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Leyendas Mexicanas Época Colonial

Juan Garrido siembra el trigo. Leyenda Colonial

El 30 de junio de 1520, tuvo lugar una batalla entre españoles y mexicas que se conoce con el nombre de la Noche Triste. Asesinado Moctezuma a manos de Hernán Cortés y después de múltiples victorias sobre los aztecas, el Capitán encontrábase instalado en Tenochtitlan como amo y señor, pero no por ello muy confiado militarmente. La sangre vertida había sido demasiada; los víveres y las municiones empezaban a escasear, por lo que Cortés decidió abandonar, por la noche y con todo sigilo, la ciudad. Mandó construir un puente de madera que le permitiera cruzar las acequias y los canales; hizo acopio del oro, la plata y las piedras preciosas obtenidos como botín, y emprendió la huída en una noche harto nublada.

A la vanguardia iba el capitán invicto Gonzalo de Sandoval con doscientos infantes, cinco caballos, los prisioneros de guerra, la gente de servicio y los portadores del bagaje. En la retaguardia estaba el pelirrojo y sangriento Pedro de Alvarado y el resto de los soldados. La primera acequia la pasaron sin dificultades, pero en la segunda los sacerdotes guardianes de los templos se apercibieron y dieron aviso a la población que, alertada y valiente, emprendió el ataque contra los enemigos por agua y tierra. La batalla fue cruenta y desfavorable para los españoles. Cortés, al ver perdida su riqueza y a algunos de sus capitanes, púsose a llorar sentado en una piedra en Popotla, población cercana a Tacuba.
Juan Garrido, soldado de Cortés, se encontraba en la batalla. Sobrecogido por tal tragedia, se dio a la tarea de recoger los cadáveres de los españoles para darles sepultura en un solar situado en la Calzada de Tlacopan.
Gracias a sus méritos en la batalla, le fue otorgado un terreno que estaba en esa misma calzada y que le fuera otorgado al Capitán por el Ayuntamiento, y que a su vez donara a Garrido, con carácter oficial, con fecha 15 de marzo de 1521. En este solar Juan Garrido plantó el primer trigo que conoció la Nueva España, en el número 66 de la actual Rivera de San Cosme, en la Ciudad de México.

Francisco López de Gómara en su Historia de la Indias, nos proporciona otra versión del lugar en donde tuvo su origen el trigo en México. Para el cronista, su inicial aclimatación se inicio en Coyoacán, cuando al marqués le fueron llevados, desde el Puerto de Veracruz, unos sacos de arroz entre cuyos granos venían tres de trigo, mismos que el conquistador ordenó a Garrido que los sembrase inmediatamente. De los tres granos de trigo dos no se dieron, sólo uno fructicó y proporcionó cuarenta y siete espigas que, con el andar del tiempo, dieron múltiples cosechas.
Cualquiera que fuese el lugar donde se sembró el primer trigo mexicano, el hecho es que cabe la gloria al negro Juan Garrido el haberlo cultivado.

Garrido había sido un negro esclavo que los españoles compraron a los traficantes holandeses. Procedía del Continente Africano, y debió ser sudanés o bantú, tribus que eran las más apreciadas para la rapiña de los europeos. Era robusto, de gran estatura y muy joven, de aproximadamente dieciocho años cuando lo raptaron. Se dice que su inteligencia e ingenio eran fuera de lo común. Antes de llegar a México, había vivido como esclavo en Santo Domingo y en algunas otras islas del Caribe. Habitó en Puerto Rico durante mucho tiempo, hasta que fue enviado a Cuba y destinado a Hernán Cortés para su servicio doméstico, para, posteriormente, entrar en la milicia.

Cuando llegó a la Nueva España, y gracias a su inteligencia y buen comportamiento, se le concedió la libertad y abrazó la condición de horro; es decir, de liberto. En México se casó, no se sabe con quién, si con una negra o con una india, y tuvo tres hijos. Al final de su vida padeció mucho y murió en la más completa miseria.

Juan Garrido perteneció a los seis primeros negros llegados al iniciar el año de la penetración hispana. En su condición de liberto escapó a muchas, aunque no a todas, las restricciones y castigos a que estaba sujetos los negros en la incipiente sociedad novo hispana. Sus posibilidades de trabajo se vieron muy restringidas, pues nunca pudo ejercer un cargo en la administración gubernamental, ni ser dueño de hacienda, ya que les estaba prohibido tanto a los indios como a los negros. Hasta su muerte continuó siendo un pequeño labrador de trigo el cual molía en su pequeño molino, para hacer su pan. Se dice que murió en la miseria, pero se convirtió en leyenda.

Sonia Iglesias y Cabrera

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