El vocablo «nao» proviene del latín navis, a través del catalán nau, significo hasta el siglo XVIII la acepción de «nave». Después de la conquista de México y de las Filipinas en el siglo XVI, España extendió sus dominios considerablemente, hecho que la obligó a establecer una ruta marítima que recorría desde esta isla de Filipinas, y arribaba al Puerto de Acapulco en las costas occidentales de la Nueva España. El buque encargado de efectuar dicho recorrido recibió el nombre de Galeón de Manila, popularmente denominado la Nao de China. En su navegar, la Nao tocaba puntos tales como Japón, donde tomaba la corriente de Alaska que cruza de Asia hasta tal sitio. Ahí tomaba la corriente de California que baja de Alaska y lleva hasta la costa occidental de nuestro país, donde pasaba por varios puertos en los cuales la Nao se abastecía de comida y bebida. Las travesías de la Nao se efectuaban dos o cuatro veces al año.
Al llegar al Puerto de Acapulco, único puerto autorizado para descargar las mercancías que llevaba, éstas se enviaban a la Ciudad de México y al Puerto de Veracruz, punto este último desde donde se embarcaban hacia España. Ni que decir tiene que los piratas asediaban continuamente el Puerto de Acapulco, por lo que las autoridades españolas construyeron el Fuerte de San Diego para proteger a la Nao de China
A la Ciudad de México las mercancías que traía la Nao llegaban en mulas el día de Corpus Christi y se ponían a la venta con mucho éxito en los mercados de la Plaza Mayor, pues las personas gustaban mucho de adquirir objetos exóticos traídos de Oriente. En 1815, la Nao terminó sus famosos recorridos. Sin embargo, hoy en día en la fiesta de Corpus, en el Zócalo de nuestra ciudad, se venden mulitas hechas de palo y hojas de elote en recuerdo de aquellas que transportaron tan valiosa y apreciada mercancía oriental.
Sonia Iglesias y Cabrera