Las decisiones del destino, por cierto caprichosas, dieron lugar a que Juan Rodríguez de Villafuerte formara parte de los soldados que se alistaron para ir con Hernán Cortés a la conquista de las Indias. Presto para partir, su hermano le aconsejó que llevase con él a la Virgen de los Remedios que había sido tan caritativa proporcionándole riqueza y salud. Dicho y hecho, Villafuerte partió para tierras americanas y acompañó a Cortés en todas sus conquistas y desmanes arbitrarios. Cuando el Capitán entró en Mexico-Tenochtitlan y ordenó que fuesen quitados los dioses indígenas del Templo Mayor, Rodríguez de Villafuerte sustituyó la imagen de Huitzilopochtli por la de la Virgen de los Remedios. El 30 de junio de 1520, cuando los españoles salieron derrotados huyendo de Tenochtitlan, el devoto soldado tuvo buen cuidado rescatar a la Virgen del templo usurpado, prefiriendo salvar a la madre de dios en lugar de forrarse con oro y plata como lo hicieron los otros conquistadores llenos de codicia y avaricia.
Tiempo después, cuando Hernán Cortés lloraba su derrota bajo un sabino de San Juan, por el Cerro de Los Remedios en Naucalpan, Rodríguez de Villafuerte escondió la imagen bajo un maguey que se encontraba en la cima del mencionado cerro, que en aquel entonces recibía el nombre de Otomcapolco, “lugar de otomíes”.
Treinta años transcurrieron desde este hecho, cuando el cacique otomí Ce Cuauhtli, Uno Águila, quien luego recibiría el nombre de Juan de Aguilar Tovar, encontró la imagen y se la llevó para guardarla en su casa situada en San Juan Totoltepec. Pero fue inútil, la imagen volvió al lugar en que fuera encontrada una y otra vez… Entonces, los frailes católicos de Tacuba construyeron una hermosa iglesia en el lugar al que la Virgen siempre retornaba.
Esta primera iglesia fue realmente una pequeña ermita que al paso del tiempo, que todo lo arruina, se fue destruyendo. Ante este deplorable hecho, García de Albornoz, regidor y obrero mayor de la Ciudad de México, convenció al Cabildo para que edificase un santuario en el lugar de la maltrecha ermita. La construcción fue pagada por el virrey Martín Enríquez, y bendecida por el arzobispo Pedro Moya Contreras cuando estuvo terminada. Los trabajos se iniciaron en el año de 1574 y se terminaron en el mes de agosto de 1575. El Cabildo de la ciudad y el Regimiento de la Ciudad de México fungieron como los patronos de la nueva iglesia, y fue vicario de la misma el licenciado Felipe de Peñafiel. Se trata del Santuario de Nuestra Señora de los Remedios, elevado al rango de Basílica en el año 2000. Antaño, el templo contaba con una casa especial dedicada a albergar a los peregrinos y a los pobres, a más de contar con buenos aposentos destinados a los virreyes, inquisidores, arzobispos, oidores, y gente importante de la Nueva España y de España.
La imagen de la Virgen de los Remedios es la más antigua de América. Se dice que fue elaborada por un artesano español en madera estofada. Mide veintisiete centímetros de alto, la virgen lleva una corona y bajo sus pies se encuentra una media luna. Su fiesta principal es el primero de septiembre, día en que numerosos feligreses le rinden homenaje, aparte de que recibe todos los domingos del año.
Sonia Iglesias y Cabrera