Cuenta una leyenda tepehuana del estado de Durango, que un cierto día el dios Sol decidió crear a los hombres. Muy contento comunicó su decisión a la Estrella de la Mañana. Iba a crear siete pueblos. Cuando el Sol estaba platicando con la Estrellla, Cachunipa, un ser sobrenatural maligno, escuchó la plática, y decidió que crearía un dragón de siete cabezas para que acabara con las siete razas de que hablaba el Sol. Inmediatamente se escuchó un terrible ruido y de una caverna salió un ser de siete cabezas, enormes garras, ojos rojos, y una cola en la que podía verse un aguijón; además, contaba con dos alas que le permitían volar muy aprisa a trasladarse a donde quisiese.
Cuando el Sol creó al primer hombre, la enorme serpiente y Cachinipa se dirigieron al sitio en donde se encontraba. Al verlo, la serpiente se abalanzó sobre él para devorarlo, pero una águila muy grande descendió y tomó al pequeño con sus garras, y se lo llevó a un picacho para salvarlo. Hecho lo cual regresó a donde se encontraba la serpiente, con la cual peleó hasta darle muerte.
Al ver Cachinipa que su dragón había muerto, muy enojado decidió enviar a unos poderosos lagartos hasta el sitio donde se encontraba el primer ser humano creado por el Sol, y lo amarraron a un árbol. Un pequeño conejo se dio cuenta de lo que hacían los malvados lagartos, y cuando se fueron con sus fuertes dientes royó la cuerda. Como tenía mucha hambre, el conejo le dijo que se lo comiera.
Al verse libre, el niño se subió a un venado, que corrió rápidamente para salvarlo de los asesinos lagartos. La creación del hombre por el Sol estaba salvada. Desde entonces los tepehuanos adoran al águila, el conejo y el venado, pues a ellos deben su existencia.
Sonia Iglesias y Cabrera