En la época prehispánica el Valle de Matatipac, en Nayarit, estaba gobernado por un Señor llamado Trigomil, justo y honrado como pocos. El cacique tenía una hija muy bella, Mololoa, a quien pretendían caciques de muy lejanos reinos. La princesa conoció a Tépetl, un guerrero valiente e inteligente, del cual se enamoró. Pasaban los enamorados mucho tiempo juntos planeando el día de su boda que ya estaba cerca. Se amaban con pasión.
Un día, llegó al señorío un guerrero muy grande y fuerte, que solicitó a Trigomil le concediese ver a Mololoa. Cuando el guerrero la tuvo frente a él, le propuso matrimonio. Pero la joven se negó alegando que no le amaba. Sanganguey, furioso, le respondió que sería su esposa aun en contra de su voluntad. Indignada y con cierto miedo, pues conocía la reputación del guerrero que era cruel y tenía poderes sobrenaturales, le pidió que se retirase inmediatamente.
Cuando el malvado guerrero se enteró de que la bella princesa pronto se casaría con Tépetl, colérico juró que impediría tal boda, que Mololoa sería suya, y que mataría a Tépetl. A la mañana siguiente, muy temprano, Sanganguey entró a los aposentos de la princesa y la raptó. Al enterarse Tépetl de que su amada había sido raptada, salió en su busca. Después da varios días les encontró y se enzarzó en terrible combate con el malvado Sanganguey. Al ver que los dos hombres peleaban, aterrada Mololoa huyó por el campo y se subió a una roca, desde donde podía ver la terrible lucha de los dos guerreros. Ambos luchaban con toda la maestría que poseían, ya que ambos deseaban casarse con la bella niña.
De la boca de Sanganguey salía un espantoso fuego que derritió algunas rocas que le aprisionaron como si en una cárcel se encontrara. Tépetl se defendía con sagacidad, astucia y fuerza. El valle de Matatipac se lleno de humo y cenizas. Al quedar libre de Sanganguey, Tépetl buscó a Mololoa, pero no lograba encontrarla ya que, aun preso, el malvado guerrero lanzaba fuego por la boca. Decidido, Tépetl le arrojó una roca directamente a la boca. Así se formó la roca que divide en dos partes el Volcán Sanganguey. Enseguida, formó un monte de piedras para poder observar el Valle y así encontrar a su novia querida. Sanganguey lo miraba en agonía, y haciendo un esfuerzo sobrehumano le lanzó una bocanada de fuego, la cual ocasionó que Tépetl se fundiera con las rocas que había juntado. Así se formó el Cerro de San Juan. Al ver Mololoa lo acontecido a Tépetl, comenzó a llorar y poco a poco se fue convirtiendo en un hermoso y cristalino río que cruzó todo el Valle hasta desembocar en el Río Santiago. La dulce y triste princesa e había convertido en el Río Mololoa.
Sonia Iglesias y Cabrera