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Estado de México

La Tlanchana, la Campana, y el Diablo

A siete kilómetros de la Ciudad de Toluca, capital del Estado de México, se encuentra el poblado de Metepec, llamado en lengua matlatzinca  Nepintatiui, En la Tierra del Maíz. En la cima del cerro de Metepec, también llamado Cerro de los Magueyes, se encuentra situada la Capilla de Metepec. Esta capilla le gusta mucho a la Tlanchana (Atltonan Chane), una hermosa diosa que es mitad mujer y mitad serpiente acuática, venerada por los indios matlatzincas por sus poderes para mantener el equilibrio entre la tierra y el agua.

La Tlanchana la Campana y el Diablo

Le gustaba a la Sirena, como también se la llama, porque la capilla contaba con una campana de oro, que cuando repicaba producía un fascinante sonido que se expandía a muchos kilómetros de distancia. A la Tlanchana le encantaba escucharla todos los días y consideraba a la campana como de su propiedad. Pero en una fatal ocasión, el malvado Diablo decidió robarse la campana. Cuando la tuvo en sus manos la escondió en una de las tantas cuevas que tiene el Cerro de Metepec.

Cuando supo del robo la Tlanchana, casi se volvió loca de la tristeza. Desde un montículo de tierra rodeado por agua, situado en el Barrio de San Miguel, la Sirena veía hacia la Capilla donde estuviera su adorada campana, y lloraba a moco tendido, y le cantaba las canciones más tristes que se sabía. Su llanto y su canto hubiesen podido conmover al ser más maligno, pero no al Diablo que disfrutaba con el sufrimiento de la pobre diosa.

La campana nunca fue devuelta por Satanás. Desde entonces, por las noches iluminadas por la luna , se puede ver a la Tlanchana sobre el montículo, se escucha su llanto y sus tristes canciones, y hasta hay quien afirma que se escuchan las estridentes carcajadas de don Diablo.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Jalisco

¡Perdónenme, por favor!

Esta triste leyenda sucedió en Guadalajara, en el estado de Jalisco. Se las voy a relatar. Miriam era una bella y testaruda muchacha que quería ir a una fiesta que daban sus amigos de la preparatoria. Pero sus padres no la dejaban ir pensando que era peligroso que la chica anduviera sola por la noche cuando saliera del huateque. Ante tal negativa, la muchacha decidió salirse por la ventana de su recámara e irse a la fiesta a escondidas.

¡Perdónenme por favor!

Cuando llegó a la tertulia, un joven muy guapo, pero mayor que ella, se le acercó a hacerle plática. Se pusieron a tomar, a bailar, a reír… al poco rato, el muchacho le propuso a Miriam que se fueran a otra fiesta de unos amigos de él, que sin lugar a dudas estaría más divertida. La joven aceptó. Salieron de la casa y se subieron al carro de él. Habían transitado unas quince calles, cuando Miriam se percató de que su compañero está bastante borracho porque manejaba haciendo eses. Asustada, le pidió que le  llevara de regresó a la fiesta de sus amigos. Juan accedió y dio la vuelta para regresar. En eso perdió el control del volante y chocó, brutalmente, contra otro automóvil.

Cuando Miriam despertó se encontraba en la cama de un hospital. Al verla despierta, una enfermera le contó que en el choque había muerto su amigo y dos tripulantes que venían en el otro carro. Sintiendo que ella también moría, le pidió a la enfermera que les dijera a sus padres que los quería mucho, que estaba arrepentida de haberlos desobedecido, y que toda la culpa de la tragedia era suya, ¡qué les pedía perdón! Al poco rato, Miriam moría.

Al hospital acudieron los amigos de la muchacha cuando se enteraron del accidente y del deceso. Se toparon con la enfermera y le preguntaron si Miriam había dejado algún mensaje, a lo que dijo que no. Otra enfermera, que había escuchado la conversación, le preguntó porque había ocultado la verdad, puesto que Miriam había dejado un mensaje para sus padres. Entonces, la enfermera con lágrimas en los ojos le contestó que no había sabido qué hacer, y que había mentido porque la pareja muerta en el otro carro eran nada menos que… ¡los padres de Miriam!

Sonia Iglesias y Cabrera

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Chiapas

Matías y Brazo Fuerte

Entre los indígenas zoques que habitan El Jobo, una comunidad cerca de la ciudad de Tuxtla Gutiérrez en Chiapas, de poco más de tres mil habitantes, circula la creencia de que existe en ser sobrenatural llamado Oso Hormiguero, también conocido como Brazo Fuerte. Veamos lo que le pasó a Matías cuando se lo encontró.

 

Cuenta una leyenda que Matías era un joven debilucho y flaco a quien todos los muchachos de su pueblo sometían a duras burlas por su debilidad. El muchacho aguantaba pacientemente las bromas de sus compañeros, aunque en su interiormsufría mucho con ellas. Matías trabajaba en el campo con su padre en las faenas de la milpa. Todos los días salían a trabajar muy de mañana.

Matías y Brazo Fuerte

Un cierto día, el padre cayó enfermo y Matías se fue solo a trabajar. Cuando se encontraba en la milpa oyó los gruñidos de un animal, volteó hacia donde provenían y se dio cuenta de que al borde de la tierra trabajada se encontraba un Oso Hormiguero. En seguida trató de ahuyentarlo con un palo, pero como también llevaba una cuerda, intentó lazarlo, y tan buena fue su suerte que consiguió atraparlo. Al sentirse preso, el Oso inmediatamente cruzó sus brazos sobre el pecho y se afianzó de tal modo a sí mismo que se hizo un verdadero nudo. Como Matías conocía lo que se decía en el pueblo acerca del animal, trato de zafarle las patas al Oso… y lo consiguió. Entonces, vio con gusto y sorpresa que empezaba a volverse muy fuerte, los músculos se le agrandaron y dejó de ser debilucho y flaco: se había convertido en una persona sumamente fuerte, pues la leyenda que circulaba entre las abuelas, decía que aquél que lograra zafarle las manos al Oso Hormiguero, se convertiría en un hombre de mucha fuerza.

Matías regresó al pueblo muy contento de su cambio. Todos admiraron su musculatura, Nadie más se burló de él, pues se dieron cuenta de que había sido capaz de deshacer el nudo ursuloso. Desde entonces Matías vivió feliz y seguro de sí mismo.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Oaxaca

Santo Domingo y la Serpiente

Cuenta una leyenda zapoteca de Santo Domingo Petapa,  municipio ubicado en la región del Istmo de Tehuantepec, que hace muchos años dicho pueblo estaba asolado por numerosas inundaciones que provocaba una temible Serpiente. Todos los habitantes de Santo Domingo estaban sumamente preocupados, pues las inundaciones eran tan fuertes que pensaban que un día el agua podría acabar con el pueblo haciéndolo desaparecer completamente.

Ante tanta preocupación, dos personas que eran nahuales, es decir que tenían la capacidad de convertirse en animales por sus facultades chamánicas, decidieron poner remedio a la catastrófica situación. Una de las personas-nahuales era oriunda de Santo Domingo; y la otra procedía de Tlacotepec, pueblo limítrofe a Santo Domingo. Estaban dispuestas a matar a la Serpiente para solucionar tan tremenda situación.

Santo Domingo y la Serpiente

 Antes de partir a cumplir con su noble tarea, les dijeron a los habitantes del pueblo que si tenían éxito en la empresa, el agua del río llegaría completamente teñida de sangre y cubierta de roja espuma; pero que en caso de fracasar el agua correría limpia y clara, y que ellos desaparecerían para siempre, o sea, que morirían.

Ambos nahuales se encaminaron hacia el río. Cuando llegaron al sitio donde se encontraba la malvada Serpiente, se convirtieron en rocas y se aventaron al agua sobre la sierpe. Al recibir el golpe la Serpiente murió. Al poco rato, los habitantes de Santo Domingo vieron con sorpresa y deleite que el agua llegaba tinta en sangre espumosa. Todos se pusieron muy contentos porque los nahuales les habían salvado de una terrible catástrofe.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Michoacán

Marili y Satán

Una leyenda michoacana nos cuenta que en el Valle de Nocupétaro, situado en la región de Tierra Caliente, en el actual estado de Michoacán, vivía Campincherán, rey de los chichimecas y los nahuatlacas. Tenía una hija llamada Marili, atractiva joven de largos y negros cabellos.

Un día el rey debía acudir a una importante reunión con los mexicas, y como no quería dejar a su hija sin vigilancia, le pidió a su amigo Satán que la cuidase, quien aceptó gustoso el encargo. La muchacha que nunca había visto a un joven, al ver a Satán se enamoró perdidamente de él y le pidió que se casara con ella, previo permiso de los superiores del muchacho.

Marili y Satán

 

Al oír la petición, el demonio Satán junto todas las joyas y el oro de Campicherán y las cubrió con piedras y lodo; le pidió a Marili que se acostara encima del montón, y se fue corriendo con su superior. Cuando el diablo mayor oyó que su subordinado le pedía permiso para casarse, le propinó una terrible paliza, alegando que nunca le permitiría casarse con la hija de un hombre tan celoso, y que eso no era digno de un diablo. Para evitar cualquier desobediencia, el Diablo mayor encerró al esperanzado diablito.

Como nunca volvió con Marili, las piedras y el lodo se convirtieron en el cerro de Mariana, donde yace la pobre muchacha enterrada esperando el regreso de su amado. El rey, al regresar y darse cuenta de lo que había pasado, enloqueció y se convirtió en un ventarrón que desde entonces puede sentirse alrededor del cerro.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Oaxaca

La Serpiente Emplumada

Había una vez una hermosa mujer triqui de Oaxaca que se casó con un hombre pobre. La mujer antes de casarse había tenido un amante que era muy rico. Arrepentida de su matrimonio, deseaba que su esposo desapareciera para poder casarse con su antiguo amor. Un día decidió matarlo y lo llevó a dar un paseo por el Sumidero del Diablo. En un descuido, empujó a su esposo quien cayó desbarrancado. Libre ya del pobre hombre, la mujer se casó con el amante que le daría amor y, sobre todo, dinero.

La serpiente Emplumada

Pero el marido no había muerto y durante siete años vivió en las profundidades del Sumidero, alimentándose de los granos de un elote que le arrojaba un cuervo, y bebiendo agua del río que pasaba por ahí.

Cierto día una Serpiente Emplumada vio al hombre y se compadeció de su tragedia. Le dijo que se agarrase de su cola para sacarlo de donde se encontraba. Al salir del Sumidero, la serpiente se sacudió y cayeron al suelo muchas hermosas plumas;  le dijo al hombre que las recogiera y las llevara a vender para convertirse en un hombre muy rico. Poco después, la mujer acompañada de su esposo, vio por casualidad  caminando por el pueblo al que fuera el  primero y comentó a su acompañante: -Ese hombre que va ahí se parece mucho a mi primer esposo. Al pronunciar estas palabras, la Serpiente Emplumada se apareció y dio muerte a la pareja.

Pasado un cierto tiempo, el nuevo hombre rico conoció a una joven triqui que era toda bondad, dulzura y belleza, y se casó con ella. Formaron una familia de cinco hijitos y vivieron muchos años muy felices  gozando de la riqueza que le había proporcionado la maravillosa Serpiente Emplumada.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Chiapas

El Tsempayomo o la mujer que orina

Cuenta una leyenda zoque que en el pueblo de Ocotepec, al norte del estado de Chiapas, hace muchos años vivía un hombre con su esposa y sus hijos. Un buen día decidió dejar el pueblo para irse a vivir en una choza cerca de un arroyo en una montaña. Era un hombre muy sabio que se comunicaba con los seres sobrenaturales en sus sueños nocturnos; había inventado la cal y sus aplicaciones. Todos lo respetaban y le llevaban regalos.

Llegó el momento en que los hijos de este sabio hombre crecieron y formaron su propia familia. El hombre quedó solo y triste. Un día fue a visitar a sus hijos al pueblo y dejó a su esposa sola en la choza. De regreso a la montaña, se encontró con un grupo de amigos que le invitaron a beber, aceptó, y platicando de los viejos tiempos, las horas transcurrieron, Cuando el señor se dio cuenta era ya muy tarde. Borracho, emprendió el viaje de regreso, presa de malos presentimientos. Al llegar a su casa buscó a su mujer, pero no la encontró ni dentro ni fuera de ella. Al amanecer, muy triste, se quedó dormido junto a la cama. Cuando despertó, pidió ayuda a los habitantes del pueblo para que le ayudasen a buscar a su esposa. Todos se movilizaron, rezaron, cantaron y danzaron, pero la esposa no apareció.

El Tsempayomo o la mujer que orina

Al cabo de muchos años, en cierta ocasión el hombre pasó por un bosque y vio entre los árboles un objeto blanco que se movía, lo siguió hasta la entrada de una cueva donde se metió el espectro. Curioso, el hombre lo siguió y, de repente, se dio cuenta que se trataba de su esposa perdida. La blanca aparición le dijo: -¡Siempre he estado a tu lado, nunca te abandoné! El hombre temblando de miedo escuchó la voz de su mujer: -¡Cuéntame qué ha sido de mis hijos! Ante estas palabras, aterrado el señor pronunció ciertos conjuros. La mujer se puso en posición de orinar y se transformó en estatua y afirmó que siempre permanecería en tal sitio vigilando a sus hijos y para servirle si tenía necesidad de ella. En medio de las piernas de la mujer-estatua brotó una límpida agua, como un manantial. Desde entonces, el hombre visitaba a su esposa convertida en un dulce manantial.

Pasado el tiempo, el hombre murió, pero el manantial quedó para satisfacer la sed de los caminantes y de todo aquel que la necesite.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Oaxaca

Por no saber castilla

Una leyenda de los indígenas chinantecos del estado de Oaxaca nos cuenta que tres hombres vivían en un pequeño pueblo de la región chinanteca. Los tres eran muy amigos y los unía el hecho de que ninguno hablaba la lengua española. Como el hecho de ignorar el castellano les dificultaba su relación con los mestizos, decidieron ir a la ciudad más cercana para ver si encontraban un maestro que les enseñara a hablar “castilla”.
 Por no saber castilla

Un buen día emprendieron el camino a pie. Cuando iban caminando se toparon con algunas personas que hablaban en español, y los tres pararon la oreja. Entonces pescaron una frase que había dicho un señor. La frase era: -¡Nosotros fuimos! Uno de los amigos les dijo a los otros: -¡Oigan, acuérdense bien de la frase, no la olviden! Y los tres se pusieron a memorizarla.

Siguieron su camino. De pronto, se toparon con una mujer y su esposo que platicaban con unos parientes, la mujer dijo: -¡Porque quisimos! Rápidamente, los tres amigos se voltearon a ver y decidieron recordar perfectamente la frase en español, y los tres repitieron: “porque quisimos”.

Continuaron su camino, y tiempo después se encontraron un grupo de personas que estaba en gran palique. Oyeron que una de ellas dijo: -¡Será lo mejor! Y otra vez los amigos decidieron memorizar la frase que repitieron varias veces para que se les quedara grabada.

Siguieron caminando durante una hora hasta que llegaron a un pueblo. Al pasar por la plaza del quiosco vieron a algunas personas que observaban el cadáver de un señor que estaba  tirado en el suelo. Se acercaron al grupo y entonces oyeron a un policía que preguntaba en español: – ¿Quién mató a este hombre? Uno de los amigos para presumir que entendía el castellano se apresuró a contestar:- ¡Nosotros fuimos! El policía se volvió a verlos y cuestionó: -¿Por qué lo hicieron? Y el segundo amigo replicó: -¡Por que quisimos”.

Azorado, el policía dijo: -¡Pues tendrán que ir presos a la cárcel! A lo que el tercer amigo exclamó: – ¡Será lo mejor!

Inmediatamente fueron aprendidos y, ante su sorpresa, ¡metidos en prisión! Y todo por no saber “castilla” y querer presumir de lo que no se sabe.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Estado de México

La Sirena y el Sireno

Cuenta una leyenda otomí del Estado de México que cerca de San Miguel Ameyalco existían dos manantiales de hermosa agua cristalina. En uno de ellos vivía una bella Sirena; en el otro habitaba un Sireno. Ambos se querían mucho y pasaban la mayor parte del tiempo juntos, bien fuera en un manantial o en otro. No vivían juntos porque les gustaba tener privacidad. Pero un nefasto día la hermosa Sirena se murió por causas desconocidas y el Sireno se quedó solo  muy acongojado y triste sin su pareja y con ganas de tener una nueva.

La Sirena y el Sireno

 

En cierta ocasión una muchacha que estaba a punto de casarse, se fue a lavar las manos al manantial del Sireno, pues se había ensuciado con una fruta que comía por el campo mientras se paseaba para calmar los nervios que le producía su cercano enlace. Cuando metió las manos al agua vio una pequeña tinaja que contenía monedas de oro, collares, aretes, brazaletes, anillos y muchas joyas también de oro, acompañadas de bellos listones de todos los colores para adornarse el cabello.

Al ver esa maravilla de joyas y aderezos, la joven se inclinó más hacia el agua a fin de poder tomar la tinajita y llevársela, pues ya se imaginaba lo bella que se vería el día de su matrimonio con tan suntuosas joyas. Al tomar la tinaja, la joven desapareció en el agua y nunca se la volvió a ver. El Sireno se la había llevado para que fuera su  nueva pareja. Con el tiempo a la muchacha perdió las piernas le salió una cola, y pudo respirar dentro del agua sin morir, se volvió Sirena.

En el pueblo de San Juan Ameyalco nunca se volvió a ver a la muchacha. Su novio murió de pena, pero ella pudo lucir las deslumbrantes joyas con su marido el Sireno.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Campeche

El pirata y la enamorada

Cuenta la tradición oral del estado de Campeche que hace muchos años, en la época colonial de México, vivía en tierras campechanas un señor que era muy rico, tenía una hija que vivía con él, la cual destacaba por su belleza y donaire. Por ser tan bella, el padre la cuidaba en demasía de los pretendientes inoportunos.

el pirata y la enamorada

Este rico hombre odiaba a los piratas, pues en una ocasión que andaba navegando con su esposa, uno de ellos le dio muerte a la mujer que tan querida era de don Sebastián. Sin embargo, a pesar de las guardas que el padre le ponía a la bella hija, ésta se enamoró de un hombre. Como era una buena chica, le confesó su amor a su progenitor, asegurándole que se trataba de un joven de buena familia que vivía en Cuba. Muy enojado, don Sebastián le prohibió a la joven que volviera a ver a ese descarado hombre.

Un mal día, el padre descubrió que la hija recibía a su enamorado en su propia recámara. Al verlos, el padre perdió completamente los estribos y sacó su espada para matar al atrevido pretendiente. Éste hizo lo propio, y los dos hombres emprendieron una lucha a muerte. En un descuido don Sebastián cayó completamente muerto con la espada clavada en el corazón. Nunca se enteró que el enamorado era nada menos que un pirata muy conocido que respondía al nombre de Barbilla. La muchacha, al ver a su padre muerto, cogió la espada de su padre y con ella dio muerte al pirata asesino.

Terriblemente afectada, la joven donó toda la fortuna de su padre a los pobres y se metió de monja a un convento.