No se sabe si fue la fe, la superstición o el temor por habérselo quitado, pero se dice que después de algunos días empezó a escucharse el rugido de un león por las noches, y al amanecer se encontraban los restos de animales como perros, borregos, becerros y hasta burros, como indicio de que dicho animal los mataba y se los comía.
Ya la gente no salía cuando empezaba a oscurecer, todo mundo atrancaba las puertas por temor a que el animal entrara a sus casas.
Cuenta un sacristán, que estuvo durante 60 años en este oficio, que él dormía en una pieza que está junto al curato de la Parroquia y que hasta allí oía rugidos del león todas las noches.
Otras personas dicen que era un monstruo que salía de los túneles que se cree tiene el subsuelo de la cabecera municipal, pero sea como fuese, el caso es que a diario aparecía un animal muerto.
Los que le quitaron el león a San Jerónimo, se reunieron y acordaron colocarlo otra vez en el lugar que lo
tenía, pues temían que fuera un castigo por habérselo quitado.
Desde que pusieron al león en el lugar donde estaba, no se volvió a aparecer por las noches a causar destrozos, por lo cual el santo volvió a ser venerado como antes.