Hace mucho tiempo, un ancestro de los indígenas otomíes, el Abuelito, pidió a Dios una semilla para poder sembrarla y proporcionarles alimento a todos los hombres. Entonces Dios, llamado entre ellos Ojä, le dio varias semillas que la Abuelita, la esposa del Abuelito, se apresuró a guardar en una caja para que no le pasara nada. El Abuelito para poder sembrar los granos tuvo que limpiar siete colinas. Pero no pudo realizar su tarea porque al querer quemar el terreno, el Fuego, Tsibi, no quemó nada, ya que faltó el auxilio del Viento, Dähí, para darle fuerza, y a quien no pudo encontrar porque no sabía dónde vivía. Entonces, el Abuelito encontró a una señora que era la Sirena y le preguntó si sabía dónde vivía el Viento. La respuesta fue que vivía en el cerro, pero que para poder encontrarlo debía emplear carrizos. El Abuelito tomó varios carrizos y les hizo un agujero en el medio. Cuando el Viento llegó, sopló a través de los agujeros y el Abuelito se dio cuenta de que ahí estaba, había encontrado a Dähí. Le pidió que lo ayudase a preparar el terreno para sembrar, pero el Viento le respondió que, acompañado de músicos, le chiflara cuatro sones.
Cuando el Viento escuchó los sones, se puso a bailar y… apareció el fuego. Las laderas de las colinas se quemaron, ya que el fuego se esparció por todas ellas, y el terreno quedó listo para sembrar el maíz. Pasados cuatro días, el Abuelito llamó a doce peones para que lo auxiliaran en su tarea. Llegaron muchos animales, entre ellos el Armadillo, el Coatí, el Jabalí, las Ardillas, y los Tejones. También llegó el Tlacuache, pero sin morral para guardar las semillas, por lo que el Abuelito le dio uno. El Armadillo si había llevado su morral, y la Ardilla guardaba las semillas en la boca y así sembraba. Al ver a tantos peones ayudantes, el Abuelito pensó que la comida no sería suficiente para alimentarlos, pero el Viento-Sirena le dijo: – ¡Echa cuatro granos de maíz en agua de nixtamal, y tapa bien la olla! Los granos se transformaran en veintiocho elotes para hacer las tortillas; pon cuatro en una canasta tapada y ¡se multiplicarán! El primero en comer las tortillas fue el Cuatoche, quien con su acción las multiplicó. Entonces, el Abuelito invitó a todos los animales a comer, y desde entonces todos acuden a comerse lo sembrado en la milpa produciendo mucho “daño”, aun cuando el maíz nunca se termina por mucho que se lo coman.
Sonia Iglesias y Cabrera