En la cultura zapoteca el culto al sagrado Murciélago, Piquite Ziña, inició hacia el año 100 a.C. Piquite Ziña simbolizaba el sacrificio, la noche y la muerte. Se le relacionaba con la fertilidad y con el dios del maíz. Solía representársele con el cuerpo de un hombre vestido con taparrabos y la cabeza de un murciélago con los rasgos animales muy realistamente elaborados.
Una leyenda tradicional oaxaqueña cuenta que en tiempos pasados el murciélago se llamaba Biguidibela, Mariposa Desnuda. Un día en que hacía mucho frío, decidió ir al Cielo y pedirle al dios creador que le cubriera el cuerpo con plumas. Pero en ese momento el dios carecía de plumas y le dijo al murciélago que bajase a la Tierra y le pidiese una pluma a cada ave. Biguidibela obedeció, descendió y pidió una pluma a las aves más bellas y de deslumbrantes plumajes. Al final de su tarea, el murciélago cubría su cuerpo con despampanantes plumas que mostraba a todos aleteando feliz y vanidoso. En uno de sus vuelos creó al arco iris. Pero la vanidad venció a Biguidibela, y se volvió prepotente y grosero con las aves a quienes humillaba y encontraba carentes de cualidades. Cuando el dios creador se dio cuenta del absurdo comportamiento del murciélago, le ordenó que subiese al Cielo. Así lo hizo lleno de vanidad y emprendiendo audaces y hermosos revoloteos que ocasionaron que fuese perdiendo su colorido plumaje hasta quedar completamente desnudo, como al principio. Apenado ante este doloroso hecho, Biguidibela se fue a vivir a una cueva, y perdió la vista para no ver su carencia del otrora bello plumaje. La vanidad lo había perdido.
Sonia Iglesias y Cabrera