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Baja California

Moira, el gato negro

En un pueblo cerca de Ensenada, Baja California, estaba una bonita casa habitada por una joven llamada Tai. La muchacha que tenía muchos gatos a los que amaba y cuidaba cariñosamente. Todos en el pueblo conocían su desmedido amor por los felinos, razón por la cual la llamaban La Muchacha de los Gatos.

Moira el gato negro

Una noche de luna llena, Tai oyó que llamaban a su ventana con fuertes golpes; en seguida se levantó de la cama para averiguar qué sucedía. Abrió la puerta y se encontró con un gato negro que le miraba fijamente con sus hermosos ojos amarillos y brillantes. Al ver la puerta abierta, el gato se le acercó ronroneando y frotándose en sus piernas. Tai lo acarició con cariño, lo metió a su casa y se fue a acostar de nuevo.

El gato negro demostró ser el más cariñoso de todos: acercaba su hociquito a la cara de Tai, la lamía, le hacía carantoñas, la seguía adonde iba, y dormía con ella en la cama. Tai estaba encantada con el gato negro al que había puesto el nombre de Moira, Destino; sin embargo, la chica observó que los demás gatos, más de veinte, se iban yendo poco a poco. A Tai este hecho la entristeció y la desconcertó mucho, no sabía a qué obedecía el abandono de sus gatitos. Tenía miedo de que una gata siamesa llamada Garci que era su preferida, se fuera y la abandonara,  así que decidió dedicarle más tiempo y cariño.

Un día que regresaba de su trabajo, se dio cuenta que ya nada más le quedaban dos gatos, el negro Moira y la siamesa Garci. Tai, tomó en sus brazos a Garci y le prodigó besos y palabras dulces; al voltear a ver a Moira, se dio cuenta que el gato estaba furioso, con los ojos rojos, arqueado del lomo y con los pelos parados de punta, a la vez que maullaba amenazadoramente. Por la noche, cuando la joven le dio un poco que crema a la gata, el gato negro en el colmo del enojo, se abalanzó sobre la gatita y se puso a pelear con ella. Tai no podía separarlos y salió de la casa a buscar a su vecino Armando para que la ayudara. Al regresar vio que la gata siamesa yacía en el suelo muerta y el gato negro se limpiaba, tranquilamente, las garras. Ante tal macabra escena, Tai se puso a llorar, tomó una escoba y echó al gato negro a la calle.

Durante muchas noches el gato maulló en la ventana esperando que le abrieran la puerta para entrar. Un día, lo encontró dentro de la casa; el gato se veía enorme y amenazador. Tomó la escoba y trató de sacarlo, pero no pudo, pues el gato negro saltó sobre ella, la arañó y la mordió. Tai, gritaba y trataba de zafarse del gato; entonces, Moira enredó su cola alrededor del cuello de la muchacha y apretó con fuerza hasta que la mató; en seguida saltó por la ventana y se alejó.

Al ver los gatos que el asesino había huido volvieron a la casa y maullaron durante dos días seguidos. Los vecinos, ante tanto maullido, acudieron a la casa de Tai y encontraron su cadáver putrefacto.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Campeche

El Caballero Galante

En el barrio de San Román de la ciudad de Campeche, se cuenta una terrible leyenda que se ha transmitido a través de los tiempos. Cerca de la ciudad existe un lugar conocido como la Cueva del Toro, situado en pleno campo. En ella vive un horrendo animal que tiene la forma de un toro. Desde afuera de la cueva se pueden escuchar los terribles bramidos que suelta cuando se encuentra enojado y quiere conocer mujer.

El caballero galante

En cierta ocasión Margarita García, alias La Chula, fue a visitar a una amiga suya que vivía cerca de la ciudad de Campeche en un pequeño pueblo. La distancia entre la casa de su amiga Sebastiana y la de Margarita no era mucha, se recorría fácilmente en quince minutos, pero había que agarrar campo y pasar por la temible Cueva del Toro. Margarita llegó a la casa de Sebastiana a las cinco de la tarde. Las horas se les fueron volando a las muchachas contándose sabrosos chismes y riendo a cada momento de las ocurrencias de Margarita que era dada a los chistes y a las bromas. Tan divertidas estaban que no se dieron cuenta de que el reloj marcaba el cuarto para las doce de la noche. Apurada, Margarita se despidió de su amiga y tomó camino para su hogar.

A la mitad del trayecto pasó frente a la Cueva del Toro y vio cerca de ella a un joven muy hermoso que se encontraba sentado sobre una piedra. Habían sonado las doce de la noche. Al verlo la joven no sintió miedo, pues el hombre parecía todo un galante caballero. Al llegar Margarita a la altura donde se encontraba el hombre, éste se levantó y le dijo: -¡Exquisita y bella dama, permítame acompañarla en este oscuro camino! Margarita le vio y muy imprudentemente aceptó la invitación. De pronto, el caballero la tomó en sus poderosos brazos y a la fuerza la metió en la cueva. En ese momento la chica recordó que de la Cueva del Toro salía dicho animal que poseía la capacidad de convertirse en un bello galán. Pero era demasiado tarde. El Toro-caballero se la había raptado y llevado hasta lo más profundo de la cueva, en donde la poseyó sin miramientos.

Los padres de Margarita al ver que no llegaba a la casa acudieron a la de Sebastiana, pero antes de llegar a ella vieron en la entrada de la Cueva el listón de seda que acostumbraba ponerse en el pelo. Entonces comprendieron. Habían llegado demasiado tarde y el Toro se había llevado para siempre a la chica, pues era sabido que las jóvenes que desaparecían nunca volvían a encontrarse.

Los habitantes del barrio de Campeche acudieron a auxiliar a los padres de la desdichada Margarita, trataron de entrar a la Cueva del Toro, pero nada consiguieron, por lo que el terrible monstruo sigue haciendo de las suyas cada vez que puede.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Chihuahua

El ricachón asustado

En la ciudad de Santa Cruz de Rosales, en el Municipio de Rosales del estado de Chihuahua, cuya población no excede los seis mil habitantes, existe una casa embrujada a la que el pueblo ha puesto el nombre de La Casa del Ahorcado.

La Casa del Ahorcado

Una leyenda que corre de boca en boca, nos cuenta que en esta casa vivía un hombre muy rico con su esposa y sus cuatro hijas. Este señor que contaba con propiedades al por mayor que comprendían alguna que otra mina, estaba muy asustado porque temía que los revolucionarios llegaran a apropiarse de sus riquezas y de sus hijas. Tanto era su miedo que terminó ahorcándose, cobardemente, y dejando a su familia a su suerte.

Después de su muerte la casa quedó abandonada con todo y los muebles tenía; dicha mansión aun existe hasta nuestros días, pues curiosamente ha sido respetada por el tiempo y por las personas. Se dice de ella que es una casa maldita, y que el que se atreve a entrar será por siempre acompañado por el ahocado que le observara desde los espejos; es decir, siempre que el transgresor se mire en un espejo, verá atrás de él el cadáver colgante del ahorcado ricachón, que se balancea de un lado para otro terrorificamente. La única forma de librarse de esta maldición es entrar hasta el patio interior de la casa en donde se encuentra el árbol donde se colgara el infortunado, agarrar la soga con las dos manos y balancearla por cinco veces. Solamente entonces la maldición cesará.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Nuevo León

El amor de Juan El Oso

En la orillas de Anáhuac, Nuevo León, vivía una muchacha llamada María con sus padres. Todos los días salía a acarrear agua y a conseguir leña, sin darse cuenta de que era observada por unos ojos inquisidores. Un mal día en que regresaba del pozo con el balde de agua, le salió un enorme oso negro que se abalanzó sobre ella. María, aterrorizada se desmayó. Cuando despertó vio con horror que se encontraba en una cueva tapada con una roca. Al caer la tarde, el oso regresó a la cueva con un cabrito muerto que le llevó a la joven para que se alimentara. Gruñendo, el oso volvió a salir.

El amor de Juan El Oso

Con el paso del tiempo, María se habituó a comer carne cruda y tuvo un hijo del imponente oso: el niño bastante robusto, tenía la piel cubierta de suaves vellos. Pasados dos años, la muchacha tuvo otro hijo que también tenía vello en el cuerpo y era muy hermoso. Los dos niños se divertían jugando juntos. Al primer hijo lo llamó Juan y al segundo Jesús. Por supuesto que María no era feliz, y se la pasaba rezando y pidiendo a Dios que le permitiera escapar de la horrenda cueva. Juan, siempre que la veía tan atribulada le decía que tuviera paciencia, que pronto la liberaría a ella y a su hermano.

Cierto día en que el oso enfermó, Juan con su descomunal fuerza, quitó la piedra y salieron los tres al campo. El oso, titubeante, los persiguió, pero Juan lo estranguló y le dio muerte. Ya libres, decidieron irse a la casa de los padres de María, quienes los recibieron muy contentos. Ambos infantes iban a la escuela. Jesús se adaptó muy bien a su nueva vida, pero Juan tenía que controlar su fuerza y los corajes que hacía cuando los compañeros de colegio le decían “oso peludo y fortachón”. Dejó de acudir a la escuela.

En una ocasión, subió él solo una gran campana a la torre de la iglesia, pues nadie podía hacerlo. Esta acción le valió que todos en el pueblo empezaran a quererle y le llamaran, cariñosamente Juan El Oso. Pasado un tiempo, tres ladrones asaltaron dos casas del pueblo, se fueron al monte y se agazaparon en espera de robar otra vez. Al ver Juan el miedo reflejado en la cara de su madre, acudió al monte, atrapó a los malhechores y los llevó la comisaría para que los encerraran. Por tal hazaña, Juan fue nombrado jefe de policía.

Un día Juan se enamoró, pero cuando supo que su amada tenía un pretendiente, fue a buscarlo, lo tomó con sus potentes brazos y lo sacudió. La muchacha, llorosa, le suplicó a Juan que no le hiciese daño al joven. Ante las lágrimas de la joven, Juan soltó al pretendiente y, muy triste, se fue a su casa a llorar su desventura. Una mañana, Juan no pudo soportar por más tiempo su mal de amores, salió de su casa rumbo a la montaña y se fue para siempre.

Algunos dicen que lo han visto vagar por la montaña sufriendo en silencio su pena de amor.

Sonia Iglesias y Cabrera

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San Luis Potosí

Los dos Hamnek

Cuenta la tradición oral de los indígenas huastecos de San Luis Potosí, quienes se autodenominan teenek, que existe un insecto llamado hamnek que tiene los pies, la cabeza y las manos de hombre. Es tan fatal este bicho que cuando pasa cerca de una persona emite un zumbido e, inmediatamente, ésta muera, ya que se enferma de “mal aire”, pues el vaho nocivo del insecto penetra en los humanos, y aún en los animales, y les ocasiona serias enfermedades estomacales, nerviosas y respiratorias que causan la muerte.

Otro tipo de hamnek lo ejemplificamos con la siguiente leyenda. Gabriel era un joven huasteco de dieciocho años que trabajaba en la milpa junto con su padre y sus hermanos. Trabajaba mucho, casi de sol a sol, pero como era fuerte resistía las jornadas de labor. Por la tarde, al terminar con sus quehaceres campesinos, solía juntarse con sus amigos a platicar de todo lo que se les ocurría. Se acostaba contento, pero al otro día se levantaba con muchos dolores de cuerpo, que no sabía a qué atribuir, pues a pesar de las duras jornadas siempre se había levantado bien dispuesto y saludable. Hacía tres meses que soportaba tales dolores matinales. No sabía a qué atribuir la causa.

Los dos hamnek

En cierta ocasión, cuando todos se encontraban dormidos dentro de la casita en que vivía, Carlos, uno de sus hermanos, se despertó y por poco y se muere de susto por lo que vio. En su cama Gabriel empezó a desmembrarse: sus manos, su cabeza, sus pies, los codos, las rodillas y las piernas volaban por todas partes del cuarto, solamente su estómago se encontraba solito respirando sobre la cama. En seguida, Carlos despertó a sus padres para que vieran lo que le acontecía a Gabriel. Al verlo, los padres quedaron consternados y se dieron cuenta que lo que padecía el hijo descoyuntado era el temido hamnek que solamente ataca a los jóvenes solteros y solteras huastecos, las partes del cuerpo voladoras son las que reciben el nombre de hamnek. Todas las partes desmembradas del chico afectado salieron por la ventana, y no regresaron sino hasta las cuatro de la mañana. Cuando Gabriel se despertó, se habían unido nuevamente.

Al otro día, los padres le dijeron a Gabriel lo que habían visto por la noche, y le informaron que debía casarse, pues era la única solución posible para terminar con tal fenómeno; de no hacerlo así el hamnek seguirá produciéndose y provocaría la misma enfermedad.

Una semana después, Gabriel contrajo matrimonio con Clotilde, la hija de su padrino Juan Antonio. ¡Santo remedio¡ el chico nunca más volvió a desmembrarse ni sus partes corporales se convirtieron en el temido hamnek. (1)

  1. Datos verídicos de la cosmovisión huasteca.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Nuevo León

El origen de los jicos

Cuenta una leyenda de Nuevo León que hace muchísimo tiempo una muchacha huachichil iba por el campo juntando frutas para sobrevivir el largo invierno que se acercaba. Se encontraba embarazada, pero no temía que el parto la sorprendiese sola y en pleno campo ya que, como muchas mujeres de su grupo, era capaz de dar a luz sin ayuda.

El origen de los jicos

 

De pronto, la joven vio unos jicos de tuna; es decir, dos tunas pegadas como puede ocurrir con cualquier fruto o planta, cuando alguien se encuentra con este fenómeno de frutas cuates, la costumbre dicta que se debe regalar uno de los frutos a alguna persona, un amigo por ejemplo, quien debe hacer harina y con ella un dulce, ritual por medio del cual ambos devienen compadres. Así pues, la joven tomó una vara y trato de bajar los jicos de tuna, no pudo hacerlo y decidió bajarlos con la mano. Pero con la torpeza propia de su embarazo, la muchacha se cayó en la nopalera, en la cual permaneció medio muerta de frío y muy malherida, pues nadie la socorrió.

Ahí pasó toda la noche, hasta que al día siguiente unos cazadores la encontraron y la llevaron hasta su comunidad, a su casa, en donde no se encontraba el esposo ya que andaba de cacería. La mujer tenía en la mano las tunas jico. Ya muy grave, la chica dio a luz a dos niños, a dos gemelos, hecho que nunca había sucedido en el pueblo huachichil. Las personas del pueblo esperaban que el marido regresara pronto para ver qué se hacía con los pequeños recién nacidos, los cuales momentáneamente habían sido entregados a dos mujeres para que les amamantaran.
Sin embargo, el padre de los gemelos nunca regresó ni se supo qué le había pasado. Mientras tanto, en la comunidad había guerra, y los huachichiles peleaban contra los xi’oi, los pames. Para proteger a las mujeres y a los niños, los jefes los llevaron a sitios apartados y distantes unos de otros. Por tal motivo, las mujeres que criaban a los niñitos cuates quedaron separadas.  Pasada la guerra se formaron tres grupos de huachichiles.

Tiempo después, los dirigentes de los tres clanes decidieron unirse en un solo grupo, a fin de fortalecerse ante el ataque de otros indígenas. Para que la unión fuese sólida el jefe de uno de los clanes ofreció en matrimonio a sus dos hijas para que se casasen con dos guerreros de otro de los grupos huachichiles. Como había mucha competencia, se decidió que las muchachas se desposarían con los jóvenes que llevasen las mejores ofrendas. Todos los pretendientes partieron en busca de los mejores regalos.

Al tercer día, los candidatos presentaron sus obsequios al padre de las doncellas. Al verlos no dudo, y escogió a dos jóvenes que habían traído, separadamente y sin habérselo propuesto, dos jicos de tunas, los cuales eran muy difíciles de encontrar. De esta manera los hijos de la joven huachichil que encontrara los primeros jicos de tuna, volvieron a encontrarse, para ya nunca más separarse. De ahí nació el aprecio que se da a los jicos en el estado de Nuevo León.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Michoacán

El Diablo de Tierra Caliente

Cuenta una leyenda de Tierra Caliente que en el fondo de todas las barrancas vive el Demonio siempre vigilado por San Pedro, para evitar que pueda salirse de ahí y emprenda su trabajo de ocasionarle daños a las personas, pues es muy efecto a ello, lo cual ha ocasionado muchos accidentes en la carretera que va de Uruapan a Apatzingan en el estado de Michoacán. El Chamuco escogió esa zona porque es tan caliente que se siente como en su casa: el Averno.

El Diablo de Tierra Caliente

Debido a tantas maldades y daños que hacía el Diablo, un buen día San Pedro quiso darle un buen escarmiento y emprendió su búsqueda  por todas las barrancas hasta que le encontró y empezó a perseguirlo sin tregua. El Demonio, al verse acechado, empezó a correr por todas las barrancas cercanas a Lombardía, hasta que se vio atrapado en una de ellas. Al darse cuenta donde se encontraba su enemigo, San Pedro saltó a la barranca, y al saltar la huella de sus sandalias quedaron grabadas en una especie de barda natural que se encontraba al borde de la barranca. Desde entonces, se puede ver la al pasar por la carretera a un costado del puente situado a la salida de Lombardía.

Como el Chamuco no puede salir de la barranca, sumamente enojado gusta de lanzar por la boca unas tremendas llamaradas que ocasionan el calor insoportable de la región. Hay veces  que la llamarada es tan potente y el calor tan terrible, que los autos que pasan por la carretera se queman. Muchas personas que han visto las llamaradas que arroja el Diablo, aseguran que en ellas puede verse su cara espantosa, sobre todo por la noche; es tan insoportable y terrible el espectáculo que las personas llegan a perder el sentido, e incluso a morir.

El malvado Demonio le juró a San Pedro que en represalia por encontrarse atrapado en la barranca, no descansaría de provocar fuego y calor hasta que toda la región se quede completamente seca y yerma.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Michoacán

El origen del Cerro del Tecolote

En el siglo XII llegaron a la región de Zacapu los purépecha guiados por Iré-Ticatame. Al caudillo le gustó mucho el lugar y decidió asentarse en tan hermoso sitio. Construyó un templo para que en él se adorara a Curicaveri, el dios tutelar del grupo. Poco después, ofreció su amistad y apoyo al cacique de Naránxhan, llamado Zirán-Zirán, siempre y cuando llevasen leña, regularmente, al templo de Curicaveri para hacer el fuego sagrado en su honor. Zirán accedió y le ofreció a Iré-Ticatame su hija, Pisperama, Flor de Maravilla, para que la esposase. De la unión nació Sicuir-Achá, El Señor Vestido de Pieles.

El origen del cerro del Tecolote

Pasado un tiempo, Iré- Ticatame encontró a su hijo elaborando una flecha para dar muerte a los de Naránxhan, porque habían robado los venados sagrados que el joven había cazado como tributo a los dioses. De pronto, los de Naránxhan atacaron al padre y al hijo y huyeron rápidamente. Poco después, los transgresores sorprendieron a Iré-Ticátame para matarlo. El caltzontzin se defendió solo contra muchos de los enemigos utilizando las flechas sagradas que le habían otorgado los dioses. Eran muchos los vengativos enemigos y el valiente guerrero cayó muerto.

Cuando Pisperama se enteró de la muerte de su esposo, lo colocó sobre un altar preparado ex profeso, cubrió su cuerpo con flores y con las flechas sagradas formó una pira y la encendió. La pira con el cadáver y las flores creció de tal manera que formó un enorme cerro, que con el fuego de la pira del valeroso guerrero se convirtió en el volcán más grande de Zacapu – que hoy conocemos con el nombre de Cerro de El Tecolote- que constantemente arrojaba fuego desde sus entrañas. Sucuir-Achá, el hijo, se puso tan furioso por el asesinato de su padre que acabó con todos los de Naránxhan, hecho que aplacó la terrible ira del volcán y tranquilamente se durmió. Desde entonces Iré-Ticátame, vigila a su amado pueblo que habita el Tzacapu elegido por el dios Curicaveri, convertido en un bello volcán de tres mil cinco metros de altura.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Chiapas

San Pascual y la carreta

San Pascual es un santo muy venerado entre los indios zoques de Chiapas. Este buen santo cuenta con un templo en Tuxtla que le sirve también de tumba, ya que se encuentra enterrado atrás del altar, lugar en donde se llevan a cabo limpias con aguardiente de caña y manojos de albahaca cuando se está muy desesperado por los avatares de la vida.

San Pascual y la carreta

San Pascualito Muerte o San Pascual Rey, como también se le conoce, está asociado con San Pascual Baylón. San Pascual se representa en forma de esqueleto y lleva una capa y una corona; el esqueleto se considera como reminiscencia de un posible parentesco con el dios de la muerte de los antiguos mayas, a más de ello va montado en una carreta. Se le adora desde 1650, cuando se le apareció a un indígena de San Antonio Aguacaliente que agonizaba de cucumatz, una terrible y mortal fiebre. A punto ya de morir y de haber recibido la extremaunción, se le apareció un esqueleto con ropa refulgente. Dicha aparición que se dice era San Pascual Baylón, le prometió que el cucamatz desaparecería si a cambio se le nombraba santo patrón del pueblo. A los nueve días el milagro sería cumplido, aunque el enfermo moriría irremediablemente. Y así fue, a los nueve días terminó la epidemia y la vida del indio. Desde entonces se le veneró, a pesar de la prohibición de la Santa Inquisición.

Cuentan los hermanos zoques que cuando las personas están enfermas tienen la seguridad de que se aliviarán en tanto que no escuchen el chirrido de una carreta a la media noche, pues si llegan a escucharlo, es absolutamente seguro que morirán en los próximos minutos. Dicha carreta es conducida nada menos que por San Pascualito, el milagroso santito.

Es conocido que entre los fieles de San Pascualito que acuden a la capilla de Olintepeque en Guatemala, es costumbre ofrecerle velas, capas y recaditos en agradecimiento por los favores recibidos. Las velas rojas sirven para milagros de amor, las rosas para recuperar la salud, las amarillas para obtener protección, las azul cielo para que llegue dinero, las verdes para que los negocios progresen, las negras para vengarse de alguien que nos haya hecho un mal, las blancas para proteger a los niños del mal de ojo o de las enfermedades, y las púrpuras para protegernos de los vicios.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Campeche

La Niña y el Perro

Había una vez una niña que vivía con sus padres en el pueblo de Hool en el Municipio de Champotón  del estado de Campeche. El poblado era pequeño, pues contaba tan solo con novecientos noventa y ocho habitantes. El padre de la niña fungía como el jefe del pueblo, debido a su trabajo solía viajar mucho acompañado por su esposa. Cuando partían de viaje, dejaban a la pequeña al cuidado de los sirvientes, razón por la cual ella se sentía muy sola y abandonada. Un día la muchachita se armó de valor y les comunicó a sus progenitores que vivía muy sola a causa de sus constantes viajes. A fin de remediar la situación, sus padres decidieron comprarle un perro. 

La niña y el perro

Así lo hicieron, y desde un principio perro y niña se convirtieron en los mejores amigos del mundo. El perro cuidaba y vigilaba a la jovencita con amor y lealtad, y la niña le quería tanto que permitía que durmiese con ella en su amplio lecho. Por las noches, el amoroso perro le lamía las manos con devoción.

Una noche, fría y lluviosa, los padres se ausentaron para acudir a un evento importante del pueblo, pues se celebraba la fiesta del santo patrón; así que dejaron a la niña sola con el perro. Por la noche, y ya en la cama, sintió la lengua del can que le lamía la mano, como era ya costumbre. Al sentirlo, la niña se durmió tranquila, pues sintióse acompañada.

Al día siguiente, cuando la infanta se despertó vio que a su lado yacía el cuerpo del perro cubierto de sangre y completamente frío. Al mirar hacia el espejo de su cuarto, descubrió que sobre él había un letrero pintado con letras rojas que rezaba: “No sólo los perros lamen”… Ante esta inscripción, la niña se dio cuenta que algún ser del más allá, o el mismísimo demonio, había dado muerte a su perro y le había lamido la mano en lugar de si querido amigo. En ese momento la pequeña perdió la razón y se volvió completamente loca. Sus padres, asustados y resignados, tuvieron que encerrarla en un manicomio de por vida.

Sonia Iglesias y Cabrera