Hace muchos años, en el siglo XVII, unos mineros de Zacatecas de la zona de Concepción del Oro, quisieron agradecer a Dios el privilegio de contar con tantas minas y arroyos de donde extraer ricos minerales. Se organizaron a fin de recolectar oro y mandar hacer un crucifijo con un Cristo que tuviese el tamaño natural. Cuando se reunió el oro suficiente lo enviaron a la ciudad de Saltillo para que lo hiciese un escultor. Los mineros, junto con otros creyentes, pensaban hacer una peregrinación con el Cristo, desde Saltillo hasta Mazapil, donde se encontraba la mina en que trabajaban. Así lo hicieron, la peregrinación salió el día señalado, acompañada de danzas, cohetes, y cantos.
En un descanso que los peregrinos hicieron cerca de la localidad de Bonanza, para luego emprender el camino por la sierra, por la noche fueron atacados por una cuadrilla de ladrones, todos perecieron a manos de los forajidos. El crucifijo fue enterrado por los malhechores, quienes pensaban recuperarlo más tarde para venderlo a buen precio. Un niño que, milagrosamente, se había salvado de la masacre ni tardo ni perezoso, fue a Bonanza, el pueblo más próximo, a solicitar ayuda. Los vecinos acudieron al lugar de los hechos sin tardanza, buscaron a los ladrones y los ejecutaron a todos.
El niño sobreviviente estaba muy traumado por la terrible matanza que había visto y olvidó decir que en el mismo sitio se encontraba enterrado un crucifijo con la imagen de Cristo. Más tarde recordó el hecho, pero nunca supo decir con exactitud donde se encontraba el sagrado entierro.
Desde entonces, muchas personas han acudido a las inmediaciones en donde se perpetrara la matanza, con el objeto de excavar y encontrar el famoso Cristo que es muy valioso. Nadie lo ha logrado y la imagen de oro puro sigue enterrada misteriosamente.
Sonia Iglesias y Cabrera