Mi bisabuelo Jacinto, indio purépecha puro, y curandero de su pueblo, Cherán, me contaba hace muchos años, antes de que cayera fulminado por un ataque al corazón y siendo yo aún una niña de trenzas, que su tatarabuelo le relataba muchas historias. Entre ellas le gustaba mucho la que se refería al diluvio que cayó sobre la Tierra. Me contaba que en el principio de los tiempos sólo existían los animales, las plantas y los árboles, pero no había seres humanos. Un día, Tucupachá, el dios de todo el universo, o más bien, la palabra de Dios, decidió crear a las personas. Tomó un poco de barro, lo moldeó, y creó a un hombre y a una mujer. Pero cuando la pareja se fue a bañar al río se desbarató. Así pues, decidió probar con masa de cenizas, y les dio forma otra vez, Pero sucedió lo mismo, al bañarse la pareja se deshizo. Tucupachá pensó entonces en hacerlos de metal. Puso manos a la obra y, ¡listo!. Cuando el hombre y la mujer se metieron al agua se multiplicaron y se formaron todos los pueblos indios que habitan la Tierra. No se deshicieron, sino que se convirtieron en los padres de todas las personas.
Pasado un cierto tiempo, llegó un diluvio que arrasó con todo y con todos, solamente sobrevivieron Tezpi, un hombre muy inteligente, y su parentela que pudieron salvarse del horror del agua gracias a su ingenio. Tezpi construyó una canoa con madera de ciprés, metió en ella a su esposa, sus hijos, granos de maíz y muchos animales, y se fue navegando cerca de las nubes. Pasado un largo tiempo, las aguas del diluvio empezaron a bajar, y Tezpi envió a Curitze, el Zopilote, a inspeccionar la Tierra, pero el ave no volvió por andarse comiendo los cadáveres que encontraba. Decidió entonces mandar a Tzintzuni, el Colibrí, que regresó con las plumas llenas de olor y reflejos de la naturaleza, y con una flor en su piquito que indicaba que ya se podía habitar la Tierra. Entonces, Tezpi decidió bajar al mundo para volver a poblarlo, pues supo que Colibrí tenía razón, ya que era un mensajero del dios Sol. Así fue como el semidiós Tezpi salvó a la humanidad de desaparecer para siempre de la faz de la Tierra, lo cual debemos agradecerle… ¿O quizá no?
Sonia Iglesias y Cabrera