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Cuentos Cortos

La magia del cuento

La magia del cuento. Página para niños. Cuento infantil. Literatura latinoamericana.

Hace más de cinco mil años, en la edad de piedra, había una nena que se llamaba Makiú, que en su lengua significaba “golondrina libre”, y un nene que se llamaba Kijok, que quería decir “jaguar”.

 

Ellos vivían en una caverna con su familia.

Los papás, salían a pescar y a cazar algo para comer.

Las mamás, se quedaban cuidando a los hijos y además preparando el fuego que servía para calentarse los días fríos y para preparar la comida.

A los chicos les tocaba juntar las ramas que se caían de los árboles para hacer la fogata. También recogían frutas maduras y flores para adornar la cueva, regalarle a la mamá o también a alguna nena bonita para que se pusiera contenta.

A Makiú y Kijok les gustaba treparse a los árboles, jugar con los monos a hacerles pito catalán y bañarse en el río. Correr descalzos por el pasto cuesta abajo hasta cansarse, y tirarse panza arriba para contar las estrellas cuando al atardecer comenzaban a salir.

Pero cuando llovía muchos días seguidos, se ponía muy oscuro y se embarraba todo. Entonces ya no podían jugar.

Como sabían que Dios era el que había creado el cielo y la tierra, tuvieron una idea buenísima: se les ocurrió pedirle un “regalo mágico”. Algo que hiciera que en esos días grises, la caverna se llenara de color y todos juntos se alegraran a pesar del mal tiempo.

A Dios le gustó mucho que le hicieran el pedido, porque Makiú y Kijok, sin darse cuenta, habían aprendido a rezar.

Y después de pensar un buen rato, al Buen Dios se le ocurrió algo fantástico y les regaló el don de crear cuentos. Esa misma tarde los chicos se despertaron de la siesta, contentos y entusiasmados, sentían que algo muy bueno les estaba pasando.

Y cuando todos estaban sentados en ronda, Makiú y Kijok empezaron: -“Había una vez…”

Un montón de miradas curiosas se centraron en el medio de la ronda. Parecía que los chicos estaban llenos de luz y su voz sonaba como una melodía de golondrinas, pero tenía la fuerza del rugido de un jaguar.

Cuando terminaron, la puerta de la caverna se iluminó, y cuando se asomaron todos vieron al arco iris. Contentos saltaron y aplaudieron.

A Makiú y Kijok los llenaron de besos, y a partir de ese día ya no hubo más días grises, todos fueron días de sol, gracias a la magia de un cuento.

 

Libro: «La mariposa roñosa»

María Mercedes Córdoba

Ediciones Agón.

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