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Michoacán

El lago encantado de Zirahuén

A 20 km de Pátzcuaro, en el centro del estado de Michoacán, está Zirahuén, comunidad de artesanos y rica gastronomía. Su hermoso lago homónimo en el corazón de la meseta purépecha, rodeado de sitios ideales para el descanso y la recreación, la convierten  en excelente opción para pasar días inolvidables.

Zirahuén quiere decir espejo de los dioses, significado que explica la leyenda. Tras la caída de Tenochtitlán, entre los españoles recién llegados a Michoacán un capitán quedó prendado de la princesa Eréndira –hija del rey purépecha Tangaxoan–, a quien raptó y escondió en un precioso valle envuelto por montañas. La bella mujer lloraba suplicando a sus dioses que la salvaran; los dioses del día y la noche, Juriata y Járatanga, le concedieron furia a sus lágrimas para con ellas formar un lago e hicieron de sus pies una cola de pez; convertida en sirena se salvó del sufrimiento y pudo huir de aquel extranjero. Los lugareños cuentan que todavía vaga por esas aguas profundas  y que a la víspera del amanecer emerge para encantar a los hombres de mal corazón.

Otra versión señala que fue Eréndira quien se enamoró de un gallardo hombre de un ejército enemigo al hallar en él las cualidades de su estirpe, pues merecería su amor quien fuera valiente y arrojado. Al enterarse, el rey prometió reconocerles el derecho de amarse sólo tras una entrampada condición: el guerrero tendría que pelear contra muchos otros caciques enemigos… Una vez derrotados todos los reinos vecinos, el engaño se hizo evidente, el rey exigía ser igualmente derrotado. La princesa, de pie entre ambos para evitar el enfrentamiento, rogó a su amado que se fuera: “No quiero ser la responsable de la muerte de ninguno de los dos. Si mi padre gana, te pierdo para siempre. Si tú sales vencedor, no me casaría contigo”, dijo. El joven tuvo que aceptar y ella, ante la tristeza por la pérdida del amor y por la traición filial se entregó a un profundo llanto hasta formar el lago con sus lágrimas. Gracias a los dioses sería convertida en sirena para no morir ahogada y en adelante la mujer-pez se convertiría en raptora ocasional de pescadores o pequeños navegantes por confundirlos con su amor.

Como fuere, la naturaleza nos entrega su propia poesía, un lago cristalino de forma oval cuyas tona-lidades van desde el azul intenso hasta el verde jade, rodeado de pinos y que alcanza 40 m de profundidad en su parte central.

El recorrido por el lago de Zirahuén puede hacerse en lanchas que salen desde diversos embarcaderos y combinarse con caminatas alrededor de los 20 km de su circuito, en ge-neral ligeras salvo por un par de pendientes cercanas al Rincón de Aguarde. El camino en el límite del pueblo de Zirahuén, al este, es empedrado durante casi un kilómetro, pero se puede transitar  por una vereda en la pared del cerro, una suerte de lateral más agradable, que se une a la vía principal y a la terracería. El sendero continúa rodeando el lago, atraviesa sembradíos y zonas deforestadas. La mejor parte del recorrido es la zona boscosa, frente a Agua Verde, donde están las cabañas alpinas y múltiples senderos para explorar.

Estas cabañas de madera están perfectamente equipadas para pasar días placenteros, admirar el lago y son ideales para esperar la noche y vivir el contraste entre los sonidos diurnos y el silencio matizado del anochecer bajo un espléndido cielo estrellado. Se pueden practicar deportes como pesca, natación, esnórquel, kayak, remo, vela, senderismo y ciclismo de montaña.

Es ésta una región rica en tradiciones y grandes atractivos turísticos aledaños, como los poblados de Santa Clara del Cobre, Pátzcuaro, Uruapan y Morelia.

Asimismo cuenta con las zonas arqueológicas de Tingambato, Ihuatzio y Tzintzuntzan.

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Leyendas Cortas

El espejo de los dioses

Cuenta la leyenda que a la llegada de los españoles a Michoacán, después de la caída de Tenochtitlan, un español se enamoró de Eréndira, la hermosa hija de Tangaxoan, rey de los  purépechas; la raptó y la escondió en un precioso valle rodeado de montañas.

La princesa, sentada sobre una roca, lloró tanto que sus lágrimas formaron un gran lago, y luego, desesperada por escapar, se arrojó al mismo, en donde se convirtió en sirena. Desde entonces, por su gran belleza, al lago se le llamó Zirahuén, que en purépecha significa “espejo de los dioses”.

Dicen que la sirena aún vaga por esas aguas y que en las primeras horas de la madrugada surge del fondo para encantar a los hombres y ahogarlos.espejo dioses leyenda mexicana

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Michoacán

El espejo de los dioses

Cuenta la leyenda que a la llegada de los españoles a Michoacán, después de la caída de Tenochtitlan, un español se enamoró de Eréndira, la hermosa hija de Tangaxoan, rey de los  purépechas; la raptó y la escondió en un precioso valle rodeado de montañas.

La princesa, sentada sobre una roca, lloró tanto que sus lágrimas formaron un gran lago, y luego, desesperada por escapar, se arrojó al mismo, en donde se convirtió en sirena. Desde entonces, por su gran belleza, al lago se le llamó Zirahuén, que en purépecha significa “espejo de los dioses”.

Dicen que la sirena aún vaga por esas aguas y que en las primeras horas de la madrugada surge del fondo para encantar a los hombres y ahogarlos.espejo dioses leyenda mexicana

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Mitos Mexicanos

Lellendas

¿Asique andas buscando lellendas y no puedes dar con el sitio adecuado? 

Aqui te ofresco links a lellendas de todo tipo, mas que todo lellendas mexicanas y la definición de lellenda abajo:

 

Lellenda es una narración oral o escrita, en prosa o verso, con una mayor o menor proporción de elementos imaginativos y que generalmente quiere hacerse pasar por verdadera o fundada en la verdad, o ligada en todo caso a un elemento de la realidad. Se transmite habitualmente de generación en generación, casi siempre de forma oral, y con frecuencia son transformadas con supresiones, añadidos o modificaciones.

 

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    Leyendas Urbanas de Terror

    Nueve Veces Veronica

    Esto es justo lo que nunca debes hacer: ponerte frente al espejo y repetir nueve veces seguidas el nombre de Veronica.

    No serías el primero que se rie al conocer esta historia, que lleva circulando por el mundo desde hace varias décadas. Muchos antes que tu han pensado que se trataba de un cuento chino y se han burlado, pero otras personas aseguran que quienes no han hecho caso de la advertencia y han aceptado el desafí­o, han cargado con una maldición terrible.

    ¿Quien es Veronica? O mejor dicho: ¿quien era? Se trataba de una chica de 14 años que, estando en el pueblo con sus amigos, hizo espiritismo en una casa abandonada. Todo el mundo sabe que es algo tremendamente peligroso y que jamás debe tomarse como un juego. Ella no siguió las reglas de los fantasmas, se burló durante toda la invocación y una silla que había en la habitación cobró vida y la golpeó mortalmente en la cabeza.

    Sin embargo, Verónica aun no descansa en paz. Su espi­ritu esta condenado y vaga buscando venganza entre aquellos que no saben respetar el Mas Alla¡, como le sucedía a ella en la vida real.

    Ana era una chica de la edad de Verónica que conoció la leyenda en su instituto. Sus amigos la picaron, diciendole que no se atrevía a decir \'Veronica\' nueve veces ante el espejo. A ella le daba miedo, pero venció su terror porque le avergonzaba quedar mal ante todo el mundo. Una compañera fue a los servicios de esa planta del instituto para comprobar, entre risas, si cumplía la prueba.

    Lo hizo, no paso nada y el grupo lo olvidó enseguida. Menos Ana. Para ella la auténtica pesadilla comenzó esa misma noche. Estaba en la cama, cuando un sonido la despertó. No se trataba de un estrépito, sino de una especie de susurro indescifrable que oía cerca de la nuca, mientras sentía como si alguien respirara en su cuello. Aterrada, se levantó y encendió la luz. Alli­ solo estaba ella. A pesar de eso, no pudo dormir en toda la noche. Al diía siguiente, no se atrevió a contarselo a nadie. Estaba muerta de miedo, y en medio de la clase tuvo que salir al servicio para mojarse la cara y despejarse. Pero cuando entró al baño, hací­a mucho frí­o (como estaban en invierno no le dió importancia) y una capa de vaho cubría el espejo. Ana lo limpió con la mano para comprobar horrorizada que tras ella habí­a una chica que no había visto jamás, con una expresión de espanto y sangre en la cabeza. Fue solo un instante. Cuando se volvió a mirar, ya no habí­a nadie. Ana rió nerviosamente, pensando que todo era fruto de su imaginación, los nervios y el cansancio. Sin embargo, cuando se volvió hacia el espejo vio algo que la dejo helada. Al borrarse el vaho una frase habi­a permanecido escrita: \'Soy Verónica. No debiste invitarme a volver\'.

    Ana no pudo soportarlo. Hoy pasa sus dias encerrada en un manicomio, y solo habla para jurar y perjurar que el fantasma de Verónica la sigue atormentando.

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    Leyendas Urbanas del Mundo

    ¿Que son las leyendas urbanas?

    Las leyendas urbanas son historias extravagantes pero verosímiles que circulan de boca en boca como si fueran verdades indiscutibles. Por lo común, y a diferencia de los rumores, se apoyan en una trama urdida meticulosamente en función del desenlace, que se condensa en una viñeta violentamente gráfica, a veces redondeada por un pequeño epílogo. En circunstancias ideales, suelen contarse como si fueran "sucesos verdaderos", o en su defecto, como noticias ambiguas que muy bien podrían haber ocurrido alguna vez.

    Ello exige que los personajes sean meros arquetipos anónimos ("un hombre", "una mujer", "una pareja"), aunque situados siempre en escenarios bien concretos (ciudad tal, calle cual), para reforzar el realismo de un argumento que depende íntegramente del grado de verosimilitud de los detalles. La acción, por lo común, se sitúa en un pasado impreciso pero inmediato, y el narrador suele aludir a fuentes de información "fiables" para conferir una aparente solidez a los puntos débiles de su historia. La más socorrida de dichas fuentes es el quimérico "amigo de un amigo", inevitable protagonista de la historia y último eslabón de una cadena sin fin. Esta es, al menos, la definición que formulan Josep Sampere y Antonio Ortí en su libro Leyendas urbanas en España, libro pionero en lengua castellana sobre el folclore contemporáneo, y que en la actualidad se encuentra agotado. Serían ejemplos de leyendas urbanas algunas personas que fueron raptadas con único fin de extirparles un riñón (posteriormente vendido por una poderosa "organomafia" con "sucursales" en el Primer Mundo), la autopista que desaparece en una curva o lo sospechoso que resulta que no se celebren entierros de ciudadanos chinos.

    El origen del término es puramente comercial. Esta fue la acepción que escogieron los editores de Jan Harold Brunvand para designar al folklore contemporáneo. Hilando fino, se podría llegar a argumentar que la ciudad, feudo tradicional de la razón y la ciencia, ha cogido el relevo al campo a la hora de propagar relatos de corte mitológico o tradicional (¡incluso la Virgen María se aparece ahora en el metro, en lugar de en una cueva!). Sin embargo, Ortí y Sampere esgrimen que el modo de vida urbano ha colonizado muchos lugares que antes hubieran recibido el apelativo de "pueblos", por lo que la acepción " leyendas urbanas " no es del todo sólida. En lo que sí coinciden ambos es en que el "imperio de la razón" parece no bastar a las personas de las grandes urbes, que, de alguna manera, mantienen un sustrato mítico (e inmemorial) que las conecta en la distancia.
     

    La característica más importante de las leyendas urbanas es su carácter internacional. La historia del submarinista que recoge accidentalmente una avioneta contraincendios y deja caer sobre el fuego (con las consecuencias previsibles…), se cuenta con mínimas variaciones en su estructura en ciudades (o "lugares") de Canadá, España, Estados Unidos y Australia, por citar sólo algunos países por donde circula esta leyenda. Una historia cualquiera no es una leyenda urbana hasta que su difusión se generaliza en sitios (cuantos más mejor) alejados entre sí. Ese "algo", esa "pimienta", ese "estar en el ajo", especula Antonio Ortí, "podría tener que relación con una especie de imaginario urbano común, global, cada vez más parecido, a consecuencia del sistema de valores imperante (llámese capitalismo o globalización) y de medios de transmisión masivos y supersónicos (con mención honorífica para internet)".

    El mecanismo de transmisión de las leyendas urbanas es el mismo que cualquier noticia (de hecho no hay diferencias sustanciales).
    Hay que narrar la historia lo suficientemente bien, de modo que tenga acción, ritmo, suspense y sea cómplice. Si, además, se le añade (siguiendo los cánones de la prensa convencional o la televisión) unas gotitas de sangre, mejor que mejor.
    El mecanismo, por decirlo muy gráficamente, tal vez demasiado, no es muy diferente al que diseñaría una hipotética nación (grupo editorial o lobby interesado) que quisiera invadir a otra para quitarle su petróleo (o lo que fuera) y necesitara una buena trama (planteamiento, nudo y desenlace). En un caso así, "la verdad nunca se interpone en una buena historia" como sentenciaba Billy Wilder

    Entre otras razones, y por este orden, para hacer más divertida la existencia, crear canales de información alternativos (lo que en España se llama "estar en el ajo"), defenderse de las fuentes "oficiales", pasar a la clandestinidad, promocionarse, entretener, alarmar, hacer creer algo a los demás y alertar de lo que se nos viene encima: hamburguesas con dientes de ratón, chinos al chop-suey, señores repartiendo droga en la puerta de los colegios (un negocio altruista del que no se tenía noticia; se sabía, en cambio, de caramelos envenenados…), fantasmas en los espejos, mujeres a las que no deberíamos acercarnos so pena de contagiarnos del sida ("bienvenido al club") y toda suerte de pensamientos conservadores.
    "Afortunadamente, cada día hay más leyendas urbanas que se enfrentan al poder establecido, al que se hace responsable de todos los males habidos y por haber. A mi entender es una gran noticia", señala Ortí, formulando un juicio de valor.

     

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    Leyendas Mexicanas Época Colonial

    El León del Señor San Jerónimo

    Se cuenta que el Señor San Jerónimo, santo patrón de este lugar, tenía un león a su lado; pero la ciudadanía de quel entonces, empezó a preguntarse el por qué; ya que esto no era correcto en su papel de patrono de pueblo. Unos afirmaban que debía tenerlo, otros que no, en fin, se pusieron de acuerdo y se lo quitaron.

    No se sabe si fue la fe, la superstición o el temor por habérselo quitado, pero se dice que después de algunos días empezó a escucharse el rugido de un león por las noches, y al amanecer se encontraban los restos de animales como perros, borregos, becerros y hasta burros, como indicio de que dicho animal los mataba y se los comía.

    Ya la gente no salía cuando empezaba a oscurecer, todo mundo atrancaba las puertas por temor a que el animal entrara a sus casas.

    Cuenta un sacristán, que estuvo durante 60 años en este oficio, que él dormía en una pieza que está junto al curato de la Parroquia y que hasta allí oía rugidos del león todas las noches.

    Otras personas dicen que era un monstruo que salía de los túneles que se cree tiene el subsuelo de la cabecera municipal, pero sea como fuese, el caso es que a diario aparecía un animal muerto.

    Los que le quitaron el león a San Jerónimo, se reunieron y acordaron colocarlo otra vez en el lugar que lo
    tenía, pues temían que fuera un castigo por habérselo quitado.

    Desde que pusieron al león en el lugar donde estaba, no se volvió a aparecer por las noches a causar destrozos, por lo cual el santo volvió a ser venerado como antes.

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    Guanajuato

    La Increíble Riqueza de Don Ramón Alcázar

    Una de las familias verdaderamente adineradas que sobrevivieron a la época bonancible de Guanajuato fue la de Don Ramón Alcázar, cuyas proezas de bolsillo se prolongan hasta poco después da la Revolución, de modo que todavía hay personas a quienes consta como vivió el minero, el comerciante y el banquero. Éste último llegó a reunir fabulosas fortunas, cuando nuestra moneda estaba casi a la par con el dólar.

    Se dice que nuestro acaudalado banquero nació en la hacienda de Cotija, Michoacán, pero su lapida asienta que era originario de esta ciudad. Lo cierto es que aquí fue donde hizo el cuantioso capital que comentamos en este relato.

    Su esposa, Luisa de Ibargüengoita, también pertenecía a familia acomodada. De ese matrimonio hubo tres hijos. Luisa que se casó con el rico español Don Benigno Elola, dueño de varias fincas, entre ellas la que fue estimable Lic. Don Pedro P. Arizmendi y ahora de su yerno el Lic. Jesús Cardona.

    También des varones, Carlos y Ramón, por cierto que uno de ellos, parece el segundo, fue enviado a los mejores colegios de los Estados Unidos, pero, lejos de aprovechar el estudio, dilapido lo que entonces era una gran fortuna algo así como un cuarto de millón de pesos.

    En esta familia se cumplió la sentencia que sirvió tema a una obra teatral del escritor Don Carlos Díaz Duffo: Padre mercader, hijo caballero y nieto pordiosero
    La casa que fue escenario de esta riqueza es la que se encuentra en la Plaza de la Paz, marcada con el número 20.

    En esta casa Don Ramón tuvo un museo de arte prehispánico y colonial, considerado por entonces como el más valioso de Latinoamérica, por las ricas colecciones que poseía.
    Se cuenta, que cuando había una ceremonia de tipo religiosa en la familia, sale a relucir una alfombra importada, que tenía entretejidos hilos de oro y de plata. Esa alfombra se extendía de la casa a la Parroquia, llamando como es de suponer, la atención general.
    Era este un acontecimiento del Marques de San Juan de Rayas, de quien se dice que en lugar de tapetes, tendía a manera de pasillo varias hileras de barras de plata.

    Esta casa (el dato es rigurosamente cierto) fue construida por el Ingeniero francés Camila Saint Germain, igual que la casa Kloster, la del Truco No. 5 la que ocupa el Antioch College, en Sopeña 18, y la de la familia del Lic. Eduardo Trueba.

    Don Ramón como banquero tuvo su propia institución de crédito en la misma casa donde vivió con la firma Staford−Alcázar, letrero que todavía se conserva sobre el marco de la primera puerta a la entrada, a la derecha, y contribuyó a la construcción del ferrocarril de Veracruz a México por lo cual una calle de la metrópoli lleva su nombre.

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    Colima

    El Hechizo del Pando

    – Epoca Colonial –
    Hilario sentía que su enfermedad se agravaba cada vez más. Desde hacía ya mucho tiempo que padecía, y habían sido vanos todos los esfuerzos que había hecho por curarse. Bien es verdad que, como sucede siempre con los enfermos que sufren por largo tiempo, no había sido constante en curación; nunca había sido atendido por un médico siquiera por el espacio de un mes. El se decía para sus adentros:

    ¿Para qué curarme un médico? Los médicos no curan el hechizo. No pueden curarlo ni creen en él. Y sin
    embargo, por algo dicen que cuando el tecolote canta, el indio muere…¡yo no tengo remedio!

    Hilario estaba enhechizado por una mala mujer a quien desgraciadamente había él querido con todo el
    corazón; pero, al fin, se habían separado por no haberse podido comprender una a otro.

    Ella tenía mal carácter, y ahora se vengaba del pobre hombre causándole un mal incurable. Todo el barrio, de Manrique lo sabía, y aun había personas que aseguraban que Teofila, la amada perversa, tenía en un lugar secreto de su casa, un muñeco que era el vivo retrato de Hilario, con una espina clavada en la espalda…

    Aquel infeliz se moría a pausas, sufriendo atroces dolores, ¿La espina? La espina que tenía el muñeco clavada en a espalda le causaba terribles dolencias que los médicos no saben curar, porque dicen que son los riñones. ¡Los riñones!… ¡El hechizo! El hechizo era lo que hacía padecer a Hilario. Margarita, su hermana, le hacía cuanto remedio le aconsejaban los vecinos del barrio, y sobre todo los boticarios, que en Colima presentaba a los médicos una gran ayuda en el ejercicio de la profesión, pues ellos curan la bilis, sin cobrar más que la medicina; curan piadosamente y con toda generosidad, el mal del amor, principalmente a los rancheros decepcionados que acuden a ellos en busca de consuelo, y les venden unos polvitos blancos y dulces, como si fuera de azúcar molida, diciéndoles que es el polvo de enamorar, mucho más eficaz que elixir del doctor Dulcamara; ellos venden unciones de manteca de elefante y aceite de cocodrilo legítimo para las riumas, y preparan polvos de víbora inmejorables para las enfermedades de la sangre… Pero el hechizo… ¡el hechizo no lo curan ni los boticarios de Colima!

    Un día, ya al atardecer ya con la esperanza perdida, la atribulada Margarita pensó hablarle a un médico que fuera a hacerle una visita a su hermano, no para que lo curara, sino para que lo viera y en trance fatal de la muerte que ya esperaba, le diera el certificado de defunción, sin el cual no podía enterrar el cadáver.

    ¡Tiene una ocurrencias el gobierno! ¿Qué necesidad hay que sea un médico el que asegure que está muerta una persona, cuando la presencia del cadáver es prueba mejor que cualquier papel escrito?, pero así son las cosas.

    El médico llegó ya casi entrada la noche.

    La pieza estaba apenas alumbrada por una vela de grasa de buey que difundía una tenue luz amarillenta y vacilante, dando a la estancia un aspecto fantástico y lúgubre, desde la mesa en que estaba colocada, hasta otra mesa corriente llena de botellas y trastos de cocina. El enfermo, con una respiración fatigada y angustiosa, yacía en un catre de madera. En el semblante expresaba la cercanía del último momento. El médico lo examinó; escuchó silencioso y atento algunas palabras entrecortadas por la angustia de la respiración, sacó del bolsillo algunas hojitas de papel, y recetó. ¿Qué recetó? ¡Letra ininteligible, como la de todos los médicos! Letra que solo saben entender los boticarios, porque ellos todo lo saben. Antes de retirarse, el médico dio al enfermo lo único que podía darle: la esperanza. (Le prometió que se aliviaría, aunque fuera un poco tarde).

    Pero llamó aparte a Margarita para explicarle como debía darle la medicina al enfermo, y advertirle que ya era extemporáneo el esfuerzo por la curación, esfuerzo que hacía en cumplimiento de un deber profesional, porque un buen médico, como el buen soldado, tiene la obligación de luchar, aunque sea inevitable la derrota, haciéndose la ilusión de conseguir la victoria. En aquel momento recetaba por deber, pero sin esperanza.

    El médico no se equivocaba, aún venía de la botica con la medicina, cuando el enfermo expiró. Bien claro lo decía el canto lúgubre del tecolote que desde al obscurecer se escuchaba entre el ramaje espeso del aguacate del corral, infundiendo en el barrio cierto misterioso terror. ¡Qué había de poder la ciencia médica contra el hechizo! Este solo pueden curarlo los hechiceros.

    Tales creencias vinieron a confirmarse poco después de expirar el enfermo, que cuando tenía su cadáver en el suelo con una teja para que ganara las indulgencias, se levantó de medio cuerpo atemorizando a los presentes y arrojó algo por la boca. −¡Ya lo ven!− exclamaron todos− ¡La postema! ¡No cabe duda, estaba enhechizado por aquella mala mujer!

    Sepultaron el cadáver de Hilario, que vulgarmente era conocido en el barrio de Manrique, por el apodo de El Pando, y por varios días, al oscurecer, confirmando la opinión popular, siguió el tecolote cantando lúgubremente entre el ramaje espeso del aguacate del corral.

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    Leyendas Mexicanas Varias

    La Calle del Niño Perdido

    Epoca Colonial
    Enrique de Verona logró gran prestigio y fortuna como escultor por las obras de arte realizadas en la catedral de Toledo, en España. Como era mucha su fama fue contratado por el virrey Don Francisco Hernández de la Cueva para realizar el altar de reyes en la catedral de México.

    También en la nueva España ganó honra y dinero; Verona que en su tierra había dejado esperando a una guapa gaditana, quien todos los días iba a ver que barcos llegaban.

    Se disponía a volver a España para enlazar su vida con la mujer que amaba, cuando he aquí que a la víspera de su viaje, a dar vuelta a una esquina tropezó con una dama a quien se le cayó el pañuelo.

    El joven Verona por su natural, cortesía se acercó a levantarlo y se lo entregó a la doncella, la cual se puso encendida como una amapola, fijó sus ojos castaños en los de Verona y con una voz que a éste le sonó como música le dijo con tono suave:
    −Gracias caballero.

    Fueron solo dos palabras, pero esas dos palabras, aquella mirada y la belleza de la dama, produjeron en Verona más efecto del que pudo de pronto comprender.
    Se quedó parado en la esquina viendo alejarse a la doncella y aquel gracias caballero se lo repetía él mismo una y otra vez.

    Hasta entonces se acordó el olvidadizo artista de todas las cosas que le faltaban arreglar para su viaje del día siguiente. De pronto le pareció una falta imperdonable no despedirse de un amigo al que nunca le había hecho el menor caso; el no dejar recomendado a un gatito que tenía, para que no le hiciera falta comida.

    Lo que Verona quería era disculparse y con mil pretextos, el cambio que acabara de experimentar en su corazón; quería a toda costa demorarse y dejar esperando a la gaditana.

    Pronto se conocieron Verona y Estela Fuensalida, que tal era el nombre de la doncella que también tuvo que dejar plantado a su prometido, un viejo platero llamado Don Tristán de Valladeres.

    La gaditana se quedó espera y espera, pero Valladeres, lleno de rabia, de celos y de despecho, juró vengarse en la primera oportunidad.

    Pasó un año, Estela tenía un hermoso niño y todo parecía estar en paz, hasta que una noche fría del mes de Diciembre de 1665 llegó Tristán de Valladeres sigilosamente a la casa de Estela y entró por la barda de atrás y prendió fuego a un pajar.
    Al momento se lanzaron llamaradas y cuando Estela y su esposo despertados aturdidos, se encontraron en medio de humo y llamas.

    Todo fue confusión en la casa, los criados corrían de un lado a otro, despavoridos tratando de salvar sus vidas.

    Estela cayó desmayada en la habitación y los vecinos que habían acudido, apagaban todos el fuego y salvaron a Estela. Cuando esta se repuso y ya en la calle libre de las llamas, reflexionó que se hallaba sin su esposo y sin su hijo, los dos seres más amados de su corazón, una angustia indescriptible se apoderó de ella y arrodillada en el suelo gritaba llamando a su marido.

    Al momento llegó el esposo, pero sin el pequeño, entonces el dolor de ambos no tuvo límite, Estela se arrojó entre las llamas para entrar por su hijo a la casa y Verona se lo iba a impedir cuando se escuchó el llanto de un niño y vieron a un hombre que trataba de esconderlo, entonces Verona y otros se precipitaron sobre él quitándole el niño que llevaba en brazos.

    El niño era el hijo de Estela y el hombre vengativo Tristán.

    La gente que había visto llorar a Estela por su hijo desde entonces se llamó la calle El Niño Perdido.