En el año de 1867 nació la niña Deonicia Amancise de Jesús, en Huamuxtlán, estado de Guerrero, la primera hija que tuvo el presidente de México Porfirio Díaz. Su madre fue doña Rafaela Quiñones, una mujer indígena con la que sostuvo relaciones Porfirio. Carlos Tello Díaz, tataranieto de Porfirio Díaz relata en su libro El exilio. Un relato de familia que: Se llamaba Rafaela Quiñones. El general Díaz la había conocido pocos meses antes de su matrimonio, en Huamuxtitlán, cerca de Olinalá, entonces todavía parte del estado de Oaxaca. La vio de nuevo más tarde, en la Ciudad de México, donde vivía con unos conocidos en el barrio de Santiago Tlatelolco. Tenían una hija a la que llamaban Amadita. Al retornar ella con los suyos, a su pueblo, Porfirio mantuvo la tutela de la chica, que ingresó como alumna en la Escuela Secundaria de Niñas. Rafaela, a su vez, empezó a recibir de parte suya las remesas de dinero que le mandaba de la capital por conducto del teniente coronel Aniceto López.
La niña Amada vivió con su madre hasta la edad de doce años cuando su padre obtuvo su custodia. Tuvo ocho medios hermanos, quienes fueron los hijos de Porfirio Díaz y Delfina Ortega, la primera esposa del dictador.
Vivía la familia Díaz en una casona situada en la Calle de Moneda Núm. 1 y parece ser que todos se llevaban muy bien. Cuando doña Delfina murió en 1880, el presidente volvió a casarse, esta vez con Carmen Romero Rubio, quien se hizo cargo de sus hijos, incluida Amada, con quien formó una buena relación.
Cuando Amadita, como la llamaban, creció se hizo novia de Ignacio de la Torre y Mier, y en 1888 se casaron siendo el oficiante el arzobispo Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos. Desde entonces se le conoció a Ignacio con el apodo de “el yerno de su suegro”. Tal matrimonio no iba nada bien, ya que Ignacio era homosexual y amigo de armar farras y escándalos que la familia Díaz no toleraba. La pareja se fue a vivir a una casa ubicada en Plaza de la Reforma. A pesar de vivir en la misma morada llevaban vidas separadas.
Este don Ignacio se hizo famoso porque en 18 de noviembre de 1901, la policía de la Ciudad de México llevó a cabo una razzia en una casa donde se efectuaba una fiesta y donde se apresó a cuarenta y dos hombres vestidos de mujer y haciendo de las suyas. Este hecho se conoció como el “baile de los cuarenta y uno”, ya que el número cuarenta y dos, el esposo licencioso, se escapó de ser detenido dado que era el yerno de don Porfirio Díaz.
Cuando en 1911 el presidente Díaz se vio obligado a renunciar a la presidencia, dada la Revolución, Amadita acompañada de su esposo asistió al andén de San Lázaro a despedir a su padre que tomaba el tren que habría de llevarle a Veracruz, y de ahí al exilio trasladado por el barco Ipiranga el 31 de mayo.
Poco después, Ignacio de la Torre fue apresado acusado de haber participado en el asesinato de Francisco I. Madero y de José María Pino Suárez. Emiliano Zapata, por razones que aquí no vienen al caso, lo tomó como su prisionero particular y lo llevaba a todas partes. Este fue contraproducente para Ignacio, ya que cuando la tropa cercana a Zapata se enteró de que era homosexual, y lo violaron hasta dejarle destrozado el ano. Por su parte Zapata le expropió las haciendas que tenía en Yuatepec y en Cuautla.
Como Amada sufría mucho por la ausencia de su querido padre, decidió ir a visitarlo en su exilio, pero nunca se quedó con él. A raíz de la muerte de su marido, Amada se encontraba llena de deudas, por lo cual vendió algunas de las propiedades que le quedaban, entre ellas la Plaza de Toros que adquirió Ávila Camacho, y que en esos tiempos se encontraba en la Colonia Condesa.
Deonicia Amancise murió hasta los noventa y cinco años en la Ciudad de México, en el año de 1962.
Sonia Iglesias y Cabrera