse tenían funciones terapéuticas, pero los hombres no lo sabían. Pidió que le llevasen muchos enfermos y frutas y flores, una por cada especie; y dijo a los enfermos que tomasen lo que creyeran que les aliviaría. Poco tiempo después los enfermos empezaron a sanar. Cuando el dios oyó el mar, mandó a los más jóvenes a que fuesen a traerle lo que encontraran en él. Cuando regresaron traían sal, que les fue entregada a los ancianos para que la repartieran; traían peces que se dieron a las mujeres; y traían perlas para que las muchachas se adornasen. Zamná, debajo de un roble, se dio a la tarea de crear los estratos sociales: los guerreros, los artífices y los profetas. Prosiguió el hombre-dios sus enseñanzas y dio a conocer a los hombres el valor de los sacrificios y de las ofrendas a los dioses, para obtener su ayuda y beneficio, y para que se convirtieran en hombres de bien.
Creyó el dios que era necesario que los hombres de fe fundaran ciudades: En el Oriente surgió Chichén Itzá, en el Poniente T-Ho, al Sur apareció Copán, el “lugar hollado”, se fundó la ciudad oculta en el Norte. Pero se hacía imprescindible erigir templos, la Pirámide Mayor se situó en el Oriente, en el Poniente la Pirámide de Kab-Ul, en el camino norteño surgió la Pirámide de Kinich-Kakmo que nadie visitaba y producía terror. En el Sur, se asentó la Pirámide de Pap-Hol-Chac. Todo estaba en calma, dioses y hombres vivían en armonía. Pasado un tiempo, una voz se escuchó en la pirámide situada en el Poniente, un viento terrible apareció que parecía querer terminar con la naturaleza y los hombres. En el cielo se encendieron luces como hogueras, y hombres extraños aparecieron y tomaron por la fuerza los poblados de los pacíficos itzáes. Un hombre alto y fuerte los comandaba, la cara blanca, la barba blanca, vestido de una capa de piel con plumas. Se llamaba Kukulkán. Y en la plaza de Chichén Itzá se enfrentó con Zamná e intercambiaron palabras. Al otro día, volvieron a reunirse. Zamná llevaba a un joven virgen, hermoso y desnudo, y dijo a su adversario que era la representación de la fuerza de los itzáes. Al día siguiente, Zanmá con una piedra rota señaló el camino de la entrada de los itzáes; otro día, el dios mostró el camino sin fin de los itzáes. Cuando volvió a amanecer, Kukulkán acudió a la reunión pero no encontró nada, todo había desaparecido, todo era un desierto. Kukulkan trató de apaciguar a los dioses con sacrificios humanos; los cenotes se llenaron de sangre, los hombres quisieron huir pero los caminos ya no existían, solamente se veía el rostro de Zanmá sobre, dentro, y debajo de todas las piedras.

Sonia Iglesias y Cabrera

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La Serpiente oráculo

 

Un árbol, de bello color gris, que tenía la capacidad de predecir el futuro, en cierta ocasión predijo que un terrible monstruo llegaría a la comunidad. Ante lo dicho, los habitantes se prepararon militarmente para su llegada, y los guerreros se apostaron en puntos estratégicos para defender a su pueblo.

Efectivamente, el día señalado por el Árbol Parlante, una enorme Serpiente apareció por el Norte. Los valerosos guerreros se aprestaron para matarla, pero nada pudieron hacer ya que a la terrible Serpiente las flechas no le entraban, pues sus escamas eran tan fuertes que lo impedían. Los guerreros emprendieron la retirada. Sin embargo, planearon un segundo ataque que se llevó a cabo en un aguaje. La derrota fue terrible, y costó la muerte de muchos hombres. El jefe de los guerreros y sus capitanes, viendo la imposibilidad de hacer frente a la serpiente con su ejército mermado, solicitaron la ayuda del nigromante llamado Chapulín Guóchimea.  Le enviaron un mensaje con la Golondrina.

La Golondrina salió volando por los aires, pasó por muchos valles y por muchas montañas, infatigable en su tarea y sin tener en cuenta su cansancio. Cuando por fin llegó al sitio donde se encontraba el mago Guóchimea le dijo: -Honorable jefe Chapulín Guóchimea, el gran guerrero y capitán, junto con los capitanes de las ocho tribus yaquis, te manda sus saludos, y te pide le ayudes en la difícil tarea de matar a la gigantesca serpiente, cuya aparición fuera anunciada por al Árbol Parlante.

El nigromante aceptó de inmediato, y pidió a la Golondrina que transmitiera al jefe su aceptación. En cuanto el ave partió de regreso, Guóchimea afiló los serruchos que llevaba en las patas y subió a la cima de un cerro, donde dijo unas misteriosas y secretas palabras, y saltó propulsado por sus espolones a una gran distancia que un hombre tardaría en recorrer doce días. Con otros enormes saltos más, llegó al campamento del jefe, mucho antes de que llegase Golondrina. Ahí se encontraba el jefe rodeado de sus capitanes: El que Lleva la Vía Láctea por Penacho, Penacho de Nieve, y muchos otros más.

Todos se aprestaron a hacer una gran fiesta para celebrar la llegado de Chapulín y la aceptación de su ayuda. Ya terminados los festejos, el mago pidió que le juntaran muchas hojas verdes y ramas, para que las molieran y extrajeran el jugo de las hojas. Los guerreros obedecieron inmediatamente. Pusieron el líquido en un cántaro y Chapulín pidió que lo untaran en todo su cuerpo; después de bañarlo con el verdoso líquido, Guóchimea quedó completamente de color verde. En seguida, ordenó a los hombres que le subieran a la copa de un árbol, para poder ver la llegada de la Serpiente. El color de su cuerpo se confundía con las hojas del árbol, estaba camuflajeado perfectamente.

Al poco rato, apareció la terrible Serpiente, y aunque todo lo observaba con cautela y detenimiento, nunca vio al mago que se confundía con el follaje. Cuando la Serpiente estuvo cerca del árbol, Chapulín le dio terribles golpes con sus espolones. Fueron tan fuertes los golpes, que la cabeza de la enorme Serpiente se desprendió u fue a dar a cuatro leguas de donde se encontraban. Todos los guerreros corrieron al lugar en donde había caído la cabeza. Cuando estaba a punto de morir, dijo con truculenta voz: – ¡Lo que yo quería era reinar en el territorio de las tribus de indios yaquis, pero me han derrotado gracias a la ayuda de Chapulín Guóchimea, pero debo decirles que deben de tener cuidado y deben preparase militarmente, porque dentro de poco llegarán por el Este y por el Sur unos hombres blancos con armas desconocidas que son muy poderosas y lanzan fuego. Solamente podrán vencerlos si les quitan la armas y combaten con ellas a esos hombres blancos y barbados. De no hacerlo así, todas las tribus perderán la libertad y la tierra, y se convertirán en esclavos!

Después de decir esas palabras, la Serpiente murió y se convirtió en piedra. Lo dicho por ella se cumplió, al poco tiempo llegaron los españoles y los indios combatieron con sus propias armas hasta que los vencieron.

 Sonia Iglesias y Cabrera

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Y el universo se hizo

Cuentan los antiguos que Tujku Upa Achá fue el dios universal que creó a Kurhika K’eri, el Gran Fuego quien, en su enorme sabiduría, formó cuatro círculos concéntricos para que se prendieran en cada uno de los rumbos sagrados: el Norte, el Sur, el Este y el Oeste. Asimismo, dio vida al dios Sol, -por lo tanto creó la luz- Juriata, quien fungió como padre y vigilante del universo; para que no estuviese solo le dio una esposa, la diosa Luna, llamada Kutsi, quien estaba encargada de que las plantas germinasen y que los animales y los humanos nacieran. De la unión marital del Sol y la Luna, se generaron tres círculos concéntricos que dieron vida a la Madre Naturaleza, Kuerajperi, la cual tenía como símbolo un disco de oro, diosa sumamente sabia que dio vida a la Armonía y a Venus, representados por: Mano Napa, “el hijo movimiento”, también conocido por Mano Uajpa, “el hijo único”; Sirunda Arhani “pintarse de color negro”; Uaxanoti, el que se sentaba en el patio de los tlatoanis a esperar órdenes; y K’uanari, “cara de piedra preciosa”.

El dios Kurhika K’eri, el Gran Fuego, le arrojó rayos a Kuerajperi, la Naturaleza, en la frente, el corazón, el vientre, y las manos. Con estos rayos la diosa resultó embarazada, y así surgieron los árboles, los lagos, las montañas, las flores, y los mares; poco después nacieron los animales y, por último, vieron la luz los humanos, quienes recibieron el nombre de Purépecha. Todos los elementos de la Naturaleza la diosa los  alumbró encima de la Tierra.

Los Tirhipemencha fueron espíritus de los puntos cardinales y el agua, simbolizada por hermosas nubes. El grupo de los Tirhipemancha estaba formado por Chupi Tirhipeme, Tirhipemi Kaheri, Tirhipemi Xungápeti, Tirhipeme Kuarecha; y Tirhipeme Turupten. El primero, el Señor de la Lluvia Azul, se encontraba al Centro del territorio purépecha, en la isla de la Pacanda. El segundo, El Gran Señor de la Lluvia Negra, vivía en el Sur, en Pareo. El tercero, El Señor Amarillo de la Lluvia, se encontraba en el Norte, en Pechátaro. El cuarto, El Señor Rojo de la Lluvia, se asentaba en el Este, en Kuriangaro. El quinto, El Señor Blanco, habitaba el Oeste, en Urámuko. Otros dioses habían sido creados por los dioses principales: Kuiris Tukupacha, el dios Pato, Tsukur Aue, La que Brota en el Fondo del Agua, Patsim Auae, y la Tía de los Tules.

Nana Kuerajperi, venerada sobre todo en Zinapécuaro, fue la diosa fecunda y engendradora de la fuerza del universo de todos los tiempos, que fungía como una deidad psicopompe entre el dios Kurika K’eri y los mortales. En el Cielo se presentaba como la constelación Tam Hoskua, Cuatro Estrellas, (Cruz de Mayo) morada de los cuatro dioses principales, el lugar donde nace el equilibrio y la armonía del universo entero.

Kurhika K’eri, Juariata, y Kurhika K’eri El Nieto, fueron dioses celestes, estrellas conocidas en occidente como la constelación de Tauro. Dicha constelación tenía la forma del utensilio que los sacerdotes empleaban para manejar el Fuego Sagrado, que recibía el nombre de Parahtakukua. El Gran Sacerdote del Fuego, Kurhita Kaheri, fue el nombre que los purépecha dieron a Venus, el Lucero de la Mañana, también llamado Ureende Kuahuekara, El que Va Adelante. He aquí la cosmovisión celestial de los purépecha.

Sonia Iglesias y Cabrera