José de Jesús Fidencio Constantino Síntora, más conocido como el Niño Fidencio, fue uno de los más famosos curanderos de México. Nació el 18 de noviembre de 1898 en Espinazo, Nuevo León. Aunque para otros investigadores nació un 13 de noviembre en el Valle de las Cuevas, Guanajuato. Sus padres fueron el señor Socorro Constantino y la señora María del Tránsito Síntora. Parece ser que tuvo más de tres hermanos. En su niñez, y junto con su amigo Enrique López de la Fuente, aprendió a curar con hierbas. Asistían juntos a la escuela primaria y ayudaban en el curato del padre Segura, que era tío de Enrique. Su instrucción llegó hasta tercer grado de primaria. Desde pequeño adivinaba la suerte de sus compañeritos y hacía predicciones. Se dice que su desarrollo físico como hombre nunca fue completo, pues siempre fue lampiño, agudo de voz, y virgen de por vida.
Más tarde, en 1912, ambos jóvenes partieron a la ciudad de Morelia, Michoacán, a trabajar como ayudante de cocina de una familia pudiente. Llegada la Revolución, Enrique se adhirió a la lucha armada y Fidencio se fue a vivir a Loma Sola, Coahuila, con su hermana Antonia. En el año de 1921, tras años de separación, Fidencio se fue a vivir con su amigo Enrique a Espinazo, como cocinero y niñero de su hijo Ulises. En este tiempo, Fidencio comenzó a llamar “padre” a su amigo, pues le consideraba un protector. Es en este año que dio inicio su carrera de curandero. Su forma de curar era sui generis: operaba sin anestesia a sus pacientes, sin que sintiesen el más mínimo dolor; subido a un árbol de pirul arrojaba diversos objetos a los enfermos: los que recibían el golpe se curaban. Otras veces, acudía con sus pacientes a un charco de lodo que se encontraba en las afueras del pueblo, en donde sumergía a los dolientes quienes salían completamente curados. El 8 de febrero de 1928, Fidencio curó al entonces presidente de la República Plutarco Elías Calles de lepra nodular. Este hecho acrecentó su ya merecida fama. Miles y miles de pacientes acudían a Espinazo para ser curados por El Niño Fidencio.
Murió Fidencio en Espinazo en el año de 1938, a la edad de 40 años, debido a las duras jornadas de trabajo que realizaba, pues trabajaba hasta de 48 horas seguidas, para curar a los miles de enfermos que acudían de todo el país. Se dice que sus últimas palabras, junto al famoso pirul donde agonizaba, fueron: -Ya me voy, pero volveré, y nadie sabrá en quien. Unos cuantos minutos después de su muerte, una mujer cayó en trance y dijo: -¡Yo les dije que me iba y volvería, y aquí estoy de nuevo!
Desde entonces muchos de sus seguidores empezaron a curar en su nombre y se conocen con el nombre de “cajitas”. Sigue siendo venerado en Espinazo, a donde acuden los dolientes a curarse con las “cajitas”.
Sonia Iglesias y Cabrera