Cuenta una leyenda que en cierta ocasión en la comunidad de Motozintla de Mendoza, en el estado de Chiapas, llovió sin parar durante tres días y tres noches. Cuando la lluvia paró, dos indios mochós fueron en busca de su ganado que habían dejado pastando al otro lado del río a donde acostumbraban llevarlos. Al llegar al río, se dieron cuenta de que estaba muy crecido. Para poder cruzar al otro margen tuvieron que esperar. Cuando estaban pacientemente sentados esperando que el rió bajara su cauce, vieron tres bultos que arrastraba la corriente. Creyendo que eran canoas trataron de atrapar una que les sirviese para cruzar el río, pero no lo consiguieron, Intentaron con el segundo bulto pero tampoco lo lograron. Con el tercero tuvieron suerte. Al sacer el bulto del agua se dieron cuenta de que no era una canoa, sino la imagen de una persona tallada en madera.
Inmediatamente se dirigieron a la localidad donde vivían para que el chamán les dijese de qué se trataba el hallazgo. Éste les dijo que se trataba de la imagen de San Francisco de Asís y que debían llevarla a la iglesia. Los dos indígenas, más el chamán y curiosos que se habían sumado, fueron hasta el templo.
Al siguiente día la imagen había desaparecido para aparecer en el mismo sitio donde la habían encontrado. La volvieron a llevar a la iglesia… y sucedió lo mismo. Al llevarla otra vez al templo, el chamán aconsejó que se le hiciese una fiesta para contentar al santo y que se sintiera venerado y cuidara al pueblo de las tremendas aguas que inundaban la región. Así lo hicieron, y santo remedio, la imagen ya no se fue del altar donde lo habían colocado en la iglesia.
Los indios mochós, acompañados del chamán, fueron a recoger los otros bultos y al destaparlos se dieron cuenta que eran las imágenes de San Martín Caballero y del Señor Santiago. La primera la obsequiaron a la iglesia de Mazapa de Madero; la segunda, se traslado a Amatenango de la Frontera, donde aún puede vérselas.
Sonia Iglesias y Cabrera