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Los Dioses del Agua. Mito mexica.

El más importante dios del agua fue Tláloc, Néctar de la Tierra, dios del rayo, de la lluvia, y de los terremotos; hacía brotar con su lluvia las verdes plantas, los árboles y las frutas; enviaba los relámpagos, los rayos, las tempestades, los peligros del mar y de los ríos. Habitaba el Tlalocan, el paraíso, situado en la región oriente del universo, donde con su cara y cuerpos teñidos de negro o azul y su olla en la espalda hecha de plumas de quetzal, aguardaba majestuoso, haciendo sonar sus cascabeles, a que sus fieles adoradores le rindieran homenaje el tercer mes, Tezoztontli, y le ofrecieran las primicias de las flores que colocaban en el templo llamado Iopico, que nadie estaba facultado para oler antes que el dios.

A los diosecitos llamados tlaloques se les reverenciaba el primer mes, Atlacahualo, en la misma fecha que hoy celebramos la Purificación de la Virgen de la Candelaria. Estos duendecillos, hermanos de Chalchiuhtlicue, moraban junto a Tláloc en el Tlalocan, desde donde presenciaban los sacrificios de niños que se les ofrecían en los montes cercanos a la ciudad de Tenochtitlan. Desde el interior de los cerros, los tlaloques enviaban a la Tierra cuatro clases de agua. Para ello se valían de vasijas de barro, las cuales rompían causando pavorosos truenos y lluvia en abundancia. Había cuatro tlaloques principales, que a su vez eran ayudados por los ahuaque y los ehecatotontin, almas de aquellos que habían muerto por enfermedades, o a causa de accidentes relacionados con el agua. Para la fiesta dedicada a los tlaloques los sacerdotes buscaban muchos niños de teta, comprándolos a sus madres: escogían aquéllos que tenían dos remolinos en la cabeza, y que hubiesen nacido bajo un signo fausto; pues decían que éstos eran más agradables al sacrificio y los dioses otorgaban mucha agua. Uno de los tlaloques más importantes fue Nappatecuhtli, patrono de los que trabajaban las palmas y los carrizos. A él se le agasajaba con una fiesta en la que se vestía a un hombre con los atavíos del dios, para después sacrificarlo. El día que debía morir, le ponían en la mano un recipiente de color verde pleno de agua. Con una rama de sauce, Nappatecuhtli rociaba a sus adoradores con el líquido. Lo mismo hacia con las casas por las que iba pasando antes de su sacrificio. El propósito de tal ritual consistía en purificar y “bendecir” hombres y moradas.

Chalchihiuhtlicue, La de la Falda de Jade, gobernaba las aguas de los mares y los ríos. Producía tempestades y ahogaba a quien anduviese por dichas aguas. Era la patrona de los vendedores de este preciado líquido, pues el agua solía venderse en las canoas que recorrían el lago y en los mercados de Tenochtitlan y Tlatelolco. La cara de la diosa estaba pintada de color amarillo y portaba un hermoso collar de piedras preciosas, chalchihuites, con pandantif de oro. Llevaba una diadema de papel azul con un penacho de plumas verdes; orejeras de turquesa y huipil con enredo azul claro. Su fiesta principal, la Etzacualiztli, se celebraba en el mes del mismo nombre, para cuya ocasión se elaboraban unas puchas, etzalli, hechas de maíz amarillo. Los antiguos creían que toda el agua de los ríos provenía del Tlalocan, el Paraíso Terrenal, de donde la mandaba Chalchiuhtlicue. Los montes estaban situados sobre él, razón por la cual estaban plenos de agua. Es por ello que los sacrificios y homenajes que se dedicaban a los dioses del agua se efectuaban en los cerros, porque nada podía haber tan sagrado que esta bendición proveniente del Tlalocan: el átl.

Sonia Iglesias y Cabrera

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K’urhikaueri, Gran Señor del Fuego. Mito purépecha.

Un mito purépecha nos cuenta que al principio de los tiempos no había nada, todo era oscuro, todo era un gran círculo sin principio ni final. De pronto, de ese fondo oscuro surgió un rayo de luz que creció y creció hasta formar una gran bola de fuego que rompió la oscuridad en infinidad de pedazos. Del centro de la gran bola de fuego salió el dios K’urhikaueri, o Curicaveri, Gran Señor del Fuego, el Sol, dios de la guerra, benefactor de los humanos; y la diosa Kuerahuáperi: principios creadores masculino y femenino. Junto a ellos apareció  un soplo divino llamado Kuritacaheri.

Kuerehuáperi con el tiempo se volvió una hermosa muchacha y el Gran Señor del Fuego se enamoró de ella. Para hacerle la corte, le mandó rayos de luz que se le quedaron a la diosa en su frente, en su matriz y en sus dos manos. Entonces, la diosa se convirtió en Nana Kuerajperi, la Madre de la Creación, que dio nacimiento, en una tremenda tormenta, a todas las cosas: Tierra, montañas, árboles, ríos, lagos… Kuerahuáperi, Desatar en el Vientre, La que Da la Vida y la Muerte, tuvo cuatro manifestaciones o hijas, que son las cuatro nubes de las direcciones-colores, que pueden otorgar vida con su lluvia o destrozar los sembrados con los aguaceros y las granizadas. La más importante manifestación de la diosa madre fue su hija Xaratanga, Luna Nueva, relacionada con la fertilidad. Ella es la renovación de su madre, la Luna Menguante.

Sucedió que un día, la luz y la oscuridad chocaron, y del choque se formaron cuatro rayos que se dirigieron hacia los cuatro puntos cardinales. Entonces, el dios creador tomó la lumbre y le dio la forma de una esfera luminosa para que iluminara al mundo. La llamó Tata Huriata, Señor Sol. Poco después, K’urhikaueri decidió crear a Nana-Kutsi, Señora Luna, para que le ayudara a alumbrar la parte de la Tierra donde todavía había oscuridad. Así surgieron el día y la noche, que alumbraban al mundo alternativamente, con más o menos intensidad.

Pero Tata-Huriata se enamoró perdidamente de Kutsi, y al unirse en un abrazo fecundo, formaron el primer eclipse de que se tenga noticia. De un segundo parto nacieron las flores, los árboles, las plantas; es decir, la flora que se encuentra en nuestro planeta. Entonces, la diosa parió por tercera vez y dio a luz a todos los animales que eran muy hermosos, pero que carecían de raciocinio. De un cuarto parto, surgieron los hombres y las mujeres, quienes ya contaban con el raciocinio que les permitía distinguir la maldad de la bondad; lo más importante ocurrió cuando la diosa creadora les otorgó la palabra, uandakua; o lo que es lo mismo, la posibilidad de comunicarse, entenderse, e intercambiar ideas, facultad exclusiva de los seres humanos. Así como la diosa enviaba las lluvias y las semillas, también era capaz de provocar las sequias, que causaban tremendas hambrunas. Nana-Kutsi la que anunció la llegada de hombres extranjeros a la Tierra, augurio que los otros dioses no le creyeron…

Sonia Iglesias y Cabrera

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Pitao Cozobi. Mito zapoteco.

Mito mexicano ZapotecoLa palabra “zapoteco” procede del náhuatl; significa “hombre” o “pueblo del zapote”, como denominaban los mexicas al grupo que formó la civilización en lo que actualmente es el estado de Oaxaca. Pero los zapotecas se denominaban a sí mismos be’nezaa, “el pueblo de las nubes”, pues consideraban que de ellas descendían. Su cultura abarcó un período que va de 500 a.C. a 750 d.C.

La mitología zapoteca narra que hubo un dios llamado Pitao Cozobi, Dios de las Cosechas y del Maíz Tierno; cuyo nombre, literalmente, significa el Dios de la Comida Abundante. Los sacerdotes le dedicaban ceremonias especiales –antes y después de las cosechas- durante las cuales hacían sangrar sus orejas y sus narices, a fin de llenar una urna con sangre, la cual representaba a Pitao Cozobi. La sangre se regaba en las milpas antes de la siembre y después de las cosechas. Al término del ciclo agrícola, el sacerdote principal, daba las gracias al dios por los buenos resultados obtenidos. Se trataba de un rito propiciatorio para lograr una buena recolección de mazorcas.

A Pitao Cozobi se le representaba, antropomórficamente, con un magnífico tocado que llevaba la máscara de un animal con boca de tigre, adornado con plumas de aves fantásticas y mazorcas de maíz. Cozobi simbolizaba al Sol de Occidente; así como Pitao Pexe, el Señor de la Riqueza, representaba el Sol de Oriente; Pitao Zig, el Señor de las Miserias, el Corazón del Monte y Dios de la Tierra, al Sol del Norte; y Pitao Copijcha, el mismísimo Sol, al Sur. La representación material de Cozobi se encuentra en numerosas urnas funerarias, siempre con su tocado de mazorcas y su color blanco, asociado siempre al Occidente.

Pero no sólo Pitao Cozobi fue una deidad agrícola para los zapotecos, también estaban el Dios Murciélago, Señor del Inframundo; y Pitao Cocijo. Éste último dios, Trece Flor, era el encargado de hacer llover sobre las milpas y el patrono del Paraíso, de la Tierra y de los campesinos.
El investigador José Alcina Franch, encontró en la zona de Villa Alta y San Miguel Sola, Oaxaca, un importante dios del maíz conocido con el nombre de Lozucui, que no era otro sino el mismo Cozobi de los valles oaxaqueños.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Los niveles del universo. Mito tojolabal.

El universo de los indígenas tojolabales de Chiapas está formado por tres niveles;  cada uno de ellos cuenta con seres sobrenaturales capaces de interferir en la vida de los seres humanos para causarles daños o procurarles beneficios.

En el primer nivel se encuentra el Cielo, Satk’inal, la hermosa morada de Dios, K’awaltic, de Santa María, Nantik; de K’ak’u, el Sol; y de Jnantik ‘Ixaw, Nuestra Madre  Luna.

Mito tojolabal

En el segundo nivel se sitúa la Tierra, llamada Lu’umk’inal, la cual está formada por el Mar, la Tierra Caliente y la Tierra Fría. En la Tierra viven los seres humanos y todos los santos que son la representación de dios. Además de ser los fundadores de los pueblos que existen, los santos ayudan a los humanos y a los animales a tener buena salud. Pero en la Tierra también existen seres malignos que castigan a los que infringen las normas de la comunidad, y cometen faltas;  por ejemplo, hay mujer mala que encanta a los hombres con su seducción y los mata.

También se encuentra en la Tierra Nejk’eltzi, el Cadejo, que gusta de aparecérseles a los borrachos por la noche y les produce la terrible enfermedad del “espanto” cuando le ven. En las aguas de los ríos y las lagunas, existe un ser llamado Xinalniha’ malo como él solo.

En el tercer nivel se sitúa el Inframundo, K’ik’nal, Negro, el mundo de la oscuridad, donde vive el maligno Pukuj, conocido también como el Sombrerón, o el Dueño del Monte, cuyos rasgos físicos son parecidos a los de los mestizos, los kaxlanes… En el K’ik’nal viven los muertos, pero que aún se les considera con existencia, son los ‘altzilales, “los que tienen corazón”.
 
Sonia Iglesias y Cabrera.

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Itzamná, el Señor de los Cielos, la Noche y el Día. Mito maya.

En la cosmovisión maya Itzamná ocupa un papel fundamental en la creación del universo. Sentado desde una banda astronómica, símbolo de los planetas, dirigía al cosmos desde su morada en el Cielo. Itzamná, creador del fuego y del corazón, representaba la muerte y el renacimiento de la naturaleza. Debido a su carácter omnipresente se le representó de muy variadas formas: como viejo desdentado; como pájaro sagrado, Itzam Ye, símbolo del plano celestial; y como cocodrilo, Itza Na Kauil, connotación  del plano terrestre. Asimismo, su imagen podía representarse con atributos de jaguar, venado, pez, y serpiente. Fue asociado con el agua, el fuego, la vida y la muerte.

Mitos de mexico - ItzamnaEstaba vinculado con el rostro del Sol y con la lluvia y, por ende, con la agricultura. Fue el hijo de Hunab Ku, el dios único, y esposo de la diosa Ixchel, la truculenta Diosa de la Luna. Su nombre proviene de su famosa frase con la que se definió ante los hombres: Itz en kaan, itz en muyal, soy el rocío del Cielo, soy el rocío de las nubes. Pero su nombre también puede significar “casa de la iguana” Según el historiador Eric Thompson, su nombre deriva de itzam, lagarto, y de naaj, casa, lo cual nos daría Casa de Lagarto. El Dios Cocodrilo enseñó a los hombres el cultivo y el uso del ki, henequén. Además, fue el primer dios-sacerdote inventor de la escritura y de los libros, y el mecenas de la medicina. Es nada menos que el descubridor de las ciencias y el conocimiento, y patrón del día Ahua, el último y el considerado el más importante de los veinte días maya que conforman el mes.

Finalmente, mencionemos que para los mayas la Tierra era un gran cocodrilo, Itzam Cab Ain, Iguana Cocodrilo de la Tierra, Caimán de la Tierra; o bien, Chac Mumul Ain, Gran Cocodrilo Lodoso. Como nos dice Thompson: Los mayas creían que el mundo descansaba sobre el tórax de un enorme caimán o lagarto, y que éste, a su vez, flotaba sobre una vasta laguna. Aunque a veces la Tierra se representaba como un caparazón de tortuga. Al cocodrilo se le identificaba con el Inframundo y con el Cielo. Así, nuestro animal sacralizado compartía una relación tripartita: Cielo-Tierra-Inframundo.

Sonia Iglesias y Cabrera

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El nacimiento del Sol y la Luna. Mito chinanteco.

mito mexicano maria tepezcuintleHace ya muchos miles de años, María Tepezcuintle se encontró dos huevos cuando caminaba por el campo buscando quelites. Recogió los huevos, los llevó a su casa y los guardó en un baúl; después  regresó a continuar con su tarea. Cuando retornó a la casa, vio dos juguetes tirados en el suelo y se molestó porque creyó que sus hijos habían dejado basura botada. Al otro día María regreso al campo a recoger más quelites.

De los huevos que María guardó en el baúl, nació una pareja de niños. Los niños no querían que la  muchacha se enterase de su nacimiento, razón por la cual le pidieron al Chupamirto que les avisara cuando vieran que María regresaba la casa, para tener tiempo de esconderse en los cascarones de los huevos. De esta manera pasaron varios días: María yendo a buscar quelites y los niños escondiéndose cuando volvía.

Pero un día el Chupamirto se distrajo, y la muchacha vio a los niños mientras jugaban. En un principio creyó que eran sus dos hijos, pues María estaba casada con Venado. Cuando volvió a irse al campo les encargó a los tres la tarea de vigilar la casa. Pero los niños se comieron a Venado que dormía tranquilamente en el tapanco. Le sacaron los ojos: el derecho se lo quedó la niña, y el izquierdo el niño. El corazón lo prepararon en caldo, y a la piel de Venado la echaron muchos insectos ponzoñosos. Cuando  María regresó, los niños le dijeron que Venado estaba durmiendo en el tapanco que oyera sus ronquidos, que no eran otra cosa que el zumbido de insectos. María se sentó a comer el sabroso caldo que los niños le habían preparado. Como le dio sed, la madre fue a la fuente a tomar agua, y fue entonces cuando los sapos le dijeron que el caldo había sido cocinado con el corazón de Venado. María se dirigió al tapanco y vio a su esposo dormido. Enojada, le arremetió a golpes con un palo diciéndole que era un perezoso; al momento de golpear los insectos ponzoñosos salieron y la picaron. Cuando vio a los niños, les reclamó su nefasta acción, pero ellos le dijeron que Venado no era su papá, y que los tres debían ir al fin del mundo. Así lo hicieron y en el camino pasaron muchas dificultades: vencieron a la Mujer-Diablo en la tarea de sacudir el árbol de la fruta; con una cerbatana destruyeron a dos peñas que tenían la costumbre de comerse a las personas; cruzaron un río vigilado por un águila de dos cabezas que solía devorarse a los hombres, aun cuando el ave raptó a los infantes y los llevó a su nido, del cual escaparon haciendo una cuerda con el ceñidor y con la que ahorcaron al águila y bajaron del alto nido mientras ésta dormía.

Al poco rato a la niña le dio sed, su hermano le dijo que le diese el ojo de Venado, que brillaba como el oro, a cambio de que le dijera dónde podía obtener  agua para calmar su sed. La niña le entregó; entonces el niño orinó y escupió siete veces sobre un zacate, lo arrancó y brotó agua. Cuando su hermana se aprestaba a beber, el niño le advirtió que no se bebiese toda, ya que tendría que alcanzar para todo el mundo. La niña no hizo caso y se la bebió toda. Ante el enojo de su hermano, la chica hizo lo mismo con otro zacate, pero el agua que salió estaba llena de lodo y le ensució la cara, es por eso que la Luna tiene manchas en su superficie. Con el ojo de oro de Venado, el niño se convirtió en el Sol, brillante y dorado.
                                    Sonia Iglesias y Cabrera


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Menichipa y Emai Cuaño. Mito cochimí.

Los cochimíes, etnia que habita el estado de Baja California Sur, hablaban una lengua ahora extinta llamada cochimí laymón, mti´pá, de la Familia Yuto-Cochimí. Viven en la comunidad de la Huerta y en San Antonio Necua. Se denominan a sí mismos tai-pais. Hoy en día existen alrededor de 195 indígenas.

mitos cortosLa cosmogonía cochimí cuenta que hace muchos miles de años, en el Cielo vivía un dios llamado Menichipa, Gran Capitán, El que Vive, quien creó la Tierra y todo lo que existe en ella, el Cielo, y un ser semejante a sí mismo que llamó Togomag. Poco después, Menichipa tuvo dos hijos, sin intervención femenina: El Veloz y la Perfección. Esta pareja de dioses tuvo a su vez un hijo al que llamaron Emai Cuaño; educado por su abuelo Menichipa  heredó todos sus poderes, y que con el tiempo fue el patrono de los matrimonios entre los seres humanos. Cuando Menichipa llevó a cabo la Creación no tuvo mucho cuidado, por lo cual ciertas cosas quedaron imperfectas. Pero Emai Cuaño se encargó de componerlas. Por ejemplo, endulzó las semillas que eran amargas, y domesticó a los animales que eran salvajes; colocó debajo de la Tierra fuego a fin de que los indios no tuvieran frío.

Pero como los humanos se quejaron de que hacía mucho calor Emai Cuaño escupió y su saliva se convirtió en mares, ríos, y lagunas. Los indios se enojaron porque había mucha agua, entonces el dios empezó a llorar y sus lágrimas se transformaron en lluvia. Ante tanta lluvia que les envió el dios, los hombres se pusieron furiosos con él y trataron de matarlo. Emai Cuañó se puso sumamente triste ante tanta ingratitud, aun cuando fracasaron en el intento, pues sólo lograron herirlo. Los malhechores huyeron y no se sabe adónde fueron. El que Vive creó a unos seres invisibles que le traicionaron y se volvieron sus enemigos. Cuando uno de estos seres moría, el dios lo llevaba bajo tierra para impedirles acceder al Cielo y ver a su dios.

Poco después, dotó de nombre a todas las cosas y enseñó a los seres humanos a aparearse y procrear, pues los hombres existentes habían sido hechos con sus manos, y ya estaba cansado de tal tarea. Hecho lo cual enseñó a las persona a celebrar ceremonias y a ejecutar danzas sagradas. Asimismo, les enseñó a enterrar a los muertos que hubiesen perecido de forma natural, y a los muertos violentamente ordenó que se les incinerase. En cambio, los que murieron valientemente tenían derecho a acceder a un lugar situado abajo del Norte, donde comerían venados, conejos, ratones y liebres. El Norte era el punto cardinal más importante donde la tierra era fértil, y había excelentes alimentos; en cambio, el Sur contaba con una tierra infértil y al él arribaban todas las personas malvadas.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Ixchel, la blanca.

En la Península de Yucatán floreció una de las más excepcionales culturas mesoamericanas: la cultura maya. Como todos los pueblos del mundo, los mayas elaboraron una mitología plena de dioses y diosas que representaban elementos de la naturaleza y conceptos abstractos. De entre este enorme panteón maya, destaca una diosa llamada Ixchel, “la blanca”, esposa de uno de los dioses más importantes de la mitología: Itzamná, dios todopoderoso creador del mundo. Estos magníficos dioses tuvieron trece hijos: Yum Kaax, dios del maíz; Ek Chuah, dios del cacao, la guerra y benefactor de los mercaderes, y  los dioses de los sacrificios y de las estrellas.

Además, tuvieron hijas que fueron las diosas del paraíso, las aguas y la noche. Ixchel fue la Diosa de la Luna. Se la presentaba como una diosa vieja, fea y mala, que disfrutaba vaciando odres de cólera y maldad sobre el mundo; podía dar vida a los seres y a la naturaleza, regía el nacimiento de los niños y tenía la capacidad de curar. Enviaba a la Tierra las inundaciones y las tormentas que causaban graves daños. En esta advocación, se la representaba rodeada de símbolos de la muerte y la destrucción, con una serpiente enrollada al cuello y a la cabeza, y adornada de osamentas humanas; sus pies estaban formados por garras amenazadoras. Asimismo, suele aparecer tejiendo el telar de cintura, del cual fue la inventora, y se afirma que estaba tejiendo cuando atrajo la atención de su marido, el Sol. Como era la suprema tejedora, Ixchel estaba asociada a la Araña, cuya tela simbolizaba su placenta, ya que la Araña crea el hilo de la vida, a la manera de un cordón umbilical.

Mito mexicano breve - ixchel, la blancaA Ixchel se la adoraba en un templo que se localizaba en Dcuzamil de la provincia de Ecab, al cual los peregrinos acudían en canoas para pedirle les dijera los oráculos, pues la diosa era famosa por lo acertada. No faltaban las peregrinas que pedían a la diosa la capacidad de  tener muchos hijos, tantos como sus maridos quisieran. Agradecida, Ixchel tomaba bajo su protección a los fieles que la visitaban en su templo cargados de ofrendas de flores y comida. Otro de sus adoratorios se encontraba en la Punta Sur de Isla Mujeres, en un elevado acantilado, desde donde se podía ver un hermoso arco iris, fenómeno natural del cual Ixchel fue también deidad. Cuando alguna mujer daba a luz, las hechiceras acudían a la casa de la parturienta y depositaban una estatuilla de la diosa debajo de la cama de la recién parida. El mito nos dice que de ahí viene el nombre de la isla, ya que los españoles, al llegar a ella y ver una gran cantidad de estatuas pequeñas de la diosa, la llamaron Isla Mujeres. En su advocación de diosa de los partos se la llamó Sinal, cuyo significado alude a la capacidad de dar a luz.

La diosa Luna vivía en el Ahua, o cielo de los mayas, localizado en el cosmos, formado por nueve niveles y sostenido por cuatro dioses: los bacabs. Tales niveles, orientados en cuatro direcciones, se representaban por colores: al rojo correspondía el este; el amarillo al sur; el oeste era negro; y el norte simbolizaba el color blanco. Al centro, se erigía la gran Ceiba Sagrada.

Sonia Iglesias y Cabrera

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El Señor Niparaya. Mito pericú.

Los pericúes fueron una etnia que habitó el sur de la Península de Baja California, extinguida durante el siglo XVIII. Debido al medio en que vivieron, fueron muy austeros pues vivían solamente de la caza y la recolección. Muchos investigadores afirman que los pericúes fueron los descendientes de los primeros grupos humanos que ingresaron a América desde Asia por el Estrecho de Bering.

Los indios pericúesContaban los indios pericúes que en el Cielo reinaba Niparaya, el dios máximo que creó la Tierra, el mar, los animales, la naturaleza y los hombres, por tanto era el Señor del Mar, la Tierra y el Cielo. A este tan magnífico dios no se le podía ver, pues no tenía cuerpo como los seres humanos. Niparaya estaba casado con una hermosa mujer de nombre Anayicoyondi, con la que procreó tres saludables hijos. Uno de ellos recibió el nombre de Quaayayp, héroe cultural que vivió con los indios y les enseñó todo lo necesario para poder vivir en le Tierra. Niparaya era un dios poderoso, bello como el Sol, fuerte como la roca, limpio como el agua de manantial, y sumamente sabio. Como ya está muerto no puede hablar, pero a su lado tiene un tecolote que le platica constantemente.

Niparaya tuvo un poderoso enemigo perverso y de malas artes mágicas que le tenía gran envidia; su nombre fue Waac Tuparán. Con él  entabló una feroz lucha y salió vencedor; lo despojó de todas las pitahayas (fruta importantísima en la alimentación pericú) y le arrojó del Cielo en donde vivía en compañía de otros dioses. Al vencerle, Niparaya encerró a Waac Tuparán en una oscura y lúgubre cueva, y creó a las ballenas con el propósito de que lo vigilaran y le impidiesen salir de ella, pues los dioses menores del Cielo no quisieron ayudarle a vigilar a Tuparán por el miedo que le tenían. A esa cueva se dirigen cuando mueren las personas por causa de una flecha. Desde que fuese derrotado este temible enemigo del dios supremo, todo es paz en el Cielo y en la Tierra, salvo por algunos problemas que Niparaya ha tenido con su hijo Quaayayp, quien a veces se muestra desobediente, como todo hijo que se precie.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Xaratanga, la Diosa de la Luna. Mito purépecha.

Entre los antiguos purépecha, asentados hacia el Occidente de México, existía una diosa llamada Xaratanga, Xaracua o Xaratangua, “la que brilla o alumbra”. Era la Diosa de la Luna, adorada en Jarácuaro, que precisamente significa “el lugar donde está la luna” o “lugar donde se adora a la diosa Xaracua”. En esta población se dice que un cacique sacrificó ochocientos cautivos españoles, para obtener el favor bélico de la diosa, durante una de tantas batallas contra los invasores.

Xaratanga fue la deidad de la vida y la muerte – por lo cual solíasele representar con dos corazones-,  la Madre Creadora y Terrenal, a cuyo vientre acudían los seres humanos al morir. Representó mucho tiempo a las diosas matriarcales; pero, posteriormente, fue destronada por la diosa lunar Coyolxauhqui.

mitos cortos de mexicoGracias a Xaratanga, las plantas germinaban,  y los animales y los hombres nacían. Xaratanga vivía hacia el Oriente, junto a las fuentes termales de Araró, de las cuales formaba nubes que se iban hacia el Cielo para luego poder regar la Tierra con sus aguas emanadas de sus hinchados vientres. En los cultos dedicados a ella, se ejecutaba la danza de Los Huehues, Los Viejos, y se le ofrecían frutos, codornices, patos, y gran cantidad de plata el cual era su símbolo, pues se pensaba que este bello metal constituía una secreción lunar de Xaratanga. Se la asociaba con el jaguar. Como otras diosas lunares mesoamericanas, se la relacionaba con el amor, el sexo y el pulque. Además, fue la diosa de la gestación y del tejido, pues gracias a ella las mujeres purépecha aprendieron a tejer. Esta bella diosa que murió al dar a luz, llevaba un bello vestido blanco resplandeciente, la cara pintada de amarillo, y sus cabellos entrelazados con guirnaldas de pescados, chile, frijoles y maíz. Fue tan importante nuestra diosa que tenía el honor de presidir el religioso y sagrado Juego de Pelota purépecha.

Sonia Iglesias y Cabrera