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El Príncipe y la Estrella

En la época prehispánica, durante el señorío zapoteca, existió un príncipe guerrero que destacaba por ser muy hermoso y valiente. Su fama no solamente era conocida en la Tierra sino también en el Cielo. El Alba, que conocía las extraordinarias hazañas de este príncipe, se las contaba a las hijas de Señor del Cielo que eran nada menos que las estrellas que se pueden ver por las noches para beneplácito de los humanos.

Tanto les relataba el Alba las valerosas acciones del guerrero que una de las estrellas, la más bella de todas, se enamoró perdidamente de él. Tanto era su amor que cierto día, cuidando de que no se fuera a dar cuenta el Alba, la Estrella enamorada bajó a la Tierra, y colocándose junto al río que pasa por Juchitán, esperó pacientemente a que pasara el guapo guerrero. Poco rato despué,s el joven llegó hasta el lugar en que se encontraba la Estrella. Al verla, se enamoró y quedó cautivado por la belleza de la diosa Estrella. Sin pensarlo dos veces, la tomó en brazos, y presto se la llevó hasta la casa real en que vivía.

Al darse cuenta de la ausencia de una de sus hijas, el Cielo se puso muy triste, se oscureció y grises nubarrones dejaron caer sus lágrimas sobre la Tierra. Las divinidades del Cielo, las estrellas, quisieron a toda costa evitar que su hermana se casara con un simple mortal, por valiente que fuera, y se reunieron a fin de llegar a un acuerdo sobre las acciones pertinentes que debían realizar para impedir tan desastroso romance.

El bello Xtaga be´nye, el Nenúfar

La boda entre Estrella y el príncipe se llevó a cabo y se realizaron muchas fiestas. Una de las estrellas se transformó en brisa y bajo a la Tierra durante una de las celebraciones. Sigilosamente, se metió a la recámara destinada a los recién casados. Una vez dentro, dejó su forma de brisa y tomó su aspecto original; entonces, se dirigió a su hermana y le comunicó lo que había decidido su padre el Señor del Cielo: – ¡Hermana Estrella, por lo que has hecho, nuestro padre, el Cielo, ha decidido que permanecerás por siempre en la Tierra y te convertirás en una flor que vivirá sobre las aguas de la laguna! ¡Durante el día tus pétalos estarán cerrados para que no te puedan ver los humanos ni tú a ellos, pero por la noche se abrirán para que puedas recibir la visita de tus hermanas las estrellas!

Dicho lo cual la diosa estrella se alejó junto con su hermana a quien nadie pudo volver a ver. Momentos después, en la laguna de Chivele apareció una flor de color verde negruzco y hermoso y esbelto talle, a la que las personas empezaron a llamar Mudubina.

El príncipe, al darse cuenta de la desaparición de su esposa, creyó volverse loco de dolor. Su padre, al verlo tan desesperado, convocó a sus vinnigenda, viajeras de todos los vientos, para que fuesen a buscar a la Estrella desaparecida, y así poder aliviar el dolor de su gallardo hijo. Sin embargo, a pesar de ser el Señor zapoteca sumamente poderoso, no podía hacer nada contra el poder del dios del Cielo. Una de las más viejas vinnigendas le dijo al gobernador zapoteca que era por demás tratar de vencer al Cielo. Entonces la vieja vinnigenda al ver el sufrimiento del joven guerrero escuchó sus ruegos y lo convirtió también en flor. Esta nueva flor recibió el nombre de Xtaga be’nye; o sea, el nenúfar.

Así, los dos enamorados pudieron volver a reunirse para seguir amándose. La Mudibina con sus bellos pétalos abiertos solamente de noche y con el corazón rojo por el fuego de su amor, y el Xtaga be’nye que vive de día y muestra su corazón amarillo pleno de melancolía. Nunca pueden encontrarse y verse, pero tal vez algún día, el Señor de Cielo se compadezca de los enamorados para que puedan volver a amarse frente a frente, y por siempre jamás.

Sonia Iglesias y Cabrera

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