Una leyenda de Hermosillo, capital del estado mexicano de Sonora, nos relata la existencia de un pequeño llamado Carlos Angulo F. Carlitos, como se le conoce familiarmente, quien naciera el 3 de octubre de 1929, y tuviera una vida muy corta, pues solamente alcanzó la edad de 11 años. Murió a causa de un accidente cuando estaba patinando por el Mercado Municipal, en el cual laboraban sus progenitores. Patinando Carlitos se cayó y un golpe fatal en la cabeza terminó con su vida. Para algunas personas, su muerte se debió a que fue atropellado por un camión que surtía al mercado de frutas y verduras y que lo vio.
Carlitos fue enterrado en el conocido Panteón San Agustín y su tumba se hizo famosa porque el niño difunto empezó a realizar una serie de milagros a quienes se los solicitaban. En su tumba hay un sarcófago y una fotografía del difunto milagroso cuando contaba con 2 añitos de edad. Una lámina, regalo de una mujer beneficiada por el niño, la resguarda del sol. A la tumba los creyentes le llevan monedas, juguetes, flores, veladoras y dulces. Nunca carece de nada el pequeño Carlitos. Asimismo, en la tumba está grabada la siguiente frase; “Por Carlos ruegue usted y el espíritu de este niño lo ayudará”.
Para que Carlitos le conceda un milagro a quien se lo solicita, se debe de acudir personalmente a la tumba y hacer la petición oralmente o por escrito. Las cartas de petición se colocan sobre el sarcófago. Una vez que el milagro ha sido concedido es obligatorio dejar en la tumba del chico regalos como agradecimiento a su intervención y para tenerle contento. Por eso su tumba siempre está llena de juguetes, piñatas, dulces y mil cosas más que le agradan a todo niño.
Siempre hay personas en la tumba del pequeño, pero el trabajo se le carga más en el mes de diciembre, el Día de Muertos y el Día del Niño. Muchos han sido los milagros que Carlitos ha realizado. Por ejemplo, sanó a una niña que no podía caminar, y dio la libertad a un preso encarcelado injustamente.
Sonia Iglesias y Cabrera