Un día después de que el dios I’itoi creó al mundo, Hermano Mayor se encontraba sentado en una piedra observando a unos niños jugar con mucha alegría. Se dio cuenta de la belleza que le rodeaba, de la fragancia de las flores y los árboles, oyó con beneplácito el alegre canto de los pájaros, y se regocijó del maravilloso azul del cielo. Vio con gusto a las mujeres que molían el maíz, su pelo brillando al sol y su morena belleza. ¡Todo era tan hermoso! Pero al momento, el Hermano Mayor tomó conciencia de que toda esa belleza terminaría, que con el tiempos los niños envejecerían y morirían, que las mujeres serían gordas y feas, que sus cabellos sería grises, que las hojas de los árboles se pondrían cafés, y que las flores se marchitarían y perderían su aroma. Entonces, el corazón del dios se puso triste. En esas estaba cuando vio unas hojas de maíz en el suelo que danzaban a la luz del Sol, entonces comprendió que debía hacer algo para capturar todas las cosas hermosas que había estado observando. Tomó su bolsa de la Creación y empezó a meter en ella un poco del azul del cielo, algunos rayos de sol, algo de la negrura del cabello de las mujeres, amarillo de las hojas caídas, un poco del verde de los pinos, de las flores tomó el rojo, el púrpura y el color anaranjado, y guardó el canto de los pájaros. Una vez que metió todo en la bolsa de la Creación, llamó a los infantes y les ordenó que abriesen la bolsa. Así lo hicieron. Al momento salieron volando miles de hermosas mariposas de todas las combinaciones de colores imaginables. Las mariposas como flores voladoras volaban sobre las cabezas de los niños y de las mujeres iluminándolas, mientras emitían hermosos cantos.
Entonces, un pájaro que se paró sobre el hombro de I’itoi, le dijo al dios que no estaba de acuerdo en que las mariposas tuvieran el mismo maravilloso canto que los pájaros, que eso les pertenecía desde el inicio de la Creación, que las mariposas eran ya bonitas teniendo todos los colores del arco iris, que no era justo que, además, poseyeran el bello canto de los pájaros. Hermano Mayor estuvo de acuerdo con lo dicho por el ave y les quitó el canto a las mariposas. Desde ese momento no pueden cantar, pero alegran con su belleza colorida a todos los pueblos indios.
Sonia Iglesias y Cabrera