Desde hace ya mucho tiempo en el poblado de Chosto de los Jarros, en Atlacomulco, Estado de México, los mazahuas creen que existe una enfermedad que les da sobre todos a los niños menores de cinco años que se llama Sandova, máxime si tienen un espíritu débil. Si por casualidad o por descuido se deja a un infante sentado en el suelo de tierra virgen, o en algún sitio donde hubiese ocurrido una catástrofe, como la muerte de una persona, el espíritu del fallecido se apodera del alma del niño.
Cuando los niños enferman de (o por) Sandova se ponen muy inquietos, nerviosos, y a las dos horas les viene una tremenda gripa, la cual, afortunadamente, se quita cuando dan las doce del mediodía o las siete de la noche. Es porque Nejomu, el Aire de la Tierra, y espíritu que cuida a todos los demás entes mágicos que cuidan la Tierra, tiene hambre y se come el alma del niño.
Para que el infante sane se deben de hacer cuatro tamales con galletas de animalitos. Además se forma una cruz con las galletas y se atan con un hilo rojo. Después, se coloca un ramo de flores encima de los tamales. Es necesario que la persona que haga los tamales no tenga ningún contacto con el niño; de no seguir esta norma la curación no tendrá efecto alguno.
Los abuelos dicen que los cuatro tamales representan a los cuatro puntos cardinales; así como a los cuatro elementos de la naturaleza, que son espíritus sumamente fuertes. Ellos son: la tierra, el fuego, el agua y el aire.
Cuando ya se tienen preparados los cuatro tamales se soba el cuerpo del niño con los mismos. Luego se ponen los tamales en el sitio exacto en el que el infante se sentó y atrapó la enfermedad, más alguna ofrenda que se le dedica a Sandova. Se agrega una cruz formada con monedas cerca del primer tamal y se le ruega al espíritu que deje en paz al enfermito. Una vez contentado Sandova con los tamales de la ofrenda, a la hora señalada el niño sana y se le quita la gripa. La ofrenda también puede colocarse en las encrucijadas de los caminos.
Sonia Iglesias y Cabrera