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La erupción dentaria

Cualquier pediatra habrá comprobado repetidas y frecuentísimas veces que los padres relacionan la mayoría de problemas orgánicos de los niños con la erupción dentaria.

Así, si hay temperatura elevada, diarrea, catarro nasal o bronquial,  pérdida de apetito y otros numerosos síntomas, en tanto que el Pediatra explora al niño, ellos insisten en que le “están rompiendo los dientes”.

Es una forma de justificar el desconocimiento de una patología alimenticia, microbiana, etc, y el recuerdo desde tiempos inmemoriales, cuando aquellos miasmas e ignorancia de la transmisión de enfermedades infecto contagiosas.

En los registros de defunciones de finales del XIX, es frecuente observar como causa de defunción, la dentición.

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El mal de ojo

Es costumbre extendida y mito, entre la población rural, el considerar que en numerosas ocasiones en que el niño enferma es provocado porque le “han hecho mal de ojo”.

Esto significa que el niño no tiene ninguna enfermedad orgánica, sino que sus problemas (llanto, pérdida de apetito, vomitos, decaimiento, etc), se deben exclusivamente a que alguna persona ha ejercido sobre este pequeño personaje su influencia mágica y maligna, de tal modo que el bebé o chico mayor comienza a alterarse y presentar una sintomatología rara, que en algunas ocasiones y según creencia, puede llegar hasta ocasionarle la muerte.

Hay remedio para acabar con la influencia de este maléfico poder, y por ello se ponen manos a la obra, aquellas mujeres que saben “cortar el mal de ojo”, porque tienen “gracia” (han nacido en Viernes Santo) o porque lo han aprendido de los mayores, los cuáles le transmiten los textos que hay que rezar y los mecanismos a hacer para dejar al niño libre de esos influjos.

 

Para evitar estos problemas se le colocan a los niños, prendidos a la ropa, o en el cochecito o cuna, un lazo rojo o bien una cruz de Caravaca o diversos tipos de escapularios