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Una hermana muy amorosa

La tradición oral de Mérida, capital del estado de Yucatán, cuenta con una leyenda que se relata desde hace ya algunos años. En ella se nos cuenta que de la terminal de autobuses que se encuentra ubicada detrás del Palacio Municipal de la ciudad, suele bajar una guapa muchacha de unos de los autobuses. Su equipaje consiste en una caja de cartón y un ramo de flores. Al salir de la terminal, la joven se dirige a una de las calesas que se estacionan por ahí, para ofrecer sus servicios a los pasajeros que llegan constantemente.

Cuando la chica alquila la calesa le indica al conductor que la lleve a una cierta dirección de la Colonia Rosario, que por cierto no queda muy lejos. En cuanto sube al transporte no deja de hablar con el conductor, platica ya platica. Cuando concluye el viaje y la mujer llega a la dirección que le proporcionó al calesero, le tiende un billete de doscientos pesos. Como casi nunca tienen cambio los choferes ya que la dejada solamente cuesta veinte pesos, la parlanchina mujer le dice que se quede con el billete y que al día siguiente regrese porque requiere de sus servicios y que traiga consigo el cambio que le debe.Una calesa de Mérida

Así le aconteció un día a un calesero, quien al siguiente regresó muy formal a la dirección donde había dejado a la mujer, con el fin de devolverle el cambio que le debía y de trasladarla al sitio donde ella le indicase. Cuando el conductor tocó a la puerta, le abrió un hombre quien le afirmó que en esa casa no vivía ninguna joven, El chofer la describió y el hombre le dijo que la descripción que le daba correspondía a una muchacha que se había colgado de un cercano árbol.

Se había suicidado ya que su hermano había muerto y ella no soportó tanto dolor, pues le quería entrañablemente. Lo había perdido en un funesto accidente. El calesero, desconcertado, sacó de su bolsillo el billete que la chica le había entregado el día anterior, y al hacerlo se percató de que no era sino un simple pedazo de papel. Según nos dicen algunas versiones de tal leyenda, en algunas ocasiones el billete se convierte en un hueso humano.

Cuando el conductor se dio cuenta de que tenía en la mano solamente un triste papel, se descompuso y subiendo a la calesa se alejó rápidamente hasta llegar a su casa. Se metió en la cama con el cuerpo temblando y con una fiebre muy alta, pues comprendió que su pasajera no era otra cosa sino el fantasma de la parlanchina joven.

Este hecho ocurre los días 3 de octubre que fue cuando la amorosa hermana se suicidó de pena y de dolor. Desde entonces no puede encontrar la paz.

Sonia Iglesias y Cabrera

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El billete de doscientos pesos

La leyenda que relataremos sucedió en el estado de Yucatán, justamente en la Ciudad de Mérida. Se dice que atrás del Palacio Municipal, edificio sito en el poniente de la Plaza Principal, construido en 1736, se aparece, por la noche, una muchacha muy bella y joven. Es alta, delgada y con el negro cabello que le llega a la cintura. Su color es blanco pálido. Siempre se la ve llevando una caja, donde guarda sus pertenecías y un rozagante ramo de hermosas flores que parecen como recién cortadas.

Una cierta noche, Joaquín, uno de los cocheros que maneja una calesa de alquiler, se encontraba parado junto a la acera, en espera de algún cliente que solicitara sus servicios, a pesar de ser ya bastante entrada la noche. Empezaba a aburrirse de la espera, cuando se dio cuenta que una joven se acercaba a la calesa con el propósito de abordarla. Inmediatamente Joaquín se despabiló e invitó a la dama a subirse. Una vez sentada en el asiento y colocada la caja que llevaba en el suelo, la mujer le indicó a Joaquín que la llevase a la Colonia Rosario. Aunque la tal colonia se encontraba un poco lejos, Joaquín no vaciló en lleva a la joven a la dirección que le pedía ir, pues el día había sido bastante flojo.

Al llegar a la dirección indicada, la pasajera descendió y le pagó a Joaquín con un billete de doscientos pesos. Como la dejada solo requería de ciento diez pesos, Joaquín le dijo a la mujer que no tenía cambio. Pero ella respondió que no se preocupara que guardara el billete, y que volviese al día siguiente a buscarla para realizar otro viaje.

Joaquín en su calesa de alquiler.

Sí lo hizo el cochero, se alejó para volver a su sitio atrás del Palacio Municipal, aun cuando ya no pensaba quedarse por mucho tiempo. Al día siguiente Joaquín regresó a la Colonia Rosario, con el fin de recoger a la pasajera nocturna. Tocó a la puerta, esperó un momento al cabo del cual le abrió una mujer de mediana edad vestida de negro y con el rostro demacrado. Al ver a Joaquín le pregunto lo que deseaba. El hombre respondió que venía a recoger a una mujer a la cual había llevado la noche pasada. La mujer de negro se extrañó y le contestó que ahí no vivía ninguna chica. Joaquín, desconcertado, le describió a la dama la figura de la pasajera. Ante su asombró la mujer comenzó a llorar. Cuando estuvo más calmada, le explicó que se trataba de su hija, pero que ésta había fallecido hacía un año, a raíz de la muerte de su hermano a quien idolatraba y cuya desaparición no había podido soportar.

Muerto de miedo, Joaquín se retiró, al subir en la calesa, metió la mano en su bolsillo para sacar el billete de doscientos pesos. ¡Cuál no sería su sorpresa cuando se dio cuenta que el famoso billete era una simple hoja de papel blanco!

Sonia Iglesias y Cabrera