Esta es la verdadera leyenda de un gran asalta caminos haya por la epóca de la revolucion en el norte poniente de la ciudad de Mexico….
En 1905, Jesús Negrete, nombre del “Tigre de Santa Julia”, junto con otros facinerosos asaltaron, por el rumbo de la Villa , a un grupo de trabajadores lecheros; asimismo realizaron una incursión a una estación de gendarmería y se apropiaron de municiones y una hermosa pistola de la ya no se separaría el Tigre.
Fue precisamente en el barrio de Santa Julia donde la policía lo tenía ubicado e iban a detenerlo junto con su gavilla, cuando el hábil asalta caminos les tendió una celada y en su huída asesinó a 2 gendarmes, lo que le valió el mote del “ Tigre de Santa Julia.”
Finalmente, fue aprehendido en diciembre de 1905 y recluido en la cárcel de Belem de donde se fugó junto con sus 4 cómplices: Anacleto López, Pedro Mejía, Pedro Sarracín y “El Marquesito”. Una vez en libertad, el Tigre no quiso seguir con sus compañeros de fechorías, quienes a las 5 horas de haberse fugado fueron detenidos.
El Tigre se dirigió al barrio de Puerto Pinto en Tacubaya, donde tenía una amante de nombre Guadalupe Guerrero, y por la noche se ocultó con unos amigos en el callejón de Sombreros, cerca de Palacio Nacional.
El evadido tenía la precaución de no pasar más de una noche en sus escondites, así que estuvo en varias partes, la policía no tenía pista alguna para seguirlo. El coronel Félix Díaz, sobrino del general Porfirio Díaz, era el inspector general y su mayor preocupación era detener al temible asesino.
El coronel Díaz encomendó a Francisco Chávez, hombre de su confianza, la búsqueda del Tigre, quien se enteró que el bandido tenía un tórrido romance con una mujer del rumbo de Tacubaya a quien visitaba por las noches y nunca estaba más de 2 días en su casa.
Así que el policía, disfrazado de civil, empezó a correr la versión de que tenía amores clandestinos con Guadalupe Guerrero. No pasó mucho tiempo en que el Tigre de Santa Julia se enterara y fue presa de terribles celos; el temible bandido, herido en su orgullo de hombre, olvidó sus precauciones y empezó a visitar más seguido a su amante.
El plan del policía Chávez estaba resultando como esperaba, así que dispuso de un piquete de gendarmes para hacer guardia en la casa del amor del Tigre de Santa Julia y detenerlo.
Así, un día, Francisco Chávez recibió el aviso de que el Tigre se encontraba en la casa de su amante; inmediatamente se dirigió en compañía de 12 gendarmes fuertemente armados al callejón del Nopalito, en el barrio de Puerto Pinto en Tacubaya; se jugaba la vida para detener al peligroso delincuente, quien había jurado no rendirse ante la ley y vender cara su aprehensión. En unos cuantos segundos la casa fue invadida por los policías, quienes revisaron debajo de la cama, en los roperos, en la cocina y nada, el Tigre se había esfumado como si fuera fantasma, pero los guardias no lo habían visto salir.
Francisco Chávez y sus 12 gendarmes, así como los oficiales Ladislao Barajas y Manuel Mayen estaban a punto de salir de la casa, llenos de vergüenza y vacías las manos, cuando un policía se dirigió a la parte trasera de la vivienda donde había unos crecidos nopales. Detrás de estos, se encontraba el Tigre de Santa Julia en posición algo incómoda , sin que pudiera hacer uso de su pistola de cachas de nácar colt calibre 44, una canana con 100 cartuchos y una daga de fino temple. Fue rodeado por los policías y una vez que se subió los pantalones pidió que no le amarrasen las manos y en medio de sus captores fue conducido a la delegación.
El azote y dolor de cabeza de los gendarmes capitalinos de la época de Porfirio Díaz, terminó su vida frente a un pelotón que lo fusiló en los patios de la cárcel de Belem.
Ésta es la historia, la verdadera, de la frase coloquial, “me agarraron como al Tigre de Santa Julia”.