En la iglesia de San Francisco en la población de Real de Catorce, en el estado de San Luis Potosí, se encontraban tres barcos de cristal de Murano -exvotos religiosos- que han dado pábulo a una hermosa leyenda, que nos narra que hace ya mucho tiempo, un barco fue atacado por una terrible tormenta en su travesía de Cuba a México. En el barco iban tres marineros que tenían mucha experiencia en el mar: se trataba de experimentados lobos de mar. Ante tan espantosa tormenta, pudieron aguantar gracias a su capacidad de marinos. Todos los demás murieron. Se encontraban en una terrible situación ya casi para morir, cuando vieron a un hombre que se acercaba a los restos del barco flotando sobre una tabla. Se trataba de un extraño hombre que lucía una luenga barba. Al acercarse a ellos les habló y les dijo que no se asustaran, porque les esperaba una larga vida y que aún no iban a morir.
Cuando los marineros llegaron a México contaron lo que les había ocurrido respecto a su milagrosa salvación. Agradecidos como estaban, le solicitaron a un famoso artesano que les hiciera tres barcos de cristal, sin importar el precio. Algunos meses más tarde el artesano les entregó a los marineros los exvotos que eran una maravilla.
El bondadoso hombre les ayudó a salir de su percance y los salvó de una muerte segura. Los marineros, agradecidos por la ayuda, le preguntaron al buen samaritano su nombre, a lo que éste respondió que se llamaba Francisco y que habitaba un pueblo llamado Real de Catorce, y que estaría muy contento si alguna vez iban por el pueblo y le buscaban.
Los sobrevivientes partieron a Real de Catorce llevando los exvotos para entregárselos al hombre barbado que los había salvado. Como no sabían su dirección, los marinos preguntaron por todo el pueblo por Francisco. Visitaron a todos los que los lugareños les decían, pero ninguno era el que buscaban.
Desesperados por no encontrarlo y con su carga a cuestas, decidieron entrar en la iglesia, para pensar lo que debían hacer. Y cuál no sería su sorpresa cuando vieron en el altar mayor la imagen del que les había salvado en la mar ¡Se trataba nada menos que de San Francisco de Asís! Maravillados, los tres marineros comprendieron que habían sido los beneficiados de un milagro que el santo les había hecho.
Los marineros le dejaron los exvotos-barcos a San Francisco, como parte de su enorme gratitud. Este fue el primer milagro del santito en tierras mexicanas y las primeras ofrendas que recibió. Después, el buen santo agarró fama de milagrero, y le iban a visitar de muchas partes del país que remediara las penas de los sufrientes.
En cierta ocasión el obispo de San Luis Potosí vio los exvotos en una de sus visitas a Real de Catorce y le gustaron tanto que se las llevó para su iglesia de la Merced en la ciudad capital del estado.
Sonia Iglesias y Cabrera